Feliz domingo chicas hermosas, les dejo actualización. Gracias por seguir mi escrito. ¡Saludos!
TU AMOR ME SABE BIEN.
Capítulo 9.
Terius por su parte, se levantó muy temprano, se dio una ducha y cuando se disponía en salir de la habitación para hablar con Rob sobre lo de la inversión, la rubia se despertó—¿Te…rry? ¿Qué haces aquí? —Interrogó con el ceño fruncido y agarrándose la frente.
Él devolvió sus pasos y se le acercó— Buenos días doctora—. dijo con su coqueta sonrisa y un brillo especial en sus ojos color zafiro—. Le alcanzó una botella de agua pura—Toma, supongo que lo necesitas.
—Gracias—. Le devolvió la sonrisa, pero seguía confusa.
—De nada. Y respondiendo a tu pregunta, estoy acá porque es mi habitación —. Respondió con un tono de ironía y diversión a la vez.
Candice se atragantó con el agua, y abrió los ojos estrepitosamente. Efectivamente se dio cuenta de que esa no era su habitación.
—¿Qué? ¿Cómo es que resulté aquí? — Exclamó alarmada y miró debajo de las sábanas…
—¡Hey, tranquilízate!, y como ya te diste cuenta, traes la ropa puesta; porque lo único que hice fue prestarte mi cama para que durmieras plácidamente…
A Candice se le tiñeron las mejillas de color carmesí, recordando algo vagamente—. Discúlpame por favor…
Él se carcajeó—No te preocupes, y para tu tranquilidad, entérate que dormí en el sofá... —señaló con su dedo índice.
Ella resopló con alivio.
Pero entonces quiso embromarla—Ah, eso sí, antes de dejarte sola en la cama, te apoderaste de mi boca y me diste muchos besos...
Ardlay ya no sabía en donde esconder la cabeza por la vergüenza—Yo... —se quedó sin palabras—Creo que me pasé un poquito de copas—. Comentó en voz baja.
El castaño soltó tremenda carcajada, ella solo apretó los ojos con fuerza por la migraña que se cargaba—Perdona hermosa— se disculpó por causarle la molestia. Siguió hablando solo que en un tono más bajo— ¿Un poquito? Pues déjame contarte que con ese poquito, tuve para escucharte toda la noche. No dejabas de hablar de un tal Tony y una tal Rosa, qué por cierto, no es que sea entrometido, pero, ¿quiénes son, son tus padres?
Candice negó con la cabeza— No, no son mis padres. Tony, es mi primo y supongo la tal rosa que dices no es una mujer, sino es una flor, una rosa, para ser exactos—. Se levantó de la cama dispuesta a ir al servicio sanitario—. Pero cómo sea, y haya dicho lo que haya dicho, no cuenta; y lo sabes—. Cerró la puerta detrás de sí.
—Ah que lástima, yo qué pensaba complacer a tu petición—. Él dijo en un tono de desilusión.
Ella habló un poco más fuerte desde el servicio—¿Complacerme?, ¿Cómo así? explícate.
—Olvídalo pecosa, él se dispuso a salir.
La rubia no se quedaría con la duda, así que tal y cómo lo suponía el castaño, salió del servicio y antes de que él abandonara la habitación, le preguntó con insistencia.
La noche anterior estuvo a punto de besarla moría de deseo por hacerlo, pero se contuvo ya que no lo consideraba propio, se apartó de la cama y dispuso dormir en el sofá, sin embargo, no podía ya que la pecosa entre sueños balbuceaba cosas y a él le interesaba escucharlas.
—Me suplicaste que fuera a buscarte a Chicago, para tener una cita—Le dijo al fin. Candice se sintió tan abochornada, que lo soltó del brazo, y se apartó de su lado. Sentía mucha pena y vergüenza. Pero lo que ella desconocía, era que eso solo había sido un invento de Terius para verla en un futuro cercano.
—♡—
Más tarde, los cinco hicieron un paseo a caballo.
Las chicas ya no tenían el aspecto espantoso de horas atrás, todo gracias al purgante que Pony les dio para levantarlas de la resaca, aunque sabía a hiel, lo valía.
—Annie la próxima vez que tenga una botella de vino frente a mí, quítamela—. Le pidió la rubia a su amiga.
Tom al escuchar las palabras soltó una risa—Es una pena señoritas, porque al volver de este paseo, iba a ofrecerles una degustación de lo mejor, de lo mejor.
—Yo con gusto lo acepto—. Karen respondió animada.
—Ni lo sueñes Kleiss—. Terius le advirtió—Y bueno, en vista de que sólo nosotros nos quedamos sin probar nada anoche, una copa entre caballeros no estaría mal.
—Me parece perfecto—. Steves le tomó la palabra.
Karen por supuesto protestó—No es justo, ¿por qué solo ustedes van a ir?, yo también quiero... Y estoy segura que Candy también, verdad que sí, ¿nueva amiguita?
—Por supuesto—. Candice respondió siguiendo el juego de la castaña, en verdad se agradaban. Cosa que no sucedía entre la pelinegra y la modelo.
—¡El último en llegar pierde! —Gritó Kleiss energéticamente, azuzando a su caballo para tomar ventaja de todos.
Como era de esperarse, los primeros en llegar fueron los castaños, y en cuanto a la última en llegar fue Annie. Brighton desde siempre había demostrado temor a los caballos, por eso siempre que cabalgaba lo hacía a trote lento y al cuidado de alguien más. Eso lo sabían muy bien Steves y Ardlay, sin embargo, al parecer ellos estaban tan entretenidos con sus nuevos “amigos", que se habían olvidado de la cirujana. Fue hasta que pasaron unos minutos, cuando apareció la yegua de color negro y su jinete con aspecto terrible.
El vaquero fue el primero en reaccionar ante su descuido, y se apartó de Karen, para ir al encuentro de Annabeth. Candice imitó la acción de Steves, y juntos apresuraron sus pasos.
Ardlay notó su nariz roja y ojos hinchados, supo de inmediato que su amiga la había pasado mal. Y se sintió muy mal, cuando Steves la bajó entre sus brazos, la rubia la recibió con un gran abrazo, la cirujana lloró escondiendo su rostro de la vista del muchacho. No fue necesario que Ardlay pidiera un momento de privacidad, porque Steves se apartó. Sin embargo, no se alejó tanto porque estaba preocupado, Terius y Karen observaban a la distancia.
Pasados unos minutos la pelinegra se recompuso y mintió a su amiga, diciendo que estaba así porque extrañaba demasiado a Archie, conmoviendo a la rubia.
Cuando se unieron a los demás, el sol ya estaba en su punto máximo y sudaban a mares, así que Steves les sugirió darse un chapuzón en las cascadas. No lo pensaron dos veces, las chicas se quitaron los jeans y camisas, quedando únicamente en bikinis, los hombres hicieron lo propio y se quedaron con sus calzonetas.
Los cuatro disfrutaban de las refrescantes aguas, menos la rubia que no se animaba a zambullirse del todo, y era porque Steves les había embromado diciendo que en el fondo, algunas veces aparecía una serpiente tan gigante, qué podría comérselos a todos. Tom no dejaba de reír al ver lo espantadas que estaban las chicas, y les dijo que era mentira, Annie y Karen se metieron a nadar, pero Candice se reusaba.
Terius abrazó a la pecosa y prometió cuidarla en todo momento, de esa manera se zambulleron juntos en la poza. Claro que después de unos minutos, la rubia tomó confianza y se soltó a nadar, disfrutando no solo de la espléndida naturaleza que los rodeaba, sino recreando su vista con el cuerpo musculoso del castaño, quién le estaba robando el corazón.
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Nueva York.
«Así que ese imbécil anda de viaje» El apuesto moreno de ojos almendrados y cabello castaño, pensaba, luego de que Yovania la secretaria de Terius le informara que su jefe no estaba. Neil Ligan era hijo de uno de los socios de la inmobiliaria, y al igual que Terius, también era agente contratista. Ellos estudiaron juntos desde el colegio, y posteriormente finanzas en la Universidad. Siempre coincidían porque sus padres aparte de ser socios, eran buenos amigos. Sin embargo, entre ellos nunca surgió tal armonía, era todo lo contrario, ellos siempre se veían como rivales.
Si Terius hacia tres contratos al mes, Neil trataba de superarlo con uno o dos más, algunas veces conseguía muy buenos resultados, pero otras veces no, y el moreno se sentía como un inútil incompetente. Su rivalidad no tenía límites, ya que hasta en el plano sentimental Neil trataba de tener las novias más lindas, pero, siempre las más bellas fueron las del ojiazul. Y es que a decir verdad, los dos eran demasiado apuestos, pero Terius a diferencia de Neil, no buscaba a las mujeres, sino ellas llegaban a él.
El moreno empezaba a inquietarse ante la desaparición de Graham, siempre que ocurría eso, era porque se iba a hacer negocios demasiado buenos, y cuando volvía se lo restregaba en la cara. «Maldito arrogante» Pensó.
Inmaduros, sí, quizás ese apelativo les quedaba como anillo al dedo, y mientras estuvieran en la misma compañía, siempre tendrían esa rivalidad.
En un descuido de Yovania, Neil logró ver en unas notas el nombre de un lugar y de un tipo, sonrió de lado, le sonaba ese apellido y sabía quién podría esclarecer sus dudas, así que se despidió de la linda secretaria de Graham, guiñándole un ojo con coquetería y dejando sobre su escritorio un chocolatito.
Continuará....