TU AMOR ME SABE BIEN.Capítulo 6.
Annie movió solo un poco la cabeza ya que el cuello le dolía, sentía los ojos pesados y le ardían, había llorado como nunca hasta quedarse dormida. Estaba por amanecer, debía arreglarse para recibir a Archie de la mejor manera posible, pero el martilleo en la cabeza la hizo volver al sofá.
Su móvil no dejaba de vibrar, así que lo tomó y se admiró de ver tantos mensajes en su bandeja de entrada. Unos eran de Tom, que por supuesto, ignoró. Otros eran de Candice, los leyó rápidamente, su amiga le decía que había salido a caminar la noche anterior y que ya estaba en su habitación.
Se asustó cuando vio los de su novio, eran demasiados y entonces como arrastrada en un vórtice, su mente la llevó horas atrás… Desesperada y presa de la culpa, le había confesado su desliz a Archibald. Escuchó todas las notas de voz que ella le envió y las de él, la ansiedad acrecentaba con cada mensaje que leía, aquello no podía estarle pasando, no a ella.
Bueno, sí, se recordó, ya que ella tenía la convicción de que le pasaban las peores cosas en la vida, aseguraba tener una suerte de mierda. Y prueba de ello, era de que en un santiamén el guapísimo Archibald Cornwell, había pasado de ser su casi prometido a ser su ex novio. Las lágrimas salían de sus ojos sin control, se sentía fatal. Necesitaba contarle a Candice su falta, debía pedirle ayuda, no podía perder a Archi.
Se duchó y bajó en busca de Pony, necesitaba algo para aliviar su resaca.
—¿Brighton? — Terius abordó a la pelinegra al verla acercarse.
La cirujana agradeció llevar puestas sus gafas oscuras, al reconocer a su ex compañero del colegio. Sí, el mismo arrogante y rebelde, pero ahora era un hombre mucho más alto, más maduro, más guapo, más atractivo y más de todo. Pero, ¿qué hacía él en ese lugar? Además, ¿desde cuándo era que la saludaba?, sí en el colegio siempre la trató como un cero a la izquierda—. Terius Graham—. Se limitó a balbucear.
—Vaya, también me da gusto de verte—. Él dijo con una sonrisa socarrona, dejando confusa a la cirujana.
—Yo… No sabía que estabas por acá…
—Llegué ayer—. Al castaño no era que le agradara mucho conversar con ella, pero si era amiga de Candice, debía de hacer el intento, no le quedaba de otra—. De hecho, he conocido a tu amiga Candice, anoche estuve con ella y he quedado en llevarle el desayuno—. Dijo, siendo directo, no le gustaba andar con rodeos, y mucho menos entablar conversación con la “Tímida”, sí, también había recordado como era que la llamaban todos los alumnos en el colegio.
—¿Qué? ¿Cómo qué estuviste con Candy? — Eso sí la había tomado por sorpresa.
Él sonrió de lado—No es lo que crees, pero bueno, te dejo, porque ya traen la comida—. Él recibió la charola con el desayuno. Annie se quedó atónita, y con la cabeza dándole más vueltas que antes. Lo vio alejarse con esa arrogancia tan típica en él.
Pony se le acercó y le sirvió un vaso con su remedio casero para aliviar la resaca; ella le agradeció y se lo bebió todo. Empezó a revisar su celular y entonces fue cuando notó la hora en que su amiga le había enviado los mensajes, «¡Por Dios!» exclamó por lo bajo. Era claro que la doctora rubia no había dormido en su habitación, y ella ni cuenta se había dado.
Pero en eso, se quedó tiesa al escuchar la voz de Tom al acercarse. No fue necesario girarse porque él llegó a la barra. Steves iba acompañado de la despampanante castaña, fue entonces que Annie la reconoció, era la modelo de cosméticos, misma que el día anterior había visto con el hombre guapo de sombrero, claro, claro, finalmente lo reconoció… El enigmático hombre había sido Terius, pero ahora no entendía ni un comino lo que pasaba.
Sintió que la sangre quemaba su cara al notar que ambos castaños llevaban el cabello húmedo, se notaban demasiado cercanos para su gusto.
«¡Maldito hijo de puta!» Dijo en su interior. Por supuesto, qué podía esperar de un tipo como él, un maldito gilipollas, ya que mientras ella estaba al borde del colapso porque su relación de años se había ido a la mierda, seguramente él había terminado de quitarse las ganas con la modelito.
Se bajó del banco y salió del lugar como alma que lleva el diablo. Tenía que recuperar a Archibald Cornwell al precio que fuera.
— ♡ — Chicago Illinois.
Archibald no había podido salir al encuentro con su novia en California, tal y como lo habían planeado. Ya que su automóvil había presentado una falla y lo tuvo que llevar al taller. William, Stair y Tony les ofrecieron sus autos, pero los rechazó. Pensó en irse en un vehículo de alquiler, pero no estaba convencido del todo. Comprendió entonces que el destino le estaba dando una señal y en definitiva, no le convenía realizar aquel viaje.
Suspiró pesadamente, reprodujo de nuevo los audios que Annabeth le envió por la noche. Quizás había actuado como un idiota al tomarle la palabra a ella, quién muy ebria, le pidió terminar su noviazgo. Pero no, no más se dejaría pisotear por esa mujer. Sus lágrimas eran de dolor, pero sobre todo de furia, al imaginarla entregándose a otro hombre, porque eso era lo que había repetido la pelinegra hasta el cansancio.
Seguía encerrado en su habitación, y dispuso no salir por ese día. Además, como había programado sus vacaciones, estaba libre de responsabilidades.
Marcó a la oficina y le pidió a Florecita, su secretaria, que le comprara un boleto de avión a cualquier destino, lo único que quería era irse lejos y lo más pronto posible. Florecita se limitó a obedecer.
Al cabo de treinta minutos la eficiente secretaria, lo llamó para darle el listado de destinos, pero antes de que ella terminara de hablar, le dijo que se iba a Escocia, con sus primos y hermano. Florecita lo conocía tan bien que no le sorprendió la resolución tan espontanea, así lo hizo, y en cuestión de dos horas lo tenía todo listo.
Napa, California.
—No lo puedo creer Annabeth, en verdad que no lo puedo creer—. Candice negaba con la cabeza al tiempo que daba vueltas como león enjaulado en su habitación, si seguía caminando así, haría un hueco en el piso. La cirujana tenía los ojos y nariz, rojos e hinchados ya de tanto llorar—. Te lo dije, Annie, te lo dije. Además, cómo es posible que te acostaras con él de primas a primeras, es inaudito—. Dio una amarga sonrisa— ¡Ja! Ahora comprendo tu insistencia de ir a la fogata, y es que yo lo vi Annie, lo vi todo desde que llegamos—. Se dejó caer en la cama—. Mi primo a de estar muy mal —, la rubia se llevó una mano a la frente y la masajeó con desesperación, tenía jaqueca. Llevaba rato tratando de comunicarse con su primo, pero él tenía apagado el móvil. Lo llamó a su apartamento, pero nadie respondía y era porque la señora del servicio, también había sido enviada de vacaciones.
—Te lo suplico Candy, por favor no quiero perderlo y solo tú puedes ayudarme—. La ojiazul suplicaba arrepentida.
—Lo siento mucho, en verdad lo lamento, pero creo que la decisión que él tome, o, mejor dicho, la que ya tomó, se debe respetar. Y perdona lo que te voy a decir, pero recuerda que cada vez que se te antoja lo has mandado a la mierda, y él ya no se merece que lo trates como un juguete—. Las palabras de la rubia estaban siendo demasiado lastimeras, y es que en parte ella también se sentía defraudada.
Annie no protestó, porque aquello era verdad. Ella era muy insegura de si misma, y siempre que podía le montaba escenas de celos al noble de Archibald.
Candice recibió un mensaje y sonrió con un brillo especial en los ojos, era de Terius invitándola a dar un paseo a caballo, la tarde era estupenda… Pero, sin embargo, tuvo que rechazarlo porque no podía dejar a Annie en ese estado. Ahora más que nunca tuvo el deseo de ahorcarla con todas sus fuerzas.
Continuará...