CAPÍTULO 29, EXPIACIÓN
Eleanor leía en el New York Times, la nota que hablaba del reportaje que el duque de Grandchester había concedido a la BBC cuatro semanas atrás, la noticia publicada primeramente en los diarios londinenses daba cuenta de la muerte de la duquesa, así como de sus próximos proyectos concernientes al ducado. Con una leve sonrisa agradecía a su amado cumplir con la promesa hecha a Matt Murray, quién fue de mucha ayuda, no solo para ellos, sino también para los Ardlay. Sentada en el sofá de su habitación suspiraba ilusionada ante la perspectiva de ver pronto a Richard, con quien hablaba constantemente por teléfono, o se mantenían en comunicación por carta. Unos toques a la puerta llamaron su atención. — ¡Eleanor!, ¿Interrumpo? — Le saludó Terrence. — ¡Terry, querido!, pasa, ¡Tú nunca interrumpes nada! — El gallardo joven observó a su madre. — Acaso, ¿Veo una chispa de felicidad en tus ojos? — Ella se sonrojó, no entendía cómo su retoño era capaz de detectar la más mínima de sus expresiones. — ¡Terry! — ¡Dime que me equivoco! — Respondió él con una sonrisa traviesa. — A decir verdad, ¡Sí estoy contenta!, las cosas se han ido acomodando, conforme han pasado los días el ambiente ha cambiado su matiz, ¡Todos respiramos esa paz que por un momento nos dejó! — ¡Tienes razón, pese a todo lo acontecido, la tranquilidad se siente!, aunque, a que los Ardlay todavía resienten la ausencia de la señora Elroy, han procurado mantenerse animados, esperanzados, incluso ¡Albert está pensando en su boda! — ¡Sí, creo que es justo, el pobre tuvo que afrontar estoicamente lo que se le vino como cabeza del clan! — Hablando de él, vine a decirte que te esperan en el salón, no sé qué quieren comentar a todos. — ¡Ohh…, por favor, que no sean malas noticias!, ¡Vamos anda, conversamos más tarde! — Los dos actores se dirigieron a la sala donde pululaban conversaciones dispersas entre los presentes. Cuando Albert se percató de la llegada de Eleanor y Terry elevando su voz inició la conversación. — ¡Chicos, chicos! — Decía el magnate para atraer el interés de los presentes, quienes al escucharlo dejaron de charlar para verlo. — Los he reunido porque tenemos dos cosas importantes que anunciarles. — ¡Ohh Bert!, dime que son noticias buenas. — Comentó Candy. — ¡Tranquila pequeña, aguarda y lo sabrás! — Stear y Patty se tomaron de la mano un poco sonrojados. — El primer anuncio es que ¡Mely ha aceptado ser mi esposa, por lo que iniciaremos los preparativos para nuestra boda! — Los aplausos no se hicieron esperar, todos se alegraban por William, que se veía realmente ilusionado. — La segunda. — Prosiguió Albert apaciguando la algarabía de los demás con sus manos. — ¡Es que Alistear Cornwell también ha decidido dejar la soltería para desposar a nuestra querida Patty! — Con la agradable sorpresa reflejada en los rostros, todos volvieron a la euforia de momentos antes, sin embargo, la potente voz de Terrence los interrumpió. — ¡Un momento!, ¡Nadie se puede casar! — Esas palabras silenciaron de pronto el alboroto de bendiciones y parabienes que se proferían a los prometidos, logrando que las atónitas miradas se dirigieran al apuesto joven, quien reflejaba en su rostro el esfuerzo que hacía para contener su molestia. — ¡Terry! — Musitó Candy. — ¿Qué pasa Terry?, ¿Por qué no podemos casarnos? — Le cuestionó Stear. — ¿Sucede algo Terry?, ¿Hay algo que no nos hayas dicho? — Lo interrogó Albert. — El inglés que les había dado la espalda calló por breves instantes, Candy se acercó a él, colocó su mano sobre su espalda para que se volteara a verla. — ¡Dinos, lo qué sucede! — Él seriamente habló. — ¡Pues que no pueden casarse antes de nosotros! — Al decir esto soltó tremenda carcajada provocando que la chica le propinara un puñetazo en el pecho. — ¡Nos asustaste tonto! — ¡Pecosa no te enfades!, ¡Es una pequeña broma! — ¡Esas bromas no se hacen Grandchester! — Le reclamó Archie. — Karen conteniendo la risa se atrevió a decir. — ¡Tú y tu humor negro, Terry! — ¡Caray amigo!, ¡Provocaste que me doliera el estómago! — Intervino William. — ¡Perdón, amigo, necesitaba hacerlo! — ¡No cabe duda que eres actor! — Las risas resonaron en la estancia al tiempo que Terrence se defendía. — ¡No se burlen!, ¡Sí debería estar molesto!, porque ¡Yo me comprometí primero y otros se casan! — Ya lo harás hijo, en poco tiempo, ¡Ahora es cuestión de brindar por las próximas nupcias!, ¡Dorothy, trae champaña y copas para todos! — ¿A qué se debe tanta felicidad? — Comentó Richard que llegaba. — ¡Richard, has llegado! — Eleanor se aproximó sonriente. — ¡Como te lo prometí Ely! — ¿Ely? — Inquirió Terry a unos pasos de sus padres. — ¡No, no me digan, seguramente ustedes también piensan casarse! — Los demás que no perdieron detalle de la escena se desbocaron en risotadas bromeando al gallardo actor. El brindis dio paso a la cena, que sin lugar a dudas disfrutaron entre bromas, dejando de lado la seriedad de los sucesos pasados, la tragedia, la incertidumbre que los mantuvo cautivos durante meses. Con el transcurrir de la velada se fueron formando, las distintas parejas que, animadamente conversaban. — Vamos pecosa, caminemos por los jardines, la noche es hermosa. — Tomados de la mano salieron; al pasar por la primera parte del jardín se dieron cuenta de que Archie y Karen platicaban muy entretenidamente, que no tomaron en cuenta su presencia, por lo que Terry comentó. — ¡Creo que ya no tendré celos del elegante! — Candy gratamente asombrada se paró frete a él. — ¡Eso es maravilloso, pensé que siempre me celarías cada vez que nos vieras juntos! — ¡No tan rápido señorita!, ¡Por supuesto que te celaré, no solo con él, sino con todos los hombres que te miren! — ¡Vamos Terry! — Si te digo lo del elegante es porque creo que hay romance en puerta con Karen. — ¿Crees?, ¡Yo también lo he pensado!, últimamente siempre se les ve juntos. — ¡Si, él no puede evitar ponerse un poco nervioso cada vez que ella está cerca, hace gala de sus mejores modales para alagarla! — ¡Sería fantástico que así fuera, Archie merece ser feliz, como lo somos tú y yo! — Al ver como los iris esmeraldas titilaban de amor, él la tomó por la cintura para acercarla más a su cuerpo, lo tenía embelesado cada vez que lo miraba así, de manera lenta posó sus labios en los de ella, suave, despacio, como si rosara un pétalo de rosa los acariciaba con ternura con los suyos; Candy se sentía desfallecer, perdió la noción del tiempo y el espacio, la sensación de flotar con la caricia, le hizo entreabrir su boca para deleitarse con el sabor de él, que no esperó más para profundizar el beso, mismo que ella anhelaba todos los días. El amor que los unió desde aquella noche en un barco se hacía presente en ese beso, en esa nueva oportunidad que la vida les daba para cristalizar sus sueños. La falta de aire, así como la excitación de él los hicieron separarse. — ¡Te amo Candy! — ¡Y yo a ti mi adorado engreído! — ¡Es mejor caminar pecosa!, ¡De seguir besándote no llegarás virgen al matrimonio! — ¡Terry! — Respondió ella haciendo un mohín. — El la abrazó por los hombros para regresar a la mansión. — ¡No te niego que, si me causó un poco de pesar, ver que Stear y Albert se casarán antes que nosotros! — ¡Lo sé, a mí un poco! — Hablaré con mi padre, no quiero esperar mucho tiempo. —¿Tendremos que esperar el permiso del rey? — En teoría sí, aunque, ¡Con o sin su autorización nos casaremos lo antes posible!, no me lo puede impedir, hace mucho que dejé claro que no me interesa nada que tenga que ver con la realeza. — De todas formas, ¡No me gustaría tener inconveniente alguno! — Mañana conversaré con el duque. — Abrazados regresaron a la casa, mirando que, por segunda ocasión, unos tortolitos hechizados por el elixir del amor no los tomaron en cuenta.
Entre Karen y Archie cupido había hecho de las suyas, mas, ninguno de los dos se atrevía a avanzar, pese a que eran conscientes del naciente amor que florecía en sus corazones, un paso en falso podría ser devastador para sus solitarias almas; en ella el cortejo y galanteo del joven Cornwell significaba demasiado, era algo nuevo, diferente; acostumbrada al asedio de aquellos hombres que la buscaban solo por su belleza, sin intentar conocer su interior, mientras que para él era un nuevo comienzo, una forma distinta de tratar a una mujer, siendo él, quien tomara la iniciativa, al darse cuenta de que ella lentamente se había metido en su corazón con su personalidad sencilla, auténtica, haciéndolo caer en sus encantos; sí, eso lo emocionaba e inquietaba dulcemente empujándolo a querer estar con ella y complacerla en todo. — ¡Me parece increíble que por fin la calma haya llegado a la familia Ardlay! — Decía Karen. — ¡Coincido contigo, en medio de toda la tragedia, por fin la paz regresó! — Respondió él. — ¿Visitarás a tú tía? — Archie guardó silencio por unos instantes, respiró hondo para contestar. — ¡Lo he pensado muchas veces, quiero verla, aunque, creo que necesito más tiempo para enfrentarme a todo lo que pienso que me dirá! — ¿Crees que mantenga las mismas convicciones? — ¡Sí, dudo mucho que algo las haya modificado! — ¡Es una pena!, porque no se da cuenta de todo lo que perderá. — ¿A qué te refieres? — Pues ¡A las bodas de sus nietos!, ¡La alegría de convertirse en bisabuela, compartir con la familia! — ¡Es necia, testaruda, aunque pienso que Albert, intentará hacerla entrar en razón, ahora que iniciará los preparativos para su boda, él querrá que ella esté presente!, al igual que mi hermano; la queremos como una madre, finalmente ¡Ella nos educó a todos! — Entiendo. — Musitó Karen, que no quería romper el momento de intimidad. — ¡Me hace sentir bien, que todo vaya tomando su cauce!, así estaré tranquila ahora que parta a Nueva York. — La sorpresa se dibujó en el rostro de Archie, que debido a ello no podía pronunciar palabra. La idea que ella se fuera desató en su interior ansiedad, dolor, ¡No, no le pasaría de nuevo!, tenía que hacer algo para evitar que se alejara de él. El remolino de pensamientos fue interrumpido por la voz de ella. — ¿No dices nada?, ¡No te preocupes, lo importante es que te dejo en buen estado de salud para que retomes tu vida! — Con cierta decepción, ella se levantó para entrar a la mansión; él la sujetó de la muñeca. — ¡Espera! — Le dijo, al tiempo que se levantaba de su lugar para estar cara a cara. — ¿Por qué no me dijiste que ya pensabas regresar a tu ciudad? — ¡Porque no lo había planeado!, recibí una carta de Robert Hathaway indicándome que pronto iniciarán los castings para la siguiente obra y si quiero ser la protagonista debo estar ahí. — ¡Grandchester no ha dicho nada! — Seguramente él no irá, ahora su prioridad es estar con Candy. — ¿Y tú no tienes una prioridad para quedarte? — Le musitó él, enmarcando su rostro con sus manos, clavando su dulce mirada color avellano en el obscuro café de los ojos de ella, que no pudo evitar el estremecimiento que sintió ante el toque de él y bajó la mirada dejando a la vista de Archie sus espesas pestañas. — ¡Mírame Karen!, ¡Por favor mírame! — Ella lo hizo deteniendo las lágrimas que amenazaban con brotar. El sentimiento que tenía por el chico era auténtico, lo sabía, mas, no estaba dispuesta a ser la suplente de un amor no correspondido e imposible, prefería alejarse, involucrarse de nuevo en su trabajo para dejar de lado ese sentir. — ¿Estás segura de que tú no tienes ninguna prioridad?, ¿Serás capaz de decir que no sientes lo mismo que yo? — ¿Tú qué sientes por mí Archie? — La mirada de Karen titilaba en espera de su respuesta. — ¡Karen, tú sabes mi historia!, no hace falta que te mienta para que estés conmigo, estos meses han revelado en mi ser todo ese sentimiento que imaginé sentir por Candy, ahora, después de conocerte, sé que eso fue solo una quimera. ¡Lo que tú me haces sentir, es real!, ¡No necesito imaginar o crear ensoñaciones para inquietarme ante tu presencia, tener la necesidad de ti en todo momento, saber todo de ti!, ¡Tener claro que quiero ser parte de ti y que tú lo seas de mí!, ¡Karen, quería esperar, cortejarte, hacer que tú me amaras y que ambos decidiéramos dar un paso adelante en una relación formal, a todas luces, ante la mirada de todos! — La humedad en las mejillas de la chica fueron dulcemente secadas por los labios de él, que ansiosamente buscó los rojos labios de ella para fundirse en un beso en el que buscaba transmitir todo su ser. Al término de la tierna caricia, ella se abrazó a su cuerpo, colocando su cabeza en el pecho de él para escuchar el desbocado latir de aquel corazón, que como el suyo añoraba la pertenencia de alguien. — ¡Karen!, ¿Quieres ser mi novia? — Dijo nervioso. — ¡Sí, sí quiero que nos demos la oportunidad! — ¡Entreguémonos a este naciente amor Karen, que entre los dos nos encargaremos de hacerlo crecer! — Otro beso selló ese pacto de amor, que para ellos significaba darles otro camino a sus vidas. En la siguiente semana Karen regresó a Nueva York acompañada por Archibald, una vez que anunciaron su noviazgo con la venia y complacencia de todos se volvieron inseparables.
Terrence tampoco desaprovechó la ocasión para hablar con su padre respecto a su boda, aprovechó la estadía del duque en la mansión y su interminable tiempo que ocupaba en la biblioteca, era indispensable saber lo acordado en Londres. — ¿Te interrumpo, padre? — ¡Claro que no hijo, pasa!, no hace falta que me digas el motivo de tu visita. ¡Estás ansioso por saber qué opina el rey!, ¿Cierto? — ¡Así es!, ¡No quiero un compromiso de meses, peor aún de años! — ¡Debes de estar consciente de que Candy se merece una memorable ceremonia! — ¡Si, si eso se hará!, pero dime, ¿Qué acordaste con el rey?, ¿Aceptó que me quitaras el apellido Grandchester? — Respondió Terry desesperado. — ¡Algo mejor, hijo!, ¡Su majestad autoriza tu matrimonio, solo me pide que vayas a verlo, quiere hablar contigo! — El desconcierto fue lo primero que el duque pudo ver en la cara de su primogénito, misma que dio paso a un semblante de preocupación. — ¿Qué sucede Terry?, ¿No te alegra la noticia? — ¡No es eso, padre!, ¡Me inquieta esa charla con el rey!, ¿Qué sucede si no voy? — ¿Por qué te negarías a ir? — ¡Tal vez intente que acepte ser tu sucesor al ducado! — ¡No te niego que pueda ser eso, más al saber que no tengo hijos propios, solo a ti!, en ese caso hijo; ¡No tienes de qué preocuparte, yo te apoyaré en todo!, ¡Sí es necesario dejaremos el ducado a otro noble apellido! — ¡Padre! — Contestó el chico azorado. — ¡Sí Terrence, mi apoyo será total, no quiero que seas infeliz como lo fui yo por acceder a cuidar del ducado!, ¡Sólo te pido que hables con su majestad con la completa libertad, de decidir lo que mejor te convenga a ti! — Richard sabía que esa podría ser la respuesta de su vástago, no le diría nada, no le impondría decisión alguna, dejaría que él eligiera asumir o no el control del ducado, en cualquier supuesto, él lo apoyaría, aun en contra del monarca. Había pensado mucho durante el viaje de regreso a América, consciente de que lo primero que le preguntaría su hijo era el arreglo con la corona, por lo que decidió que fuera él, Terrence quien se sintiera libre de aceptar o no. — ¡Vamos hijo, habrá boda, eso te lo prometo! — ¡No tienes que prometer nada, padre, porque me casaré con Candy, lo autorice el rey o no! — ¡Lo comprendo, estaba seguro de que dirías eso! — Le dijo Richard abrazando al joven por los hombros. — ¡Habrá enlace matrimonial entre los Grandchester y los Ardlay!, aunque ya no formemos parte de la corona. — Aseguró el duque con una franca sonrisa que le transmitió a Terry la seguridad y confianza que necesitaba para enfrentar al rey de Inglaterra.
El desenlace de aquella tragedia vivida meses atrás les había significado a todos los involucrados un giro en sus vidas, para aquellos que optaron por un camino sinuoso lleno de mentiras, maldad y egoísmo, como fue el caso de Eliza, la tía abuela, Annie, la duquesa, Susana y su madre, así como Jonathan y Margaret la expiación les hubo llegado de la manera que menos esperaban, comprendiendo como la vida y el tiempo coloca a cada quien en el lugar que le corresponde; donde fueron sus propias decisiones las que los llevaron a vivir en carne propia los resultados de las tretas que planearon para otros; esos otros que no buscaban otra cosa más que hacer realidad los sueños, mismos que fueron modificados por una mala jugada del destino, no obstante, Candy y Terry comprendieron la lección, que se resume en la libertad, la cual se ve coactada por prejuicios, preceptos mal interpretados que los colocaron en un camino lleno de dolor y sufrimiento. Para Archie le representó otra oportunidad para asimilar lo que significa el verdadero amor; en general, tanto para los Ardlay, los Leagan, los Britter, los Grandchester, incluso para Karen y Eleanor lo vivido les dejó el aprendizaje de no anteponer intereses, deberes o egoísmos al amor verdadero. La renovación de sus espíritus, la decisión por definir sus vidas en pos de ese sentimiento, los llenó de esperanzas, fe y alegría para emprender nuevos proyectos, donde el fin último es cristalizar sueños, contar con una vida plena haciendo crecer la felicidad en los próximos descendientes.
FIN.