Respondiendo a el reto "Campanas del amor" Lanzado por mis compañeras Bandoleras de Terry.
Espero les guste
Estábamos a unos días de graduarnos y decidirnos por una carrera universitaria.
Nuestra relación siempre fue tierna y romántica. No pasaba de caricias y besos apasionados. Ese día saldríamos a pasear por la orilla del mar. El lugar que había sido testigo de nuestro primer beso e inicio de relación como novios.
Él era mi primer novio y yo estaba segura de entregarme solo a él. Lo amaba y confiaba en que nuestro amor, sería para siempre.
Así que ese lugar, sería el único testigo de nuestra entrega. En ese mar, tan inmenso como nuestro amor, decidí dar ese paso en nuestra relación.
Estaba segura que eso nos uniría, más de lo que ya estábamos.
- ¿Estas segura amor? - Me preguntó él encima de mi cuerpo, los dos ya semidesnudos, tendidos en la arena.
- ¡Si amor, muy segura! Quiero dar ese paso contigo ¡Te amo mucho! Y quiero ser completamente tuya.
- ¡Te amo amor! ¡Seré delicado! ¿De acuerdo? -
- Si, confió en ti mi amor. – Sus palabras fueron el inicio de unas caricias tiernas, que se volvieron intensas al consumir nuestra unión, y terminar amándonos con pasión.
Y así fue como me entregué a mi primer y único amor, en cuerpo y alma. En aquella orilla del mar, donde solo fueron presentes, el mar, él y yo.
Toda aquella felicidad terminó, cuando él tuvo que partir lejos de mi lado.
Esa mañana el cielo lucía en un tono gris. Tenía días sintiéndome mal, no le di importancia, y acudí a nuestra cita de siempre. Más tarde le pediría que me acompañara a el doctor.
Todo se arruinó cuando con sus palabras, me destrozo el corazón.
- Amor no sé cómo decirte esto. - Me dijo tomándome de las manos, sentados frente al mar, sentí como sus manos sudaban. -Mi padre quiere que culmine mis estudios en el extranjero. No me pude negar. Lo hago por nosotros ¿Si comprendes verdad? Para poder ser alguien en la vida, y poder casarnos en un futuro.
Tomó mi rostro entre sus manos, sin apartar la mirada de la mía, esperando que lo entendiera y apoyara.
Al ver la firmeza en sus palabras, no pude detenerlo, lo abracé, diciéndole que confiaba en él, que lo esperaría, el tiempo que fuera necesario. Y dejándome un beso en los labios, se marchó sin mirar atrás. Y lloré gotas de dolor, lágrimas negras, siendo testigos de aquella triste despedida, el mar, él y yo.
En esos momentos sonaban las campanas de una iglesia. Decidí acercarme y entrar, y pedirle a Dios, que lo trajera pronto de regreso a mí. Esperando tener otra oportunidad y poder realizar nuestro amor, y que está iglesia fungiera como testigo.
Días después me asusté al descubrir, que algo pasaba en mi cuerpo y la prueba lo confirmaba. Esperaba un hijo de él, el producto de aquella dulce ingenuidad, tiernos amándonos bajo el sol.
Lagrimas vivas en mí, sentir esta vida ya no se olvida, esperaré, si habrá otra oportunidad, y estás campanas serán testigos de nuestro enlace, y sonarán las campanas del amor.
Continué con mi vida, no quise estropear sus anhelos. Deseaba que cumpliera sus metas. Si él me amaba como decía, pronto volvería a mí.
Mis padres me apoyaron. Y con su ayuda, logré terminar mi carrera de enfermería.
Y así, ahora éramos mi hijo y yo, esperando una oportunidad, de escuchar otra vez, las campanas del amor.
Años después, paseaba en el parque con mi hijo, ya de 4 años. Sonaron las campanas de esa iglesia, cuando una figura conocida, se colocó a un lado nuestro.
- ¿Candy?
- ¿Terry?
- ¿Por qué no me lo dijiste amor? ¡Yo hubiera dejado todo, para estar con ustedes!
- ¡No amor! ¡No quería arruinar tus planes de verte triunfar!
- Tu eres lo más importante para mí, jamás arruinarías nada. ¡Perdóname por favor! ¡Fui tan egoísta, pensando solo en mí!
- ¡Mami! ¿Quién es este señor? - Pregunta mi hijo, al ver como Terry esta hincado enfrente de mí, tomándome de la mano y derramando lágrimas de dolor.
- ¡Es tu papá, mi cielo! – Tomé en brazos a nuestro hijo.
- ¿Puedo? – Dijo, extendiendo sus brazos, para cargarlo.
- ¡Claro! – Respondí, mirando al cielo. ¡Qué dulce aquel abrazo! Ver a mi hijo colgado de su cuello.
¡Qué dulce ingenuidad! ¡Qué tiernos bajo el sol! ¡Qué ganas de vivir!
¡Otra oportunidad! Escucho como suenan las campanas del amor.
Una semana después de su llegada, nos juramos amor eterno, frente aquella iglesia, que fue testigo de mis lágrimas negras, escuchando esas “Campanas del amor”, que nos ofrece, otra oportunidad de vivir.
- ¡Te amo! – Dijo alzando mi velo blanco, para descubrir mi rostro y besar apasionadamente mis labios.