Me alegra que el amor haya logrado domar el corazón de Eliza y ser feliz
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Gracias por leer amiga :kissing_heart:
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LizziVillers escribió:Querida Lady Arlday, quiero decirte que al principio no le di crédito a esta pareja (dispareja) pero lograste convencerme a pesar de todo de que aún siendo una persona horrible, Eliza, como todo ser humano también tiene derecho a amar y ser amada, creo que se sacó la lotería con Albert que es su todo opuesto. Me gustó que en este capítulo al menos ella reconoció todo el daño que le hizo a Candy y Terry con su trampa. Te felicito, bien escrito con un fuerte argumento que supiste defender capítulo a capítulo, por más historias así.
María Marta escribió:Felicidades Yuli
Tu escrito es precioso, me hiciste enganchar jajaja y eso que Eliza no es de mis personajes fav, pero en este relato, no sé cómo que si me cayó mejor, estar sola así como ella se sentia pues si puede ser muy dañino para una persona.
Y ame el "al fin en algo le ganó a esa hospiciona"
Gracias por compartir tus ideas
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Florecita escribió:Wow Lady Ardlay como todos tus trabajos me encanta
Me alegra que todos sean felices
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Sol Gmar escribió: EXELENTE HISTORIA
Martha Alvarez escribió:Mi querida Lady me a gustado muchísimo esta parejita de albert y elisa y como ella cayó en las red del amor por albert nadie está excepto de ese sentimiento
EleannaS escribió:¡Por los poderes mágicos de tu pluma, me hiciste como Eliza, Lady Ardlay! ¡Me encantó esta pequeña historia tuya! Ojalá Eliza también mostrara signos de cambio en la historia original.
¡Ojalá hubiera más capítulos aquí! ¡Qué gran pareja, Albert y Eliza están aquí! ¡Gracias por compartir esta historia de amor!
Julissa Graham escribió:Hermosa historia hermoso Final 🪷
Lady Ardlay escribió:Hola combatientes y lectoras de este bello foro. Les dejo el final de este mini fic, gracias a las valientes que abrieron su mente y leyeron esta historia aún siendo de dos personajes que solo en mi mente pudieron ser compatibles. Gracias por sus comentariosAPRENDIENDO A AMARPARTE III FINALAlbert estuvo dos semanas en Nueva York, yo estaba ansiosa, recibía sus llamadas discretamente, les había ordenado a los sirvientes que cuando él llamara me lo hicieran saber a mi primero y así lo hacían.Lee aquí los capítulos anteriores
A su regreso citó a mis padres y a la tía Elroy y ante la perplejidad de todos me pidió en matrimonio. Nadie lo podía creer, mi madre me veía sorprendida y la abuela casi se desmaya, entrecerró los ojos examinándome y yo volteé mi cara para que no viera mi sonrojo.
—Así que lo lograste hermanita, lo sabía, siempre te sales con la tuya. Salud, porque atrapaste al vagabundo, ahora estarás por encima de todos, de la huérfana y hasta de la tía abuela, ja, ja, ja.
Se río Neal, estaba borracho, meneé mi cabeza negando. Iba a decirle que estaba equivocado, pero…
—¿Eso es verdad Eliza? Fui solo una apuesta para ti —Albert me miró con odio.
—No… yo…
—Claro que no, señor tío abuelo. Eliza sería incapaz —Albert lo empujó antes que terminara de hablar— largo Neal, déjame solo con tu hermana.
Neal se acomodó el saco y salió soltando fuertes carcajadas
—Albert, no creas nada de lo que dijo Neal, está borracho, ya sabes como es.
—Me engañaste, jugaste conmigo todo el tiempo. ¿Querías poder, dinero? ¿Ser mejor que Candy? Y yo te creí.
—No es verdad…
—Es suficiente Eliza, ahórrate las excusas —él caminó a la puerta.
—No, no. Tienes que escucharme —me aferré a él sollozando, pegando mi cara en su amplia espalda —Yo te amo de verdad, te lo juro por mi madre, que es lo más sagrado para mí. Al principio —dije, y callé con el miedo brotando por mis poros, lo iba a perder, estaba segura, pero tenía que sincerarme si me iba a dejar, quería que por lo menos supiera la verdad— sí, lo pensé. Le pregunté a Neal que le parecería la idea de ser cuñado del poderoso William, la cabeza del clan.
Cuando todo comenzó lo hice buscando un beneficio para mí y mi familia, pero todo cambió cuando te empecé a tratar y descubrí que eras tan lindo conmigo, tú me tratas como a una joya invaluable. Me olvidé de Neal y el tonto plan desde las cabalgatas matutinas, ahí vi tu esencia… No sé cómo explicarlo, solo sé que cuando me besaste por primera vez ya estaba enamorada de ti, todo lo que te he dicho de mis sentimientos hacia ti es real. Cuando vi tu foto en los periódicos con esa mujer, ardí en celos, no podía soportar no volver a besarte o sentir la calidez de tus brazos —lo solté, él ni siquiera se volvió a mirarme, se quedó en el mismo lugar mientras yo daba vueltas estrujando mis manos, nerviosa.
Neal es un idiota, aunque me hubiera casado contigo no hubiera permitido que se metiera en nuestra relación. Qué ironía terminar el mismo día que nos comprometimos —dije limpiando mis lágrimas con el dorso de mi mano, me senté en la silla frente al escritorio, mis ojos miraban las figuras rómbicas de la alfombra, mi boca se había sellado esperaba escuchar que la puerta se cerrará y Albert saliera de mi vida para siempre.
Mi respiración se aceleró cuando vi los Oxfords negros en la alfombra, justo frente a mí.
—Eliza, mírame —habló pausado, soltando un suspiro.
Alcé los ojos y él se acomodó su cabello hacia un lado, se lo había recortado para la ocasión, lo dejo corto, muy corto, pero se veía guapísimo con sus orejas despejadas y ese flequillo a un lado. A veces me parecía estar viendo a Anthony, se le parecía mucho ahora que lo pienso. Pero Albert es un hombre de mundo, experimentado en muchas cosas y Anthony tenía un aire inocente… dejé a un lado mis pensamientos cuando lo vi meter su mano al bolsillo y sacar un cigarrillo.
—¿Fumas? Nunca antes te vi haciéndolo —inquirí
—A veces lo hago, no siempre. Pero eso es lo de menos, —sus facciones estaban endurecidas, me sentí intimidada y me encogí un poco en la silla— quiero saber si puedo confiar en ti, cómo sé que no estás mintiendo. Estoy de acuerdo que Neal es un idiota, pero ¿y tú?, ¿quién eres? Siempre creí que a pesar de tu comportamiento con Candice y con el resto del mundo, eras la persona más sincera que podía existir, y me sales con esto.
Me paré, lo agarré por los brazos y acerqué mi cara a la de él
—Y no te equivocabas cuando pensabas que era la persona más sincera, porque lo soy. Para todos soy una odiosa, una desalmada, una villana que no tiene corazón, Archie y Annie lo piensan, Anthony también lo pensaba. Todos llegaron a esa conclusión por lo mal que traté a la… a Candy. Quizás lo soy, pero escúchame Albert, seré lo que quieras, pero nunca voy a traicionarme a mí misma, jamás seré una hipócrita que se desvanezca en halagos por alguien o finja ser la mejor amiga de tu hija, y a sus espaldas hable mal de ella. Como lo es Annie, porque seamos honestos, lo ha hecho y ahora se la da de buena.
—Eliza, que tiene que ver eso con nosotros —me soltó con brusquedad.
—No quiero que tengas una idea equivocada de mí y créeme, por favor. Sí, me acerqué a ti por interés, pero después todo cambió. Esa es la verdad, si no la quieres creer, entonces eres libre de salir y romper el compromiso delante de todos. Te amo, pero no me voy a humillar y ni a suplicarte tu perdón. Cometí un error, pero al final me enamoré de ti, esa es la verdad.
El despacho se llenó de un silencio sepulcral, el reloj marcó las nueve de la noche y los minutos transcurrieron lentamente, con los ojos azules puestos en mí, descifrándome, buscando rastro de mentiras en mi semblante.
—Está bien —dijo después de diez minutos— nuestro compromiso seguirá en marcha, pero no esperes que confíe en ti de inmediato.
—Entonces no le veo el caso de seguir comprometidos, si no vas a confiar en mí esto se irá al fondo de un abismo.
—Es lo que puedo ofrecerte Eliza, gánate mi confianza o mandamos todo al diablo de una vez.
Salió dando un portazo, me volví a sentar y esta vez hundí mi cara en mis manos, liberando mi llanto.
¿Qué puedo hacer? —susurraba
—Demuéstrale que lo amas de verdad —dijo esa odiosa voz, la vocecita de Candice, me quede quieta, tragándome mis sollozos. Enderecé la espalda antes de levantar el rostro.
—¿Qué haces aquí? — me levanté y le di la espalda
—Estaba buscando a Albert, iba a marcharme cuando escuché los gritos, pero luego te escuché llorar. Yo te creo Eliza, déjame hablar con él, debes comprenderlo; no es fácil lo que le acabas de confesar.
—No necesito tu ayuda —me giré y la vi con desprecio, es que una vez más ella ganaba, se iba a casar con el hombre que amaba, desde su reconciliación se ven felices y todo parece salirle bien todo el tiempo, en cambio, a mí todo me sale mal. Pero luego pensé que amo mucho a William como para perderlo por orgullo y si ella sí podía ayudarme, entonces aceptaría— ¿Por qué lo harías? Te he hecho cosas horrendas, debes odiarme porque por mi culpa Terry y tú se separaron y dejaron Londres, y de ahí se desató una ola de infortunios en su relación.
—Porque quiero a Albert, como a un hermano. Quiero que sea feliz, no me gusta verlo solo y aunque creí que había enloquecido cuando me dijo que estaba enamorado de ti, me dio gusto ver ese brillo que nunca antes le vi, lleno de vida y pleno. Tú también has cambiado, Eliza, eres más amable y te ves feliz y enamorada. Déjame intentarlo —se acercó y me agarró las manos, asentí y me lancé a llorar a su hombro.
Esa noche fingimos ser la pareja feliz, yo sonreía forzadamente, atendimos a todos los que se acercaban a felicitarnos, bailamos tres piezas y después intercambiamos parejas.
—Sonríe mi amor, la gente nos está mirando —me dijo al oído, girando conmigo por la pista.
—Hago lo mejor que puedo, quizás si no tuvieras el ceño fruncido cada vez que me miras, creerían que estamos felices.
—Entonces me esforzaré de ahora en adelante.
—Felicidades de nuevo, querido Albert —Candy se despedía de nosotros, Terry no dejaba de verme con odio, ni siquiera nos felicitó. Él sí que es rencoroso— Que les parece si nos reunimos mañana en el rancho de Tom, aprovechando que estamos en Laekwood.
—Estoy seguro de que Eliza no querrá ir —se apresuró a responder Albert.
—Estaré encantada de ir a ese rancho, ¿a qué hora nos vamos? —Albert alzó una ceja y Terry resopló jalando a Candy por el codo.
El rancho de Tom no era tan desagradable como pensé, el ambiente era más cálido. Su padre es un hombre muy atento, nos recibieron con un rico desayuno, no es lo que acostumbro a comer, pero es realmente delicioso. Nunca pensé convivir con Candy y esta gente, cuando ellos se enfrascaban en una plática yo me alejaba, no sabía como involucrarme, era totalmente ajena a ellos, pero Candy se encargaba de sacarme de mi aislamiento.
De pronto Albert no estaba con nosotros, me disculpé y lo busqué por los alrededores de la casa, hasta que vi el establo, ahí estaba platicando con el mozo de cuadra.
—Esto te gusta, ¿verdad? —pregunté sentándome al lado de Albert, estaba sentado en un bloque de heno, acariciando a un caballo.
—Los animales son los seres más nobles que existen sobre la faz de la tierra.
—No lo creo, las serpientes, las hienas, los tigres no parecen tan inocentes —me senté a un lado sobre otro bloque.
—Son buenos, pero si los dañas responden con agresividad, es su instinto para sobrevivir. Nosotros somos unos depredadores y los atacamos por el simple hecho de temer por nuestra vida. Es normal que cualquier ser vivo, por muy bueno que sea, se muestre a la defensiva si alguien le ataca o se siente traicionado —fruncí los labios y asentí, ahí estaba la indirecta para mí.
—¿Sigues enojado conmigo? Pensé que habíamos dejado eso atrás, en la mañana parecía que habías olvidado todo —le recordé, viniendo a mi cabeza lo que pasó esa mañana en la sala. Estábamos solos tomando el té, tomó mi mano para besarla, pero sus labios buscaron los míos y nos fundimos en un beso acalorado, sus manos acariciaban mi espalda y caderas, nunca me había besado así.
—Eso no quiere decir que me haya olvidado que solo fui una burla para ti
—No lo eres —aseveré.
—Ya va a empezar la carrera —se puso de pie y se sacudió las pajas de heno que se pegaron al pantalón.
—¿Cuál carrera? —él se empezó a reír y salió sin esperarme.
Afuera las risas, y gritos de Candy y Terry llenaban el lugar, estaban jugando como dos niños, no cabe duda que no saben comportarse. Terry corría detrás de ella, y Candy saltaba las rocas y se escapaba de los brazos de él.
—Ya elegí mi caballo —dijo de pronto Albert.
—Con que Tormenta te gustó, pero es un poco salvaje, te sugiero que elijas otro —aconsejó Tom.
—Me parece dócil, deja que lo monte, soy experto domando fieras —me dedicó una mirada y pude sentir el calor en mis mejillas.
—Ja, ja, ja. Entiendo amigo, todo tuyo entonces —el granjero me vio burlón y me guiñó un ojo.
Me fui a sentar en un tronco, esperando que la dichosa carrera empezara. Y como era de esperarse, Candy también va a participar, se montó en una yegua blanca llamada Estrella, Terry en un precioso corcel marrón y Tom en un gran caballo negro.
—¿De verdad no quieres participar Eliza? —me preguntó Candy antes de unirse a los demás.
—Aquí estoy bien —grité, señalando el tronco.
Tom fue el primero en salir y encabezar la carrera. Pronto los perdí de vista, los cuatro iban riendo, Albert lucía feliz esa mañana, radiante con su traje de equitación color crema. Se veía muy apuesto y mi corazón saltaba de emoción cuando sus azules ojos se posaban en mí. Me llené de paz cuando me volteó a ver y me guiñó un ojo. Había pasado un tiempo desde que salieron y francamente ya estaba aburrida, no sabía que tan lejos estaban, me arrepentí de no haber ido con ellos cuando mis piernas se empezaron a entumecer de estar sentada. El sonido de los cascos anunciaba la llegada, me paré de un salto sonriendo, Albert era un excelente jinete y estaba segura que él ganaría. Pero la sangre se me congeló al ver a Tom con Albert montado en su caballo, pero desmayado.
—¿Qué sucedió? —corrí apenas llegaron.
—Eliza, no te preocupes, todo estará bien.
—¡Pero está sangrando! —respondí alterada— ¡¿qué le pasó?! —me aterré, a la única persona que había visto sangrar así… fue a Anthony— No, por favor, Albert no te mueras —lo abracé, estaba tendido en el suelo con su piel pálida— ay no, no, por favor no — empecé a llorar.
—Eliza, hazte a un lado. Está bien, solo está inconsciente.
—¿Cómo puedes saberlo? ¡Está sangrando, por Dios! —me alteré.
—Eliza, ven acá. Deja trabajar a Candy —por primera vez Terry me habló, se veía preocupado, eso solo me hizo entrar en pánico, me estaban ocultando que lo que le pasó a Albert era más serio de lo que pensaba.
Entré en shock y empecé a gritar descontrolada, lloraba y no podía detenerme.
—¡Albert, Albert! —gritaba fuera de sí.
—Terry, llévate a Eliza de aquí —escuché decir a Candy, Terry me agarró por la cintura y me llevó arrastra a la casa.
—Se va a morir —musitaba con la cara mojada por las lágrimas.
A lo lejos veía a Candy dando indicaciones, escuché cuando Tom mandó a alguien por el médico. Empecé a patalear hasta que Terry me soltó y de nuevo corrí junto a Albert.
—Albert, no te mueras, por favor —me recosté en su pecho que latía débilmente.
—Eliza, estará bien, déjame curar sus heridas —pidió Candy con suavidad.
—No quiero dejarlo, cúralo así. Yo te ayudaré, pero no me pidas que lo deje —Candy asintió y juntas limpiamos la sangre que corría por su cabeza. Tenía unos moretones en la frente, y la ropa sucia —¿Qué ocurrió? —pregunté más calmada.
—Perdió el control del caballo, cuando esté empezó a ir más rápido. Tormenta relinchó tirándolo al pasto —a Candy se le quebró la voz mientras me contaba—. El animal cayó por el acantilado que da a la cascada, Tom dice que lo mejor que le pudo pasar a Albert fue que el caballo lo tirara.
Cuando el médico llegó lo examinó, le suturó la herida en su cabeza, pero él no despertó.
—Estará bien, la señorita Ardlay hizo un excelente trabajo. No puedo hacer más por él, el señor William debe despertar por la noche o mañana, debido a la fuerte contusión que tuvo en la cabeza.
—Eliza, ve a descansar. Olivia cuidará de William —la tía abuela me habló con voz apagada.
—No tía, yo me quedaré con él.
—De ninguna manera, no puedes quedarte sola con él. Es tu prometido y no están casados.
—¡Por Dios, tía! No pensará que en la condición de William deshonraremos a la familia.
—Tienes razón, es solo que con esto —se le quebró la voz y se echó a llorar junto a la cama— ya pasamos por esto con Anthony, nunca pensé que Albert pasaría por algo igual.
—No es lo mismo —la abracé, Albert estará bien, Anthony no tuvo oportunidad, murió al instante —mi pecho dolió al recordar el horrible accidente de Anthony.
—Mi niño, mi pequeño Anthony… —la tía abuela se desmoronó como nunca la había visto— tenía una vida por delante. No creo tener la misma fortaleza si algo le pasa a William —acarició la cara de Albert y luego besó su frente— regresaré en la mañana.
No pude dormir esa noche, Albert tenía fiebre, Olivia trajo agua fresca y yo remojaba un paño y se lo ponía en la frente. Él deliraba y se agitaba en el sueño, pasó la noche intranquilo y yo sin poder cerrar los ojos. El médico lo revisó por la mañana, la fiebre había cedido.
—La herida va cicatrizando bien, la fiebre puede indicar una infección, pero el señor William se ve bien. Esperemos que no regrese la fiebre —el médico siguió hablando con la tía abuela afuera de la habitación y yo seguí observando a Albert, a pesar de la mala noche él lucía sereno y saludable.
—Por favor despierta —le dije besando su frente — me arrodillé junto a la cama para hablarle al oído — no puedes dejarme viuda antes de casarnos —besé su mano y la puse sobre mi mejilla.
—¿A caso ni moribundo me dejarás de seducir? —escuché su débil voz.
—¡Albert! —reí con las lágrimas corriendo por mi cara— No, nunca te librarás de mí. Si tengo que seducirte toda la vida, entonces lo haré —lo besé en los labios y él se quejó porque mi frente choco con la de él.
—Lo siento —dije poniéndome de pie—. Ahora vuelvo.
Salí gritando al médico que por suerte aún estaba hablando con la tía abuela en las escaleras.
—Estoy bien, solo fue una simple caída —dijo al tiempo que el médico abría sus párpados y revisaba su cuerpo.
—¿Una simple caída?, pero si casi mueres —replicó la tía Elroy.
—Lo amas mucho Eliza —afirmó Candy que estaba detrás de mí, ella estuvo al pendiente de Albert en la noche, pero yo no dejaba que nadie más lo atendiera. Por eso ella confió en mí y me dejo con Olivia.
—No sabes cuanto —expresé.
—Entonces hazlo feliz, quiérelo siempre y no lo lastimes nunca —apretó mi brazo y salió de la habitación.
Dos años después…
La boda de Candy fue antes que la nuestra, pero me complace decir que yo encargué primero, por fin en algo le gané a esa hospiciana. Bueno, bueno, nos hemos hecho amigas, ahora soy su madrastra, así suele decirme para molestarme, claro que siempre en son de juego.
Cuando vamos a algún evento me llena de orgullo decir que soy la señora de Ardlay, no lo niego, me encanta que me vean a su lado. Porque sé que mi esposo se roba el suspiro de más de una mujer, pero tengo la certeza de que su amor solo es mío.
Albert es un esposo amoroso, me llena de mimos cada vez que llega a casa después de un largo día de atender los negocios de la familia. Ambos estamos expectantes a la llegada de nuestro primogénito, solo falta una semana, tal vez dos, pero Albert cada noche hace el mismo ritual. Se agacha hasta estar a la altura de mi vientre, lo acaricia mientras le habla a nuestro bebé, le dice que lo ama y que espera impaciente su llegada, luego le da un beso largo a mi abultado abdomen y solo entonces se para, acaricia mi cara y me da un beso lento en los labios. Finaliza el saludo con “un te amo, Eliza”
FIN
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» El Ciber Hogar de Pony » Guerra Florida 25 Aniversario » ⋆•ᵕ❥ ᵕ⁎ ॢ LAS MUSAS DE GRAHAM Presentan: Aprendiendo a amar Parte III (final) /Eliza x Alberth) by Lady Ardlay ⋆•ᵕ❥ ᵕ⁎ ॢ
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