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Hola bonito sábado. Comparto con ustedes la actualización de mi historia, capítulo 6.
Mi historia está ambientada en la guerra civil estadounidense. Lo que tuvieron que sufrir mujeres negras por el simple hecho de ser esclavas.
Este capítulo está basado en una investigación que realicé tanto en Google como en YouTube.
En la gran fiesta que ofreció mi padre para mi hermana Abby, él y ella bailaban un vals.
Se veía tan hermosa, que se parecía a esa princesa de los cuentos infantiles que me leía.
—«Había una vez, al final del invierno, una joven y bondadosa reina que, paseando por el jardín de su palacio, vio una rosa roja creciendo a pesar del frío, cuando la fue a tocar se pinchó el dedo con una espina, y dejó caer tres gotas de sangre en la nieve. Fue entonces cuando la reina deseó tener una hija con la piel tan blanca como la nieve, los labios tan rojos como la sangre y el pelo negro tan negro como el ébano. Al poco tiempo, su deseo se cumplió, naciendo una encantadora princesa a quien la reina y su esposo, el rey, decidieron llamar Blancanieves. Sin embargo, la reina, madre de Blancanieves, se enfermó poco después de dar a luz y esta fallece. El rey se casó posteriormente con una mujer muy bella pero fría y altiva. La nueva y segunda esposa del rey, la nueva y segunda reina, la malvada madrastra de Blancanieves, realmente era una hechicera muy poderosa, y además de ser una mujer egoísta, malvada, mala y excesivamente vanidosa, era poseedora de un espejo encantado».
—«Te gustó el cuento que te leí, Pony», me preguntó y le dije que sí.
Ella sonreía y me dijo una frase que siempre la voy a tener presente en mi vida:
«No es el interior mucho más importante que la apariencia exterior».
Con ello comprendí de qué le servía a la bruja malvada del cuento ser bella si no tenía belleza interior.
Todos estábamos felices en la fiesta. Me servía mis dulces favoritos cuando se escucharon tiroteos y un hombre de raza negra y su familia ingresaron al gran salón, desesperados, gritando:
—«¡Piedad, piedad, para mi familia, piedad!»
Todos nos quedamos estáticos ante lo que estábamos viendo, pues eran amenazados por dos forajidos.
—«Qué sucede aquí, por qué invaden mi propiedad », les gritó mi padre.
El hombre negro se arrastró como pudo hasta llegar donde él para decirle que había sido enviado por mí tío Nicholas Giddings, que eran sus protegidos y por lo tanto ya no eran esclavos.
Los cazadores de esclavos empezaron a gritar «¡es una mentira, ellos aún no han conseguido su libertad, le pertenecen a un importante terrateniente y se han escapado!»
Mi padre le hizo una señal al capataz y éste sabía lo que tenía que hacer. Lograron desarmar a los forajidos y mi padres les gritó —«largo de aquí, no tengo nada que ver en estos asuntos».
Vi como una pequeña de cabello negro ensortijado y su madre lloraban sin cesar.
Me acerqué a mi padre para agarrar su mano, él entendió lo que quería decirle, que les diera una oportunidad a las personas que estaban siendo maltratadas.
—«Pony, ve con tu madre, estos asuntos no nos incumben».
—«Padre, solo escuche lo que tienen para decirle».
A regañadientes, mi padre atendió la petición que le hice.
Todos nos quedamos absortos cuando escuchamos la conmovedora historia de un hombre dispuesto a cualquier cosa por su familia y por la libertad.
«Desde 1845 hasta 1849, en Montgomery, Alabama, muy cerca de plantaciones de esclavos, un médico improvisó una clínica en su jardín, construyó un hospital o “enfermería quirúrgica para negros”, para operar sin anestesia al menos 11 esclavas, entre ellas Lucy, Betsy y Anarcha».
–«Mi nombre es Jackson y ella es mi esposa Alika y ellos son mis hijos Aimy, Zack y el pequeño Rony.
Éramos esclavos en una plantación en Alabama. Le servíamos a un médico que empezó a utilizar a mujeres y niñas de las barracas para cirugías experimentales porque padecían de una rara enfermedad».
—«Las mujeres esclavas afectadas por esto no servían para trabajar. Lucy, Betsy, Anarcha Westcott y las otras jóvenes tenían en común que padecían de una enfermedad llamada fístula vaginal y por eso fueron llevadas por sus dueños a que las viera el doctor para que las curara, las reparara», dijo Alika, nerviosa. Todo esto ocurría sin anestesia.
—¿Conoces a las otras chicas?, le preguntó mi madre.
—No. Estos son los únicos tres nombres que conozco. Sé que Lucy tenía 18 años y Anarcha, 17. De Betsy nunca supe su edad.
Candy, que conocía bien sobre los procesos quirúrgicos, se estremeció al leer esta parte en el diario de la señorita Ponny.
—«Dios mío, qué barbaridad y crueldad», pronunció.
—«Y en el contexto de la esclavitud, presumo que sin consentimiento»
—manifestó la tía Faith.
Mi madre le respondió a la tía Faith: «Una mujer afectada con fístula vaginal no puede salir a la sociedad así, debe ser devastador. Imagino que para los propietarios de plantaciones debió ser un gran problema, pero para sus bolsillos, perder a su mano de obra, sabiendo que un tercio de la población son esclavos».
Cuñado, tú que eres médico, ¿qué es la fístula vaginal en sí?
–«Es una herida catastrófica, la fístula vesicovaginal es una ruptura entre la vagina y la vejiga por la que se filtra orina sin ningún control, causada la mayoría de las veces por trabajos de parto prolongados y a veces heces, si involucra al recto se llama rectovaginal.
Así que una gran cantidad de mujeres, blancas y negras, acababan padeciendo una fístula vaginal si se complicaba su alumbramiento.
Hasta el momento se conoce que afectaba mucho más a las mujeres negras que a las blancas».
Cuando Alika escuchó al doctor Potter, agachó la cabeza; la tía Faith le lanzó una mirada lanzafuego por su último comentario.
–«Mujeres inservibles, así gritaban los dueños de plantaciones cuando una mujer de mi raza padecía de este mal que ellos mismos provocaban cuando agredían sexualmente y embarazaban a niñas desde los 13 años como le sucedió a Anarcha».
–Lo siento –se disculpó el doctor Potter.
–Cuál es el nombre de ese sujeto que dice llamarse doctor, preguntó mi padre a los fugitivos.
–Su nombre es J. Marion Sims.
–¿James Marion Sims? –dijo intrigado el doctor Potter.
–Sí, contestó Jackson.
—¡Vaya!
Mi tía Faith miró incrédula a su esposo para preguntarle si era el mismo Sims, oriundo de Lancaster County, Carolina del Sur, que conocieron en una convención de médicos en Nueva York junto a su esposa, Teresa Jones. Él asintió y le contestó:
—Sí, querida, el mismo Sims que prefiere que le llamen Marion.
Alika es una hermosa mujer. Se expresaba con tanta seguridad que no mentía.
–No sé ni leer ni escribir, pero lo que sí sé es que escribió en un cuaderno grande lo que le hizo Lucy: «Era antes de la época de los anestésicos y la pobre chica, sobre sus rodillas, aguantó la cirugía con gran heroísmo».
Creyó que Lucy no resistiría sus torturas. «Pero también su agonía era extrema». «Estaba postrada y pensé que moriría», lo escribió tal cual, lo sé porque mientras aseaba un área al que él llamaba quirófano eso mencionó a sus ayudantes. Horas después de confirmar que su primera cirugía había fracasado, realizó una más, aún estando muy inflamada —recordó Alika—. Lucy temblaba de frío y de miedo. Me acerqué a ella para colocarle una cálida manta, estrechar su mano y hacer una oración por ella.
Candy estaba furiosa, «¿heroismo? Claro que no. Porque no se puede sacrificar despiadadamente a un grupo pequeño de personas sin poder para beneficiar a otro grupo de personas muy poderosas. Eso no es defendible, ni ético, ni tampoco es un acto heroico. Eso es racismo», sentenció.
Anarcha fue otra de las mujeres sometidas a los procedimientos experimentales.
—«Llegó a sus manos cuando tenía 17 años después de un parto de tres días. La colocaron sobre una mesa, apoyada sobre sus rodillas y codos, sin ropa, sostenida por otros hombres, sus asistentes, mientras él le... —Alika calló, miró a Jackson, como si necesitase de él y de su aprobación para continuar con su relato, éste asintió a modo de aprobación— introdujo una cuchara de paltre en su vagina. Con todas ellas ese fue siempre el mismo procedimiento.
Cuando escuché el primer grito desgarrador de Anarcha intenté auxiliarla, pero la puerta del quirófano estaba cerrada por dentro. Escuché unos pasos hacia mí y salí corriendo para que no me hiciesen lo mismo y me azotaran —Alika lloraba destrozada.
Durante cuatro años le hizo 30 cirugías experimentamos sin anestesia, hasta que un día por fin logró con ella, Anarcha, la técnica adecuada para cerrar la herida, usando una sutura de plata, esto ocurrió en 1849.
—Entonces, Sims, qué les daba para que resistiesen a tremendo dolor escalofriante, le preguntaba el doctor Potter.
—Opio, respondió ella.
A la tía Faith le encntaba todo lo relacionado con la ciencia y la investigación y preguntó:
—Esposo, ¿por qué operó a las esclavas sin anestesia?
–«No comprendo por qué Marion no procedió a la anestesia con éter que fue usada con éxito en octubre de 1846. Dudo que desconociera el uso de la anestesia. Sims debió estar bien informado y suscrito a revistas médicas. Debió haber leído uno de los muchos informes sobre la investigación de la anestesia con eter dietílico».
—«Es decir, casi un año después de que empezó a operar a estas mujeres».
—«Exacto. Y aunque Sims sí les dio opio a las tres esclavas, deduzco que sólo lo hizo para su recuperación, mas no para minimizar su dolor durante las cirugías; tal vez, para que no escapen. Lo que hizo Sims no está bien. No se puede abusar de la gente para conseguir un avance médico».
–«Según el doctor Sims, los negros no sentimos dolor, o al menos no como el dolor que sienten los blancos. Ésa era su teoría» –comentó Jackson.
–«Una creencia muy conveniente si quieres abusar de ellos durante una cirugía, y al parecer Sims estaba convencido con esa absurda idea».
–«Otra de sus teorías era que las mujeres negras teníamos más sexo que las blancas y que no éramos limpias» –señaló Alika–.
Para mí, la única y verdadera teoría fue y es: los abusos del hombre blanco. Violaban a pequeñas niñas que embarazaban y luego sufrían en el parto y sus crías morían, como le sucedió a Anarcha.
–«Antes de migrar al norte trabajé en una plantación y con seguridad me atrevo a decir que la verdadera razón es algo que se llama hambruna, pues la nutrición de las esclavas era realmente mala, así que sus pelvis eran más pequeñas porque sus huesos no se formaban bien. Además, concuerdo con Alika, tenían hijos temprano y con frecuencia», explicó el doctor Potter.
Como profesional de la salud, Candy empezó a recordar lo que aprendió cuando era una estudiante de enfermería sobre los avances de la medicina, en aquella época. Mary Jane decía que en el siglo 19 hubo muchas contribuciones a la medicina, pero nunca se imaginó a qué precioo.
En 1853, los Sims dejaron Alabama y llegaron a Nueva York para fundar el primer hospital de mujeres de Estados Unidos. Y allí, aplicó en mujeres blancas con anestesia lo que desarrolló durante más de cuatro años en Alabama.
–Nos llevaron con ellos a Nueva York. Creíamos que la pesadilla, el tormento, el dolor y el grito desolador de las víctimas del doctor Sims, que escuchamos desde 1845 cuando nació nuestra primera hija, Aimy, había terminado. Pero no fue así. Todo cambió cuando empezamos a notar ruidos extraños en el sótano donde hallamos mujeres y niñas en peores condiciones que en las barracas de las plantaciones. Si no hacíamos algo por ellas nos convertiríamos en cómplices del horror que una vez presenciamos. Por eso, las ayudé a escapar a todas. Su hermano es un hombre de buen corazón. Nos dio techo, ropa y comida hasta enviarnos con usted señor Giddings. Pero no sé cómo estos cazadores de esclavos nos encontraron —dijo Jackson.
Desde ese día mi padre los acogió en la granja. Su historia me conmovió y me propuse alfabetizar a la familia de Jackson.
CONTINUARÁ...
NOTA: La autobiografía de Sims, disponible al público en los archivos del Congreso de EE.UU., incluye detalles de algunos de sus experimentos médicos. Los nombres de Lucy, Betsy y Anarcha son los únicos tres mencionados de las esclavas negras que operó buscando cerrar la fístula vaginal.
Mi historia está ambientada en la guerra civil estadounidense. Lo que tuvieron que sufrir mujeres negras por el simple hecho de ser esclavas.
Este capítulo está basado en una investigación que realicé tanto en Google como en YouTube.
EL DIARIO DE PONY
CAPÍTULO 6
En la gran fiesta que ofreció mi padre para mi hermana Abby, él y ella bailaban un vals.
Se veía tan hermosa, que se parecía a esa princesa de los cuentos infantiles que me leía.
—«Había una vez, al final del invierno, una joven y bondadosa reina que, paseando por el jardín de su palacio, vio una rosa roja creciendo a pesar del frío, cuando la fue a tocar se pinchó el dedo con una espina, y dejó caer tres gotas de sangre en la nieve. Fue entonces cuando la reina deseó tener una hija con la piel tan blanca como la nieve, los labios tan rojos como la sangre y el pelo negro tan negro como el ébano. Al poco tiempo, su deseo se cumplió, naciendo una encantadora princesa a quien la reina y su esposo, el rey, decidieron llamar Blancanieves. Sin embargo, la reina, madre de Blancanieves, se enfermó poco después de dar a luz y esta fallece. El rey se casó posteriormente con una mujer muy bella pero fría y altiva. La nueva y segunda esposa del rey, la nueva y segunda reina, la malvada madrastra de Blancanieves, realmente era una hechicera muy poderosa, y además de ser una mujer egoísta, malvada, mala y excesivamente vanidosa, era poseedora de un espejo encantado».
—«Te gustó el cuento que te leí, Pony», me preguntó y le dije que sí.
Ella sonreía y me dijo una frase que siempre la voy a tener presente en mi vida:
«No es el interior mucho más importante que la apariencia exterior».
Con ello comprendí de qué le servía a la bruja malvada del cuento ser bella si no tenía belleza interior.
Todos estábamos felices en la fiesta. Me servía mis dulces favoritos cuando se escucharon tiroteos y un hombre de raza negra y su familia ingresaron al gran salón, desesperados, gritando:
—«¡Piedad, piedad, para mi familia, piedad!»
Todos nos quedamos estáticos ante lo que estábamos viendo, pues eran amenazados por dos forajidos.
—«Qué sucede aquí, por qué invaden mi propiedad », les gritó mi padre.
El hombre negro se arrastró como pudo hasta llegar donde él para decirle que había sido enviado por mí tío Nicholas Giddings, que eran sus protegidos y por lo tanto ya no eran esclavos.
Los cazadores de esclavos empezaron a gritar «¡es una mentira, ellos aún no han conseguido su libertad, le pertenecen a un importante terrateniente y se han escapado!»
Mi padre le hizo una señal al capataz y éste sabía lo que tenía que hacer. Lograron desarmar a los forajidos y mi padres les gritó —«largo de aquí, no tengo nada que ver en estos asuntos».
Vi como una pequeña de cabello negro ensortijado y su madre lloraban sin cesar.
Me acerqué a mi padre para agarrar su mano, él entendió lo que quería decirle, que les diera una oportunidad a las personas que estaban siendo maltratadas.
—«Pony, ve con tu madre, estos asuntos no nos incumben».
—«Padre, solo escuche lo que tienen para decirle».
A regañadientes, mi padre atendió la petición que le hice.
Todos nos quedamos absortos cuando escuchamos la conmovedora historia de un hombre dispuesto a cualquier cosa por su familia y por la libertad.
«Desde 1845 hasta 1849, en Montgomery, Alabama, muy cerca de plantaciones de esclavos, un médico improvisó una clínica en su jardín, construyó un hospital o “enfermería quirúrgica para negros”, para operar sin anestesia al menos 11 esclavas, entre ellas Lucy, Betsy y Anarcha».
–«Mi nombre es Jackson y ella es mi esposa Alika y ellos son mis hijos Aimy, Zack y el pequeño Rony.
Éramos esclavos en una plantación en Alabama. Le servíamos a un médico que empezó a utilizar a mujeres y niñas de las barracas para cirugías experimentales porque padecían de una rara enfermedad».
—«Las mujeres esclavas afectadas por esto no servían para trabajar. Lucy, Betsy, Anarcha Westcott y las otras jóvenes tenían en común que padecían de una enfermedad llamada fístula vaginal y por eso fueron llevadas por sus dueños a que las viera el doctor para que las curara, las reparara», dijo Alika, nerviosa. Todo esto ocurría sin anestesia.
—¿Conoces a las otras chicas?, le preguntó mi madre.
—No. Estos son los únicos tres nombres que conozco. Sé que Lucy tenía 18 años y Anarcha, 17. De Betsy nunca supe su edad.
Candy, que conocía bien sobre los procesos quirúrgicos, se estremeció al leer esta parte en el diario de la señorita Ponny.
—«Dios mío, qué barbaridad y crueldad», pronunció.
—«Y en el contexto de la esclavitud, presumo que sin consentimiento»
—manifestó la tía Faith.
Mi madre le respondió a la tía Faith: «Una mujer afectada con fístula vaginal no puede salir a la sociedad así, debe ser devastador. Imagino que para los propietarios de plantaciones debió ser un gran problema, pero para sus bolsillos, perder a su mano de obra, sabiendo que un tercio de la población son esclavos».
Cuñado, tú que eres médico, ¿qué es la fístula vaginal en sí?
–«Es una herida catastrófica, la fístula vesicovaginal es una ruptura entre la vagina y la vejiga por la que se filtra orina sin ningún control, causada la mayoría de las veces por trabajos de parto prolongados y a veces heces, si involucra al recto se llama rectovaginal.
Así que una gran cantidad de mujeres, blancas y negras, acababan padeciendo una fístula vaginal si se complicaba su alumbramiento.
Hasta el momento se conoce que afectaba mucho más a las mujeres negras que a las blancas».
Cuando Alika escuchó al doctor Potter, agachó la cabeza; la tía Faith le lanzó una mirada lanzafuego por su último comentario.
–«Mujeres inservibles, así gritaban los dueños de plantaciones cuando una mujer de mi raza padecía de este mal que ellos mismos provocaban cuando agredían sexualmente y embarazaban a niñas desde los 13 años como le sucedió a Anarcha».
–Lo siento –se disculpó el doctor Potter.
–Cuál es el nombre de ese sujeto que dice llamarse doctor, preguntó mi padre a los fugitivos.
–Su nombre es J. Marion Sims.
–¿James Marion Sims? –dijo intrigado el doctor Potter.
–Sí, contestó Jackson.
—¡Vaya!
Mi tía Faith miró incrédula a su esposo para preguntarle si era el mismo Sims, oriundo de Lancaster County, Carolina del Sur, que conocieron en una convención de médicos en Nueva York junto a su esposa, Teresa Jones. Él asintió y le contestó:
—Sí, querida, el mismo Sims que prefiere que le llamen Marion.
Alika es una hermosa mujer. Se expresaba con tanta seguridad que no mentía.
–No sé ni leer ni escribir, pero lo que sí sé es que escribió en un cuaderno grande lo que le hizo Lucy: «Era antes de la época de los anestésicos y la pobre chica, sobre sus rodillas, aguantó la cirugía con gran heroísmo».
Creyó que Lucy no resistiría sus torturas. «Pero también su agonía era extrema». «Estaba postrada y pensé que moriría», lo escribió tal cual, lo sé porque mientras aseaba un área al que él llamaba quirófano eso mencionó a sus ayudantes. Horas después de confirmar que su primera cirugía había fracasado, realizó una más, aún estando muy inflamada —recordó Alika—. Lucy temblaba de frío y de miedo. Me acerqué a ella para colocarle una cálida manta, estrechar su mano y hacer una oración por ella.
Candy estaba furiosa, «¿heroismo? Claro que no. Porque no se puede sacrificar despiadadamente a un grupo pequeño de personas sin poder para beneficiar a otro grupo de personas muy poderosas. Eso no es defendible, ni ético, ni tampoco es un acto heroico. Eso es racismo», sentenció.
Anarcha fue otra de las mujeres sometidas a los procedimientos experimentales.
—«Llegó a sus manos cuando tenía 17 años después de un parto de tres días. La colocaron sobre una mesa, apoyada sobre sus rodillas y codos, sin ropa, sostenida por otros hombres, sus asistentes, mientras él le... —Alika calló, miró a Jackson, como si necesitase de él y de su aprobación para continuar con su relato, éste asintió a modo de aprobación— introdujo una cuchara de paltre en su vagina. Con todas ellas ese fue siempre el mismo procedimiento.
Cuando escuché el primer grito desgarrador de Anarcha intenté auxiliarla, pero la puerta del quirófano estaba cerrada por dentro. Escuché unos pasos hacia mí y salí corriendo para que no me hiciesen lo mismo y me azotaran —Alika lloraba destrozada.
Durante cuatro años le hizo 30 cirugías experimentamos sin anestesia, hasta que un día por fin logró con ella, Anarcha, la técnica adecuada para cerrar la herida, usando una sutura de plata, esto ocurrió en 1849.
—Entonces, Sims, qué les daba para que resistiesen a tremendo dolor escalofriante, le preguntaba el doctor Potter.
—Opio, respondió ella.
A la tía Faith le encntaba todo lo relacionado con la ciencia y la investigación y preguntó:
—Esposo, ¿por qué operó a las esclavas sin anestesia?
–«No comprendo por qué Marion no procedió a la anestesia con éter que fue usada con éxito en octubre de 1846. Dudo que desconociera el uso de la anestesia. Sims debió estar bien informado y suscrito a revistas médicas. Debió haber leído uno de los muchos informes sobre la investigación de la anestesia con eter dietílico».
—«Es decir, casi un año después de que empezó a operar a estas mujeres».
—«Exacto. Y aunque Sims sí les dio opio a las tres esclavas, deduzco que sólo lo hizo para su recuperación, mas no para minimizar su dolor durante las cirugías; tal vez, para que no escapen. Lo que hizo Sims no está bien. No se puede abusar de la gente para conseguir un avance médico».
–«Según el doctor Sims, los negros no sentimos dolor, o al menos no como el dolor que sienten los blancos. Ésa era su teoría» –comentó Jackson.
–«Una creencia muy conveniente si quieres abusar de ellos durante una cirugía, y al parecer Sims estaba convencido con esa absurda idea».
–«Otra de sus teorías era que las mujeres negras teníamos más sexo que las blancas y que no éramos limpias» –señaló Alika–.
Para mí, la única y verdadera teoría fue y es: los abusos del hombre blanco. Violaban a pequeñas niñas que embarazaban y luego sufrían en el parto y sus crías morían, como le sucedió a Anarcha.
–«Antes de migrar al norte trabajé en una plantación y con seguridad me atrevo a decir que la verdadera razón es algo que se llama hambruna, pues la nutrición de las esclavas era realmente mala, así que sus pelvis eran más pequeñas porque sus huesos no se formaban bien. Además, concuerdo con Alika, tenían hijos temprano y con frecuencia», explicó el doctor Potter.
Como profesional de la salud, Candy empezó a recordar lo que aprendió cuando era una estudiante de enfermería sobre los avances de la medicina, en aquella época. Mary Jane decía que en el siglo 19 hubo muchas contribuciones a la medicina, pero nunca se imaginó a qué precioo.
En 1853, los Sims dejaron Alabama y llegaron a Nueva York para fundar el primer hospital de mujeres de Estados Unidos. Y allí, aplicó en mujeres blancas con anestesia lo que desarrolló durante más de cuatro años en Alabama.
–Nos llevaron con ellos a Nueva York. Creíamos que la pesadilla, el tormento, el dolor y el grito desolador de las víctimas del doctor Sims, que escuchamos desde 1845 cuando nació nuestra primera hija, Aimy, había terminado. Pero no fue así. Todo cambió cuando empezamos a notar ruidos extraños en el sótano donde hallamos mujeres y niñas en peores condiciones que en las barracas de las plantaciones. Si no hacíamos algo por ellas nos convertiríamos en cómplices del horror que una vez presenciamos. Por eso, las ayudé a escapar a todas. Su hermano es un hombre de buen corazón. Nos dio techo, ropa y comida hasta enviarnos con usted señor Giddings. Pero no sé cómo estos cazadores de esclavos nos encontraron —dijo Jackson.
Desde ese día mi padre los acogió en la granja. Su historia me conmovió y me propuse alfabetizar a la familia de Jackson.
CONTINUARÁ...
NOTA: La autobiografía de Sims, disponible al público en los archivos del Congreso de EE.UU., incluye detalles de algunos de sus experimentos médicos. Los nombres de Lucy, Betsy y Anarcha son los únicos tres mencionados de las esclavas negras que operó buscando cerrar la fístula vaginal.
Última edición por BettyJesse el Miér Mayo 01, 2024 10:13 pm, editado 1 vez
