TE AMARÉ
BY: LADY LUMONT
Capítulo 4
Candy frunció el ceño ante la moneda de oro que giraba, y el dueño del zapato, pisó suavemente la moneda con la punta del zapato para detenerla. Entonces Candy movió sus ojos lentamente desde los zapatos hasta el rostro de la persona que estaba frente a ella. Y no era nadie más que el mismísimo Duque.
–¿pero qué haces corriendo de esa forma por el jardín? ¿te encuentras bien? –preguntó Terry alarmado.
–si –dijo Candy bajando su mirada por la vergüenza que sentía.
–toma mi mano Candy, te ayudaré a levantarte –dijo Terry extendiendo su mano.
—¡no gracias, puedo sola! –le dijo Candy ya molesta al recordar que por su culpa la madre de los polluelos estaba muerta.
Candy tomó la moneda y se puso de pie. Terry, al ver que Candy tenía las rodillas con raspones y ensangrentadas se preocupó y le dijo
–¡Candy tus rodillas están ensangrentadas! te llevaré con la sirvienta para que te pueda curar las heridas.
– no es necesario Duque, en verdad no hay nadie quien pueda curar mis heridas. Mejor atienda a sus visitas que lo están esperando, ahora sí su majestad me disculpa me retiro –dijo Candy molesta y celosa, pero no dió ni dos paso cuando Terry la detuvo de un brazo.
–¡oye! estoy tratando de asistirte, ¿por qué me hablas así? –dijo Terry sin comprender.
–porque usted no tuvo piedad de los recién nacidos polluelos y disparó a su madre, ¿qué clase de corazón tiene? -dijo la rubia luego de un jalón se soltó del agarre de Terry y salió corriendo.
–”pero, yo no la maté, la salvé de una serpiente que se aproximaba al nido” –pronunció Terry pero Candy no alcanzó a escucharlo.
Debido a su rodilla lesionada, Candy no podía correr tan rápido como antes, mientras seguía empujando sus piernas ensangrentadas, sintió que algo brotaba desde el fondo de su corazón hasta la punta de su garganta, y es que lo que le dijo Eliza [“no eres mejor que un cachorro”] le desgarró el corazón, y como si no fuera suficiente, la vergüenza que pasó ante Terry, pero lo más doloroso pensaba que ella para Terry era insignificante, entonces se dió cuenta que lo que sentía era tristeza y las lágrimas empezaron a salirles.
Después de pasar por el sendero del bosque, finalmente vió la luz de la casa, donde Charlie muy preocupado la esperaba en la puerta.
Al día siguiente Charlie tocó a la habitación de Candy.
–¡Candy! ¿por qué no has salido de tu habitación,? mira te traje el desayuno –dijo Charlie con una charola en mano.
–gracias señor Davis, pero hoy no tengo apetito –respondió la rubia con una dulce y suave voz tratando de disimular su tristeza.
–Candy recuerda que tienes que alimentarte jovencita, sino me pondré muy enojado contigo.
–está bien, comeré algo –dijo Candy para no hacer enojar a Charlie.
–¿irás al bosque hoy Candy? –preguntó Charlie después de algunos minutos.
–no señor Davis, hoy me quedaré en casa –respondió la rubia con tono triste.
Candy estaba tan deprimida que al segundo día hizo lo mismo de quedarse encerrada en su habitación.
Mientras tanto, Charlie se encontraba solo en el comedor pensativo, y es que desde la llegada de Candy, él ya no extrañaba el silencio y en ese momento se sentía solo.
Al tercer día, Candy por fin salió de su habitación y decidió entregarle la moneda de oro a Charlie, la acción lo hizo comprender por qué Candy había estado molesta.
–Charlie, esta moneda me la dieron el día que me mandaron a llamar del castillo, pero quiero dartela a ti –mencionó la rubia recordando lo sucedido.
–pero ¿por qué, es tuya?
–es que creo que es demasiado para mi, además puedes pagar un poco de tus deudas.
El día que Candy regresó a la casa hecha un desastre, Charlie temía que alguien la hubiera lastimado en la mansión, él no quiso preguntarle qué le había ocurrido porque no quería hacerla llorar, pero ahora no permitirá que ella se siga poniendo triste por las acciones de los demás.
–Candy, tú te ganaste este dinero, así que debes quedártelo, tuviste que lidiar con una muchachita que estaba aburrida, fué duro pero hiciste un gran trabajo, así que lo correcto es que te quedes con el dinero y puedes comprar algo que realmente quieras.
–Ahora bien Candy, como has comido como un pajarito durante los últimos días, deberías de comer bastante –le dijo Charlie.
–sí, está bien comeré, gracias señor Davis –dijo Candy sonriendo.
–Candy, ya no me llames señor Davis,...puedes llamarme tío Charlie, pues aunque no llevamos la misma sangre, para mi eres mi sobrina –le dijo Charlie
–¡gracias tio Charlie, así lo haré! –le dijo la rubia feliz porque ahora sí sentía que era parte de una familia y le dió un abrazo, luego le dijo.
–Tío Charlie, ¿tú necesitas algo,? porque en verdad me gustaría comprarte algo –le preguntó Candy.
—no, estoy bien gracias Candy,...pero qué pasaría si te pido algo costoso –le dijo Charlie después jugando un poco con la rubia.
–bueno, entonces tendría que conseguir mucho dinero y te compraré lo que quieras –le respondió Candy.
–Bueno entonces estaré esperando a que llegue ese día –le dijo Charlie bromeando luego brindaron con una taza de chocolate caliente.
Al día siguiente, Charlie se encontraba sentado en el porche de su casa, recordando la plática que tuvo con Candy, la noche anterior, pensaba que ella era una jovencita encantadora y brillante, y estaba seguro que se convertiría en una bella dama. Pero luego, nuevamente pensó que necesitaba enviarla a un lugar que fuera realmente confiable, donde pudiera aprender a ser una dama y estar preparada para el mundo de la sociedad.
Candy había sido un encantador problema que apareció repentinamente en la vida de Charlie, una jovencita que había crecido en un ambiente duro, y con el tiempo él le fué tomado cariño, la cuidaba y le proporcionaba todo lo que la rubia necesitaba, y antes que se diera cuenta, Candy se convirtió en una señorita de dieciocho años, que se convirtió tan hermosa y frescas como las rosas que cuidaba él con tanto esmero.
Después de estar algunas horas en el bosque, Candy volvió a la casa de Charlie con una canasta llena de frambuesas.
–Candy ¿acaso piensas hacer jalea con todas esas frambuesas? –le preguntó Charlie al verla llegar.
–mmm ¡no me parece mala idea tio Charlie! –le responde la rubia sentándose al lado de Charlie.
Entonces Charlie le ofrece un durazno a Candy y le dice.
–sabes Candy, cada vez que veo estos duraznos frescos es porque el verano está por comenzar.
Y sí, el verano estaba a la vuelta de la esquina y Candy se tenía que preparar para el último examen que tenía en una prestigiosa escuela del pueblo.
Charlie había tomado la decisión de enviarla a la escuela hacía tres años, algunas personas estaban en contra con la decisión de él porque decían…cómo era posible que una huérfana fuera a una escuela de ésa categoría, otras lo elogiaban por la decisión que él tomó por el bien de Candy.
–Candy, ya es tarde debes descansar e ir a dormir –le dijo Charlie al ver aún luz en la habitación de ella.
–tio Charlie déjame estudiar un poco más, te prometo que no me tardaré –le dijo la rubia.
–¡Está bien, solo media hora más ok! –dijo Charlie
–sí, buenas noches tío –le dijo la rubia y luego se sumergió en el estudio.
Candy quería que su tío estuviera orgulloso de ella, por eso se esmeraba en estudiar y pasar el examen, era la forma de agradecerle por todo lo que él había hecho por ella todo este tiempo, y claro para luego tener unas felices vacaciones de verano.
–me pregunto si Terry vendrá este verano de vacaciones –se dijo de repente Candy.
Y es que Terry, había estado ausente los últimos tres años, porque había estado en la academia militar siguiendo la tradición familiar, se graduó de la universidad y fué declarado oficial del ejército, luego estuvo sirviendo en el frente en tierras extranjeras.
Al día siguiente Candy venía saliendo de la escuela junto a sus amigas Patty y Annie, quienes por motivos de negocios sus padres habían llegado a Escocia hacía un año, las chicas se conocieron y se hicieron amigas.
–¡mira Candy, ahí está Anthony esperandote! –le dijo Patty quien ya lo conocía porque casi siempre llegaba para esperarla.
–¡Hola Anthony! ¿Qué haces aquí? creí que nos veríamos en casa como de costumbre –le dijo Candy sonriendo.
–bueno si…pero es que no quería que regresaras sola a tu casa, además me gustaría que me acompañaras a comprar un libro que ví en la librería –le dijo Anthony
–pero, mis amigas… –le dijo Candy
–¡oh no, por nosotras no te preocupes Candy, el chofer de mi padre viene llegando –le dijo Annie señalando el carruaje, entonces las chicas se despidieron.
Ya en la tienda, Candy le dice a Anthony.
–¡mira Anthony, este libro habla sobre la migración de las aves! Sabes estaba pensando en buscar información sobre qué tipos de aves regresan al bosque durante el verano.
Anthony no entendía nada de aves, pero siempre había apoyado a Candy en sus proyectos y le había dicho que a él también le gustaban las aves.
Mientras la rubia hojeaba el libro, Anthony se queda observándola mientras pensaba si debería confesarse hoy, porque ella realmente le gustaba, entonces Candy levanta su vista y nota que Anthony la está observando con cara de tonto.
–Anthony, acaso ¿quieres decirme algo? –le preguntó Candy
–¡oh no, no nada! –le responde Anthony nervioso desviando su vista a los libros.
–bien, entonces creo que deberíamos regresar a casa, no quiero preocupar al tío Charlie –dijo Candy, entonces Anthony pagó por su libro y el de Candy.
Anthony pensó que aún no era el momento de confesar sus sentimientos a Candy, habían sido amigos todo este tiempo y no quería estropear esa amistad por adelantarse antes de tiempo, y más sin estar seguro por los sentimientos de Candy hacia él.
Continuará…