ANEXO 6
Puede que pasar tanto tiempo sin hacer nada sea su mayor tormento, por lo que esa noche, en la oscuridad de su habitación el eco de la voz en su cabeza es estruendoso.
Se repetía una y otras escenas pasadas, momentos dolorosos y hasta bochornosos. Nunca se imaginó que María y Pony le mencionarán a cada uno de los visitantes, quería hacerle ver que esas eran personas insignificantes, pero a la vez sentía que eso de nada la serviría si Candice había aceptado volver con ese hombre; necesitaba saber cómo habían quedado esos dos o quizás aprovechar cada segundo que tiene con ella. Con ese tormento arrollador logro sucumbir al sueño.
Cuando finalmente apareció la joven, ésta le saludo como de costumbre y le tomo de la mano; Terry la apretó con un poco más de intensidad y no la soltó.
-¿Qué sucede? ¿Te sientes bien?
-Mmmm... No, no me siento bien.
-¿Puedo hacer algo por ti?
-Sí, quédate aquí hasta me haga efecto los analgésicos.
Pidió de manera lastimero, pero muy convincente. Candy acaricio el dorso de su mano y con un movimiento de cabeza le hizo saber que así haría. Él por su parte tiraba del brazo de ella cada vez más para obligarla a que inclinará, soltaba algún que otro gemido con si en verdad le estuviera doliendo.
La posición le era cada vez más incómoda que no le quedó más remedio que acurrucarse con Terry en la misma cama... Tras acomodarse intentaba consolarlo con la intención de que al menos eso lo aliviara. Dejó que escondiera su rostro entre sus pechos, y que usará su brazo derecho como almohada, así que con la libre le acariciaba la espalda, mientras se llenaba de la calidez que emana a ese cuerpo.
Se mantuvieron en silencio y en esa posición por tanto tiempo que no se fueron cuenta del momento en que se durmieron. De presto el choque de unos tacones contra el suelo sacaron del sueño a Terry, pero éste se negaba en cambiar de posición para saber de quién se trataba, hacía casi dos meses anhelaba tanto volver a sentir su perfume, la turgencia de sus pechos y esos brazos delicados rodearlo; esa suave respiración acompasada era melodía para sus oídos.
Sin embargo, para la recién llegada encontrarse con tal escena fue como darle un golpe a la boca del estómago, le costó un poco recuperarse y ser arrollada por los celos; el sonido de la punta del pie chocando contra el suelo hacía saber a todo aquel que estuviera en esa habitación que estaba incómoda, le era imposible al castaño seguir ignorando al intruso por lo que abre sus ojos y se encuentra con la sorpresa inesperada.
-¡Terrence Grandchester ¿Qué estás haciendo?!
-¿Qué haces aquí Susana?
Fue lo que dijo como respuesta a su pregunta con un tono de voz suave para no despertar a la mujer a su lado, pero dejando en claro su incomodidad.
-¿Todavía me lo preguntas? Vine a verte Terry.
-Shhh… ¿Puedes bajar la vos? Vas a despertarla.
-Pues que se despierte ¿Cómo se le ocurre meterse en tu cama? Estás convaleciente y necesitas estar cómodo.
-¿Y qué te hace creer que no lo estoy?
Esa pregunta enfureció aún más a la mujer, estaba a punto de proporcionar una respuesta cuando la rubia empieza a abrir sus ojos pues está saliendo de su estado de ensoñación.
-Oh… perdón… no me di cuenta en qué momento me quedé dormida.
-Tranquila Candy, no pasa nada.
-Tienes visita… perdona, si gustas los dejo a solas para que puedan hablar.
Intentó disculparse mientras se incorporaba y arreglaba su ropa, estaba que su cara le ardía por la vergüenza de haber sido encontrada en esa posición tan comprometedora. Susana tuvo que contener sus ganas de sacar por las greñas a esa mujer de ahí o de propinarle un par de bofetadas por atrevida, pero a quien tenía que exigirle cuentas era a ese hombre que estaba todavía postrado en la cama.
Lo que en un principio empezó como una conversación suave, estaba empezando a subir de tono al ver con la indiferencia que el castaño le estaba tratando.
-No es necesario que esa mujer esté viniendo todos los días a verte, no tiene nada qué hacer aquí.
-Candy puede venir cuando quiera.
-“Candy” así que, así se llama tu “amiguita”… pues que sepas que no estoy de acuerpo, no me parece ¡No es justo y no lo permito! Para eso estoy yo, puedo venir y hacerte compañía y ayudarte a tomar tus alimentos.
-No gracias, no hace falta que hagas nada. Ya tengo que quien me cuide.
-¿Te refieres a tu amiguita “Candy”? Pues no lo pienso permitir.
-Puede ser Candy, puede ser los cientos de enfermeras que hay en éste hospital y lo puedo hacer yo mismo ¡No hace falta que tú hagas nada! Así que ya te puedes retirar Susana
-¡Te exijo respeto Terry, yo soy tu prometida!
-¡Shhhh! Por favor, bajen la voz que están en un hospital, no una sala de conciertos.
Exigió una de las enfermeras que estaba empezando el turno, y se dirigió a la habitación 512 al escuchar semejante alboroto. Susana y Terry se vuelven a ver a la mujer que los había callado para descubrir que la señora Ardlay también estaba ahí, y muy seguramente había escuchado lo último que había dicho la “supuesta prometida” del joven.