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BANDOLERAS DE TERRY—ATADO A TI—CAPÍTULO VIII PARTE I—BY ROSSY CASTANEDA

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Gisela ruht

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Niño/a del Hogar de Pony
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BANDOLERAS DE TERRY—ATADO A TI—CAPÍTULO VIII PARTE I—BY ROSSY CASTANEDA  5955-84

Jue Abr 20, 2023 7:18 pm
por RossyCastaneda

ATADO A TI
CAPÍTULO VIII PARTE I
BY ROSSY CASTANEDA
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Desde la primera noche, Candy se metió en su sangre para calentarla a un punto desquiciante, y, Terrence sabía que la única manera de sacar de la cabeza a una mujer, era buscando un reemplazo... similar. —Con esa idea en mente, desvío su caminó y terminó en la taberna del pueblo, un lugar al que hacía mucho no acudía, dado que no había tenido una necesidad tan visceral. Acompañaba a Albert cuando querían divertirse en torno a una partida de cartas o para ver un espectáculo solo para caballeros en donde las mujeres bailaban y enseñaban sus preciosas piernas y excesivos escotes, pero no iba a la segunda planta con ninguna, dado que su mano y su mente eran bastante buenos en proporcionar alivio cuando era requerido, pero ahora, la necesidad de acariciar la suave piel de una mujer era brutal.

Entró al local y examinó con atención a las muchachas disponibles. Él era un hombre apuesto y solían colmarlo de atenciones rápidamente cuando lo veían atravesar la puerta. —Debía ser rubia, y con buen cuerpo ... Tuvo a una delante un poco similar a la mujer que lo atormentaba a cada instante, pero en cuanto sonrió y habló, toda la magia se perdió... sus dientes estaban podridos, y su aliento era realmente repugnante.

Salió de la taberna más molesto que cuando decidió entrar. No deseaba a otra. La ansiaba a ella. Lo mejor sería ir al río y sumergir su lujuria para aplacarla en las aguas frías del lugar. No yacería con otra mujer solo porque no podía tenerla a ella. Con esa resolución fue por su caballo al establo.

—¿Todo bien por aquí ? —preguntó al ver al encargado del lugar apresurado por marcharse.

—Deseando entregar el último caballo para ir a ver a las dos mujeres recién llegadas —confesó sin reparos.

—¿Hay nuevas muchachas en la taberna? —Terrence no se había dado cuenta.

—Sí, hay dos jóvenes, pero no en la taberna. Acaban de llegar hace poco al pueblo con John Scott —le informó.

Terrence se tensó. Reconocía aquel nombre. El aludido era uno de los criados de los Ardlay.

—¿Cuál es la atracción, si se puede saber? —preguntó cauteloso.

—Se dice que una es soltera y preciosa, y se han instalado en el hotel.

—¿Qué? —Los ojos de Terrence se abrieron ampliamente, no entendía nada. —¿Cuál es el nombre de la soltera?

—John ha dicho que se llama Candice White —movió las cejas —está libre como una mariposa, así que debo terminar rápido, asearme, colocarme mi mejor traje e ir a presentar mis respetos a la muchacha. Dicen que es impresionante, una dama con título aunque no lo usa. Debo ir a comprobar si es tan hermosa como se dice.

Terrence estaba contrariado —¿Cuándo había sucedido todo aquello, si él la había dejado en casa de los Ardlay hacía... nada?

—No sabía que el señor Scott fuese un chismoso —dijo más para él que para su interlocutor.

—Cuando hay una mujer involucrada, no existen los secretos.

—Volveré en unos minutos por el caballo. —Terrence se dio la vuelta. Iba a averiguar qué significaba todo aquello.

Cuando dobló la esquina vio la taberna llena a rebosar. Tuvo un pálpito que no le agradó lo más mínimo. ¡Si él acababa de salir de ahí y no había nadie! En vez de dirigirse al hotel para enfrentarse a Candy, regresó al salón para ver a qué se debía tanta expectación.

Entró y supo que esas dos damas no iban a traerle más que dolores de cabeza peores que los que sufrió con Karen; todos los hombres allí presentes, no hacían mas que hablar de como cortejarían a la señorita Candice White. Salió furioso y se fue directo al hotel en donde encontró a Annie en el exteriror de lo mas sonriente.

—Hola Terrence, ¿Qué te trae por aquí?

Con cara de pocos amigos, Terrence la sujetó del brazo y la llevó a un lugar apartado.

—¿Ahora mismo vas a explicarme que demonios hacen aquí cuando yo las deje en casa de los Ardlay? —inquirió en cuanto estuvieron lejos de miradas indiscretas.

—Candice está ofendida porque el idiota con se suponía se casaría, se marchó de su casa sin darse la oportunidad de conocerla —respondió la pelinegra sin revelar más de lo que debía.

—¿Qué? —eso es imposible.

—El zopenco ese dijo que si Candy se instalaba en su casa, él no regresaría jamás —Annie apretó sus puños —la verdad, no debería estar tan enfadada, porque deseo que Candy se case contigo y no con un tonto que no la apreciará en lo que vale —se encogió de hombros, quería ver si así ese cabeza de chorlito cortejaba a su amiga de una buena vez.

—¡Por el culo chamuscado del diablo! —gritó Terrence enfurecido.

—¡Oh, qué original! Me gusta. Me apunto esa frase para mi diccionario personal. —¡Por el culo chamuscado del diablo! —Repitió Annie entre risilla.  —Ahora si me disculpas, debo regresar al recibidor del hotel para escribir los requisitos que...

—¿Que requisitos? La interrumpió Terrence.

—Cuáles van a ser... los que deben tener  los caballeros que deseen cortejar a Candy —soltó mirándolo por el rabillo del ojo.

Terrence se envaró ante la dicho por la pelinegra

—Candy no va a casarse con nadie.

—¿No? —preguntó Annie levantando una ceja.

—¿Sabes dónde ha dejado John la carreta que las ha traído al pueblo?

Annie frunció el ceño.

—¿Cómo sabes que...?

—Es un pueblo pequeño. Los chismes se extienden con facilidad. ¿Eres capaz de recordar el lugar en el que la dejó?

—Sí..., estoy segura que puedo encontrar el lugar.

—Bien. Yo también sé donde está. —dijo en cuanto la muchacha le dio los detalles del lugar —iré por ella, tú ve por Candy a la habitación, me esperan afuera y nos marcharemos. —Tomaría prestada la carreta y luego se la devolvería a los Ardlay.

—¿A tu casa? —preguntó Annie esperanzada.

—Sí. —Ya sabía lo que tenía que hacer. Primero le daría las gracias a Cornwall por ser un estúpido y lo asesinaría por serlo.

—¿Y si mejor voy yo por la carreta y tu aguardas aquí por si algo se presenta?

Terrence la miró con una ceja alzada de manera interrogativa

—Ya sabes, el rumor que una dama soltera está en el pueblo se ha esparcido

—De acuerdo —bufó el castaño  

—Ahora regreso. —Annie se fue por la carreta.

Tres minutos mas tarde, Terrence ingresó al hotel, se quitó el sombrero y se haló el cabello con impaciencia. Iba a dar un paso que no creyó jamás daría. Esperaba que Candice White apreciase el ofrecimiento con gran alegría y gratitud, dado que él cargaba con demasiado. Y en especial esperaba que ella fuese tan fuerte como preveía, porque ser la esposa de alguien como él no sería tarea fácil. —La suerte estaba echada y solo quedaba informar a la dama acerca de su futuro.

—¿Qué demonios estaba pasando? ¿Por qué tanto alboroto en el comedor?

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