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Hola buen día 
Traigo este pequeño Songfic, en honor a el cumpleaños de nuestra pecosa consentida, espero les guste 
Songfic: Un siete de mayo
Art. Cici Grandchester
Parte 1
Parada frente al espejo, de mi tocador, reviso el vestido, que llevo puesto el día de hoy, por ser mi cumpleaños. Te acercas a mí, para abrazarme por detrás y susurrar a mi oído:
- ¡Luces hermosa! Como siempre mi amor.
- ¡Gracias! - Respondo y me giro para colgarme de tu cuello, y besar esos gruesos labios que me enloquecen.
- ¡Feliz cumpleaños mi bella pecosa! ¿Estás lista para pasar el mejor cumpleaños de tu vida? - Susurras entre mis labios, sin dejar de besarme.
- Si amor, pero recuerda, que el mejor cumpleaños de mi vida, fue cuando me declaraste tu amor. – Me separo de tus labios y acaricio tu larga cabellera castaña, sumergiendo mis dedos entre ella.
- Es verdad cielo, para mí también fue el día más feliz de mi vida. Y luego vinieron otros más, el día de nuestra boda y ahora la noticia de que pronto nos convertiremos en padres por primera vez. – Acaricias con tus fuertes manos, mi vientre de 5 meses.
- Si amor, pero si no nos hubiéramos atrevido ese día acercarnos en ese vagón. Nuestras vidas no serían lo mismo. - Recuesto mi cabeza sobre tu pecho, y me abrazas fuertemente, me encanta estar así contigo, escuchando los latidos de tu corazón.
- Así es pecosa. Conocerte fue lo mejor que me pudo haber pasado.
- Respondes besando mi coronilla.
- También para mí lo es, mi amor.
- ¿Recuerdas ese día pecosa?
- ¡Jamás podré olvidarlo! – Suspiro y recuerdo ese bello momento.
Flash Back
Esa mañana abordé el tren que me llevaba con destino a mi lugar de trabajo. Por suerte ese día alcancé asiento, ya que el vagón venía un poco vacío.
Estaba distraída mirando hacia la ventana y de repente giro mi rostro, cuando escucho, como la persona que se sienta justamente enfrente de mí, lanza un resoplido mirando su reloj.
Mis ojos se quedan fijos, al ver el bello rostro de ese chico. Mi corazón comienza a latir fuertemente, cuando su vista se cruza con la mía. Fueron solo unos segundos, pero pude darme cuenta, del color de sus ojos. Un azul zafiro, tan bello y profundo como el color del mar.
Él se da cuenta que me quedo observándolo y vuelvo mi rostro hacia la ventana, ya que no quiero que note mi turbación.
Ya no me atrevo a volver a mirarlo, temo mostrarme un poco atrevida, al seguir examinándolo.
Unos minutos después, el tren para en la estación, y cuando lo busco frente a mí, solo alcanzo a ver, como se aleja, para bajar del vagón.
Al verlo caminar, puedo apreciar su figura, un cuerpo escultural que, contrastado con su bello rostro, lo hace lucir como el hombre de mis sueños. Porque solo eso puede ser un sueño, ya que no creo volver a encontrarlo. Sería demasiada suerte, volver a coincidir, en este mismo vagón, ya que antes nunca lo había visto, y yo diariamente, tomo este tren.
Reacciono y me apresuro al bajar, también he llegado a mi destino. Apresuro mis pasos, para llegar puntual a mi trabajo. Paso todo el día pensando en ese bello chico, sin poder concentrarme en mis actividades. Mis amigas me dicen que parece que ando en las nubes. Y justamente eso es, pero andaba en el cielo, buscando un ángel de ojos azul zafiro.
El día termina, y me dirijo a casa a descansar. Estos días la pasaré sola y no tendré a quien contarle mi dulce encuentro.
Comparto el apartamento con mi amiga Annie, solo que ella no se encuentra. Esta fuera de la ciudad, por cuestiones de trabajo.
Sonrío al recordar, que acompañó a su jefe, Archibald Cornwell, con ese pretexto. Ellos son más que un simple jefe y empleada. Desde hace un tiempo, tienen una relación amorosa, que muy pronto formalizaran.
Así que cada que su jefe tiene que salir fuera de la ciudad, la invita a viajar con él, ya que ella es su asistente personal.
Tomo un baño después de cenar, me visto con mi pijama y me acuesto en mi cama dispuesta a dormir. Toda la noche sueño con él chico del tren. En mis locas fantasías, el me declara su amor, y me confiesa que se ha enamorado de mí, a primera vista.
Despierto con una sonrisa en mi rostro, deseando que mi sueño se vuelva realidad.
Me visto para ir a trabajar y una vez ya lista, me dirijo a la parada del tren.
Estando en la estación, con mi mirada lo busco entre la gente, deseando verle de nuevo.
Bufo sintiéndome tonta, ya que sería un milagro topármelo de nuevo en el mismo vagón y a la misma hora.
Una vez dentro del vagón, tomo asiento, ya perdiendo la esperanza de volverlo a ver.
El tren arranca y cuando levanto mi vista, mis ojos se abren más, ante la impresión. Ahí está él, sentado frente a mí. Noto como sus labios se curvan un poco, a punto de sonreír, y rápidamente agacho mi mirada apenada.
Suspiro y me pongo a pensar:
Si fuera más guapa y un poco más lista
Si fuera especial, si fuera de revista
Tendría el valor de cruzar el vagón
Y preguntarte: ¿quién eres?
Pero no tengo el valor y me siento ilusa de pensar, que ese bello chico, toma este mismo tren, solo para verme de nuevo.
Al llegar a mi destino, lo busco y ya no lo encuentro. Todo el trayecto, me distraje leyendo un libro, que saqué de improviso de mi bolso, para no tener el pretexto de volverlo a ver de frente.
Me dirijo con un nudo en mi garganta, hacia mi trabajo, reprochándome, por no haber tenido el valor de hablarle.
Al día siguiente, se repite la misma escena.
Te sientas en frente y ni te imaginas
Que llevo, por ti, mi falda más bonita
Y al verte lanzar un bostezo al cristal
Se inundan mis pupilas
Y así pasan los días, repitiéndose la misma situación. Sentándonos frente a frente, en el mismo vagón, a la misma hora, solo lanzándonos miradas fugaces.
Uno de esos días me decido, en tener el valor de hablarte y,
De pronto me miras, te miro y suspiras
Yo cierro los ojos, tú apartas la vista
Apenas respiro, me hago pequeñita
Y me pongo a temblar.
Y sin tener el valor de atreverme a hablarte, bajamos de ese tren cada uno tomando caminos diferentes.
Y así pasan los días, de lunes a viernes
Como las golondrinas del poema de Bécquer
De estación a estación, en frente tú y yo
Va y viene el silencio.
Un mañana despierto sintiéndome diferente. Es el día de mi cumpleaños y te había soñado como todas las noches, pero esta vez en mis sueños si tuve el valor y te hablé.
Y ahora al enterarme de tu nombre, ese día que respondiste una llamada frente a mí, y pronunciaste tu nombre, en voz alta, con ese timbre tan varonil. Mi sueño parecía tan real, que me levanté con la convicción de enfrentar mis miedos, verte a la cara y por fin, preguntarte ¿Quién eres?
Así que decidida tomo mi lugar en el tren, y cuando te veo sentarte frente a mí, me lleno de valor,
Y entonces ocurre, despiertan mis labios
Pronuncian tu nombre tartamudeando
Supongo que piensas: qué chica más tonta
Y me quiero morir
El tiempo se para, cuando con una sonrisa de medio lado:
Te acercas diciendo
"Yo aún no te conozco y ya te echaba de menos
Cada mañana rechazo el directo
Y elijo este tren"
Mi corazón salta de felicidad, al enterarme que todos estos encuentros no eran coincidencia, si no, que tú me esperabas, al igual que yo. Tomando diariamente el mismo tren a la misma hora, solo para volvernos a encontrar.
Y te pregunto:
- ¿Cómo sucedió?
- Ese primer día que te vi, te metiste tan dentro de mi corazón, de mis pensamientos. Que no hacía otra cosa más que pensar en ti. Así que todos los días te esperaba y al verte abordar este tren, subía detrás de ti. – Me respondes y mis ojos se humedecen, ante la emoción, que me ocasiona tu confesión.
- ¿Y porque no te habías atrevido a hablarme? – Pregunto con mis manos temblorosas, sostenidas por las suyas.
- No tuve el valor, tuve miedo, que al hablarte me rechazaras, y que por ese motivo te alejaras de mí y no volverte a ver. Y yo quería seguir viéndote, aunque fuera de lejos. Tu visión era mi fuerza para iniciar el día, llevándote en mis pensamientos día y noche. Hasta esperar verte de nuevo al día siguiente.
Me siento en las nubes al contemplar de cerca ese bello rostro.
Y ya estamos llegando, mi vida ha cambiado
Un día especial este “siete de mayo”
Me tomas la mano, llegamos a un túnel
Que apaga la luz
Quedamos de frente ante esa oscuridad y
Te encuentro la cara, gracias a mis manos
Me vuelvo valiente y te beso en los labios
Dices que me quieres y yo te regalo
El último soplo de mi corazón.
Correspondes mi beso y me lo devuelves con mayor intensidad. El tren se para al llegar a nuestro destino.
Me tomas de la mano y bajamos juntos de ese tren. Una vez abajo, comenzamos a caminar sin soltar nuestras manos.
De pronto te digo, con una sonrisa tímida.
- ¿Sabes? Hoy es mi cumpleaños.
- ¿De verdad pecosa? - Me dices sonriendo alegremente y me abrazas efusivamente, para felicitarme y me haces girar.
- ¡Basta Terry! Me vas a marear- Te grito sonriendo. ¡Oye! Te reclamo cuando te detienes y doy un ligero manotazo en tu hombro. ¿Por qué me dices pecosa?
- Porque yo no sé tu nombre- Me dices encogiéndote de hombros.
- Es verdad – Respondo apenada.
- ¡Ey, pero no te preocupes! Esto se arregla rápido.
Me tomas la mano y la llevas a tus labios y te presentas.
-Soy Terrence Grandchester, para servirle señorita pecosa.
Con una sonrisa en mis labios y sin retirar mi mano, te digo mi nombre, inclinándome un poco, disimulando una pequeña reverencia:
- Candice White Ardley, para servirle adorable caballero. –
- Perfecto señorita pecosa ¿Qué le parece si hoy nos ausentamos de nuestras labores cotidianas y nos escapamos para festejar su cumpleaños?
Continuará......
