Hoy por ser el cumpleaños de la Pecas, he traído como obsequio el CAP 14 de mi historia aquí, para las lectoras que le han dado seguimiento.
Y la coincidencia es que en este capítulo, nuestra heroína tiene a su bebé
Pero ya saben, la continuación la verán en wattpad
Las espero
AMOR PROHIBIDO
Mientras una ambulancia se parqueaba en la calle cercana a la casa de Martha Stewart, extrañas sombras se movían silenciosamente por sus jardines frontales tratando de que sus pasos no sean escuchados. Esperaban el momento adecuado para irrumpir en el interior de la misma y llevar a cabo lo que ya se había planificado por más de una semana.
Dos hombres vestidos totalmente de negro posaron sobre el rostro de la enfermera y de la anciana unos trapos empapados en un extraño líquido que las obligó a caer en una profunda inconciencia.
El hombre de grueso bigote y larga gabardina negra ingresó a la habitación de Candice. En medio de la oscuridad observó la apacible figura de la mujer que dormía sin ser consciente del peligro que la acechaba en ese momento. Con algo de remordimiento encendió las luces de la habitación para que ella despertara. Aún dominada por el sueño, la rubia restregó sus párpados tratando de acoplar su visibilidad a la molesta luz.
[bostezo] —¿Qué sucede abuela Martha? ¿Por qué me ha despertado?
—Señora Candice, necesito hablar con usted.
Candice se quedó petrificada al momento que escuchó aquella voz gruesa y sin emociones que le habló. Con los labios temblando por los nervios, preguntó.
—Georges…¿Qué hace aquí? ¿Cómo me encontró? ¿Y la abuela Martha?
—Señora Candice, primero quiero que recuerde su estado, así que no debe alterarse y mucho más cuando yo no he venido a hacerle daño alguno. Solo quiero hablar con usted.
—Cuando usted aparece, nunca es para nada bueno ¡Dígame de una buena vez! ¿Dónde está la abuela Martha? ¿y la enfermera?
—A ellas no les ha ocurrido nada malo, siguen aquí y durmiendo profundamente. Es necesario que sea así para que no interrumpan nuestra charla.
La mujer no podía dejar de temblar. Que el “perro fiel” de los Ardlay estuviera ahí era el claro indicio de que la obligaría a regresar a la mansión.
Georges estaba dispuesto a cumplir con la orden de la señora Elroy a como diera lugar, pero ver a Candice tan vulnerable con sus manos cubriendo su vientre materno, removió en él viejas heridas. La voz pausada pero firme se dejó escuchar.
—Señora Candice, quiero hacer un trato con usted
—¿Un…trato? ¿¡Qué clase de trato puede ser ese cuando ha entrado a hurtadillas en esta casa!?
[suspiro] —La señora Elroy exige su presencia en la mansión con el único objetivo de hacer de su vida un infierno. La culpa directamente a usted por el penoso estado del señor William; pero yo pienso que lo mejor…
Candice no dejó que Georges siguiera hablando. Con molestia espetó.—¡No siga hablando tantas barbaridades! ¿¡Acaso esa mujer se ha vuelto loca!? Lo que ocurrió fue un accidente; además, yo estoy DIVORCIADA de William, así que no tengo porqué regresar a la mansión. Yo misma dejé los documentos con los abogados del corporativo.
—Lamento informarle que el trámite de divorcio fue anulado. Ese trámite jamás se cumplió. Precisamente fue ese documento y el accidente lo que han hecho que la señora Elroy esté muy molesta con usted; sin embargo he pensado que lo mejor sería…
Candice se comenzó a alterar. Había confiado en la palabra de William, pero al parecer todo había sido una cruel mentira. Él no había cumplido su promesa de darle su libertad. Las lágrimas comenzaron a anegar sus ojos y un fuerte dolor en el vientre le sobrevino de golpe.
—¡Cállese! No quiero escuchar más mentiras de ustedes. ¡Odio a esa maldita familia!¡Han hecho de mi vida una miseria! ¡Largo de mi habitación! ¡Ahg! ¡Déjeme en paz! ¡Ahg!
Los dolores en el vientre comenzaron a atormentarla. Con angustia se agarraba de las sábanas tratando de recuperar la calma, pero al parecer nada funcionaba.
Georges frunció el ceño al ver que la mujer se llevó su mano al vientre bajo tratando de calmar un creciente dolor. Con pasos presurosos fue por uno de los hombres de negro que lo esperaba en la salida de la casa y de inmediato ordenó
–¡Cuqui! ¡Muévete! ¡Trae la ambulancia en este momento, la señora Candice no se siente bien y necesitamos atenderla de emergencia!
–¡Sí jefe!
En un parpadeo la mujer fue subida a la ambulancia donde un doctor ya la esperaba. Sin pérdida de tiempo, Georges se embarcó en la parte trasera de la misma para estar al tanto de toda la situación. El rostro pálido y sudoroso de la joven lo tenía en extremo preocupado.
—¡Dígame doctor! ¿¡Qué le ocurre a la señora!?
—¡Maldición! ¡La mujer está pariendo!
—¡Eso no puede ser! la señora aún no puede…
En medio de los fuertes dolores, Candice suplicaba —¡Georges! ¡Déjeme en paz! ¡Hágalo por mi hijo! Lléveme al Saint Thomas, ahí está mi doctor!
—Lo siento señora Candice…no puedo llevarla allá.
Visiblemente alterado, el hombre de ojos grises exigía al galeno mayor celeridad.
—¡Vamos doctor! ¡Haga algo! La señora se está consumiendo del dolor.
—Haré lo que pueda, pero le recuerdo que este bebé no ha completado su periodo de gestación y su embarazo es delicado.
A pesar de los fuertes dolores que su cuerpo estaba soportando, Candice no paraba de suplicar.
—¡George! Le ruego…no deje que mi hijo muera…¡por favor! ¡George! ¡ahg! No deje que eso ocurra…¡ahg!
El hombre tomó la mano de la mujer para apretarla con fuerza. Con palabras que brotaron desde el fondo de su corazón le hizo una promesa.
—Señora Candice, le juro por mi vida que ni usted, ni el bebé morirán. Este bebé nacerá y usted lo tendrá entre sus brazos…¡se lo juro!
Candice fue llevada a una clínica privada donde ya había un equipo de doctores esperándola. Mientras la mujer era anestesiada y atendida en una cirugía de emergencia, Georges caminaba de un lado a otro por el estrecho corredor de la sala de espera. Las cosas se estaban saliendo de control y que ella perdiera a su bebé era algo que estaba fuera de todo plan; no obstante, había hecho una promesa a la joven. Él no iba a dejar que la rubia ni el bebé murieran, no podía cargar una tragedia más en su vida.
Los ojos grises se tornaron melancólicos al momento que recordó aquel episodio de su vida similar al que estaba ocurriendo en ese instante. Imágenes vívidas llegaban a su mente, una tras otra, como si éstas quisieran atormentarlo. Una mujer rubia suplicaba por la vida de su bebé, al igual que lo había hecho Candice.
****Flashback****
—¡Tía! ¡Por favor! ¡No aguanto los dolores! Llévame al hospital…¡por amor al cielo!
—¡De ninguna manera! Jamás exhibiré tu vergüenza al ojo público. Si alguien se entera que una Ardlay ha manchado su apellido, seremos la comidilla de la sociedad.
—¡Tía! ¡Por Dios! ¡mi bebé!
—¡Cállate de una buena vez! ¡y puja para que ese bastardo nazca!
Georges miraba con horror como la matriarca de la casa se negaba a que su sobrina Rosemary fuera asistida en un hospital. Para ocultar el nacimiento del bebé había mandado a llamar a una vieja partera para que atendiera a la muchacha en su misma alcoba, pero lo peor del caso era que el niño venía enredado con el cordón umbilical ocasionando que el parto se volviera en extremo complicado.
Desde que el hermano de Elroy había muerto, ella envió a su hija, Rosemary, a un internado en Inglaterra. Cuando regresó a EEUU fue seducida por un hombre que la supo enamorar con palabras dulces y ella en su inocencia cayó presa de sus mentiras. Al enterarse de su embarazo, la muchacha fue abandonada.
Desde que Georges había visto a la señorita Rosemary, secretamente la había amado; sin embargo su resentimiento fue mayor cuando se enteró del secreto romance de ella y decidió no intervenir; no obstante, cuando la vio delirar de dolor quiso auxiliarla, pero fue impedido por Elroy.
—¡Señora Elroy! ¡Permítame llevar a la señorita Rosemary al hospital!! Ella…¡puede morir!
—Escúchame bien, Georges, si te atreves a desobedecerme, te juro que soy capaz de refundirte nuevamente en la cloaca de donde te saqué. Nunca se te olvide que tu miserable vida me la debes a mí; por lo tanto tu fidelidad hacia mí debe ser absoluta, ¿¡entendido!?.
—Pe…pero…¡la señorita!
—Tanto ella como ese bastardo tienen el castigo que se merecen…por ensuciar el apellido ¡Ardlay!
Después de largos momentos de extremo sufrimiento, la muchacha tuvo a su bebé, pero lamentablemente nació muerto. La joven que a duras penas tenía fuerzas para respirar, no pudo con esa terrible pérdida y poco a poco dejó de comer. Georges fue el único que la asistió hasta sus últimos días, cuando la fiebre y la debilidad habían consumido casi todo el cuerpo de la muchacha.
—Señorita Rosemery…por favor…coma algo. Debe alimentarse
—No Georges…para mi ya es tarde, además no quiero vivir. Mi bebé me espera y yo quiero ir a su lado. Un bebé no debe estar…sin su madre.
—No hable de esa manera, señorita Rosemary. Si se alimenta como es debido, usted recuperará sus fuerzas ... .por favor…coma algo.
Con una débil sonrisa, ella habló. —Georges…mi querido Georges. Ojalá mi corazón te hubiese amado como lo merecías. Si algo de cariño hacia mi te queda en tu corazón, quiero pedirte un… favor.
—Señorita…
—Por favor…cuando muera quiero ser enterrada en la misma tumba de mi bebé. No dejes que mi tía nos separe ... .promételo…por favor…
—Se lo juro…señorita
La muchacha ya no pudo seguir hablando. El último suspiro salió de su pálida boca y él supo que nunca más volvería a ver sus verdes ojos. Fue la primera vez que los fríos e inexpresivos ojos de aquel hombre se permitieron llorar.
Georges tomó el cuerpo de la muchacha y lo sepultó tal como ella lo había pedido. A pesar de los múltiples reclamos de la matriarca, él había colocado un hermoso ángel de piedra sobre la tumba de Rosemary. La bella escultura tenía las alas extendidas y sus pequeñas manos estaban elevadas hacia el cielo como si fuera alcanzar una estrella.
****Fin del flashback*****
Sobre su conciencia pesaba la muerte de la joven Rosemary y eso era algo que a pesar de los años transcurridos no se había perdonado. Los recuerdos de aquella joven Ardlay no los pudo evitar cuando vio a Candice dormida y ajena a todo el mal que la acechaba.
Cerró con fuerza sus ojos para así evitar que las lágrimas comenzaran a brotar. No quería que el pesar ni la angustia se apoderaran de él. Cabizbajo y con su cabeza sostenida entre las manos, se lamentaba por lo que su imprudencia había ocasionado a la señora Candice. Mientras se recriminaba mentalmente, la voz del doctor lo sacó de sus cavilaciones.
—Señor Villers, venga por favor
—¡Doctor! ¿Cómo está la señora? ¿Y el bebé?
—Ella está bien, sigue algo aturdida por la cesárea de emergencia, pero ya está fuera de peligro. Quien está un poco delicado es el bebé. Tendremos que ponerlo en una incubadora hasta que sus pulmones maduren.
—Por favor, doctor, haga todo lo que sea. usted sabe que el dinero no es problema.
—Trate de tranquilizarse. Las próximas 24 horas son primordiales para ver la evolución de…la nena.
—¿¡Es una niña!?
—Pues sí. Es una hermosa niña rubia, idéntica a su madre, esperemos que sea igual de fuerte.
No supo el motivo, pero Georges se sintió invadido de una extraña felicidad.
Él y la señora Candice nunca habían tenido una buena relación, pero verla tan vulnerable hizo que su forma de verla, cambie. Sabía perfectamente que no podía desobedecer las órdenes de la señora Elroy, pero ahora tenía el panorama era más claro.
Candice se removía en su cama. Recordaba perfectamente haber escuchado el llanto de un bebé y una ligera sonrisa se curvó en sus labios, pero luego vio cómo las enfermeras comenzaron a corretear y eso la angustió. A medida que el sopor la abandonaba, su conciencia se fue aclarando. Sus ojos se abrieron por completo y su voz comenzó a llamar con desespero.
—Mi bebé ¿dónde está mi bebé? —preguntó ella al hombre que le daba la espalda.
Al escuchar la voz angustiada de Candice, el hombre a su lado se giró. Aquel rostro que la rubia había conocido como rígido y sin ningún gesto de amabilidad, le sonrió.
—Tranquila señora Candice, su bebé está bien.
—Georges…¿dónde está? ¡quiero verlo! ¿dónde estoy?
—Está en una clínica privada, pero no se preocupe. Tiene las mejores atenciones aquí. Su bebé está en una incubadora, recuerde que nació antes de tiempo y necesitamos que se fortalezca.
La mujer quiso levantarse, pero Georges se lo impidió.
—No se levante aún, señora Candice. Su operación fue bastante delicada y necesita recuperarse.
Frunciendo el ceño, Candice espetó. —¡Basta Georges! No le creo una sola palabra ¿dónde está mi hijo? Usted es el perro fiel de esa…¡vieja arpía! Le juro que si usted le ha hecho algo a mi hijo soy capaz de…
—Señora Candice, para su tranquilidad voy a pedir a una enfermera que traiga una silla de ruedas para llevarla hasta la sala de neonatos.
Candice estaba renuente a creer una sola palabra que saliera de los labios de Georges. Habían sido 5 años de conocerlo como el perro guardián de William y ahora verlo tan cordial con ella le parecía la antesala a una trampa.
Los minutos que demoró el trayecto desde la habitación hasta la sala de neonatos le parecieron una eternidad a Candice. Con el corazón en la mano rogaba porque su hijo estuviera en una de esas incubadoras y no rumbo a EEUU. Cuando estuvo lo suficientemente cerca de la sala de neonatos, su corazón se contrajo de dolor. Su pequeño bebé apenas si era una personita que se movía. Con un nudo en la garganta, preguntó al doctor ahí presente sobre la evolución del bebé.
—¿Cómo… está?
—Hoy amaneció mucho mejor. Necesitamos que sus pulmones terminen de madurar, eso fortalecerá su corazón. Ahora que usted está repuesta será mucho mejor..para ella.
—¿Es una niña?
—Así es. Una bella niña y por su escaso cabello seguro será tan rubia como usted.
La joven sollozó, sus manos se apoyaron en el cristal que mantenía con vida a su hija y rogó porque sea una pequeña y valiente guerrera. Un sentimiento de culpa la invadió al ver a su bebé en ese estado tan delicado Sin percatarse de las personas a su alrededor se echó a llorar por varios minutos, pero la suavidad de un abrigo colocado sobre sus hombros le trajo algo de alivio a su adolorido corazón. El hombre de frío corazón estaba parado tras ella, pero esta vez la reconfortaba. Con una sutil sonrisa le hizo saber que no estaba sola y con un gesto aún mucho más conmovedor, le dió su pañuelo para que secara sus lágrimas.
—Tranquila señora Candice, ella es una bebé fuerte y saldrá adelante. He dispuesto para ella los mejores cuidados y en esta clínica todos están al pendiente de ustedes dos.
—¿Por qué hace todo esto, Georges?
—Porque se lo prometí.
Candice no comprendía ese cambio de actitud en Georges. Hasta hace un año atrás ese hombre era capaz de hacer cualquier cosa por William y la señora Elroy; pero ahora estaba aquí a su lado, ayudándola. ¿Qué se proponía? —se preguntaba —Ahora que Georges la tenía cautiva, necesitaba saber que pasaría con ella y con su hija. Con cautela preguntó.
—Georges, ¿qué ocurrirá ahora conmigo y con mi hija?
—Señora Candice, por ahora su única preocupación debe ser que la pequeña y usted mejoren.
—¿Y la abuela Martha? ¿Ella y Lily deben de estar preocupadas con mi ausencia? ¿Cómo lo justificará?
—No se preocupe por ellas, ese tema ha sido arreglado. Ahora toda su energía debe ser para la pequeña, el doctor le explicará el procedimiento que debe seguir en los próximos días.
Candice apretó las manos hacia la incubadora que mantenía a su niña; aunque las palabras del hombre sonaban sinceras, ella no se confiaba. Sus ojos nuevamente se tornaron vidriosos, y con algo de temor hizo aquella pregunta que le escocía la garganta.
—Geroges…¿me va a separar de mi niña?
—Le hice un juramento, señora Candice, y pretendo cumplirlo a cabalidad.
—¿Y…si yo no creo en su palabra? ¿Y si quiero llevarme de aquí a mi hija?
—Señora Candice, estos días serán muy importantes para que la niña recupere completamente su fortaleza. Le pido que bajo ningún motivo intente huir, porque eso pondría en grave riesgo a su propia hija.
El hombre hizo una pausa para meditar sus palabras, pues lo que diría no sería fácil de ser aceptado por la joven, pero era necesario que ella colabore, de lo contrario, el plan que tenía en mente sería más difícil de realizar.
—Señora Candice, la niña aún tiene su corazón delicado; por lo tanto, no debe ser sacada de su incubadora y debe ser monitoreada; además, quiero que se fije a su alrededor.
La mujer se limpió las nacientes lágrimas e hizo lo que Georges le pidió. Después de varios minutos, se percató de que su niña era la única bebé en el área de los cuneros. Varias enfermeras pululaban por el sitio, pero sin atender a nadie más, solamente estaban al pendiente de su hija.
—¿Acaso mi hija y yo somos las únicas pacientes en este lugar?
—Así es, señora Candice. Este personal ha sido dispuesto exclusivamente para ustedes y cumpliran mis órdenes a cabalidad.
—¿Y…sus órdenes son?
—Velar por usted y su bebé hasta que su salud sea suficientemente buena como para que yo me las pueda llevar a EEUU.
Candice no quiso seguir replicando más. Tomó una silla, se sentó a lado del contenedor de vidrio y solo se limitó a contemplar al pequeño ser que a duras penas movía sus manitas. Estaba exhausta y adolorida. Se sentía cansada de todo y estaba harta de seguir huyendo del que al parecer era su destino trazado; así que decidió no pensar en su pronto regreso a la mansión y prefirió observar a su retoño.
La vida tranquila que había imaginado junto a su bebé se estaba desvaneciendo como si fuese un castillo de arena y honestamente ya no quería seguir sufriendo más. Había perdido a Terence y no quería perder a su hija también. Todo lo que ansiaba en ese momento era poder acurrucar a la pequeña entre sus brazos y que el mundo a su alrededor desapareciera. Si su libertad era el precio que tenía que pagar por la salud de su bebé; pues ella estaba dispuesta a pagarlo de ser necesario.
Continuará…
por leer mis fantasías.
LAS ESPERO EN WATTPAD