CAPÍTULO 29, EXPIACIÓN
La fatalidad había cubierto de tristes recuerdos aquella cabaña que Albert conservaba como una dulce añoranza de su adolescencia rebelde, de la libertad de la que gozó antes de asumir su rol como jefe del clan Ardlay. Los enormes y frondosos árboles, que majestuosamente daban paso al claro del bosque se mantenían como fieles testigos silenciosos de aquellos eventos que marcaron el destino de su encumbrada familia; el verdor del pasto y las flores silvestres ocultaron los vestigios de la sangre que se derramó. Nadie quería recordar tan lamentables hechos. Por algunos días la mansión se envolvió en un silencio sepulcral, los inquilinos se ocuparon de sanar sus almas, así como ayudar a los heridos a recuperarse. El duque había regresado a Nueva York informado por su jefe de seguridad de la desaparición de su aún esposa, Eleanor decidió quedarse con su hijo, eran tantas las personas que resultaron perjudicadas por aquél malévolo plan, que ninguna ayuda sobraba, lo mismo pensó Karen, que también permaneció al lado de los Ardlay.
Albert, junto con George se hicieron cargo de las cuestiones legales, debido a que en reiteradas ocasiones el comandante de policía había requerido que Candy se presentara a rendir su declaración motivado en el hecho, de que todo lo urdido fue en su contra, así como para reconocer a su agresor, circunstancia en la que no estuvieron de acuerdo ninguno de los Ardlay, mucho menos Terrence; si bien era algo que se tendría que hacer tarde o temprano, también era necesario dar prioridad al restablecimiento de la joven y demás heridos. Gracias a la intervención de Richard, quien antes de partir realizó varias llamadas logró que el jefe policial accediera a retrasar la presencia de Candy, aunque, se mantuvo inflexible en mantener a Elroy Ardlay, Elisa y Neil Leagan en calidad de detenidos por su posible participación en el intento de homicidio contra la heredera de la prestigiada familia, por lo que oficiales custodiaban los accesos a las respectivas habitaciones. Albert y su fiel asistente comentaban las posibles alternativas para evitar el escándalo que se avecinaba una vez que se tuvieran las declaraciones de las inculpadas, ya que una vez que se realizara el juicio, sería casi imposible contener la avalancha de rumores sobre lo sucedido. Albert estaba más al pendiente de la tía abuela, cada vez que entraba a verla, a su mente venía como en cámara lenta la caída de la anciana al ser impactada por la bala, su grito ahogado resonaba en sus oídos como un aullido lastimero de un lobo herido. Sumergido estaba en esos recuerdos que no se dio cuenta cuando entró George, quien le llamó en varias ocasiones sin obtener alguna respuesta del magnate; tuvo que tocarle el hombro para llamar su atención. — ¡William, William!, ¿Estás bien? — Villers observó a su jefe y amigo, entendía su dolor, sin embargo, no podía dejar de lado las cosas importantes que estaban sucediendo y que lamentablemente él tenía que enfrentar. — ¡William! — Albert por fin volvió su rostro para mirarlo. — ¡Los siento George!, ¡No te escuché!, ¿Qué me decías? — ¡Sigues preocupado por la salud de la señora Elroy! — ¡Sí, lo sabes bien!, ¡A pesar de lo que hizo, la quiero, no deseo que pase los últimos años de su vida en la cárcel! — ¡Bien podrías hablar con la señorita Candice para que no diga nada de ella! — ¡Lo sé, pero no puedo hacer eso!, ¡Jamás limitaría a Candy en sus decisiones, nunca le he impuesto mi forma de pensar, no voy a empezar ahora!, ¡Sí la tía tuvo algo que ver, tendrá que pagar! — ¡Bueno eso ya lo sabemos por el propio Neil, que pronto rendirá su declaración! — ¡Eso me tiene inquieto!, ¿Te das cuenta?, ¿Cuántos miembros de la familia se verán involucrados?, ¡Elisa, Neil, la tía! — ¿Qué harás, entonces? — Albert se llevó las manos al rostro desesperado, pues no sabía qué hacer, si bien el peso del testigo de cargo recaería en Neil, también era cierto, que el perjuicio había sido en contra de Candy. — ¡No lo sé aún, George!, ¡Después de hablar con los abogados del consorcio tendremos que esperar a que los heridos puedan declarar! — ¡Lo entiendo!, solo digo que, ¡Tenemos que armar una estratagema para contener a la prensa, no descartaría que se filtrara información por parte de los trabajadores del nosocomio! — ¡Es verdad, tengo que hablar con Richard para ver si nos puede ayudar con eso! — ¿Con qué? — Se escuchó la voz de Eleanor que llegaba a con Stear, Patty y Mely a revisión. — ¡Mely, querida! — Dijo Albert, que se abrazó de inmediato a la joven, ella le respondió cálidamente, pues sabía la difícil situación en la que se encontraba. — ¡Cariño, todo estará bien! — Le susurró al oído para luego soltarlo permitiendo que saludara a los recién llegados. — ¡Stear, Patty, Eleanor!, ¿Vienen a revisión? — ¡Sí, decidí acompañarlos, para saber más sobre los cuidados siguientes! — Contestó Eleanor, que prosiguió. — Escuché que decías que querías hablar con el duque para que te ayudara, ¿Se puede saber en qué?, ¿Qué necesitas? — ¡Eleanor, tenemos a reporteros afuera del hospital, debemos parar el escándalo! — La mujer se quedó pensativa por unos instantes, luego comentó. — ¡Creo que yo te puedo ayudar!, ¡Conozco a la persona indicada, que nos podría ayudar!, ¡Déjame hacer unas llamadas! — Propuso la actriz, quien se encaminó a la oficina del director del hospital para usar el aparato telefónico y llamar a su amigo Matt Murray, jefe de editores del The Wall Street Journal, perteneciente a la News Corporation. — ¡Matt, querido! — ¡Eleanor!, ¿Cómo estás? — ¡Bien, en Chicago! — ¿Qué haces por allá, estaba esperando tu llamada para acordar la entrevista con el duque de Grandchester! — ¡Lo sé, Matt, él se encuentra aún en el país, tardará un poco en ir para Inglaterra, aunque sabe que está pendiente la entrevista con la BBC!, en esta ocasión, te llamo porque quiero pedirte un consejo. — ¿Consejo?, ¡Tú dirás! — ¡Sucede que estamos con la familia de la novia de Terrence y bueno… han sucedido algunos sucesos que abren la posibilidad de un fuerte escándalo que perjudicaría el buen nombre de… — ¡No me digas que se trata de los Ardlay! — ¿Cómo lo sabes? — ¡Mis reporteros me han comentado que hay heridos y detenidos que los involucran! — ¡Así es por ello que te pido me aconsejes!, ¿Qué podemos hacer para frenar el revuelo que causaría una nota de esta naturaleza? — Murray se quedó callado, pensando en el asunto. — ¡Lo único que se me ocurre es que el señor Ardlay de una entrevista en la que diga lo que ha sucedido!, puedo mandarte a uno de mis mejores reporteros. — Eso es justamente lo que se quiere evitar, ¡Decir lo que pasó! — ¡Necesitaríamos hablar en persona, Eleanor! — ¡Matt!, ¡A nadie le tengo más confianza que a ti! — ¡Se me complica hacer un viaje tan largo! — ¡Lo compensaré, lo prometo! — ¡Esta bien, sólo porque se trata de una de las familias más importantes de los Estados Unidos de América y todo lo referente a ellos es noticia! — ¡Te aseguro que el señor Ardlay lo agradecerá! — ¡Saldré en el primer tren para Chicago!, ¡Una cosa más, aconseja a los miembros de la casa que por ningún motivo hablen con los periodistas! — La diva luego de proporcionar los datos necesarios terminó la llamada y regresó sonriente junto a los demás. — ¡Listo Albert!, está en camino Matt Murray, jefe de editores del The Wall Street Journal, él nos ayudará. — ¿Lo crees? — Respondió William un tanto desconfiado. — ¡Ya lo creo que sí!, ¡No hay noticia que no pase por sus manos antes de ser publicada!, el asunto se me hizo demasiado delicado para tratarlo por teléfono, por eso viene para acá, hablará contigo y acordarán lo que mejor convenga. — ¡Gracias, Eleanor! — ¡No hay nada que agradecer, me advirtió que ninguno de nosotros hable con la prensa! — ¡Así se hará, George encárgate de que todos estén enterados por favor!
Cuando los chicos fueron revisados, juntos regresaron a la mansión, procuraban continuar con la cotidianidad de sus vidas, aunque, para ninguno era fácil, el alcance de la treta urdida por Elisa había cobrado más víctimas de las que nadie hubiera esperado; el silencio era general en los diferentes vehículos que viajaban nadie hablaba de nada. Ese ominoso día, cuando ya se encontraban todos en la mansión, hablaron de lo sucedido e intercambiaron versiones, de ahí en adelante, nadie tocó el tema. Cada uno con sus propias reflexiones guardaba para sí, la ira, el dolor, la angustia y la terrible expectativa en los días siguientes. Stear y Patty iban solos, al parecer el menos dañado por los somníferos fue Alistear, quien estaba recobrado al cien por ciento. Patricia todavía tenía algunas secuelas para caminar, dado que los químicos que ingirió le alteraron la función del sistema nervioso de su cuerpo provocando debilidad en las articulaciones. Stear, a pesar de su preocupación por ella, no quería transmitirle su aflicción, cuando la chica se entristecía por el temor de no volver a caminar con normalidad, él la animaba de mil formas, inventaba artefactos para distraerla, a la vez que él se entretenía para no pensar. Las noches las ocupaba para construir sorpresas; había elaborado un florero que no necesitaba agua, ya que su mecanismo se abastecía solo; un loro que tendría que platicar, después de varios intentos no habló cuando se le indicó, sino hasta la noche, cuando Patty estaba dormida el muñeco comenzó a gritar “Patty, Patty, Patty”, despertándola con un gran susto. El último se trataba de un oso de peluche, el cual al apretarle la pancita tendría que decir: “Te quiero Patty”, por más que apretó y apretó, el oso felpudo solo atinaba a repetir, “Te, Te, Te…”, además, se le sumió la panza de tal manera que parecía que tenía una joroba. Total, que sus inventos nunca funcionaban, mas, lograban que su novia sonriera y eso era lo que a él le importaba. En el trayecto, notó que ella estaba ensimismada, por lo que inició la conversación. — ¿Cómo te sientes, Patty? — ¡Bien! — Respondió con voz baja la chica. — ¿El dolor ha pasado? — ¡Sí, ya no me duelen tanto las articulaciones! — ¡Genial, verás que pronto tu cuerpo eliminará todo el químico restante y volverás a la normalidad! — ¡Eso deseo, se me han hecho eternos estos días! — ¡Lo sé, ya falta menos cariño! — ¿Stear? — ¡Dime! — ¿Has podido olvidar lo que pasó en la cabaña? — Él enmudeció, no quería evocar todo aquello, no obstante, después de unos minutos respondió. — ¡No, creo que nadie lo podrá olvidar, aunque pasen décadas!, ¡Si bien, con el tiempo quedará como un nefasto recuerdo!, ¡También es cierto, que tenemos que poner de nuestra parte para dejarlo atrás, eso nos permitirá vivir en paz!, ¡Deseo que todos olvidemos esta etapa, especialmente Candy! — ¡Eso es lo que más me preocupa, ella siempre oculta todo! — ¡Exacto!, por eso intuyo que nadie quiere hablar del tema, no quieren atormentarla con los recuerdos y me incluyo, ella al igual que nosotros debemos seguir adelante, no dejar que todo lo que planeó Elisa dé resultado, es decir, que nos afecte en nuestras vidas. — ¿Tú crees? — ¡Sí!, ¡Tú, por ejemplo, olvidarás las molestias que ahora tienes cariño, por eso has un esfuerzo para sobreponerte, ¿Sí? — ¡Lo haré Stear! — Ambos se quedaron en silencio, al tiempo que, una serie imágenes se centraron en la mente del joven.
Antes de que se llevaran a Archie a la mansión, Stear se quedó parado, observando como llegaba George con la ayuda, ver levantar a los heridos, Neil, Terry, su amado hermano, la tía abuela, así como la propia Elisa; no daba crédito al sombrío panorama en esa tarde que prometía tristeza y desasosiego hasta no saber que todos estarían bien; sintió náuseas acompañadas de un fuerte temblor en las piernas al ver la palidez de su tía, la cara ensangrentada de su prima, su mirada se cargó de un tono escarlata por donde quiera que viera. Silente vio el estremecedor llanto de la madre de Susana con su hija en brazos, el intenso dolor que reflejaba el señor Britter, que no dejaba de atesorar a su unigénita, como si tratara de protegerla del mundo entero, aunque, no pudo hacer mucho cuando la policía esposó a Annie para llevársela detenida; la chica lloraba, no obstante, era demasiado tarde para arrepentirse de haber participado en ese funesto plan, su destino estaría marcado por el testimonio de Neil, Archie y Terry, al haberles disparado. Con sus manos frotaba sus ojos como si con ello pudiera borrar esa escena que describía un espectáculo de terror; con pesar se dio la media vuelta, era momento de atender a su hermano, llegar a la casa para saber qué se debería hacer, con pasos lentos subió a uno de los vehículos y se fue.
El sol en lo alto se negaba a dar paso a la noche, pareciera que esperaba la llegada de las ambulancias, cuando lo hicieron los paramédicos y unas enfermeras se hicieron cargo en primer lugar de la tía abuela, quien todavía inconsciente emitía gemidos de dolor, Albert aún perturbado se aseguró que movieran con cuidado a Elisa al momento de subirla a la ambulancia, cuando estuvieron instaladas en los vehículos ordenó a George que se fuera con la tía, tenía que hablar con el duque, quien se ocuparía de las Marlow, a la vez que indagaría la situación con Annie, así como, de Oliver y Christian, estas tres personas eran de momento las únicas detenidas. Esforzándose para parecer tranquilo se acercó al duque. — ¡Richard! — ¡Albert! — Le respondió el hombre, que también mostraba un sesgo de consternación en su gris mirada. — ¿Qué harás con la señora Marlow? — ¡Esperaré a que llegué el forense y levanten el cuerpo de la muchacha, después hablaré con ella, no sé si tomará la opción que le di de irse a Australia! — ¡Bien!, ¿Necesitas que te acompañe? — ¡No, no lo creo!, ¡Tú tienes que ver a tú tía, y a los demás familiares! — ¡Lo sé!, no puedo irme hasta que todo esto quede limpio, ¡Te juro que nunca imaginé un desenlace así! — ¡Yo tampoco, mi estimado amigo, no tenemos alternativa, más que enfrentarlo como lo que somos!, ¡Estamos en esto Albert y hay que levantar la cabeza, mostrar el temple, que en estas circunstancias es lo que debe aflorar! — ¡Es difícil, no hay otra alternativa, que seguir!, voy a ver a señor Britter, ¡El pobre hombre está devastado! — ¡Sí, aquí estoy pendiente! — William se alejó unos pasos, justo cuando los agentes del orden esposaban a Annie, quien entre gritos y sollozos se aferraba a los brazos de su padre. — ¡No, padre, no permitas que me lleven!, ¡Perdón, Candy, diles que me perdonen!, ¡Papá, no me dejes! — ¡Aquí estoy Annie, no te dejaré, estaré contigo!, ¡Ahora es necesario que subas a la patrulla!, ¡Yo buscaré un abogado para que te defienda! — ¡No, papá, a la cárcel no, por favor! — Al señor Britter se le desgarraba el corazón al ver la desesperación de su hija, no soportaba su llanto, sentía que la perdía. Albert posó una de sus manos en el hombro de aquél ser humano que intentaba mantenerse sereno, él sufría peor que su hija. — ¡Señor Britter! — Le habló Albert. El hombre con el rostro desencajado se volvió a mirarlo, cuando lo hizo, el magnate totalmente conmovido le ofreció. — ¡Los legistas del consorcio están a su disposición! — ¡Gracias señor Ardlay!, ¡Aprecio su ofrecimiento, luego de que Annie…! — La voz se le quebró, no pudo decir más porque gruesas lágrimas bajaban por sus mejillas, William no pudo más que apretar el brazo de él, que limpiándose con fuerza el salado líquido le dijo. — ¡Me voy, tengo que ir a casa, avisar a mi esposa y encargarme de la defensa de Annie! — ¡Lo entiendo! — El señor Britter se alejó cansinamente, con una actitud desgarbada como si fuera un adulto mayor a quien el peso de los años le cayeron de golpe. Albert bajó la cara moviéndola negativamente, descalificando los errores de Annie que conllevaron a su padre a tal situación. Cuando la hija adoptiva de los Britter estaba ya en la patrulla, también esposados subieron a otra a Christian y a Oliver para ser trasladados a la comandancia.
El forense tardó en llegar, durante ese lapso Richard ordenó a los hombres de Albert que se encargaran de limpiar toda la cabaña, aunque fue interrumpido por el comandante de policía para que no se tocara la escena del crimen, Richard anteponiendo su calidad de duque, explicó que él, así como sus hombres fueron testigos de los acontecimientos, que ya no era necesario mantener en esas condiciones el lugar. El jefe de la comandancia no quiso más problemas, así que permitió que el personal obedeciera las instrucciones del imponente hombre. Los trabajadores actuaron rápido, acomodaron los muebles de la casita, limpiaron la sangre derramada, se llevaron los caballos que andaban pastando ignorantes a lo que acontecía con sus amos. Al ver finalizada la faena el duque complacido, se aproximó a Carolina Marlow. — ¡Señora, ya no tardan en venir a llevarse el cuerpo de Susana!, ¿Quiere que se prepare para su traslado a Nueva York? — La mujer con los ojos hinchados y enrojecidos le contestó. — ¡Ya estará contento!, ¡Mi niña ha muerto, ya no molestará a su hijo! — ¡Señora por respeto a su dolor no le contestaré!, ¡Lamento que la obstinación de su hija haya sido el motivo de su deceso!, ¡Los médicos le informaron de su delicada salud, ella no hizo caso, se escapó del hospital y aquí están las consecuencias! — ¡Olvida, que todo se debió a la falta de palabra de Terrence, él no debió dejarla! — ¡Señora! — Levantó la voz Richard. — ¡Sí insiste en culpar a mi hijo por las decisiones de Susana tendré que actuar de otra manera y enviarla a Australia! — Carolina guardó silencio, aunque el rencor roía su interior, pensó que no era momento para una venganza, si lo pensaba bien, podría hacerlo, más adelante; para Richard no pasó desapercibida su actitud y como si leyera su mente le aclaró. — ¡Es inconcebible que mantenga una actitud de revancha!, ¡No lo permitiré, por el momento ordenaré que sean llevadas a Nueva York para que le dé cristiana sepultura a su hija, una vez allá veré qué hacer con usted! — ¡Pero…! — ¡Pero nada, así será! — Concluyó el duque la conversación, justo cuando llegaban los guardias peritos para llevarse el cuerpo de Susana.
Largas horas transcurrieron hasta que Richard llegó a la mansión, el silencio fue lo primero que notó al llegar. En el salón se encontraban Stear, Eleanor, Karen y Mely; Eleanor al mirarlo visiblemente abatido y cansado se levantó para ayudarlo a quitarse el saco. — ¡Richard, que bueno que llegaste!, ¿Quieres algo de comer? — ¡No querida, lo que quiero es ducharme, estoy exhausto!, ¿Cómo está Candice? — ¡Por el momento está dormida, Terry vela su sueño, no quiere separarse de ella! — ¡Es comprensible! — ¡Señorita Klein!, ¿Cómo se encuentra? — ¡Mucho mejor duque, solo tengo un golpe, que fue muy severo, por eso los mareos, estaré en observación para verificar que no haya complicaciones! — Respondió Mely, que todavía estaba pálida. — ¡Me alegro! Y ¿Usted joven? — Preguntó a Alistear. — ¡Bien, un poco aturdido, ya no sé si es por lo que ha pasado o por lo que me dieron de beber! — ¿Ya lo revisó el médico? — ¡Sí, dice que debo tomar bastantes líquidos para expulsar los químicos!, ¡Estaré bien! — ¿Su novia? — ¡Ella descansa ahora, al parecer le afectó más lo que bebió, le harán unos estudios para descartar que no le haya afectado de más!, ¡Iremos a la clínica mañana a primera hora! — ¡Lo lamento!, ¿Qué me dice de su hermano? — ¡A él lo están operando en este momento, deben extraer la bala! — ¿No era mejor llevarlo al hospital? — ¡Tal vez, aunque, el doctor propuso hacerlo para evitar que perdiera más sangre! — ¡Siendo así, habrá que esperar!, ¡Si me lo permiten iré a refrescarme, bajaré en unos minutos para saber si ya hay noticias de Albert! — Así lo hizo, una hora más tarde se reunió de nuevo con los demás en la sala. — ¡Debo hablar a Nueva York, no sé cómo están las cosas por allá! — ¡Puede hacerlo en el despacho de Albert, ahí hay un teléfono, podrá llamar con privacidad! — Ofreció Mely. — Ya se encaminaba en esa dirección, cuando llegó George. — ¡Buenas noches! — El duque al escucharlo regresó sobre sus pasos. — ¡Estimado George!, ¿Cómo está la señora Ardlay? — Le inquirió de inmediato a la mano derecha de Albert. — ¡A la señora Elroy ya la han operado, el diagnóstico es reservado, ya que la bala entró por un costado traspasando la columna, es posible que ya no vuelva a caminar, William se encuentra con ella, quiere estar ahí cuando despierte de la anestesia!, ¡La señorita Elisa se encuentra en estado grave, el proyectil causó graves lesiones, debido a su trayectoria además de dañar el tejido de la mejilla derecha, pasó por el ojo y afectó parte del cerebro, los médicos todavía no dan una valoración real, hasta ver qué tanto daño causó la lesión, el ojo ya lo ha perdido, sin contar con la terrible cicatriz que le quedará. El joven Neil, está fuera de peligro, afortunadamente la bala entró y salió de su cuerpo sin dañar órganos vitales, estará internado en lo que se recobra de la pérdida de sangre. — ¡Santo Dios! — Exclamó Karen, quien se atrevió a preguntar. — ¿Qué ha pasado con Annie y los otros detenidos? — ¡Los tres están presos en la comandancia, a primera hora rendirán su declaración!, el señor Britter se encuentra ahora con unos abogados del consorcio, uno de ellos tomará la defensa de la joven Britter. — ¡Ahora regreso! — Intervino Stear. — ¿A dónde vas? — Lo detuvo Eleanor. — ¡Voy al hospital, quiero ver a mi tía! — ¡No se lo aconsejo, señorito, la señora no despertará en toda la noche, William ha quedado como responsable y las visitas están limitadas, dada su calidad de detenida! — Intervino Villers. — El chico se quedó consternado con las noticias, había pensado en todo, menos en que su tía abuela fuera a parar a la cárcel, aun con lo mala que hubo sido su prima, tampoco deseaba saber cómo quedaría, lo peor de todo presa. — ¡Quiero pensar que William se hará cargo de las cuestiones legales!, ¡Porque yo cuento con un grupo de excelsos juristas, están en Nueva York, puedo hacer que vengan! — Ofreció el duque. — ¡Es muy amable de su parte, su excelencia, sin embargo, eso es algo que tendría que hablarlo con William! — Añadió George, que saludó al recién llegado. — ¡Joven Grandchester!, ¿Cómo se encuentra la señorita Candice? — ¡Sigue dormida, bajé para saber si habían llegado y escuché lo que decías!, ¿Qué pasó con Oliver? — ¡También se encuentra detenido en la comandancia, junto con el otro individuo de nombre Christian!, ellos también declararán por la mañana. — ¡Tengo que hablar con Oliver, necesito saber cómo fue planeado todo esto! — ¡Considero que es mejor esperar a que actúen los abogados, quienes le podrán conseguir el pase para que lo visite! — ¡Tiene razón George, hijo, de todas formas, llamaré a los jurisconsultos, toda ayuda es necesaria! — George asintió para después comentar. — El señor William me mandó para saber cómo se encuentran las señoritas Melanie, Candice y Patricia, claro también de los señoritos Alistear y Archibald. — Melanie le informó la situación de todos y cada uno de ellos sin que fuera interrumpida. — ¡Le agradezco señorita Klein!, yo me retiro, tengo que ir a la residencia de los Leagan, al parecer ¡Todavía no están enterados de lo que les ha sucedido a sus hijos! — ¡No quiero pensar cómo se pondrá Sara! — Comentó Stear. — ¡En caso de requerir algo, pueden localizarme con los Leagan, en el hospital o en la comandancia de policía!, ¡Debo informar a Albert que todos se encuentran bien, dentro de lo que cabe! — ¡Por favor manténganos informados! — Solicitó el duque. — ¡Así lo haré su gracia! — Al decir esto último Villers salió para enfrentarse al matrimonio Leagan.
La noche sin estrellas iniciaba su lento recorrido, que para algunos pasaba sin conocimiento, mientras que para otros daba votos de incertidumbre e impacientes esperaban el amanecer. Como era de esperarse los esposos Leagan no recibieron la noticia de la mejor manera, no obstante, fue Sara, quien encaró a George. — ¡¿Me estás diciendo que mis hijos están heridos en un hospital y además detenidos?!, ¿Se puede saber por qué? — ¡Porque atentaron contra la señorita Candice! — ¡Esto es imperdonable, juro que se los haré pagar!, ¡Hablaré con la tía abuela, ella nos ayudará!, ¡Esa huérfana solo ha traído desgracias a la familia! — ¡Señora, le aconsejo que se calme! — ¡Tú no eres nadie para aconsejarme nada!, ¡Iré ahora mismo a hablar con la tía! — ¡Ella no se encuentra en la mansión!, ¡Si quiere hablar con alguien hágalo mañana, pero con el señor Ardlay! — ¡Él defenderá a su protegida! — ¡Cálmate Sara! — Habló por primera vez Raymond. — ¡Debemos enterarnos bien de la situación, toma tu abrigo y vamos de inmediato al hospital! — Después de varios insultos e improperios lanzados por Sara, mismos que fueron estoicamente escuchados por George, los esposos se dirigieron al sanatorio para ver a sus hijos, ahí la cruda realidad, les haría replantear su soberbia actitud.
Después de aquella incierta noche, los días pasaron lentamente, Patty caminaba cada vez mejor, en Mely los dolores de cabeza habían cedido, mientras que Archie se reponía de la herida bajo los cuidados de Eleanor y Karen, quién le sirvió de compañía al menor de los Cornwell, durante las tardes le leía libros, conversaba con él, descubriendo que había encontrado alguien con quien pelear a gusto, le encantaba ver la preocupación de él cuando le mencionaba la horrenda cicatriz que le quedaría, se burlaba de la desmedida vanidad del chico, que a pesar de su convalecencia procuraba lucir apuesto para recibirla, ambos necesitaban de esos soplos de distracción, gozaban de ese mutuo cortejo que sin darse cuenta habían iniciado. Karen enterada de todos los enredos que perfilaron al chico a aquél compromiso, le daba miedo abrir su corazón al muchacho, no quería salir lastimada ante la posibilidad de que él siguiera enamorado de Candy. Él por su parte, descubrió en la actriz una nueva forma de ver la vida, le gustaba saberla independiente, altiva e inteligente, amaba la ternura con la que lo trataba después de hacerlo rabiar un poco, estaba seguro de que su alma se comenzaba a llenar de una esperanza que consideró haber perdido, quería avanzar con ella, aunque, tendría que esperar su total recuperación para poder cortejarla en forma, además necesitaba tiempo considerando los problemas legales ante su inminente declaración de los sucesos.
Terrence no se separaba de Candice, que durante varios días se mantuvo callada, ausente. Los esfuerzos de él por verla sonreír de nuevo eran constantes, sin lograr por completo su objetivo, ella no había hablado de su experiencia y él respetaba su reserva. Era muy triste lo que se hubo planeado en su contra, la pena la embargaba cada vez que irremediablemente a su mente llegaban las imágenes de Annie, sus palabras, el rencor que refulgía en sus azules iris, como si fueran dos carbones ardientes que quemaron su alma; por las noches las pesadillas la atormentaban, provocando que despertara entre gritos pidiendo auxilio; Terry velaba noche a noche su sueño, cuando la acometían los espasmos de pánico, él se levantaba de inmediato para abrazarla con vehemencia, susurrándole palabras de amor, confortándola, hasta que ella recobraba la calma y volvía a conciliar el sueño.
Durante el día ella trataba de llevar su vida normal, esbozando su acostumbrada sonrisa, sobreponiéndose a la aflicción que la consumía por dentro. Sabía que todos se preocupaban por ella, por su estabilidad emocional, aunque habían pasado varios días, aún era presa de aquella sensación de extravío, de inconciencia, de suciedad; sí, se sentía sucia al recordar las manos de aquél sujeto sobre su cuerpo, de sus labios mordisqueando los suyos, de la impotencia para defenderse, pero sobre todo de concebirse indigna del amor de Terry, que en todo momento estaba a su lado como un fiel enamorado; ella no deseaba, no quería saber lo que él pensaba, tan solo de imaginar que pudiera repudiarla era como si le clavaran una daga en el corazón; él se había comportado atento, cariñoso, con cálidos intentos para abrazarla o besarla, mientras, ella cada vez que cedía a un beso a su mente venía la cara de Christian y abruptamente terminaba la caricia. Estaba mal, lo sabía, con nadie se atrevía a hablar de eso, suficiente tenían todos con lo que había sucedido. Terrence por su parte, se daba cuenta de que cada vez que se acercaba a Candy, ella temblaba o brincaba sobresaltada, situación que lo hacía detenerse, comprendía que debía ser paciente, a pesar que, el mutismo de ella imposibilitaba la comunicación por lo que encontrar una solución era nula. Al igual que los demás, sabía que ella se esforzaba por mantener la imagen alegre como siempre guardando sus sentimientos para anteponer el bienestar de otros; no lo negaba, aunque amaba a su pecosa por eso y muchas cosas más, le desesperaba saber que, aún con todo lo pasado, ella no reparara en él, en el acuerdo de velar por su relación, había veces que la sentía huidiza como el agua que no se puede detener entre los dedos. En silencio la observaba, la acompañaba, cuidándose de no trasgredir los límites que tácitamente ella le hubiese impuesto.
Una de esas noches, Terrence, al considerar que Candy dormía, decidió salir a los jardines, estaba inquieto, molesto, necesitaba respirar, tranquilizarse, evitar que su pecosa notara su estado de ánimo. Sí, aunque no quería aceptarlo, la actitud de Candy lo estaba lastimando, una de las cosas a las que él le tenía más recelo era al rechazo, muchas veces fue tratado con repulsión como si él fuera el error más grande de los seres que debieron amarlo, cuidarlo, formarlo; rememoraba las veces que disfrazó de irá e indolencia su dolor, cuántas ocasiones dio rienda suelta a su arrogancia y rebeldía para no sucumbir al llanto; su vida se construyó sobre cimientos tan frágiles, que se sentía indigno de ser amado, querido, sentirse parte de alguien y justamente ese alguien a quien amaba desmedidamente era su pecosa, que inconscientemente lo alejaba, lo dejaba fuera de su mundo. — ¡No esto no puede seguir así, Candy, Candy!, ¿Por qué no compartes conmigo tus miedos, tu sentir?, ¡Te necesito y sé que tú también a mí! — Decía para sí en un arrebato, mientras fumaba un cigarro. La rapidez en la sucesión de eventos lo había tomado desprevenido. Cuando decidió ir a Chicago para recobrar a Candy, nunca pensó en lo que haría Susana, ni mucho menos, que se hubiera aliado a los Leagan, así como que Elisa de nueva cuenta armara sus patrañas para dañarlos, tal como sucedió en el Real Colegio San Pablo, obvió de nueva cuenta la maldad de la pelirroja, se sentía estúpido y responsable por ello. — ¡Que irónico resulta ahora sentirme así!, ¡Otro sentimiento de culpa, peor que el anterior! — Resuelto aventó la colilla de cigarro, se sentó en una banca posando sus brazos sobre las rodillas, bajando la cabeza mirando al suelo, sus largos y delgados dedos se entrelazaban en una nerviosa danza plegada de frustración, con desesperación se levantó de nuevo encaminándose a los rosales que emanaban su delicado perfume, miró las dulce Candy símbolo de aquél amor que le profesara Anthony, a quien consideró por mucho tiempo su acérrimo rival; mientras él le había cultivado una flor, él ¡Qué le había dado a su pecosa?, ¡Solo dolor!, pensaba al tocar los tersos pétalos de una de ellas. — ¡Anthony, tú la hubieras cuidado mejor! Dijo en voz alta. — ¡No lo sabremos nunca! — Se escuchó la voz de Stear que lo había seguido. — ¡Anthony amó a Candy, él ya no está con nosotros, creo que él desde el cielo sabe que tú la amas igual o más que él, que no fue tu culpa esto que pasó!, ¡No te castigues de esa manera! — ¡No lo sé Stear!, ¡Si no la hubiera dejado sola!, ¡Sí no hubiera sido tan estúpido y confiado…! — ¡Todos fuimos confiados y estúpidos, Terry, reconocerlo o aceptarlo no cambia nada!, ¡Debemos mirar hacia delante, no ceder al propósito de Elisa, porque eso es lo que quería, perjudicar a Candy!, ¡¿Sabes?!, ¡De nosotros depende el resultado!, ¡Sí dejamos que todo esto cambie la dirección que queremos para nuestras vidas, ella se habrá salido con la suya! — ¡No lo sé!, ¡Me siento aturdido, preocupado por el silencio de Candy, con su rechazo me hace pensar que me culpa indirectamente porque no estuve ahí para defenderla! — ¡No, ella no es así!, ¿Por qué no hablan? — ¡Lo he intentado, pero cambia de tema y yo no quiero presionarla! — ¡Terry, si dejas que esto avance la distancia los afectará, tienen que hablar!, ¡Busca la manera de hacerla reaccionar, tú amor la sacó de aquella depresión por la muerte de Anthony, ahora no dudes que puedes hacer lo mismo!, ¡No te desanimes! — ¡Tienes razón, lo haré, nada, ni nadie me separará nuevamente de ella! — ¡Así se habla!, ¡Ahora entremos, la noche promete ser fría! — Los jóvenes regresaron a la mansión, donde el resto de los habitantes dormían, menos Candy, quien fingiendo dormir sintió cuando Terry abandonó la habitación, quiso hablarle, seguirlo, no obstante, se contuvo, salió al balcón y desde ahí lo observó con tristeza.
Para Albert, la situación tampoco se le presentaba fácil, la tía abuela se negaba a hablar con él, pensaba que su calidad de detenida se debía a un castigo que su sobrino le hubiese impuesto por el apoyo que le hubo dado a Elisa, le parecía inverosímil que su propia sangre la estuviera condenando, a ella que los había criado a todos; tampoco quería aceptar su nueva situación de inválida, no, ella, Elroy Ardlay jamás sería una lisiada, qué pensaría la alta sociedad del país al saberla en tal condición, ¡No nunca!, ¡Ella no sería el hazmerreír de nadie!, ¡Así sea lo último que haga!, ¡Yo volveré a caminar!, había sido lo último que le dijo a William cuando éste le dio la triste noticia, a partir de ese momento decidió no dirigirle la palabra al jefe del clan, solo le transmitía sus deseos a la enfermera que día y noche la cuidaba aún interna en el hospital. El panorama no fue diferente con el matrimonio Leagan, ya que Sara se había empecinado en no conversar con él, dejando a su esposo esa tarea, ya que ella, estaba abocada a hablar con la tía abuela, sin contar que tenía prohibidas las visitas. Una vez que se enteró de los cargos que se le imputaban a su hija, su principal preocupación era lo que opinaría la sociedad de ellos, así como del terrible aspecto que tendría Elisa, ese comportamiento desquició a Raymond, quien después de una fuerte discusión la amenazó con divorciarse si mantenía esa actitud, por primera vez el señor Leagan enfrentó a su mujer haciéndole ver todos los errores en los que hubo incurrido en la educación de sus hijos, asimismo le impidió opinar o participar en las pláticas que tendría con Albert para aminorar en medida de lo posible las consecuencias catastróficas para su familia. Ella, reacia a aceptar lo ordenado por su marido, visitaba a sus hijos, sin desaprovechar cada oportunidad para intentar hablar con la matriarca del clan; cuando visitaba a Elisa no toleraba verla, disimulaba la aversión que le provocaba verla a la cara, cuando su hija le hablaba ella solamente tomaba su mano y la calmaba, hasta ese momento, la malvada muchacha no sabía que había perdido su ojo derecho, ignoraba también, que el comandante de policía esperaba su alta hospitalaria para recluirla en prisión, Sara no quería decírselo a pesar de ser una instrucción de su esposo, no encontraba la manera de hacerlo, de antemano sabía que la chica montaría en histeria provocando un escándalo. Con Neil las cosas eran diferentes, el testimonial de él sería clave para inculpar a su hermana por lo que Raymond se hubo encargado de hablar con él para manejar sus acciones acordes con lo pactado con Albert. Ella estaba en total desacuerdo, no obstante, la firmeza que notó en las amenazas de su cónyuge la hicieron mantenerse callada.
Continuará...
Última edición por Adry Grandchester el Jue Abr 04, 2024 2:47 am, editado 2 veces