Feliz inicio de semana queridas amigas, les dejo actualización. Gracias por leer y comentar, en verdad me hacen el día. ¡Saludos!
TU AMOR ME SABE BIEN.
Capítulo 10.
Candice saludó con cordialidad a Lupita, la jovencita amable que era enfermera y a su vez su secretaria. Ardlay llevaba ejerciendo su profesión alrededor de seis meses, tiempo en el cual le estaba yendo demasiado bien.
No es que se alegrara de que hubiera niños enfermos, sino que más bien, se sentía satisfecha cada vez que sus pacientitos salían sanos, con una enorme sonrisa en sus dulces rostros. Poco a poco los infantes en lugar de llamarla "Doctora Candy", se referían a ella como la "Doctora juguetes", pero no lo hacían porque se pareciera a la caricatura del canal Disney Junior, sino porque en su clínica, había instalado un mini tobogán y una casita de plástico con muchísimos juguetes, tan así, que los pequeños se alegraban de ir a sus citas; y en su mayoría salían llorando porque no querían dejar la piscina de pelotas.
Candice estaba feliz, ese día en particular volvería su tía abuela desde Escocia, así que ella quería unirse a su hermano y primos para ir a recibirla al aeropuerto. Por lo cual, había pedido a Lupita que organizara todo, ya que solo trabajaría media jornada. Contaba los minutos para reencontrarse con la mujer que durante todo este tiempo había sido su figura materna. Iba ya de salida, cuando se topó con Cokkie el chico repartidor de una floristería, quién llevaba un elegante arreglo de orquídeas, esas eran sus flores favoritas, y desde que cierto castaño ojiazul lo supo, no dejó de enviarlas eventualmente.
El castaño y la rubia se habían visto un par de veces, ya que al vivir en estados diferentes les era complicado tener citas normales, aun así, ambos disfrutaban de esa etapa en su relación, si es que así se le podía llamar. Querían que todo fluyera con naturalidad, y se encontraban realmente dichosos con sus avances.
Aquel viñedo en California, había sido testigo no solo del inicio de su romance, sino también de una escena demasiado bochornosa para todos.
Y sucedió aquella tarde cuando cabalgaron y estuvieron en la poza. Candice había nadado por debajo de las aguas agitadas que caían de la cascada, porque había permanecido sentada en una roca dentro de una cueva. Cuando sacó la cabeza para recargar sus pulmones de oxígeno, escuchó una acalorada discusión. Se volvió a zambullir y nadó hasta llegar cerca de la orilla donde sus acompañantes se encontraban.
Karen era sostenida por los brazos de Terius, y Annie por Tom. Ambas muchachas forcejeaban, tratando de liberarse, se estaban insultando de manera muy desagradable.
Candice salió y se colocó una toalla, preguntó a Graham qué estaba pasando.
Karen respondió muy colérica— Esta mosca muerta qué tienes de amiga, se deshizo de mi ropa.
—¡Mentira! ¿Cómo para qué querría yo esas porquerías? —Fue la respuesta rápida de Annie.
—¡¡Porque eres una maldita envidiosa y egoísta!! ¡¡No te gustó ver como tú hombre me besaba!!
Candice abrió los ojos con sorpresa, se supone que Annie seguía enamorada de Archie ¿O no? Además, tanto Karen como Tom hacían bonita pareja, le agradaba verlos juntos. Incluso le pareció que Tom había dado “borrón y cuenta nueva” sobre lo ocurrido con Annabeth.
Ardlay no podía pensar con claridad, ante el patético escenario frente a sus ojos. Detalló en Annie, quién efectivamente ya estaba vestida, pero Karen al igual que ella solo cubría su cuerpo con una toalla. Entonces la rubia se alarmó, pensando en que talvez su ropa también había desaparecido. Fue a buscarla, y respiró aliviada al cerciorarse de que seguía tal y como la dejó. Barrió rápidamente el lugar con la vista y solo estaban las ropas de los muchachos sobre unas rocas, nada más.
—Candy en verdad, tú eres una gran mujer, de buenos sentimientos y de un corazón noble. Creo que por eso no te has dado cuenta de la clase de mujer que es ésta insulsa, mal agradecida e infiel—. La castaña soltó encolerizada, y continuó hablando—. En verdad no te das cuenta que sólo te está utilizando porque le conviene ser tu amiga, por Archibald, nada más; pero ella no lo ama, solo quiere una posición y un buen apellido. Cosa que nunca podrá obtener con Steves.
Como era de esperar las lágrimas se dejaron caer de los ojos ojiazules de la pelinegra, Graham le dijo algo al oído a Karen, cosa que la hizo enfurecer más, y en cuanto a Tom, solo bajó la mirada con tremenda desilusión.
—¡Es mentira! — Annie dijo cayendo de rodillas ante los demás—. Ella es una falsa, una maldita zorra mentirosa—. Y se tapó la cara llorando sin control.
—¡Ni zorra, ni mentirosa, estúpida! —. Kleiss le gritó— O que, ¿ya olvidaste que me lo confesaste todo cuándo estabas borracha?
—¡Patrañas! ¡Eres una maldita mentirosa! — Annie se colocó en pie rápidamente dispuesta a abofetear a la modelo, pero Tom se lo impidió agarrándola con fuerza.
Kleiss sonrió con arrogancia y soltó con orgullo—Oh no querida, seré lo que quieras, pero jamás mentirosa, infiel o envidiosa. Anda, quieres que le diga a Candy, ¿cómo es que detestas que ella sea mucho mejor que tú?
Terius que estaba detrás de Karen, le tapó la boca y la alzó con fuerza apartándola, no entendía que le pasaba a la castaña.
—¿Qué demonios te pasa? — Preguntó con su mirada oscurecida, a Karen le provocó miedo. El castaño la soltó para limpiar el sudor qué escurría de sus cabellos.
Ella apartó la vista, e hizo una mueca de desagrado—. La detesto, no soporto que sea tan hipócrita.
—Como que eso ya lo has dejado muy bien claro—. Él respondió con sarcasmo— Pero sabes algo, ese no es tu problema, ¿si lo sabes bien verdad? — Graham seguía tan furioso que las aletas de su nariz se abrían y cerraban rítmicamente.
—¿Me llevas por favor? No quiero estar en el mismo suelo que pisa esa desgraciada.
—Pensaba hacerlo sin que me lo pidieras, espera aquí, iré por mi camisa porque antes debes cubrirte—. El castaño fue por su ropa que estaba sobre la roca, le dio la camisa que a ella le quedaba tan larga y ancha, que parecía un mini vestido.
Por el otro lado, los tres habían permanecido en silencio. Candice no estaba segura si creer todas las cosas espantosas que había dicho la amiga de Terius. Muy en el fondo deseaba que aquello no fuera cierto, porque en verdad le dolería que así fuese.
Annie por su parte, solo se dedicó a llorar.
Steves no dejaba de observarla meditando en las palabras recién escuchadas. O sea que si Annie no amaba a su novio, ¿era una interesada? Y como bien había dicho la modelo, seguramente a él, nunca podría aceptarlo por ser un pobre muerto de hambre. Y él que había caído rendido a sus encantos, porque siempre se había sentido atraído hacia ella. Ya no eran unos adolescentes, y sabían muy bien lo que hacían, bueno, al menos eso creía. Pero al parecer Brighton pensaba diferente, ya que aquella noche, después de haberse entregado a él sin restricción alguna y después de haberse disfrutado uno del otro; de la nada, ella empezó a llorar y a darle pequeños golpes en el pecho, echándolo de su habitación de una manera que lo hizo sentir miserable.
Bipolar. Si sin duda eso era esa mujer, y él no tenía la paciencia como para lidiar con una niñata así, por eso es que la seguridad de Karen lo había eclipsado por completo.
Cuando ella lo encontró bebiendo aquella madrugada, se había acercado a su lado a escuchar su despecho, después de varios minutos, quizás horas, lo llevó a su habitación, él estaba tan ebrio qué no recordaba cómo es que la modelo había logrado llevarlo hasta su cama. Ella le había quitado las botas y lo tapó con las sábanas, y se acomodó a su lado para contemplarlo, y fue de esa manera como se quedó dormida.
Al amanecer, él se espantó de ver a la mujer a su lado, pero más lo hizo, cuando vio que esa mujer era Karen, quién suponía era la pareja del señor G.
La castaña le habló para tranquilizarlo—Si anoche te hubiera dejado bebiendo como un perro desahuciado, seguramente ahora mismo estuvieras tieso.
Escuchar aquello le hizo recordar algo al castaño—. Gracias señorita Kleiss—. Se levantó de la cama, y fue en busca de sus botas.
—No hay de qué bombón —. Ella le guiñó el ojo, al ver su evidente erección matutina. Él sonrió y le dio la espalda.
—En verdad muchas gracias señorita, le debo una.
—Pues algún día te la cobraré —. Ella dijo divertida con un tono pícaro—. Y bueno, anda a ducharte con cloro puro si es posible, no soporto esa peste qué te cargas encima.
—No creo que huela tan mal—Respondió en su defensa, ya que, en sí, era el aroma del perfume de Annie.
—Para mí lo es. Es más hasta un zorrillo huele mejor—. Dijo ella fingiendo náuseas—Y hazme un favor, solo dime Karen, no me digas señorita.
—Está bien Karen, y de nuevo gracias—. Se marchó saliendo de la habitación.
Y eso era lo que realmente había pasado entre ellos dos, pero a Karen le encantaba hacer creer a los demás, especialmente a Annie, que ellos tenían algo.
Y había sido en esa cascada que entre coqueteos y juegos, Karen pidió que le pagara la deuda pendiente con un beso y él no la rechazó, al contrario, la besó con tal intensidad y ardor, que sentían la necesidad de restregar sus cuerpos uno contra el otro, frente a la pelinegra que los observaba a una poca distancia. Eso la hizo estallar de celos y por eso salió antes del agua.
Tom Steves le gustaba a Karen pero hablar de una relación, para ella eran palabras mayores, antes iba a conocerlo un poco más. La heredera Kleiss, no necesitaba de un marido que le diera el abolengo, que muchas como era el caso de la cirujana, buscaban en un hombre. Ella vivía la vida al máximo y disfrutaba del modelaje, nunca lo consideró como un trabajo en sí, sino un pasatiempo. Pasatiempo que le regalaba experiencias inolvidables con personas de todo el mundo.
Continuará...