La señora Ardlay lleva todos los días fielmente asistiendo al hospital para acompañar a Terrence. Esa tarde podía sentir claramente el cansancio sobre su cuerpo, más la serenidad del lugar y el sonido peculiar que hacía el aire al chocar contra la ventana, hicieron que callera en un sopor, y al igual que Grandchester decidió a las 5 de la tarde hacer la siesta.
Se despertó al sentir la conversación que llevaba la enfermera junto al hombre.
-Por lo visto hoy sí ha podido descansar.
-Sí... Hasta ella de quedó dormida, seguro estará cansada de estar viniendo todos los días.
Remarcó a la vez que clavaba sus ojos en la mujer que se acomodaba en el sofá.
-Seguro te duele el cuerpo por haberte dormido en una posición incómoda.
-No, estoy bien. Sin querer me quede dormida, era como si estuviese escuchando las olas del mar.
-Y ¿Usted qué es de él?
Quiso saber la enfermera, al momento que llega María, otra enfermera que está a cargo del caballero. Por un instante Candice trago grueso pues no sabía cómo responderle, luego fija una mirada significativa son él esperando que le de una pista de lo que podría decir, entonces Pony prosiguió sin percatarse tanto del estado de la joven.
-¿Es su pareja?
Agregó inocente... Pues por la devoción y cuidado que mostraba ella, podría perfectamente ser por ello. Terrence por un instante se le iluminaron los ojos de sólo imaginar que así fueran las cosas, pero a la vez su corazón le dio una pensada como quien avisa que debería decir la verdad; sin embargo María tenía otra curiosidad que necesitaba ser aclarada dada la conversación que se estaba llevando.
-Entonces, si ella es su pareja ¿Quién es la mujer que vino el otro día? ¿Y la que vino de rojo?
-Ahh... Este... La del otro día es mi madre y la de rojo es una amiga...
-¿Su madre? Pero se ve bien joven...
Continuaron con la cháchara las enfermeras, sin embargo a Candice le pulsaba dolorosamente el corazón.
Había sido muy ingenuo de su parte creer que era la única que llegaría a verle al hospital, y saber que habían sido "amigas" quienes habían llegado le dolía, encendía sus celos y atormentaba.
Por un lado hubiese deseado ser la única, pero claro, al ser un hombre guapo, joven, emprendedor y con dinero, muchas mujeres pueden tener interés en él; puede que incluso hayan disfrutado de los placeres carnales como lo había estado haciendo con ella, ya que no se habían prometido exclusividad.
Deseaba poder reclamarle su desfachatez, pero entre ellos ya no había nada, si lo hubo fue solamente por puro interés; además, ella no tenía razón alguna para estar todos los días ahí.
Y si se preguntaba la razón por la que cada día se presentaba al hospital, era porque su corazón atolondrado se lo pedía. Estaba segura que se había enamorado de la persona equivocada en el momento menos indicado.
El joven siguió intentando esclarecer un poco la lista de visitantes que nombraban esas señoras, que si bien se han comportado demasiado bien como sus enfermeras, en ese momento lo estaban hundiendo en la mísera al hacerle ese tipo de preguntas en frente de Candy.
No quería que las cosas se dieran a malas interpretaciones, que hicieran sentir mal o incómoda a la joven, por lo que sus respuestas eran vagas e imprecisas. Procura dar el menor posible, para evitar lastimarla. Le gustaba que Candice se presentara todos los días, a pesar de que la última vez que habían hablado había sido para despedirse.
Se arrepentía.
Se arrepentía la forma tan fría con la que la había alejado de su lado, como también le había dolido verla con otro hombre. Su mente lo atormentó con diversas posibles reconciliaciones, por lo cual decidió que lo mejor era alejarse de ella para que su corazón no terminara más lastimado de lo que ya estaba sufriendo. Nuevamente volvía a escuchar esa frase que lo hizo torturarse bebiendo alcohol para olvidarla, tuvieron su último encuentro como despedida, según él... Y la desesperación se volvió su compañía, a tal punto que no recuerda claramente cómo llego hasta esa intercepcions condujeron, sólo el bocinazo del camión que empezaba a frenar y terminar estampándose con su coche.
-Candy, hermosa. ¿Sabes que te quiero mucho?
Volvía a escuchar esa voz en su cabeza y los celos empezar a atormentarlo
Se despertó al sentir la conversación que llevaba la enfermera junto al hombre.
-Por lo visto hoy sí ha podido descansar.
-Sí... Hasta ella de quedó dormida, seguro estará cansada de estar viniendo todos los días.
Remarcó a la vez que clavaba sus ojos en la mujer que se acomodaba en el sofá.
-Seguro te duele el cuerpo por haberte dormido en una posición incómoda.
-No, estoy bien. Sin querer me quede dormida, era como si estuviese escuchando las olas del mar.
-Y ¿Usted qué es de él?
Quiso saber la enfermera, al momento que llega María, otra enfermera que está a cargo del caballero. Por un instante Candice trago grueso pues no sabía cómo responderle, luego fija una mirada significativa son él esperando que le de una pista de lo que podría decir, entonces Pony prosiguió sin percatarse tanto del estado de la joven.
-¿Es su pareja?
Agregó inocente... Pues por la devoción y cuidado que mostraba ella, podría perfectamente ser por ello. Terrence por un instante se le iluminaron los ojos de sólo imaginar que así fueran las cosas, pero a la vez su corazón le dio una pensada como quien avisa que debería decir la verdad; sin embargo María tenía otra curiosidad que necesitaba ser aclarada dada la conversación que se estaba llevando.
-Entonces, si ella es su pareja ¿Quién es la mujer que vino el otro día? ¿Y la que vino de rojo?
-Ahh... Este... La del otro día es mi madre y la de rojo es una amiga...
-¿Su madre? Pero se ve bien joven...
Continuaron con la cháchara las enfermeras, sin embargo a Candice le pulsaba dolorosamente el corazón.
Había sido muy ingenuo de su parte creer que era la única que llegaría a verle al hospital, y saber que habían sido "amigas" quienes habían llegado le dolía, encendía sus celos y atormentaba.
Por un lado hubiese deseado ser la única, pero claro, al ser un hombre guapo, joven, emprendedor y con dinero, muchas mujeres pueden tener interés en él; puede que incluso hayan disfrutado de los placeres carnales como lo había estado haciendo con ella, ya que no se habían prometido exclusividad.
Deseaba poder reclamarle su desfachatez, pero entre ellos ya no había nada, si lo hubo fue solamente por puro interés; además, ella no tenía razón alguna para estar todos los días ahí.
Y si se preguntaba la razón por la que cada día se presentaba al hospital, era porque su corazón atolondrado se lo pedía. Estaba segura que se había enamorado de la persona equivocada en el momento menos indicado.
El joven siguió intentando esclarecer un poco la lista de visitantes que nombraban esas señoras, que si bien se han comportado demasiado bien como sus enfermeras, en ese momento lo estaban hundiendo en la mísera al hacerle ese tipo de preguntas en frente de Candy.
No quería que las cosas se dieran a malas interpretaciones, que hicieran sentir mal o incómoda a la joven, por lo que sus respuestas eran vagas e imprecisas. Procura dar el menor posible, para evitar lastimarla. Le gustaba que Candice se presentara todos los días, a pesar de que la última vez que habían hablado había sido para despedirse.
Se arrepentía.
Se arrepentía la forma tan fría con la que la había alejado de su lado, como también le había dolido verla con otro hombre. Su mente lo atormentó con diversas posibles reconciliaciones, por lo cual decidió que lo mejor era alejarse de ella para que su corazón no terminara más lastimado de lo que ya estaba sufriendo. Nuevamente volvía a escuchar esa frase que lo hizo torturarse bebiendo alcohol para olvidarla, tuvieron su último encuentro como despedida, según él... Y la desesperación se volvió su compañía, a tal punto que no recuerda claramente cómo llego hasta esa intercepcions condujeron, sólo el bocinazo del camión que empezaba a frenar y terminar estampándose con su coche.
-Candy, hermosa. ¿Sabes que te quiero mucho?
Volvía a escuchar esa voz en su cabeza y los celos empezar a atormentarlo