Terrence observó a Robert en pie, Karen lo sostenía de la manga de la camisa. ¿Era en serio, precisamente él pensaba amonestarlo? El castaño contuvo las carcajadas que amenazaban en salir.
—¿Hay algún problema, Robert ? —preguntó con arrogancia después de unos segundos.
—Estás en mi casa. Lady Candice es mi invitada y estoy a cargo de su protección.
—Tú eres el que menos puedes opinar de asuntos civilizados, Robert —respondió Terrence sin dejarse intimidar—. Creo que tu comportamiento pasado con cierta joven me da la razón.
—¡Terry! —gritó Karen, al tiempo que se incorporaba y dejaba la servilleta sobre la mesa—. No te reconozco. En verdad que no lo hago. ¿Pretendes también orinar sobre ella como si fueses una bestia salvaje para que nadie se le acerque? Inquirió —Te ordeno que le pidas disculpas por tu inapropiada acción.
—No pienso hacer nada tan desagradable como lo que has insinuado —respondió Terrence cortante—. Solo me pareció que sería más rápido que todos estos... limpios, sonrientes y educados caballeros, sepan de modo convincente que no deben perder el tiempo con lo que no está a su alcance. Consideré que darle un beso a mi prometida, después de haber estado una larga semana sin verla, es lo más sensato para que desistan. ¿Quién puede culpar a un hombre por tal muestra de efusividad del todo justificada? Hay quien incluso llega mucho más lejos con una mujer sin estar... casados —lanzó sin más.
Robert dio un paso hacia Terrence, Karen se colocó delante para evitar que su esposo le cayera a golpes por lo que acababa de decir, en especial por la última parte, dado que lo espetó mirando directamente a los ojos del ex actor de teatro y era evidente que trataba de recordárselo.
—¡Basta! —Candy dio una fuerte palmada sobre la mesa. Tomó una bocanada de aire y miró a Terrence con seriedad. — Señor Graham, acabo de perder el apetito, haga el favor y ocupe mi lugar. En cuanto a su actitud con respecto a mí, debo protestar enérgicamente por la licencia que se ha tomado, más después de advertir que es usted un hombre comprometido. En cuanto vea a la dama con quien lo está, además de darle esa muestra de afecto que no debió ser mía, le ruego que le transmita mis bendiciones con respecto a su futuro enlace. Buenas noches... —Se puso de pie y caminó en dirección a la escalera para marcharse a su habitación.
Las risitas que los presentes emitieron debido al desplante que acaba de sufrir por parte de la dama, enfurecieron a Terrence, en especial la larga carcajada que le ofreció Robert, quien tras el discurso de la rubia se sentó a cenar con el mejor de los deleites. Karen hizo lo mismo. Miró a su amigo con una ceja enarcada y una brillante sonrisa. Al fin él tenía un poco de su propia medicina.
Tras escucharlo emitir un fuerte gruñido el cual fue ignorado, y verlo dirigir sus pasos a la escalera dispuesto a ir tras su presa, Annie se levantó de inmediato y se colocó con gran habilidad frente a él. La pelinerga, le hizo una señal a Robert y a su esposa para que tomaran su lugar, ya que los vio ponerse de pie.
—Señor Graham, es menester que aprenda que las mujeres somos tanto o más orgullosas que ustedes los hombres —alzó un poco la voz para aplacar la bravuconería del castaño. Hubo otro coro de pequeñas muestras de humor y la muchacha aprovechó el momento para acercarse al castaño y susurrarle al oído—: Ven conmigo afuera, un poco de aire te sentará bien. —Después le palmeó la espalda y lo guió con sutilidad hasta la salida.
—Lo sé. Ni cuando se enamora es un tipo tranquilo. Por favor, no intervengas, cariño —le dijo Karen a su esposo cuando este la miró en tanto Annie y Terrence salían.
—Recuerdo una vez, en el pueblo, cuando yo no era más que un actor de teatro que me atreví a besarte después de una presentación ... y él me atizó un puñetazo que me dejó en el suelo. Creo que las normas se aplican de modo diferente cuando uno es el que las debe soportar. Me molesta, Karen, sé lo que él es para ti y que le debo muchísimo, pero no puedo con tanta arrogancia, cada año está peor —replicó Robert mirando los ojos suplicantes de su esposa.
—Lo comprendo. Es un hombre duro, mi amor, ten un poco de fe en que Candy obre otro milagro. Él necesita encontrar a una mujer que pueda darle lo que necesita. Además, tú no eres muy diferente de él, querido... —le recordó ella entre risa.
—Sabes bien que no me gusta que me compares con ningún hombre. Pagarás por la afrenta esta noche, Karen Hathaway Kleiss. Y te gustará —le susurró al oido para que solo ella escuchase.
—No lo pongo en duda. Siempre me gusta.
Mientras la cena continuó con más tranquilidad después del espectáculo que Terrence montó, afuera, Annie trataba de hacerle ver que el camino que estaba tomando no era el correcto.
—Te tenía por un hombre inteligente, Terrence —le soltó Annie sin remordimientos.
—¡Llevo una semana sin verla! Una maldita semana conteniéndome para no venir, porque le avisé, le dije que no la perseguiría... Vengo, la veo en pantalones, toda su silueta es evidente, va con una sencilla camisa que deja ver que tiene unos pechos maravillosos... Los idiotas en celo le han regalado flores... —apretó los puños —porque sé que todos esos ramos han sido para ella mientras yo no estaba —gruñó ... ¿Y sabes qué es lo peor? —La pelinegra negó sin atreverse a abrir la boca mientras lo veía ir de un lado a otro hecho una furia —. Lo más doloroso es que... ¡Ella se ha cortado el cabello! —gritó con enfado—. No tenía que haberlo hecho —expuso malhumorado.
—Yo la encuentro preciosa —se atrevió a interrumpirlo Annie, pues sospechaba que él no había acabado con su protesta.
—¡Lo está! Maldición. ¡El infierno se los lleve a todos! —gruñó— Pero no tuve la oportunidad de acariciar su larga cabellera como deseaba hacerlo. Pasarán años hasta que la vuelva a tener larga... Creo que he sido tolerante con toda la situación, Annie. Te concederé que no he hecho mi mejor movimiento con ella, pero, ¡por todos los demonios del infierno!, que he tenido que reclamarla ante todos esos babosos... ¿En qué estabas pensando cuando has permitido que tu amiga... que ella... que ella...? —Las palabras lo abandonaron.
—Candy no ha hecho nada malo, Terrence —dijo con suavidad la pelinegra para tranquilizarlo.
—¡Lo sé! Maldita sea... Lo sé —dijo con un poco más de calma—. Me ha rechazado... me ha rechazado la única mujer a la que me he permitido mirar en mi vida. Sabe que la quiero y me hace esto... ¿Tienes idea de lo frustrante que es tener que usar mi mano cuando pienso en ella para aliviarme? Cada pensamiento lujurioso lo ocupa ella. ¡Infiernos! Llevo una semana acariciándome solo pensando que es Candy quien me da placer... Sueño con hundirme en ella...
—Uhm... —Annie tosió —Terrence, ¿Eres consciente de que soy una dama? —inquirió completamente avergonzada. La imagen que acababa de meter en su mente era... demasiado... —Vas a tener que tragarte todas esas obscenidades y comenzar a ser un auténtico caballero para Candy, si no quieres que yo misma te vuele la tapa de los sesos, ¡maldito hombre lujurioso! —puntualizó cuando él lanzó otra serie de descripciones.
Annie lo observó inhalar aire por la nariz y sus orificios se abrieron para indicar que estaba furioso. Tragó saliva y deseó haber podido retirar las últimas palabras espetadas. Terrence la sujetó por las muñecas y ella se preparó. Se negó a mostrar miedo, después de todo, su amiga era la mujer por la que él babeaba, así que dudaba que le haría daño.
—Bastardo. —La próxima vez cambia lo de maldito hombre, por bastardo, es el término correcto.
—Siento haber sido tan... —Estaba mortificada por su actuación. Ella apreciaba a Terrence muchísimo y había perdido la compostura por sus palabras.
—No. No lo sientas, Annie. Tenías que detenerme. —Él la soltó y se separó de ella. Se estrujó el cabello con desespero.
—Estoy convencida de que eres todo lo que Candy desea. Ella te quiere, pero tú no le pones las cosas fáciles. ¿Por qué la tratas de ese modo tan tosco? —preguntó la muchacha con suavidad.
—¿Tosco? Tu amiga es un tesoro que me ha caído del cielo. Tan precioso para cuidar y conservar, que mataría a cualquiera que la disguste.
Annie bufó.
—¿Entonces debo sostenerte la cuerda para que te ahorques o te doy el arma para que te pegues un tiro? —inquirió con incredulidad.
—¿Disculpa?
—¡Tú! Tú la haces sentir mal. La he visto llorar dos veces desde que llegamos aquí — ¿Qué crees que está haciendo ahora en su habitación? ¿Reírse por lo maravilloso que eres? —ironizó.
—¡No sé cortejar a una mujer! Cuando quiero estar con una, le doy unas monedas y no tengo que preocuparme por más. Pero con Candy es distinto, ella me hace perder la cabeza.
—Así es el amor, Terrence —Annie puso una mano sobre su hombro—. Perder la cabeza, es una de las cosas que pasa cuando se ama. El amor es sincero, es libre para entregar...no es posesión, no son celos. Debe ser libertad y confianza. Tienes que demostrarle a Candy el motivo por el que debe aceptarte y casarse contigo. Sabe que te quiere y está confundida porque cree que no mereces su amor. No la estás tratando adecuadamente.
Gracias Por Leer