Feliz viernes bellas chicas, les dejo actualización. ¡Gracias por su apoyo!
TU AMOR ME SABE BIEN.
Capítulo 8.
Karen sonrió al ver llegar a Tom, la camisa roja a cuadros y los jeans celestes lo hacían lucir demasiado apuesto. Cuando el vaquero estuvo lo suficientemente cerca, ella se le colgó de un brazo. Steves le sonrió con amabilidad, y procedió en saludar a los presentes.
—Bien, nos podemos ir—. Habló, guiándolos en un tour privado hacia las bodegas de almacenamiento.
Únicamente iban Tom, John, Terius, Karen, Annie y Candice. Steves cada que podía veía a la pelinegra, estaba ansioso por hablar con ella, pero ella por su parte había estado evitándolo a como diera lugar. En cuanto a Annie, llevaba la boca amarga por los corajes que estaba pasando porque Karen no dejaba de coquetear con el vaquero. Y por su parte, Karen miraba de soslayo a la cirujana, disfrutaba verla celosa… Y así casi sin conocerse, empezaron a caerse mal. En cuanto a Terius y Candice, ellos no perdían tiempo, e iban platicando de sus gustos e intereses.
—¿Así que te embriagas con una copa de vino? —Granchester le preguntó divertido, pues al llegar a la reserva, seguramente degustarían no de una, sino de muchas copas.
—No, ahora ya resiste dos—. Burlona, Annie respondió por ella.
— Igual que tú —. Candice sentenció.
—¡Qué tontería! Yo puedo acabarme una botella y no me pasa nada —Karen se les unió, dejando solo a Steves.
—Pero es que tú, eres una borracha profesional—. Terence le dijo entre carcajadas.
—¡Oye! No me avergüences frente a las honorables doctoras—. Ella se defendió, pero para nadie pasó desapercibido el tono desdeñoso que usó al decir "honorables doctoras" mirando con intensidad a la pelinegra. Y a modo de provocación le guiñó un ojo a Steves, quien solo le sonrió.
Al llegar a las bodegas, Tom y Granchester se apartaron para tratar asuntos de negocios.
Así que mientras esperaban, John las condujo a un mini bar, donde ya las esperaban tablas de quesos, carnes, frutas y vinos, vinos espumosos, rosados y de toda la variedad que producía el viñedo.
—Esto es... —Comenzó por decir Karen emocionada.
—El paraíso—. Concluyó la frase Candice, mucho más emocionada.
Las dos chicas se rieron por la esporádica sincronía, en cambio Brighton, seguía con un semblante serio, cada vez le agradaba menos la presencia de Karen.
Annabeth era consiente que lo suyo con Tom solo había sido un error, pero aun así, se rehusaba a soltarlo, era un imposible para alguien de su nivel y estatus, pero no soportaba la idea de verlo con otra.
Kleiss mucho más astuta, ya estaba planeando sacarle toda la verdad a la pelinegra. Tom le agradaba, pero no estaba segura de que si lo quería para algo formal, ya que el moreno era muy coqueto.
Terius por su parte, estaba muy complacido con lo que Steves le mostraba, sin embargo, lo que alejaba aquel gran proyecto de sus manos, era su valor económico. Valor que por supuesto merecía, porque era una vasta propiedad, y lo mejor era, que producía jugosas ganancias. Sus actuales dueños ya estaban veteranos y nunca tuvieron hijos, por ese motivo lo habían puesto en venta. Sí Graham juntaba todos sus ahorros, sólo podría adquirir la mitad. Pero si hacía eso, se quedaría literalmente sin un solo dólar en sus cuentas, y esa idea no mucho le convencía.
Se le cruzó por la cabeza pedirle un préstamo a su padre, pero tampoco quería llegar a molestarlo de esa manera.
—Los actuales dueños, están de acuerdo en que haya como máximo dos compradores—. Comentó Tom, respondiendo a una de sus preguntas.
—Tengo en mente a alguien—. Él pensó en Rob Hathaway.
—La decisión es suya, señor G. Además, tiene suficiente tiempo para pensarlo.
—Lo sé y gracias por la espera—. Originalmente la idea de Terius era adquirir el viñedo, porque había elaborado una proyección, y el retorno de inversión se vería reflejado en no más de cuatro años. Tiempo relativamente corto para la millonaria inversión que esta representaba.
—No hay de qué.
—Ahora volvamos con los demás, porqué me preocupa una alguien en particular—.Granchester palmeó la espalda del joven moreno.
—La señorita Kleiss, es muy simpática y agradable —. Tom mencionó de manera casual, mientras se conducían por el pasadizo subterráneo.
—Algo así—. Le respondió el ojiazul—. Pero también es una diablilla, así que no te sorprenda encontrarla emborrachando a las demás—. Ambos hombres se carcajearon—. ¿Te gusta verdad? — Como era cualidad suya, fue directo.
—Por supuesto, ¿a qué hombre en su sano juicio, no le gustaría?
—A mi—. Graham respondió haciendo una mueca desagradable—. Es que crecimos como hermanos, y nuestra relación se basa en odio y sarcasmos.
Tom río de labios cerrados, de alguna manera escuchar esas palabras lo habían tranquilizado, ya que en algún momento se le pasó por la cabeza de que los castaños eran pareja —. Si me permite decirle algo...— Tom esperó la aprobación de su acompañante, y al recibir un asentimiento de cabeza, habló — La doctora Candy se ve muy bien a su lado, son algo así como la pareja perfecta. Además, cada vez que están juntos, no dejan de sonreír, ajá, así como usted lo hace ahora...
Terius dejó de sonreír, no se había dado cuenta de ese detalle, ¿acaso era tan obvio? Empezó a cavilar, y es que nunca hubiese imaginado encontrar a una mujer tan especial y encantadora como la doctora. Evocó todas las sonrisas que se habían dedicado y las muchas veces que ella le dijo que le fascinaba el viñedo. Graham sacudió su cabeza, porque de pronto se le había cruzado la imagen de ellos como pareja, teniendo citas en ese hermoso lugar. Se tocó la frente, y su temperatura al parecer estaba normal, entonces, ¿por qué demonios ahora deliraba así, con la dulce pecosa?
Llegaron a dónde estaban las demás junto a John, y entonces los temores de Terius se hicieron realidad.
Vio su reloj, dos horas y un cuarto pasaron lejos de ellas, y en manos de Karen ese tiempo fue letal.
Karen aplaudía muy animada a lo que parecía ser una competencia, Graham palideció al ver a John, Annie y Candy, bebiendo sin control alguno. La castaña se alegró aún más al verlos llegar, y con pasos torpes arrastró a Tom a la barra donde estaba la fila de botellas y copas, intentó besarlo, pero Granchester la detuvo jalándola de los hombros—¡Por Dios mujer!, ¿estás loca! — Aprovechó también en quitarle las dos botellas de las manos.
—¡¡¡Déjame!!! —Ella se apartó con brusquedad—Nos estamos divirtiendo. ¡Flu, flu, voló! —Extendió sus manos echándolo— Váyanse... No espera, vete tú, pero a él me lo dejas aquí... —Logró articular, arrastrando las palabras.
—Tom ayúdame por favor —Pidió el ojiazul, el vaquero asintió.
—Llevaré a Karen y a Candy, ¿podrás ayudarme con ellos dos?
—Claro. Vamos.
Aquella tarea era mucho más complicada de lo que parecía. Pues lo difícil para Tom, fue lidiar con la pelinegra que no dejaba de golpearlo por la espalda reclamándole ¡Sabrá Dios qué cosas! Porque no entendía ni jota de lo que balbuceaba.
Lo complicado para Terry, fue tratar de callar a Karen qué parecía cotorra lanzando frases cachondas y besos a Tom, quien iba detrás.
Menos mal que los castaños eran corpulentos, de modo que pudieron cargarlas echadas al hombro. En cuanto a John, Steves lo dejó escondido en una habitación, porque si Pony lo descubría en ese estado, estaba seguro que se llevaría la reprimenda de su vida.
—Vaya clase de vigilante que me saliste… —Steves reclamó al ebrio muchacho.
Una vez que lo dejó, cargó únicamente a Annie quien al parecer ya estaba dormida, la dejó en su habitación, no sin antes pasar las yemas de sus dedos acariciando su fino y suave rostro.
Por otro lado, Terius dejó a Kleiss en su habitación sin ninguna complicación, ya que la modelo al tocar la cama se quedó dormida. Pero luego empezó la parte más difícil, ya que al no encontrar las llaves de la habitación de Candice, resolvió en llevarla a la suya.
Candice estando ebria era muy tranquila, decía cosas muy graciosas, pero nada fuera de lo normal, hasta le era agradable verla así, con las mejillas sonrojadas. Con delicadeza la depositó sobre su cama y le quitó las sandalias, ella lo sintió alejarse y entonces lo llamó.
—Ven Te-rry... Qué-date con-mi-go—Arrastró las palabras. Graham sintió un vuelco en el pecho, solo sus amigos muy cercanos lo llamaban Terry, y escucharlo de esa boquita que le estaba robando el aliento, le gustó, y mucho.
Candice se movió para hacerle espacio en la cama, e inconscientemente bajó la sabana que la estaba cubriendo, dejando al descubierto sus blancas piernas.
—No me iré pecosa—. Le susurró al oído.
Continuará...