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Capítulo III ¿Eres Feliz?
NNarrado por Terry
El camarógrafo nos pide que sonriamos como de costumbre, aunque nadie sonríe.
Mi padre tiene una maldita costumbre en hacer que todos los miembros de la familia pose de la misma manera; mis padres sentados, mis hermanas Patty y Karen a cada lado de ellos con sus respectivos maridos y yo en medio de mis padres.
—Muy bien familia Grandchester, va ser una magnífica fotografía —asegura el camarógrafo diciendo palabras las cuales siempre nos dice cuando toma la “fotografía familiar”
Cada uno se va a otro lado distinto y yo quiero seguir el ejemplo de ellos, pero mi padre colocándome un de sus manos en mi hombro hace que me detenga.
—Hijo mío algún día ese será tu lugar —dice alegre mientras me señala el sillón donde estaba sentado. Y viene a mi mente un sentimiento de negación y algo parecido a la repulsión.
Amo y respeto mucho a mi padre, pero mi amor por él no me ha logrado cegarme y he visto lo mal ser humano que puede llegar a ser mi papá con las personas que están según él bajo su nivel.
Una gran amigo me dijo una vez, que para ver cómo es en realidad una persona se le debe de ver cómo trata a sus inferiores y no a sus iguales.
—Sera todo un honor para mí —actuó ya que no quiero volver esta fiesta en una especie de debate como ya los he tenido en decenas de ocasiones—. Pero para que eso suceda aún falta mucho tiempo.
—Y cuando llegue ese día, créeme que tú vas a ser igual que mí a un mejor —asegura dándome varios golpecitos en mi mejilla.
Sonrió. Gracias al cielo mi madre llega y se lleva a su marido para responder unas preguntas que quieren hacerles unos entrometidos y comprados periodistas.
Todos tienen algo que hacer o todos disimulan a la perfección que están felices por el nuevo laboratorio que acaba de abrir sus puertas justamente hoy.
Sé que la mayoría de todos aquí presentes solo mienten, solo tratan de aparentar y complacer a mi padre, muchos les tienen miedo, otros quieren ganar su confianza, otras dicen amarlo y luego estoy que siento por mi padre cariño, pero la parte más verdadera de mí siente que mi padre es una especie de escudo y protección contra este mundo.
Lo sé hay veces que no puedo dejar de sentirme incómodo cuando el apellido de mi padre no me respalda, mi siento mal y sobre todo un cobarde que tiene miedo de salir de zona de confort o como yo mismo le llamo la zona de protección.
—Hermosa fiesta —dice la voz de Susana Britter—. ¿No lo crees Terry? Pero lo más hermoso que hay aquí eres tú sin duda alguna.
Es toda una tortura, pero hace tres años, desde que la hija de en medio de los Britter regreso de Estados Unidos se quedó fascinada conmigo y su acoso constante ya me tiene harto.
Mi papá se dio cuenta de inmediato de las intenciones de tan atrevida señorita al principio me ayudó al tratar de alejarla, pero Susana es difícil que se rinda de sus propósitos. Así que mi padre me dejó como tarea que yo mismo debía alejar a Susana a como diera lugar, tarea que no he podido realizar.
La rubia se va acercando a mí sin importarle los pasos hacia atrás que doy, cada vez siento más fuerte su repugnante perfume y sentir como su mano toca la mía guiándola detrás de su espalda justo donde empiezan los glúteos.
—Susana por favor devuélveme mi mano—pido, según mi padre no debería ser nada caballeroso con ella para no darle ningún tipo de esperanzas para conmigo—. Estoy buscando a mi hermana, ¿no la has visto?
—Patricia está junto con Alistar justamente con mis padres —dice y en vez de devolverme mi mano me jala y quedando ambos más cerca.
—Patty no es a quien busco, es a Karen, mi melliza —explico mejor tratando de que me suelte la mano, pero es inútil tal parece que se volvió una boa constrictor la cual cuando agarra a su presa jamás la vuelve a soltar.
—¿Para qué quieres pasar tiempo con esa aburrida de Karen cuando puedes pasar tiempo conmigo? —Cuestiona y es suficiente para que yo me enoje en serio.
—¡Te prohíbo que hables así de mi hermana! —Exijo enojado y ahora soy yo el que me suelto de su agarre y la empujó lejos de mí—. Karen no es ninguna aburrida, lo que pasa es que ella solo habla con personas realmente interesantes y tú no estás en esa lista —digo.
No me gusta ofender a las personas por más que mi padre asegura que es de vital importancia poner a la gente en su lugar gritarles cuando es necesario y hacerles saber que nosotros siempre seremos superiores.
—Además de coquetear sin éxitos, y creerte la mujer más bonita cuando en realidad no lo eres —menciono todas esas características que tanto Karen como yo odiamos de Susana—. Es que Karen tiene razón no eres más que una mujer insípida, la típica rubia que no sabe ni lo que es una neurona —agrego y me voy caminado hasta donde creo que Karen estará escondida.
¡Vaya! Acabo de ofender a una mujer, pero es que Susana no me dejó de otra al hablar mal de mi melliza. Amo a mis dos hermanas, en especial a Karen ya que ambos estuvimos en el vientre de nuestra madre los nueve meses, nacimos el mismo día, nos contamos todo, hemos estado en las alegrías y tristezas de todo, hasta decir que muchas veces hemos sentido los dolores físicos del otro.
Llego hasta el puente que tiene la laguna artificial de la mansión, justo en medio es donde se encuentra mi hermana viendo hacia el agua. Tan concentrada está que ni siquiera es capaz de darse cuenta de mi presencia hasta que yo le hablo.
—Es más interesante ver el agua que estar rodeado de serpientes venenosas —digo asustándola, ella me abraza por lo sola y triste que se siente.
Desde pequeños aprendimos a tener comunicación sin tener que usar palabras, es algo raro y que la gente no nos cree lo sé, pero así somos nosotros.
—Lo extraño mucho —dice y sé perfectamente de quien está refiriéndose.
Albert Andley, el hijo adoptivo de nuestro tío John. Él fue lo más parecido a un hermano mayor, me llevaba muy bien con él, podía confiarle cualquier secreto o contarle cualquier tontería que él jamás me juzgaba o dejaba de escucharme.
La relación que mi hermana y Albert tenían aún no sé cómo empezó, lo único que sé es que un día los ojos de ambos irradiaba ante la presencia del otro, cosa que a mi padre no le agrado nada, obligó a mi hermana a casarse con Archibald (el cual es un completo idiota) e hizo que Albert se alejara completamente de Karen, hasta hace unos meses que reapareció.
En una ocasión yo los encontré besándose, fue cuando me di cuenta que tenían una relación ilícita, él me explico que la amaba y Karen me confesó todas las humillaciones y traición que le había hecho Archie, y que de verdad deseaba volver con Albert con quién jamás debió de haberlo dejado por complacer a papá.
No los juzgue por supuesto, ya que creo que todo lo que se hace por amor aún siendo un pecado, no tendría porque tener que ser una condena. Así que los apoye en lo que podía, e intenté acelerar el divorcio de Karen con Archie, pero la muerte nos ganó y se llevó a mi gran amigo.
—Karen, Albert no deseaba que estuvieras triste por él —digo colocando atrás de las orejas los cabellos que se salieron de su moño apretado—. Pero sobre todo tengo miedo que tu amor me atormente en sueños por dejarte llorar y no hacer nada para calmar tu llanto. —Mi objetivo de hacerla reír hace efecto ya que trata de darme un sonrisa—. Así que por caridad sigue adelante que yo y todas las personas que te quieren te vamos a ayudar.
—Creo que todas las personas que me quieren se reducen a tres personas; tú, Patricia y, y Albert —dice limpiándose las lágrimas—. Pero no lo culpo a los demás por no quererme, si soy aburrida, tonta, torpe, insípida, antisocial fea y…
—Ya basta de decir tantas tonterías —pido porque no soporto que ella se menosprecie así de esa manera—. Tú eres inteligente, bondadosa, interesante y muy hermosa lo que pasa es que ahora estás como ese ser de ahí.
Digo señalando a una oruga que está pasando en la madera del puente, Karen voltea y me mira muy enojada.
—¡Therius!
—Pareces una oruga, ahora nadie te quiere porque nos has pasado tu metamorfosis, pero cuando eso ocurra, cuando eso ocurra vas a salir de tu capullo como la más hermosa de las mariposas —digo y empieza a llorar, pero creo que ahora no te dolor, si no de emoción y porque la he conmovido acercó mis labios a su frente para darle un beso y otro abrazo—. Y yo voy a estar ahí para defenderte y darle unos buenos golpes a los imbéciles que quieran aprovecharse de ti, enana.
—Te quiero Graham —dice y coloca sus manos en mi cara—. No sé que haría si te perdiera.
—Morir del aburrimiento —bromeo dándole golpes en su mejilla—. Pero mejor no hablemos más de la muerte y mejor espera que tengo una sorpresa para ti.
—¿Qué sorpresa? —Pregunta ella con curiosidad.
—No comas ansias y mejor ayúdame y cúbreme con nuestro padre —pido tomando sus manos entre las mías—. Vuelvo el dos horas, te quiero enana.
Voy hasta mi automóvil el cual está estacionado lejos de la mansión en un punto para que los guardias de mi padre no se den cuenta que voy a salir ya que hay veces en los cuales yo me siento lo suficientemente valiente para salir sin la protección que me da mi papá.
Mientras conduzco no puedo dejar de pensar en Candice White, la joven que ayer me atendió y la que ayudo a Karen cuando se enteró de la terrible noticia de la muerte de Albert.
Candy es una joven, hermosa de rizos dorados, ojos verdes, piel blanca y lo que a mí parecer más me gustó fueron sus pecas, las cuales creo que están plegadas en su cara para ser admiradas.
Me preguntó si la señorita pecosa tiene alguna relación con algún chico, de solo pensarlo mi estómago se contrae por el coraje. No conozco a esa chiquilla, pero de lo que si estoy seguro es que debe tener decenas y decenas de pretendientes.
Llego a la cafetería favorita de Karen y dónde trabaja Candy. Me miró en el espejo de enfrente para ver si estoy precisable ya que quiero causarle una buena impresión a la señorita. Cuando ya estoy listo salgo de mi carro para ir a ver de nuevo a Candy White.
La cafetería está llena, gente tomando café, las demás compañeras de la pecosa sirviendo bebidas y postres, la busco a ella con la mirada hasta que la encuentro justo donde ayer estaba en el mostrador.
Me arreglo el cabello nuevamente, respiro hondo y tomo valor. No sé porque me siento nervioso.
—Buenas tardes Candy —digo con voz suave y haciendo acopio de todos mis talentos de actor para que ella no se de cuenta de lo nervioso que estoy.
—Eh… eh jo..joven Therius —dice ella claramente nerviosa, pero sonriéndome—. ¿Cómo estás? Supongo que viene aquí por el pastel de la señorita Karen.
—Tienes razón —respondo sonriendo. Hay algo en los ojos de la joven que hace que me emocione, es un brillo el cual no sé si interpretar que lo tiene siempre o solamente cuando me mira—. Pido disculpas, pero se me fue completamente imposible venir a primera hora de la mañana —pido disculpas ya que en serio yo pensé que si me levantaba más temprano podría venir por la sorpresa de Karen, lo que no contaba era que mi madre me “secuestraria” para que los estilistas me arreglaran.
Miro a Candy quien se ha quedado viéndome extrañamente, pero yo siento que nunca nadie me había visto con tanta ternura como lo hace ella.
—He señorita Candice, ¡el cheesecake! —digo para que salga de su ensoñación, aunque si por mí fuera dejaría que me siguiera viendo, así yo también podría verla por más tiempo.
—¡El cheesecake! —Responde ella gritando al darse cuenta que me ha estado viendo por varios minutos y que yo la he pillado—. Disculpa, disculpa Therius, es que yo no puedo, ¡ay no sé ni que es lo que digo, soy muy distraída y torpe!
Me río, creo que me está empezando a gustar mucho está chiquilla, su sonrojo, su torpeza, has su distracción me parece hermosa.
—Yo también soy torpe y distraído así que no te sientas mal —digo con sinceridad para que la pobre no se sienta avergonzada—. Cómo te decía no pude llegar en la mañana, pero aquí estoy.
—Ah sí el cheesecake, pues vera joven Therius, hice lo que me pidió para su hermana, pero el proveedor de pasteles ya llegó y creo que es mejor que le lleve uno de esos —comenta mientras entrelaza sus manos—. Ya vio lo distraída y torpe que soy, no vaya ser que en vez de azúcar le puse sal.
—Nada de eso —digo interponiéndome a su postura ya que sí o sí yo me llevaré el pastel que la pecosa hizo, no solo porque trabajó en ello, si no porque quiero probar algo que ella hizo—. No hay mejor detalle que el que fue hecho por las manos de alguien. Estoy seguro que Karen y yo nos encantará y ella se pondrá muy feliz que alguien tenga un detalle así como este.
—Entonces iré por el, vuelvo en un segundo —dice Candy y veo como desaparece.
Cuando vuelve trae en sus manos una caja blanca con un moño rojo.
—Aquí está —señala sonriendo—. Ahhh, pero quiero agregarle algo más. —Agarra un papel y un bolígrafo y empieza a escribir. Sé que no debería, pero quisiera saber que es lo que la pecosa le escribe a mi hermana, aunque no debería comer ansias porque claro, Karen de todas maneras me lo va contar—. Ahora así, y dele mis saludos a su hermana también dígale, de parte de todos nosotros que extrañamos a la mejor clienta que hemos tenido.
Saco mi billetera, le doy unos billetes de más ya que la chica se lo merece.
—Señorita Candice, la agradezco mucho por ayudarme a darle una sorpresa a mi hermana —digo tomando el pastel y por tan solo un segundo mis manos logran tocar las de ella.
Siento algo parecido a una corriente eléctrica o algo aún más fuerte que hace que paren los bellos de punta. Veo sus preciosos ojos y creo que ella también ha sentido lo mismo que yo.
—Gracias Candy —vuelvo agradecer cuando regreso a la realidad—. Y créeme que mi hermana volverá aquí tan a menudo que se cansarán de verla.
«Y yo vendré con ella solo para verte a ti» pienso. Una última sonrisa y voy hasta auto, busco las llaves en mi bolsillo, pero no las encuentro, así que miro por la ventana y me doy cuenta que las malditas llaves se quedaron puestas en el bombín de arranque.
—¡Que torpe soy! —Exclamo y me regaño a mí mismo por el descuido.
Lo peor de todo es que las ventanas están bien cerradas. Después de volverme a maldecir por otro rato más y recordar la voz de mi mamá diciéndome que soy por completo un inútil pienso en soluciones, pero la única solución razonable es romper el vidrio, ¿pero ahora la pregunta es cómo?
—Therius —llama una voz la cual estoy empezando adorar y la que justamente no quería que se me diera cuenta de mi tontería—. Pensé que ya te habías ido.
—Yo, pues…—mi pregunta de queda inacabada ya que ella saca sus propias conclusiones.
—Dejo las llaves adentro —asegura con una sonrisa la cual creo que señala que se está burlando de mí y de mi despiste—. No te preocupes a mucha gente le sucede.
—Gente idiota y tontos por supuesto —digo de manera muy brusca mientras me reclino en mi propio auto y me doy un manotazo en la cabeza—. ¡Por Dios santo que tonto soy!
—Hey, tranquilo —dice ella mirándome fijamente—, como dije antes esto les sucede a todo el mundo y no por eso significa que sean tontos o idiotas.
—¿Te parezco tonto e idiota? —Cuestiono esperando que la respuesta de la chica sea honesta—. Y respóndeme tranquilita y con total sinceridad.
—Me perece que eres la persona más interesante que he conocido —dice dejándome sonrojado, al igual que ella.
Muchas chicas me han dicho lo increíblemente guapo que les parezco, incluso lo bueno que podría resultar en la cama, por lo que he estado acostumbrado a lo mismo; deseo y belleza, pero nunca a que me dijeron que soy interesante.
Creo que en el fondo soy igual que mi hermana y me acomplejo de mi mismo.
—Bueno, creo que te ayudaré a sacar las llaves —asegura cuando se da cuenta que talvez lo que me dijo lo tome como un halago, junto lo que pensé e hice, tomar su respuesta como un halago—. Bueno en realidad tengo que pedirle al señor Stevens que venga, porque yo sola no podría.
Candy saca su celular y le marca a alguien, luego dice cual es el modelo y marca de mi carro, después cuelga y me vuelve a ver a mí.
—Bien ahora solo debemos de esperar al señor Stevens —anuncia—. Él es un excelente cerrajero y sé que podrá ayudarte sin necesidad de que rompa un vidrio o algo por el estilo.
Me río, porque eso era justamente lo que tenía planeado hacer. En frente de mí hay una banca así que me dirijo hasta ella para poder sentarme y esperar al tal señor Stevens.
Para sorpresa mía Candy me sigue y toma asiento al lado mío.
—Creo que Karen tendrá que esperar para comer su pastel —bromea Candy.
Su chiste me da risa, así que ambos nos reímos, hasta que nos quedamos en completo silencio, silencio el cual llega a ser un poco incómodo.
Me doy un manotazo y una regañada mental, ya que estos minutos que han pasado bien los pude aprovechar para platicar con Candy, pero tengo un ataque de timidez.
«Por Dios Therius, aquí está la oportunidad, para conocerla mejor y tú la desaprovechas»
—Así que, ¿tienes mucho tiempo trabajando para la cafetería? —Me animo a preguntarle y para darle a entender a mi mente que yo no soy ningún cobarde.
—No, pero conozco a la señora Marian de toda la vida —contesta viéndome—. He vivido toda mi vida junto con la señora Pony, así que cuando me quedé huérfana a los doce años, Marian, el señor Stevens, Mary Jane y la misma Pony fueron muy solidarios conmigo al ayudarme al seguir adelante y apoyándome con mis estudios.
—Tus padres murieron —digo impactado, ya que yo no me imagino una vida donde no estén mis padres—. Lo siento Candy puedo imaginar que es un dolor muy tremendo.
—Y no sabes cuánto, no hay día en el que no los recuerde y los extrañe —cuenta y su mirada se dirige hacia delante, se queda callada por un segundo y luego suspira—. Pero se aprende a vivir con el dolor, créeme.
—Te admiro —confieso ya que en verdad estoy sintiendo una admiración por Candy. No es fácil quedarse sin familia a esa edad—. Yo no sé que haría si perdiera a mis padres y eso que ahora tengo 21 años y a punto de terminar mi carrera.
—¿Qué estudias? —Pregunta ella.
—Comercio internacional con muchos y muchos cursos relacionados con mercadotecnia y administración de empresas —contesto sintiéndome patético por lo aburrido que es mi carrera universitaria—. Aburrido, ¿verdad?
—Bueno, si a ti te gusta no veo porque debe de ser aburrido.
—Ahí está el problema, ya que mi carrera soñada siempre va a ser dramaturgia —digo pensando en lo feliz que me sentiría si en vez de estar estudiando números y estadísticas, estaría estudiando e invirtiendo mi tiempo en la dramaturgia—. Mi madre fue actriz y su familia fueron unos buenos dramaturgos de su época, pero también hicieron varias películas, de hecho las primeras del cine.
—Eleanor Baker, ganadora de varios premios y la más grande actriz de Londres —dice Candy mencionando a mi mamá por como era reconocida cuando trabajaba de actriz.
—Ella es mi mamá —digo orgulloso—. Claro, dejo los escenarios, los foros y las cámaras cuando se casó con mi padre y desde entonces…—desde entonces ha estado en un castillo de oro dónde no le falta nada y no hace nada más que complacer a su marido—… es muy feliz con su matrimonio y sus tres hijos.
—¿Y tú eres feliz Therius? —Cuestiona, pregunta que me deja pensando.
Varias personas me han hecho la misma pregunta, y yo siempre respondo con las mismas palabras: “por supuesto que soy muy feliz” tengo todo lo que cualquiera pudiera desear, una familia, dinero, poder, un padre empresario, una bella madre, un futuro prometedor, pero, ¿realmente soy feliz?
Estoy a punto de responderle a su pregunta, pero un carro llamativo se lleva toda mi atención.
—Es el señor Stevens —aclara Candy y le hace señas—. ¡Señor Stevens, señor Stevens!
Del carro sale un señor algo robusto y canoso, saluda a Candy de manera cariñosa y paternal y luego la pecosa nos presenta. Después de las presentaciones, le comento lo que pasa y el señor Stevens asegura que tiene la solución a mi problema.
No tengo idea de cómo lo hace, pero el señor Stevens saca un enorme manojo de llaves, hace tres pruebas con diferentes llaves, hasta que saca la cuarta y es ahí donde la puerta se abre.
Respiro de alivio, porque no tengo que romper a pedazos el vidrio de la ventana.
—Aquí están sus llaves, joven Therius —dice Stevens dándome las llaves de mi carro.
—Muchas gracias, señor Stevens —agradezco de todo corazón—. ¿Cuánto le debo por este favor?
—¡Vamos, muchacho, si no a sido nada! —Exclama Stevens como si se hubiera ofendido por quererle pagar su trabajo y su tiempo—. Además Candy me ha dicho que su hermana necesita con urgencia que le lleves ese paquete, así que por eso vine por las rápido posible.
—Es para alegrar a tu hermana —agrega Candy—. Así que es el momento de que te vayas a tu casa.
—Muchas gracias a los dos, en serio —agradezco mientras me subo a mi carro—. Y para mostrar mi gratitud les mandaré un detalle a cada uno.
Digo, luego arranco mientras mi corazón late tan fuerte que creo que es por las muchas emociones que he sentido en este día.
Antes de que la imagen de la señorita pecosa desaparezca de mi vista, la veo en el espejo retrovisor y ahí está ella parada tal parece que está esperando a que yo también desaparezca de mi vista.
—¡Nuestro padre está furioso! —dice la voz de Karen asustándome cuando entró a la cocina y como consecuencia por el susto dejo caer el postre.
—¡Karen! ¡has hecho que tire al suelo tu sorpresa! —digo medio indignado porque para que ese pastel estuviera aquí pasaron muchas cosas.
—¿Mi sorpresa? ¿Acaso esto es…? —La curiosa de Karen se acerca al pastel que está en el suelo, lo destapa y tal como pensé el cheesecake está todo revuelto—. ¡Pero si es un cheesecake de los que me gustan! —Mi hermana prueba un poco con el dedo—. ¡Delicioso!
—¿No pensarás en cómetelo así? —Pregunto viendo como mi hermana levanta lo más rescatable del Cheesecake.
—Todos hemos comido peores cosas y sin saberlo —Es su excusa, mientras busca unos tenedores, me da uno a mí yel otro se lo queda ella—. Gracias por mi sorpresa Terry, me ha encantado.
—Si que está delicioso —aseguro al probarlo—. Candy es muy buena cocinera.
—¿Candy? ¿La rubia pecosa?
Le cuento a mi hermana toda la reseña acerca del pastel, incluida también lo de las llaves y como ella me ayudó para que el cerrajero llegará más rápido.
—Esa señorita gusta de ti —dice viéndome—. Y tú gustas de ella.
—¡Karen, por Dios no digas tonterías! —Exclamo sonrojándome—. Simplemente quiso ayudarme a darte una sorpresa, además. —Recuerdo la nota que me dio—. Te lo manda ella.
Karen lee la nota, luego la dobla y la guarda en su bolsillo.
—¿Y bien que dice? —Pregunto ya que desde que Candy la escribió tengo la curiosidad de saber que dice.
—Cosas de mujeres —responde con descaro—. Bien Therius Graham Grandchester Baker, tú le debes un detalle a Candy y al cerrajero, y resulta que yo te voy ayudar a conquistar a la señorita pecas.
Me río, creo que mi propósito de mejorar el ánimo de mi hermana está funcionando, ya que veo en sus ojos azules una chispa de diversión y efusividad, tal y como era antes.
Y también porque en el fondo quiero conquistar a la señorita pecas.
Continuará…
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Hola queridas, pues quien no quisiera un hermano como Terry, ya que lamentablemente de esposo no lo podemos tener =(.
pues bien quería decirles que disfruten mucho estos capítulos relajados y dulces porque después quien sabe si habrán
Las quiero
Que bonito yo tengo mellizos, niño y niña, y me parece verlos en Terry y Karen. 
pero con papá Richard quien sabe cómo se ponga todo. 
