Hola de nuevo, les dejo actualización. ¡Saludos y abrazos!
TU AMOR ME SABE BIEN.
Capítulo 12.
La doctora fue muy cuidadosa con sus palabras, ya que no reveló nada comprometedor sobre su relación con Terius Graham. Después de un par de horas más, Will y Tony se retiraron, la señora Elroy por su parte se durmió, había sido un día con muchas emociones y estaba agotada. En cambio, Candice y Archi se quedaron a dormir en la Mansión, bueno, sí a eso se le llamaba dormir, ya que se fueron a la sala principal y al calor de la chimenea ella estaba dispuesta a escucharlo.
Archie le sirvió una copa de vino, aunque ella recordó la promesa que se hizo a sí misma de no volver a beber, no pudo hacerle el desaire a su querido primo, ella sabía que lo necesitaba.
—¿Cómo está? — Empezó la plática con solemnidad.
La rubia soltó un suspiro —. Bien, aunque ahora la veo muy poco, a pesar de que nuestras clínicas están cerca.
—Ya yo sabía lo de Tomás—. Confesó el joven elegante. Candice lo vio confundida—. No me tomó por sorpresa, ¿Sí recuerdas que yo fui el de la idea del viaje al viñedo?
—Claro, ahora lo recuerdo—. Ella dio un sorbo a la copa que tenía entre sus manos.
Archie seguía con su vista clavada en el fuego de la chimenea. Así pasaron unos minutos más en silencio.
—Yo quería mucho a Annie, tú mejor que nadie sabe todo lo que hice por ella, siempre le ayudé y apoyé—. Candice solo asintió—. Supe del tipo en una de las pláticas con la señora Brighton, fue ella quién me contó sobre las eventuales vacaciones que ellos realizaban por el viñedo. Pero la verdad, nunca creí que realmente a Annie le interesara alguien como él, es decir… Tu me entiendes—. Finalmente la vio a los ojos y ella hizo un puchero, le dolía ver a su primo hablando de ese tema, pero sabía que era necesario para que él sanara su alma—. Aquel día de San Valentín, después de cenar la llevé a mi departamento, quería estar con ella, ya que, por la universidad y trabajo habíamos estado muy distantes. Yo traté de mantener viva nuestra relación, y te consta que fui muy paciente. No sé si supiste, pero su padre fue demandado en la empresa donde era socio, por negocios ilícitos—. La rubia abrió los ojos con sorpresa, porque eso no se lo esperaba—. Ella me llamó desesperada que su padre tenía orden de captura y les fueron a confiscar todos sus bienes materiales, les congelaron las cuentas bancarias, prácticamente lo perdieron todo.
—Espera, supe que vendieron todo porque se mudaron a Paris. Es allá donde viven los señores Brighton ahora, ¿no?
—Estás equivocada gatita, el señor sigue en prisión, empecé a llevar su caso, pero cuando la investigación me dio las pruebas suficientes, descubrí que el señor fue un gran estafador y es culpable. Se lo dije a Annie y a su madre, por eso es que la señora se fue a vivir a Londres con una de sus primas.
—Yo le di alojamiento a Annie, me dijo que no quería irse del país, porque quería graduarse, además tampoco quería ir a vivirse a el campus de la facultad—. Candice expresó con un tono de desilusión—. Espera, ¿entonces cómo es que terminó de pagar la universidad? No me digas que tú…
El castaño de ojos color miel, esbozó una triste sonrisa—. Sí. Yo le prometí apoyarla hasta que se graduara, pues algún día iba a convertirla en mi esposa.
—Archie…
—El dinero va y viene gatita, ella lo necesitaba y yo estaba en posibilidades de ayudarla, así que no fue un sacrificio.
La joven mujer no daba crédito en lo que oía, negaba con la cabeza—. Archie, y si sabías todo eso ¿por qué volvías a su lado cada vez que te mandaba al diablo?
—Por idiota e imbécil, creo que el amor te hace cometer estupideces.
—Pero, si estaban en quiebra, ¿cómo es que tenía tarjetas de crédito?
Él no necesitó responder ante lo obvio.
—Creo que por eso es que no me dolió tanto el terminar con esa relación, y no quise hacerlo antes por miedo a que cometiera una locura en medio de toda la desestabilidad que estaba pasando en su familia. Nuestra relación se volvió monótona, ya no era yo quién la hacía sonreír, no tenía pruebas, pero tampoco dudas; una noche dormíamos, cuando su celular sonó varias veces, ella estaba algo ebria y no escuchó, yo lo alcancé para silenciarlo y fue cuando me di cuenta que eran llamadas de un tal Tom. Desde ese momento supe que algo no estaba bien entre nosotros, y cada vez que intentaba tocar el tema, ella lo evadía argumentando que tenía mucho que estudiar. Nunca le reproché nada Candice, ni lo haré. Mi conciencia está tranquila, ella es la que tiene que lidiar con todos sus demonios internos. Yo por mi parte he aprendido la lección, y aunque su recuerdo aun esté presente en mi vida, me siento bien como estoy. Me alegra que ya esté ejerciendo porque un mes después de nuestra ruptura cancelé todas sus tarjetas de crédito, si bien es cierto que el dinero no supone un problema para mi en estos momentos, tampoco era tan tonto como para seguírselo dando.
—Fuimos unos ciegos—. Ella soltó con decepción y se limpió unas lágrimas silenciosas—. Cuando Karen me lo dijo no quise creerle, en el fondo tenía la leve esperanza de que todo fuera mentira. Volvimos del viñedo antes porque a donde quiera que íbamos, ella y Karen se peleaban.
—¿Karen es la modelo, amiga de tu novio?
—No es mi novio, y sí es ella.
—Pues eso de que no son novios repítelo, hasta que te lo creas—. La doctora se sonrojó—. Cuando fue la inauguración de tu clínica, dejó muy bien claro quién era en tu vida—. Él sonrió de lado y Candice recordó ese día…
Tal y como lo habían planeado meses atrás, el día de la inauguración de las clínicas llegó. Esa noche asistieron algunos médicos colegas, amigos íntimos y por supuesto el hermano y primos de Candice; aunque entre las graduandas hubo distanciamiento después del viaje, debían realizar aquella ceremonia ya que había sido un regalo de la señora Elroy, quién todavía se encontraba en Escocia.
En la recepción, los cuatro jóvenes Ardlay se pavoneaban con orgullo por el logro de su pequeña pecosa, sobre todo William que siempre admiró la tenacidad de su hermanita. Después de que el sacerdote roció agua bendita por el lugar, fue William quien disertó un breve y muy elocuente discurso. Luego de los aplausos, fue Allistair quién procedió a realizar un brindis. Los invitados se pusieron en pie y alzaron sus copas con la fina champaña, ¡Salud! Dijeron a una voz, cuando la presencia de cierto castaño de ojos azules, de porte y andar elegante se hizo notar.
Terius no conocía a los Ardlay, si sabía que Candice tenía un hermano mayor que era gerente de RRHH en una empresa multinacional de comida rápida, que sus padres habían muerto, que creció junto a tres primos, que a uno de ellos le gustaban las flores y era arquitecto, a otro le gustaban los aviones y trabajaba en una base militar, y el otro era abogado de gustos exclusivos. Ah, y también sabía de la existencia de una tía abuela, que había fungido como madre de todos ellos.
Con pasos lentos se fue acercando, ignorando las miradas sobre él. Se alegró mucho de ver a una cara conocida, era Albert un viejo amigo iría a saludarlo, pero en su camino, de espaldas apareció la dueña de sus suspiros. La doctora estaba muy distinta a como la recordaba, el vestido rojo pasión que lucía era elegante, entallado y demasiado sensual. Era la primera vez que la veía con sus rizos largos cayendo libres sobre su espalda blanca, y eso le fascinó, pero no era todo, cuando ella se giró, notó el corte profundo del vestido en una de sus piernas, piernas qué ya había visto en el viñedo, por supuesto, pero no de la manera tan elegante y estilizada, como esa noche.
Se había quedado mudo, detallando en la mujer frente a sus ojos.
—Joven, parece que la doctora Ardlay lo está llamando—. Alguien le dijo, haciéndolo reaccionar.
Y así era, Candice lo había visto llegar, y cómo no hacerlo, si él imponía su presencia con el solo hecho de respirar. Iba pulcramente vestido con un traje a la medida de tres piezas, en color gris oscuro y en esa ocasión había peinado su cabello hacia atrás.
Los meseros empezaron a servir la cena, mientras que un saxofonista ejecutaba melodías armoniosas.
William, Terius y Candice se sonrieron, el castaño primero la saludó con un suave beso en la mejilla, muy cerca de la comisura de sus labios rojos. Y luego los dos hombres, se fundieron en un gran abrazo palmeando sus anchas espaldas, dejando confundida a Candice.
—¿Albert, no me digas que eres el hermano de Candy? —Graham fue el primero en preguntar, luego del abrazo.
—Ja, y tu no me digas que eres su nuevo "amiguito"... — Ambos se carcajearon, y en seguida explicaron a la rubia, de dónde es que se conocían.
Tomaron asiento pues tenían mucho que platicar, sin embargo, Graham maldijo en sus adentros al no quedar al lado de Candice como había ansiado.
—Mucho gusto, Arquitecto Anthony Brower Ardlay—. El joven hombre a su lado se presentó.
«Así que este es el de las rositas». Pensó el castaño.
—Capitán Allistair Cornwell Ardlay—. El castaño con lentes, le palmeó la espalda con confianza.
«Y este ha de ser el loco de las tuercas, aviones y esas cosas». De nuevo pensó Graham.
Antes de presentarse, contempló a la doctora quién tomó asiento enfrente de él, quizás esos intrusos no dejarían que hablaran, sin embargo, él aprovecharía al máximo en recrearse la vista.
—Mucho gusto, Terius Graham Granchester Baker, agente inmobiliario—. Se presentó con su sonrisa arrogante.
Continuará...