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COMO BUENA Bandolera , vengo a cumplir con el reto que le puse a mis bellas compañeras 
ATADO A TI
CAPÍTULO XII PARTE II
BY ROSSY CASTANEDA
ATADO A TI
CAPÍTULO XII PARTE II
BY ROSSY CASTANEDA
—¡No es suficiente, quiero más! —gritó—. Más confianza, más afecto e interés por tu parte. Karen es una mujer fuerte que no se doblega ante la adversidad. Yo soy parecida a ella y tú quieres aplastar mi libertad, mi espíritu. ¿Qué clase de mujer seré para ti? ¿Deseas a alguien que enmudezca cuando tú eleves la voz? Nunca lo tendrás de mí. Solo mi padre consiguió eso. ¿Pretendes tener a una esposa que tenga miedo de salir a la calle por si otro hombre la mira dos veces y lo matas por ello? No, Terrence. No seré esa mujer para ti. Comprendo que la protección con la que quieres cobijarme te impulsa a actuar así. No callaré cuando tenga algo que decir. No pienso tolerar que no te entregues a mí con todo lo que tienes para darme. Si me quieres, si en verdad esperas que yo claudique, será cuando aceptes también mis reglas. No pienso vivir bajo tu sombra. Seré tu igual o no seré nada tuyo. Me importa muy poco el esfuerzo que suponga para ti. No me contentaré con nada menos que con lo que he exigido. Si estás dispuesto a dármelo me tendrás. Si me engañas, si me dices que serás el hombre que yo necesito que seas y no lo consigues, te abandonaré y no miraré atrás. Sé que no alzarías una mano contra mí y que no me harías daño de modo deliberado por eso no te temo. ¡Te desafiaré siempre que crea que debo hacerlo! Una vez dijiste que si esperaba flores, ternura o una declaración sensible, no podrías ofrecerla. Bien. Me toca a mí insistir en que si crees que seré dócil y sumisa, no deberías mirarme de nuevo. No soy así y no lo seré mientras me quede un suspiro de vida porque no puedo seguir oculta por más tiempo.
Terrence dejó caer la frente sobre la de ella mientras la sostenía por la cintura. Candice permitió el gesto y colocó sus brazos sobre su espalda, por debajo de los de él. Estaban abrazados, y unidos por sus frentes.
—No te querría si no fueses fuerte, Candice. No pretendo aplastarte, quiero que me acompañes el resto del camino que me quede en la tierra. Junto a mí, a mi lado. No hay más que rudeza en mí. Solo entiendo de matar, de perseguir, de proteger. No te haría daño. Antes me arrancaría la vida, y solo pensar en que puedas abandonarme me hace sentir dolor aquí. —le tomó la mano y se la colocó sobre el pecho—. Llevo solo toda la vida. Hablo y me obedecen. Tú no lo haces. Me desafías y por eso me gustas. Tu Dios sabe que he intentado protegerte de mí, de mi oscuridad de mi origen maldito. Te dejé marchar una vez porque creí firmemente, me obligué a convencerme —puntualizó—, de que era lo mejor para ti. No volveré a alejarme, Candy. No podía arriesgarme a que te dieses cuenta de que no soy el mejor de todos los que hay cerca de ti e hice valer mi superioridad frente al resto, por eso te marqué como mía... no quería perderte. No me pidas que me eche a un lado y te vea ser feliz con otro, pero si lo haces, me haré a un lado. Te daré lo que quieras, Pecosa. ¿No lo sabes aún?
Candy cerró los ojos un momento para deleitarse en la sinceridad que escuchaba. Los abrió y lo miró con fijación dispuesta a exigir.
—Quiero tu corazón, tu respeto y mi libertad —dijo con claridad y cierta firmeza.
—Tendrás tu libertad. Tienes mi respeto desde que te vi en Gretna Green. Me pides mi corazón y no sé si en verdad queda algo de eso bajo la piel, porque solo lo siento latir y nada más. ¿Qué harás si no soy capaz de amar, Candice? Siempre fui un guerrero. ¿Qué sé del amor?
—Amas a Karen. —No era una pregunta.
—Sí, porque ella es mi hermana. La hija del mejor hombre que conocí. No creas que ella no ha tenido que pelear conmigo por su libertad. Ella sufre mi temperamento también, solo que ha sabido cómo manejarme porque lleva más tiempo a mi lado. ¿Te darás por vencida, Pecosa? ¿Vale la pena luchar por mí? ¿Un bastardo que fuera del campo será menospreciado y carecerá de reputación?
—Me abandonaste... hablas de luchar y tú te rindes con facilidad cuando se trata de mí —susurró en un hilo de voz.
—Creí morir cuando te dejé en casa de los Ardlay. Siempre tuve la esperanza de que Archibald no se atrevería a darle a su madre lo que ansiaba. Quiere nietos y la felicidad para su hijo. Esperé con egoísmo que no le gustases, o que sencillamente hiciese algo como lo que hizo: huir de ti.
—No —ella negó suavemente con la cabeza, sin apartar la frente de la de él—. No hablo de eso. Me dijiste que me llevarías a tu casa para...
—Lo recuerdo —la interrumpió—. Lo siento. Me tuve que marchar. Mi madre me envió una nota avisándome que se encontraba con la dueña de la cabaña en donde pasé una de las mejores noches de mi vida.
Uno de mis hombres vino en medio de la madrugada para darme su mensaje. Tuve que ir por ella. No quería que corriera peligro para llegar hasta aquí . Yo... la salvé una vez. La muerte es mi mejor compañera. Supuse que con Archibald todo te habría resultado más fácil —se lamentó.
—Pero yo no lo quiero a él, Terrence —susurró.
—Si lo dices, te aseguro que no me separaré de ti ni un instante. No lo digas si no estás segura —rogó en un susurro.
—Te amo con todo mi corazón. Si tú no tienes uno, espero que el mío sea lo suficientemente grande para darnos vida a ambos.
—Candy... —su nombre fue como una súplica. Deseaba decirle tantas cosas, sin embargo, las palabras se sentían huecas, carentes de sentido para lo que le sucedía.
—No hagas que me arrepienta de entregarte lo que creí que jamás nadie merecería y obtendría de mí, Terrence Graham, porque no me avergüenza decir que soy una mujer capaz de matar si es necesario. —Ella sonrió—. Y tan retorcida, que antes podría dejar desvalido a quien me hiciese daño y no acabar con su vida. —Él se sonrió al percibir la amenaza. Ciertamente la veía fuerte y capaz de valerse por sí misma—. Un hombre hay al que le temo. Es el único con el que no he podido porque es más fuerte, más cruel y horrible que yo.
—Tú no eres horrible, Pecosa. Tus circunstancias han debido serlo, pero no tú. Ese bastardo es el único culpable —trató de sosegarla al percibirla muy contrariada.
—Peleé con él, dos veces Terrence. La primera fue cuando se presentó en mi casa cuando yo estaba sola; me acorraló en la biblioteca, y cuando quiso obligarme a hacer algo que no quería, tomé un abrecartas y estaba dispuesta a terminar con él. Sé de lo que hablas cuando dices que matar es lo que mejor sabes hacer, mi tío me instruyó bien... yo supe lo que él hacía, el trabajo que llevó a cabo cuando estuvo en la guerra. No se lo he contado jamás a nadie, Terry. Ni siquiera mi mejor amiga sabe exactamente lo que mi tío me enseñó. Él me dijo que tendría que matar al bastardo que se atreviera a hacerme daño ... me enseñó cómo hacerlo, dónde debía atacarlo para acabar con él. Mi tío me instruyó como si se tratara de un soldado, y se marchó a atender sus negocios cuando creyó que estaba lista. —sonrió con tristeza —. ¿Sabes lo que tardó el mal nacido en vencerme? Cinco minuto.
No fui rival para él. No me aplastó de inmediato, quiso darme la ilusión de que yo podría ganarle y me dejó pelear durante ese tiempo, mientras decía cada una de las mil perversiones que me obligaría a hacerle. Repitiéndolas una y otra vez, elogiando a su vez lo que mi tío había conseguido de una simple mujer... de mí. No escatimó detalles impúdicos. Me tiró al suelo, se colocó sobre mí. Me tocó, me palpó los pechos y cuando trató de tocar mi intimidad, conseguí alzar mi rodilla y mientras se retorcía de dolor en el piso, dijo que se divertiría un poco conmigo. Comenzó de nuevo a hablar de lo que me haría y juró que profanaría cada parte de mi cuerpo..., para luego tomar mi virginidad, después me forzaría por otro lado... por... —tragó saliva— detrás ... No puedes imaginar los detalles que me dio. Y me dijo que mataría a mi padre si le decía a alguien lo que había pasado esa noche. Cuando estuvo satisfecho con mi pánico, que parecía estar absorbiendo para nutrirse, se puso de pie y me sujetó nuevamente y volvió a mañosearme, entonces, comprendí que debía ser fuerte, comencé a escuchar en mi interior las palabras de mi tío.. —él me decía que no mostrara vulnerabilidad jamás ante nadie. Y solo cuando vio que dejé de tener miedo y que sus asquerosos toques no surtían efecto, me soltó... No sabes lo que he vivido. Tu mundo no es más feo que el mío.
—Candy, trataré de aliviar el dolor que llevas sobre tus hombros. Déjame ayudarte...
—Espera, debes saberlo todo.
—Déjalo salir, Pecosa. Te hará bien compartirlo. Cuéntamelo.
Ella asintió.
—En el camino... antes de llegar a Gretna Green, hubo mal tiempo y la diligencia en la que veníamos se vio obligada a detenerse en una posada, Annie se quedó en la habitación y yo bajé al comedor a buscar algo de comer, y allí, un hombre me arrinconó. Sentí su fétido aliento en mi boca mientras sus rodillas trataban de abrirme las piernas. Lo dejé creer que tenía el control mientras me sostenía con fuerza contra la pared. Yo lo había visto observarme de ese modo, cuando un hombre quiere poseer a una mujer y no le importa lo dispuesta que esté. Le dije que no me tendría. Trató de tomar lo que yo no deseaba entregarle ... Yo...
—¿Te violó? —No pudo esperar más para hacer la pregunta.
—Me subestimó y ese fue su primer error. Alcé mi rodilla con fuerza sobre esa parte más sensible de él, pero quise matarlo porque veía en ese hombre al demonio reflejado. Quise degollarlo, como mi tío me enseñó a hacerlo con un cerdo. ¡No quiero ser una asesina! Llevo mucho tiempo escondiendo lo que sé hacer, sabiendo que una mujer no debería aprender lo que me enseñó mi tío ... Vine aquí escapando de mí misma, para ponerme a salvo, pero sobre todo para no acabar sumida en la oscuridad que siento que hay en mi interior a causa de una maldición familiar que ha marcado a las mujeres de mi familia —gritó con enfado—. No lo soporto mas, quiero ser feliz, Terry. Solo deseo casarme por amor, ser una buena esposa que tenga hijos con el hombre que ha elegido... ¿Es mucho pedir? —Comenzó a sollozar.
Terrence la estrechó contra su cuerpo para darle consuelo ante su sufrimiento. No quiso interrumpirla. Sabía que ella debía sacar todo su dolor, sus miedos e inquietudes de una vez por todas para poder ser un poco más libre del yugo de... ¿Por qué le habían hecho tanto daño? Terrence no lo entendía. Había convivido con los aristócratas largos meses y sus formas educadas, frías y excesivamente corteses solo eran una cortina destinada a ocultarse. Lo veía en estos instantes y sentía dolor en el pecho por no poder borrar la amargura de Candy de un soplido. Había sufrido demasiado a causa de una maldición familiar.
—Sé lo que es, Candy. Yo me preparé para la guerra. No te avergüences por los impulsos que te mueven a proteger tu vida a toda costa. El mal únicamente se combate con mal. Para hacer frente a los demonios hay que ser uno de ellos. —No todos las personas son capaces de lidiar con lo que se les enseña. Algunos ven en la muerte, placer. —Si el hombre que te enseñó era un guerrero fuerte, debía ser despiadado, pero supo mediar entre lo que era necesario y lo correcto. —Tú lo has hecho bien. No eres mala, Pecosa. Los conocimientos que posees no te hacen ser ruin si no los usas para devastar. Hay una fina línea, no te mentiré. Si te mueve la protección, si crees que lo que haces es porque es necesario para preservar la vida de quienes solo quieren acabar con ella, debes poder dormir por las noches. Es lo que yo me digo cuando el sol se oculta y funciona. No tienes sangre en tus manos, Candy. No quisiste matar a ese bastardo porque temías deleitarte en el orgullo que podría producirte acabar con el hombre que te hizo tanto daño. ¿Quién te culparía por sentirte bien en caso de haberlo hecho? Yo no, Pecosa. A veces es necesario ser el Diablo. Te prometo que no volverás a tener esa responsabilidad mientras estés a mi lado. Todo ha terminado ya. Estás libre de tus circunstancias y lista para comenzar una nueva vida.
Candy se abrazó a él con fuerza. Su rostro se quedó cobijado en su pecho. Terrence le acarició la espalda con ternura.
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