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Hola chicas hermosas, espero que estén disfrutando de su fin de semana. Paso a dejar actualización de este fic, por cierto, me he divertido mucho con sus comentarios, creo que el capítulo anterior debí titularlo: "Cupido en forma de mapache" he he.
—Y se enamora de las muchachas bonitas, pero especialmente de las que tienen el cabello largo y ojos grandes. Dicen que por las noches se sube al tejado de la casa, y con su guitarra canta a su enamorada; pero si un día, ella amanece con una trenza en su cabello hecha por el espectro, se muere. Él llega al velorio a llorar su muerte, se dice que sus lágrimas son como cristales. Jamás olvida a las muchachas que ha amado—. Pony terminó de relatar una de las tradiciones orales del país de Guatemala, que Mercedes, una de las muchachas ayudante de cocina, siempre le contaba. Mercedes era originaria de Guatemala, pero había migrado a los estados unidos, en busca del sueño americano.
Annie permanecía con los ojos muy bien abiertos, decir que estaba asustada era poco, nadie decía nada, solo se escuchaba el crepitar de los leños en la fogata, ya el tiempo de cantar y comer había pasado, se encontraban en el momento de los relatos de miedo. De nuevo, nadie volvería a sus habitaciones y esperarían juntos el amanecer.
—¿Estás bien? — La mano pesada sobre su hombro la sobresaltó.
—¡¡Demonios Tom!! — Gritó al ver al moreno que se había vuelto a poner el sombrero, jugándole una broma, para que lo asociara con el “Sombrerón”, del relato de Pony.
—¡Hey tranquila! — Le sujetó las manos que iban destinadas a su pecho, para propinarle fuertes golpes.
—Tom Steves, eres un imbécil—. Ella le reclamó al borde de las lágrimas.
—Annie, no me digas que aún sigues siendo miedosa—. Steves dijo con incredulidad, pues la actitud de la muchacha, había sido la misma de cuando era una niña.
—Y tú no me digas que sigues siendo el mismo idiota… — Estaba tan furiosa que no le importó hacer el numerito frente a los demás, dejó de lado la guitarra y se colocó el poncho, se paró resuelta a marcharse.
Los ojos de todos estaban sobre el vaquero, quién se quitó el sombrero y salió detrás de la pelinegra. No podría dejarla sola, era arriesgado.
—Annie, ya ¡por favor disculpa! — Le rogaba.
—No me sigas Tomás Steves, no quiero verte—. Ella daba largas zancadas para llegar pronto a su habitación, aunque la verdad era que no quería llegar porque estaba muy asustada.
El apuesto moreno no obedeció su petición y la siguió en silencio. Llegaron al hostal, y cuando ella estuvo a punto de cerrar la puerta de su habitación, él estiró el pie colocando la bota como cuña para que no se cerrara la puerta, en seguida la abrió y su presencia invadió la habitación de la cirujana.
Annie lo vio confundida, no entendía su comportamiento tan irracional, se supone que ella ya había sido muy clara con él.
—Lárgate de mi habitación o grito— Lo amenazó, pero antes de seguir hablando, su boca fue silenciada por un ansiado beso. Tom sabía que, al día siguiente todo cambiaría, así que no lo pensó más y se atrevió en saciar la sed que le carcomía el alma. El beso fue suave al inicio, como una leve caricia sobre sus labios, él había pensado que eso sería suficiente, pero cuan equivocado estaba. Poco a poco fue invadiendo aquella suave y dulce boca. Annie al principio se resistió, pero luego se dejó llevar en un beso más voraz. Él colocó una de sus manos en el rostro de ella y con la otra la atrajo más a su cuerpo, los besos fueron subiendo de intensidad, Annie estaba obnubilada por las caricias ardientes del moreno y sin poner más resistencia, se entregó a la pasión desmedida.
Después de haber tocado el cielo juntos, Tom no dejaba de acariciarla con ternura, llevaba años soñando con ella, años imaginándola como toda una mujer, y no más la niña a quién le había robado un beso. Por su parte, Annie descubrió que el hombre en cuestión, había despertado en ella cosas que nunca sintió con su novio. Y como ya era de esperarse, el peso de la culpa la aplastó por completo. ¿Cómo era que le había sido infiel a su novio? Un ataque de ira la invadió y como loca, echó de su cama y habitación a Steves, cerrando la puerta detrás de sí y se tiró sobre un sofá a llorar.
Del otro lado, Steves se había recostado sobre la puerta. Apenas y si le había dado tiempo de vestirse los jeans, la camisa estaba abierta y sus botas las levantó, de donde la pelinegra se las había aventado. Intentó hablarle, porque en verdad ya no quería alejarse de ella, pero era consciente que esa mujer no le pertenecía. Regresar a la fogata definitivamente ya no era una opción, así que fue en busca de un trago, se sentía como un maldito perro al que echan a patadas de su casa, porque sí, estaba seguro de que Annie había vibrado complacida con sus atenciones y caricias.
Llegó a uno de los balcones y se tiró en el piso de madera. Sacó una botella de licor y se la empinó, quería borrar el sabor de la pelinegra de su piel. Una figura femenina se le acercó. Él no se había dado cuenta, pero la castaña lo había estado siguiendo.
— ♡ —
Sin saber que camino elegir, pensaron que lo más sensato sería volver por el mismo camino por el cual habían llegado hasta allí. Pero ninguno de los dos quería hacerlo. Candice cerró los ojos un momento y de nuevo sus sentidos fueron invadidos por los maravillosos sonidos propios de la naturaleza. En verdad ella amaba ese ambiente.
—¿Qué haces? —Preguntó el castaño divertido, al verla abrazar un árbol frondoso.
— No te burles— Ella le reclamó con una sonrisa— Me da paz, calma y… Relaja muchísimo. No me digas que nunca lo has hecho…
—La verdad es que no—. Él seguía observándola con una sonrisa de labios cerrados, sus gruesos brazos seguían cruzados sobre su pecho.
—Pues deberías de hacerlo–. La rubia pegó su mejilla a la corteza del árbol y cerró sus ojos, por unos breves segundos.
«Qué chica tan… ¡extraña!» Pensó el castaño cautivado, no solo por su belleza física, sino por la simpleza de su alma.
Ardlay se reincorporó y sacudió restos de corteza que se habían adherido a su ropa.
—Espera…— Graham se acercó e inclinó un poco hasta quedar a la altura de su rostro, ella abrió los ojos estupefacta, la cercanía golpeó su olfato, porque el aroma del muchacho le fascinó. Pero lo que consideraría un atrevimiento de parte del apuesto ojiazul, se esfumó cuando él solo retiró unas hojas de sus rizos.
«¡Demonios!, ¡Demonios!» Fue el pensamiento de la rubia, al creer que ese breve acercamiento sería con otra intensión... Un beso quizás.
—Gracias—. Dijo a secas y se alejó de él, debía de hacerlo porque su corazón estaba alocado. Terius había notado unas pequeñas y casi inexistentes pecas sobre la nariz de la muchacha, y le habían gustado.
El mapache regresó, pero en esta ocasión al parecer encontraba divertido zigzaguear entre las largas piernas de Terius, guiándolo a uno de los senderos.
—¡Guau! Al parecer encontraste un buen amigo—. Le dijo la rubia observándolos a una poca distancia.
—Más bien creo que quiere que lo siga, pero no puedo dejar que vuelvas sola.
—No, por mí no te preocupes. Vamos si quieres.
—Pues vamos entonces — Él la esperó, y cuando estuvieron a la par, siguieron al animalito—. ¿De paseo? — Cuestionó él, quería preguntarle mil cosas, pero empezaría por lo más simple.
—Sí—. Ella dijo, al tiempo que acomodaba la cola que se había caído de su cabello.
—¿Y tú? — Ella también quería acribillarlo con todo tipo de preguntas, pero se recordó a sí misma que debía mantener la compostura.
—Mmm vengo por negocios—. Respondió él.
—Y… ¿Vienes solo? — Ella se mordió la lengua de inmediato por su estúpida pregunta, si en el restaurante lo había visto acompañado — Es decir, quiero preguntar sí…
Él la interrumpió, impidiendo que terminara la frase, porque sabía el trasfondo de su inquietud—. La mujer con quién me viste en el restaurante, es una amiga.
«Una amiga» Repitió la rubia en su mente, escuchar aquello fue un alivio.
El castaño no dejó morir la plática—. La chica que te acompaña, se me hace conocida, pero no sé exactamente de dónde.
—Vaya, eso sí que es novedad, porque ella no te conoce. Bueno o al menos no me dijo nada cuando te vio—. Candice lo observaba de perfil, tratando de recordar si era uno de los muchos amigos de su amiga, pero no, estaba segura de que si lo hubiese visto antes, jamás lo habría olvidado.
Hicieron una pausa sobre un pequeño puente de madera, él se giró para quedar frente a ella, la iluminación de los farolitos les permitía observarse a detalle—. Por cierto, puedo saber ¿qué hacías a estas horas por acá? Es peligroso…
Ella acomodó un rizo que le cayó en la frente y se lo llevó detrás de la oreja—Pues, mi amiga se fue a la fogata. Llegamos hoy y bueno, no sabes, nos dimos una empapada con la torrencial lluvia de esta tarde, y es que… —Ella hizo una pausa al notar que estaba sonriendo como tonta y hablando con demasiada confianza— Ay perdona, como que suelo ser algo parlanchina.
—No te detengas, me agrada escucharte—. Y era verdad, pero ella cambió el tema de conversación.
—Ahora es tu turno, cuéntame ¿qué hacías acá?
—Solo salí a tomar un poco de aire, Steves me habló del lugar.
—¿Conoces a Tom? — Le preguntó en automático.
Al castaño no le agradó para nada el interés detrás de la pregunta—. Solo hemos hablado por teléfono…— Fue su respuesta a secas.
—Ya, comprendo. Tu acento es levemente distinto, ¿eres británico?
—Más o menos—. El ceño del castaño se relajó.
—¿Cómo está eso?
—Es que nací en Londres, estudié algunos años allá, pero luego, nos venimos a los Estados Unidos.
—Oye, mi amiga también estudió allá. Entonces quizás de ahí es que la conozcas.
—¿En serio?… Ah, entonces puede que tengas razón. ¿En dónde estudió?
—En el Colegio Royal Saint Paul.
El castaño ubicó entre sus recuerdos a la pelinegra, claro, claro, Annabeth Brigthon Collins había sido una de esas odiosas chicas esnob. Por supuesto que eso no se lo diría a Candice.
El mapachito volvió y antes de que se lanzara sobre la doctora, Terius se agachó para abrazarlo. Continuaron caminando por el sendero, entre plática y plática, hasta que llegaron a un mirador realmente maravilloso.
Me gusta la pareja de Annie y Tom y con Karen detrás del vaquero será un triangulo amoroso, pero espera ... también esta Archie. Esto se pondrá bueno entre estos 4. Me gusta que Candy y Terry ya entraron un poco en confianza
Annie como que metiste la pata creo que la culpa no te va a dejar. Pero lo mejor fue Candy y Terry, al menos ya se conocieron y ambos están fascinados el uno con el otro, ese mapachito en definitiva es el cupido de ellos dos.
¡Amiga, eres reina del romance en esta fresca historia!! Acabo de devorar tu nuevo capítulo como si fuera un delicioso pastel de chocolate! disfrute mucho cada detalle en las escenas! esperando el siguiente!
Lady Ardlay escribió:Me gusta la pareja de Annie y Tom y con Karen detrás del vaquero será un triangulo amoroso, pero espera ... también esta Archie. Esto se pondrá bueno entre estos 4. Me gusta que Candy y Terry ya entraron un poco en confianza