Tomamos el elevador y la puerta se cierra con un chasquido, conectamos nuestras miradas cargadas de ansiedad y lujuria, enviando descargas volcánicas por nuestras pieles sensibles. La ropa, antes impecable, ahora está arrugada y ligeramente deshecha, un indicio de la pasión que hemos compartido momentos antes, leyéndoles el pensamiento, les hago una señal de alto al asalto que me hacen, esbozo mi característica sonrisa de medio lado, agregando que unos segundos de calma aumentaría la gratificación final. El ascensor asciende lentamente, cada piso que pasa parece una eternidad, las observo con intensidad, y mi respiración entrecortada. El botón del vigésimo piso se ilumina, indicando que hemos llegado a nuestro destino. La puerta se abre con un suspiro hidráulico, liberándonos de esa jaula de metal.
El demonio contenido en mí, sale desde mis entrañas, y le arranco ese vestido rojo a Susana exponiendo sus generosos pechos, los cuales no tardo en llevarlos a mi boca, lamo, succiono y ella hunde sus dedos entre mi cabello gimiendo de placer, me aparto un poco, solo para atraer a Candy y recostarla sobre el sofá, con mis dientes subo la fina tela de su vestido, hasta que veo su intimidad lista para mí. Separo sus piernas y hundo mi cabeza en ella, mi lengua se deleita con su sabor inundándome los sentidos.
Detrás de mí, Susana restriega su cuerpo, mientras empieza a quitarme la ropa, cuando logra parte de su cometido, puedo sentir sus pezones erectos rozando contra mi espalda, me giro y la alzo con fuerza para también tumbarla a la par de Candy, hundo mis dedos en su intimidad mientras que obnubilado por el placer, mi lengua juega con sus senos, mis dientes aprisionan uno de sus pezones y ella grita cuando lo muerdo con rudeza, hago lo mismo con el otro, sus uñas se clavan en mi espalda. No dejo de mover mis dedos en su interior, sin embargo, ella emite una protesta cuando los retiro, para lamer con devoción los montículos de Candy, la pequeña pecosita gime y guía mis dedos a su entrada, así que le doy lo que quiere, contonea sus caderas y antes de que se corra, me detengo.
—Tóquense para mí—. Les pido con la voz enronquecida. Y así lo hacen, cada una pasa sus manos por sus pezones, aprietan sus pechos con fuerza, deslizan sus finos dedos hasta sus vientres… Sus largas cabelleras danzan al ritmo enigmático de sus caderas. Arranco mi pantalón y me quedo en bóxer, verlas dándose placer provoca estragos en mi cuerpo.
En esta noche bajo la tenue luz de la luna, se hace realidad una de mis más oscuras fantasías. Nos dejamos arrastrar por la lujuria, el deseo y la pasión que cedió a un trío ardiente, que trascienden las barreras de lo convencional a una experiencia única.
Candy, Susana y yo, estamos unidos por una fuerza invisible que nos atrae como imanes, ellas se entregan al placer sin reservas, sin miedos, ni tabúes. Somos piezas de un rompecabezas que encajan a la perfección. Los labios de Candy, suaves como pétalos de rosa, acarician mi cuerpo totalmente desnudo. Su delicadeza contrasta con el ardiente frenesí que emana de sus ojos. Susana es una llama vivaz que me consume con su fuego interior, sus manos recorren cada centímetro de mi piel con una avidez insaciable.
Son indescriptibles las sensaciones cuando soy el centro de este torbellino de emociones, ellas se dejan guiar por mi instinto salvaje y posesivo. El deseo de estas dos mujeres me envuelve en una cálida ola de placer, sus gemidos se mezclan en una sinfonía de éxtasis que inunda mi habitación, mi ser, mientras sus cuerpos se mueven en un ritmo vibrante. Nuestras lenguas se deslizan por todos lados y las ardientes caricias prodigadas, nos hacen querer seguir experimentando más. Y no damos tregua, ninguno quiere detenerse, hemos alcanzado un punto de no retorno.
Me acerco inquieto, uniéndomeles a hidratarme, tres figuras ahora cada una envuelta en su propio laberinto de pensamientos, lo sucedido me ha conmocionado, obligándome a enfrentar mis demonios internos. Ahora mismo me debato entre el deseo de continuar con el estilo de vida liberal o la posibilidad de establecer una relación más profunda con ambas, sí, con ambas porque no podría elegir solo a una. Mi corazón se encuentra dividido entre la libertad que tanto he disfrutado y la posibilidad de amar y ser amado de verdad. Porque las rubias me confesaron su amor antes de caer rendidas. No puedo obviar semejante revelación, pero tampoco sé cómo expresar el deseo de estar con ambas sin lastimarlas, abriría una herida profunda en sus corazones.
Con Candy siento una conexión profunda por su espíritu dulce y sensible, y con Susana, a pesar de su naturaleza más audaz e independiente, tiene algo que me cautiva. En el fondo, mi corazón sufre en silencio porque por más que quisiera ser un hombre normal como ellas lo merecen, no puedo serlo, yo no nací para eso.
Un largo silencio continúa arropando el espacio, me doy cuenta de que no puedo estar viviendo una mentira, esta es la realidad, mi realidad. Y sí, tengo miedo a lo desconocido, miedo al futuro, miedo a perderlas.
Candy toma la mano de Susana y se me acercan a paso lento—. Queremos decirte algo— Ella habla con voz queda.
—Te amamos, a tal punto que quisimos compartirte y tenerte para las dos, pero no podemos seguir con lo que propones—. Es Susana quien dicta mi sentencia de muerte.
—Bastó una noche Terry, solo una noche, para saciar el deseo que nos consumía—. Vuelve a decir Candy con un dejo de melancolía en sus ojos.
Un nudo enorme empieza a formarse en mi garganta—. Candy, Susy— Mi voz sale al fin— Es una locura… Lo sé, pero continuar lo que empezamos es la única forma de que no nos perdamos para siempre.
—Lo de anoche, lo hicimos impulsadas por el dolor de un amor compartido y la necesidad de sentirte, tomamos una decisión arriesgada, un trío contigo, el hombre que ambas amamos—. Articula Susana.
Candy toma mi rostro entre sus manos, y habla con su voz suave—¿Te arrepientes Terry?
—Jamás lo haría—. Respondo y las atraigo a mi pecho, los tres lloramos en silencio. Jugamos con fuego y nos quemamos. Pero creo que yo soy quien ha perdido más.
—Se feliz Terry—. Me dice la pecosa besando por última vez mis labios.
—¡Rómpete una pierna! — Susy también deja un beso sobre mi boca.
La tensión entre ellas alcanza su punto álgido con la cruda realidad de lo vivido, en un acuerdo tácito, deciden renunciar a sus sentimientos por mí, prefiriendo preservar su tranquilidad por encima de cualquier deseo personal.
«Quédense, ¿Por qué no quieren quedarse?»
Mi pecho duele al verlas partir. Quiero ir detrás de ellas, pero debo respetar su decisión. Pobre de mi corazón, porque llegamos tan lejos, solo para darnos un fin. Una vez que se cierra la puerta del apartamento tiro todo a mi paso, me siento hecho mierda, miserable, vacío, incompleto, seguramente ahora sí voy a enloquecer.
Olviden mis encantos porque no seré el mismo nunca más…
—¿Qué pasa? — Le pregunto desubicado.
—Pasa que te quedaste dormido y ya va a ser el estreno—. Ella me ayuda a ponerme de pie.
Y entonces lo recuerdo todo, me reincorporo más feliz que nunca, que bueno que solo tuve un horrible sueño. Hoy es el estreno de una de las películas donde soy el protagonista, y esta noche le pediré a Candy que se case conmigo. Me cercioro de eso, al sentir la caja aterciopelada en el bolsillo de mi pantalón. Porque me casaré con Candy, o ¿con Susana?...
¡Demonios! Creo que finalmente he enloquecido…
Última edición por ambar graham el Dom Abr 28, 2024 10:31 pm, editado 1 vez