Video Presentación
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Terence Grandchester volvió las dos siguientes noches al salón Alba, solo con la intención de distraerse y disfrutar su viaje ya que sabía que una vez pisada tierra norteamericana no tendría el tiempo suficiente para distracciones, sobre todo si quería conseguir un permiso para regresar a Londres y contraer matrimonio con Susana, aunque en el fondo lo que deseaba era volver a ver a aquella joven que tanto lo impresiono, por desgracia no corrió con suerte.
Terry tenía clavada la mirada en el libro que sostenía en sus manos, el vapor que salía de la taza de café que había frente a él llego a sus fosas nasales, hizo el libro a un lado y dio un sorbo a la bebida, volvió a lo que hacía, minutos después unas damas que se encontraban en la mesa contigua comenzaron a cuchichear, distrayéndolo de su lectura.
̶ ¡Que descaro presentarse aquí con damas como nosotras!
̶ Yo vi a los dos tipos salir del camarote esta mañana.
̶ ¿Qué cosas no harían, con esas… señoritas?
Lo comentarios parecían poner en tela de juicio la reputación de algunas de las pasajeras, «por cosas como estas es que prefiero desayunar solo en el camarote», pensó el joven mientras entornaba los ojos y cerraba su libro de golpe, lo dejo sobre la mesa, estaba dispuesto a regresar a su habitación, tomo la taza para darle un último sorbo, cuando levanto la vista y el vapor de su bebida se dispersó, sus ojos encontraron una silueta femenina justo delante suyo.
Había dos jóvenes sentadas en la mesa de enfrente, una morena y otra rubia, podía apreciar el perfil de ambas, la morena y que sabía se llamaba Annie Britt hablaba con el mesero, mientras la rubia se acomodaba la servilleta sobre el regazo, ambas vestían diferente a la otra noche, usaban vestidos más discretos, menos accesorios y su comportamiento era mucho más refinado.
«¡Así que hablaban de ellas!»
En ese momento el joven entendió que las damas de buena conciencia censuraban a las dos chicas por su conducta, que por lo que había visto la otra noche en el salón Alba, parecía ser muy liberal.
Terry dejo la taza de café sobre la mesa, tomo el libro y lo abrió, tratando de ocultar que las espiaba. Ambas parecían haber trasnochado, pero a la rubia se le notaba más el cansancio y las ojeras, aunque quiso disimularlo con maquillaje.
Minutos después se les unieron los dos tipos que las acompañaban la otra noche.
̶ Miren la cara del joven Alistear Cornwall.
̶ La señorita White no debió dejarlo dormir.
Los comentarios mal intencionados no se hicieron esperar.
«Así que su apellido es White», Terence seguía mirando a la chica rubia.
El joven observo al cuarteto en todo momento, analizaba su comportamiento era muy evidente la relación que había entre la señorita Britt y el más joven de los chicos, pero la rubia y el joven de anteojos parecían ser solo amigos.
En ese momento entro al lugar un hombre alto, con porte elegante, en su rostro se dibujaban algunas líneas de expresión en su entrecejo y en la comisura de sus ojos oscuros.
En cuanto visualizó al grupo de jóvenes camino hacia ellos, la expresión de los hermanos Cornwall fue de fastidio, para Terry fue muy fácil adivinar que el tipo no era de su agrado, pero en cuanto llego con ellos ambos sonrieron hipócritamente.
«La falsedad de las relaciones humanas, conozco bien ese sentimiento, tener que dar buena cara a alguien que aborreces», pensó Terry.
El joven miro a la rubia, la rigidez en su espalda, el nulo contacto visual con aquel hombre y el tener que dibujar una sonrisa forzada evidenciaron su tensión.
Más que obvio la incomodidad de ella, el joven Arquitecto era observador, sus ojos se posaron sobre el rostro del tipo, la forma en que miraba a dama era demasiado reveladora, recorría con morbo la silueta femenina.
No tuvieron más remedio que invitarlo a unírseles, el hombre no dudo ni un segundo y se sentó junto a la mujer rubia.
Apenas iban a llevarles el servició cuando la joven Britt aventó la servilleta en la mesa, se llevó la mano a la sien y dijo que le había dado un fuerte dolor de cabeza, pidió retirarse y se disculpó, la rubia se puso de pie casi de golpe con el pretexto de acompañar a su amiga, ambas se retiraron ante la mirada de decepción del hombre maduro.
«Te lo mereces por coscolino»
Terry sonrió burlesco, él era de la idea de que a las mujeres no se les acosa, todo lo contrario, se les enamora y a la primera señal de rechazo das la vuelta y te vas, aunque, a decir verdad, él no conocía lo que significaba ser rechazado.
El sol del mediodía brillaba sobre mar Atlántico, Terry daba un paseo por la cubierta del barco, faltaba solo un día para su llegada a los Estados Unidos, llevaba en la mano su sombrero y en la otra una libreta de cuero, en ella había una lista de pendientes, también algunos nombres y direcciones de personas con las que debía dirigirse en cuanto llegara a la ciudad de Nueva York.
Vio un camastro de madera desocupado, se sentó y subió los pies estirándolos tal cual alto era, el viento soplaba con fuerza alborotando su cabellera castaña oscura, abrió la libreta no precisamente para revisar sus notas, entre sus páginas había una fotografía de Susana, su novia, Terry admiro la belleza de la mujer con la que se iba a casar, acaricio el pequeño pedazo de papel llevándolo a su pecho, sonrió nostálgico.
«Ya empiezo a extrañar mi vida en Londres»
Apretó los labios, coloco su sombrero a modo de que este cubriera su rostro, cerró los ojos y se ensimismo en sus pensamientos, estaba tan relajado que se quedó medio dormido sin importarle lo que ocurriera a su alrededor, solo deseaba soñar con Susana esperándolo en el altar de la iglesia.
Repentinamente el humo del tabaco entro en sus fosas nasales, haciéndolo regresar a la realidad.
̶ ¿Quién diablos está fumando? ̶ Murmuro al tiempo que levanto un poco el ala de su sombrero.
En el camastro de al lado estaba sentada la joven Annie Britt, miraba el horizonte, tenía los ojos a punto del llanto y apretaba los labios como conteniendo un grito. Terry se sorprendió de verla, a pesar de que sus camarotes estaban uno frente al otro, no la había visto desde aquel el día en el comedor del barco.
La joven dio otra fumada, una lágrima hizo que el delineado de sus ojos se corriera.
̶ ¡Annie, Annie!, por fin te encuentro ̶ una voz cargada de preocupación se escuchó a lo lejos.
Terry miro con discreción a esa dirección. La joven rubia apresuro el paso para llegar a con su amiga, se puso en cuclillas frente a la morena.
̶ Archie es un imbécil ̶ Annie apretó los dientes, ahora que su amiga estaba cerca no pudo contener las lágrimas.
̶ Sí que lo es ̶ afirmó la joven rubia, decepcionada.
Terry era mudo espectador bajo su sombrero. Sabía que esa platica no era de su incumbencia, pero no podía apartar la mirada pues ahora que tenía más de cerca a la joven rubia pudo apreciar su belleza, su piel tersa y suave no eran producto del maquillaje, los rayos del sol caían sobre su dorada cabellera risada, le sorprendió que llegara a media espalda. «Así que solo era un peinado». Pensó Terry al descubrir que el estilo bob con el que la había visto las otras dos ocasiones era falso.
̶ Es que no entiendo porque es así ̶ la joven Britt se quejó de nuevo, levanto la vista al cielo como interrogando a Dios ̶ él sabía perfectamente mi forma de pensar y ser cuando nos conocimos, ahora resulta que eso le molesta, pero oye bien Candy, si tanto le importa lo que dirá la vieja esa que tiene de tía será mejor que se olvide de mí ̶ Annie dio otra fumada, saco de bolso una especie de polvera ya vacía, y ahí apago el cigarro.
̶ ¡Annie, Annie! ̶ a lo lejos se escuchó una voz masculina.
̶ Ahí viene ese idiota ̶ Annie guardo el pequeño recipiente metálico, se puso de pie y se fue, indignada. La joven rubia se levantó y
la miró alejarse.
̶ ¡Annie! ̶ Archie paso de largo a Candy, pero ella lo detuvo del brazo.
̶ Déjala sola ̶ la rubia pidió al joven.
̶ Es que...
̶ Es que eres un tonto ̶ la joven lo interrumpió y completo la frase con el adjetivo menos ofensivo que encontró ̶ ¿Cómo fuiste capaz de decirle cómo debía comportarse frente a la tía?, tu mejor que nadie conoce Annie, así que ahora atente a las consecuencias.
̶ Candy, habla con ella por favor ̶ pidió suplicante el joven.
̶ Dejemos que se calme y después veré que puedo hacer por ti ̶ la joven apretó la mejilla de su amigo.
̶ ¡Gracias! ̶ el chico respondió el gesto un beso en la mejilla en señal de agradecimiento.
̶ Archie, por favor ya deja de comportarte como...
̶ Como un idiota ̶ Archie ahora terminaba la frase que Candy dejo a medias ̶ te prometo que así será.
El joven le guiño el ojo a la chica rubia, ninguno de los dos imaginaba que estaban siendo presas de la curiosidad ajena.
La joven se sentó en el borde del camastro y se quedó pensativa, mirando el horizonte, suspiro con nostalgia. Volteo con suavidad y por sobre su hombro observo al hombre que estaba acostado en el camastro de al lado, esperaba que no hubiese notado el pequeño pleito que tenían sus amigos, pero el caballero parecía dormitar debajo de su sombrero.
Candy se levantó, alejándose del campo de visión de Terry quien la miraba perderse entre los demás pasajeros que daban un paseo sobre la cubierta.
̶Así que su nombre es Candy, es mucho más bonita de cerca.
Él sonrió con ternura y suspiro de manera involuntaria, se incorporó para quedar sentado, no recordó que había dejado la fotografía de su novia sobre su pecho, así que esta cayó al piso, justo debajo de sus pies, acomodó su sombrero, se levantó y se fue en dirección contraria de dónde había caminado la joven olvidándose por completo del retrato de la que sería su esposa, el viento hizo lo suyo, la hoja de papel se deslizo por la cubierta del barco hasta que finalmente cayo al mar.
«Candy White, me gustaría saber más sobre ti».
Los pensamientos de Terry estaban siendo absorbidos por aquella chica que solo había visto un par de ocasione y la cual ignoraba por completo su existencia.
Esa misma noche por ser la última a bordo del trasatlántico habría una gran celebración en el salón principal y todos los pasajeros de primera clase fueron invitados.
En cuanto entro al salón Terence se volvió el centro de las miradas, sobre todo de las femeninas, enfundado con su traje de gala con su porte elegante los buenos comentarios sobre él no se hicieron esperar.
No así cuando hicieron acto de presencia dos chicas y el par de caballeros, las miradas escandalizadas no se hicieron esperar al igual que los murmullos.
Terry sonrió al ver a aquella joven, era el principal motivo que lo había hecho asistir a la fiesta, la dama llevaba puesto un hermoso vestido en tono rojo y dorado, con un espectacular escote en la espalda, guantes del mismo color y una diadema de pedrería dorada con una flor roja como adorno en un costado coronando su peinado bob.
Le habría encantado acercarse a ella y presentarse, pero de nuevo estaba con esos dos chicos, que parecían custodiarla en todo momento.
Ni un solo segundo de la noche se le despegaron, incluso Annie Britt parecía cuidarla.
Terry miro a un grupo de caballeros entre ellos se encontraba el vejestorio del aquel día, miraba a la señorita White de un modo tan depravado que daba asco de solo imaginar lo que pasaba por su mente.
«Sí fueras mí pareja no permitiría que alguien te faltara el respeto ni con una sola mirada, ¡Sí tan solo fueras mía!». En ese momento Terry freno en seco sus pensamientos.
Que le estaba pasando, siquiera había cruzado palabra alguna con esa joven como para tener ese tipo de intenciones, se recrimino por ello.
«Además yo tengo novia y vamos a casarnos»
Terry apretó los labios, se dispuso a marcharse, camino entre la gente tenía que
salir de ahí pues sentía que la respiración le faltaba como si algo le estuviera oprimiendo el pecho, antes de salir del salón volvió su mirada, quería ver por última vez a esa joven porque sabía que una vez que descendiera del barco era muy probable que no volviera a saber de ella jamás, para su sorpresa sus ojos aguamarina se encontraron directamente con los verdes de ella, ¡sí!,
Candy White lo observaba fijamente con sus destellantes ojos felinos.
Continuará...
Hoy habra doble capítulo, ya que mañana me sera imposible publicar.