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AMOR, PERDÓNAME
BY ROSSY CASTANEDA
CAPÍTULO 1 PARTE 2
Fue así como comenzó su nueva vida, su tía y Annie comenzaron a cuidar de todos los aspectos fundamentales de su vida, se sentía como alguien que había perdido la dirección y de pronto tenía un par de guías en el camino. Comenzaron con su alimentación y con su estado físico, Annie la levantaba a las cinco y media de la mañana y le hacía ir con ella a caminar
—Annie, deténte, estoy exhausta —dijo Candy con el aliento entre cortado. Le dolía la espalda por el peso que le generaba sus dos defensas frontales
—De acuerdo, nos detendremos ahora, iremos a tu ritma, pero mañana incrementaremos unos minutos más.
—Está bien Annie, haremos como tu digas.
Tres meses tarde, Candy poseía la suficiente resistencia para seguir el paso de su prima, pero terminaba con mucho dolor de espalda. Todas las tardes, cuando regresaban de la universidad, hacían yoga; Annie le enseñó a meditar y calmar su dolor a través de la respiración.
—Sabes Candy, ejercitar el cuerpo, ayuda el alma, porque te olvidas todo aquello que te hace daño y te mantiene en forma, y si el tamaño de tu pecho interfiere para que realices deportes, como estudiante de medicina sabes que existen una intervención quirúrgica para reducirlos.
Candy asintió son una sonrisa. Disfrutaba las caminatas con Annie, durante el tiempo que lo hacían, ambas parloteaban de una y otra cosa, y el pasado quedaba atrás. Su prima tenía un rostro hermoso y un cuerpo fantástico, cualquiera podía confundirla con una modelo. Con respecto al tamaño de su busto, había pensado en la opción a la Annie se refería para poner punto final a los fuertes dolores de espalda que padecía por el gran peso que su menudo cuerpo debía soportar día a día.
Nueve meses mas tarde, Annie preparó la mesa ubicada en el jardín debajo de un gran árbol que las resguardaba de los rayos de sol que comenzaba su descenso; colocó la tetera, dos juegos de tasas con sus respectivos platos, servilletas y un arreglo de flores en el centro.
—Candy —la llamó Annie mientras tomaban el té
—Dime
—¿No te gustan los hombres?
—Annie... —El sorbo de té que había ingerido salió disparado de golpe por su boca y nariz, comenzó a toser como una loca, ¡Por Dios! como había llegado a esa conclusión su prima. —¿Que te hace pensar que soy...? —cuestionó con sorpresa en el rostro.
—No pasa nada si lo eres, prima —Annie apretó los labios con evidente diversión —si te gustan las mujeres, la señora O'brian tiene una nieta de nuestra edad, es muy dulce así que si quieres te la puedo presentar.
—No me gustan las mujeres, Annie.
—Nunca has hablado de chicos y no he sabido que hayas tenido ningún novio o relación y a nuestras edad es un poco extraño ¿No te parece? —Annie la miraba con ojos suspicaces como si pudiera desnudar su alma. Candy sintió que había llegado el momento de desahogarse, de compartir con alguien el dolor que amenazaba su corazón, necesitaba que alguien la escuchara y no la juzgara.
—No quiero una relación con nadie, Annie —respondió la rubia, y bajando la mirada, comenzó a relatarle a su prima lo sucedido en Chicago. Le confesó que esa había sido la razón por la cual le había rogado a su familia materna que le permitieran mudarse a New York junto a ellas para intentar continuar con su vida, que esa fue la razón por la cual se refugió en sus estudios y la comida, aunque por dentro se sentía desdichada e infeliz.
Annie no la interrumpió, se dedicó a escucharla hasta que terminó. Avergonzada, Candy levantó la mirada y vi dos lágrimas resbalando por las mejillas de su prima, su mirada no era de lástima, era de comprensión y determinación. Sus puños estaban blancos de tanto que apretaba la tela de la servilleta. La soltó y le acarició el rostro con ternura.
—Me alegro mucho que hayas venido aquí, Candy y que hayas compartido tu secreto conmigo. No merecías lo que hicieron contigo, ni tú ni nadie merece ser tratado de esa manera. —la voz de Annie sonaba calmada, pero sus ojos chispeaban furia.—Ellos mancharon tu reputación, si yo hubiera estado allí, ten la seguridad que le hubiese retorcido sus preciadas pelotas a ese mal nacido y a su hermana y a su infernal grupo les hubiese sacado los ojos con mis propias manos. —Candy no pudo evitar esbozar una leve sonrisa ante las palabras de su prima. Annie continuó —La vida te hizo un favor, te enseñó a seguir adelante a pesar de los tropiezos y debes a partir de hoy, ser una mujer fuerte que lucha por sus sueños. Mírate, llevas una vida saludable, luces mejor que hace un año, haz perdido el peso que por tu descuido ganaste. Ahora solo resta borrar de tu cabeza y eliminar por completo la mala experiencia del pasado y forjar un presente, para que tu futuro este lleno de felicidad, esperanza y buenos recuerdos. Hoy comienza un nuevo mañana para ti, Candice.
Candy asintió conmovida por las palabras de su prima; se lanzó a sus brazos y sacó todas aquellas lágrimas que había retenido durante mucho tiempo.
—Tienes razón Annie —musitó la rubia con palabras entre cortadas. Jamás se había planteado las cosas bajo ese punto de vista. En ese momento lo vio todo claro, sintió que aquella mochila que su prima decía que llevaba sobre su espalda, se hubiera caído por completo y por primera vez en mese años sonrió abiertamente como antes lo hacía. Se puso de pie, alzó la mirada al cielo, cerró los ojos y comenzó a carcajearse, extendió sus brazos en una clara invitación para que su prima tomara sus manos y se uniera a ella, y una vez lo hizo, ambas comenzaron a dar vueltas y a gritar. Candy entró en una especie de catarsis que llenó su corazón, reía mientras las lágrimas llenaban sus ojos y al derramarse se convirtieron en lágrimas de alivio, de comprensión, de asimilación y de pura libertad. Ambas cayeron de rodillas y se abrazaron fuertemente.
—Eres libre de ese pasado que te daño, Candy. Disfruta la vida y no permitas que nadie más apaguen tu sonrisa.
—Gracias Annie, gracias de verdad, nada de esto seria posible sin tu apoyo y el de tia Ponny —sonrió —A partir de hoy nace la nueva Candy. Hablaré con tío Albert y tía Elroy para hacerles saber mi decisión de someterme a una intervención quirúrgica, espero me apoyen.
—Lo harán, Candy, eso jamás lo dudes.
Meses después...
Los familiares de Candy viajaron a New York para estar con ella antes y después de la operación que se llevaría a cabo esa semana. Los nervios en la señora Elroy eran evidentes, pero debía permanecer fuerte para alentar a su sobrina. Albert por su parte se encontraba tranquilo, el cirujano ya le había explicado el procedimiento que se llevaría a cabo, Candy no corría ningún peligro.
El tiempo que duró la intervención quirúrgica, Paulina se llevó a Elroy a la capilla del hospital, mientras prima y tío permanecieron en la sal de espera. Horas mas tarde, Candy fue llevada al cuarto de recuperación, y como permanecía bajo los efectos de la anestesia, estaba completamente dormida.
—¿Se te apetece tomar un cafe? —fue la pregunta de Albert a la joven pelinegra que velaba en sueño de su prima.
—Quiero estar aquí junto a ella cuando despierte.
—Descuida, Annie, no creo que Candy despierte en un buen rato —Albert sonrió —ven acompáñame, te ves cansada —la tomó de la mano y casi la obligó a salir de la habitación y llevó a la cafetería. —Por cierto, no he tenido la oportunidad de agradarles todo lo que han hecho por Candy durante todo este tiempo —dijo mientras tomaban asiento con sus respectivas bebidas.
—No hay nada que agradecer, tia Ponny y yo estamos feliz de tenerla con nosotras. La verdad, desde que nos mudamos a New York por la Universidad, perdimos mucha comunicación con Candy, así que este tiempo nos ha servido para ponernos al corriente.
—¿Candy les contó la razón por la cual le permitimos continuar sus estudios lejos de casa?
Annie asintió —Solamente a mi, tía Ponny es ajena a todo. Candy no quiere que lo sepa.
—Entiendo —Albert suspiró —durante el tiempo transcurrido, he organizado todo para mudarnos a New York junto a Candy, no queremos estar lejos de ella, es lo único que nos queda de Rosemary.
—¿La alejarán de nosotras?
—No —respondió el rubio con una amplia sonrisa —de hecho he comparado una casa lo suficiente grande como para que Paulina y tu se muden con nosotros. No hay necesidad que los White y los Ardlay permanezcamos separados, podemos ser la gran familia que tu tío Arthur y mi hermana Rosemary siempre desearon formar.
—Por mi, encantada, pero no sé que opine tía Ponny —Annie sorbió un trago de de su café —ella ama su independencia y dudo mucho que le haga gracia dejarla de lado a esta altura de su vida.
—Hablaré con ella.
Candy despertó de la inconsciencia, miró a su alrededor en busca de un rostro conocido pero no había nadie, salvo una persona que estaba de espalda
—Disculpe, me puede ayudar, necesito ir al baño. —Se puso de pie apoyándose en la cama.
—Iré por una enfermera para que la ayude
—¡Aush! —se quejó la joven provocando que el hombre corriera a socorrerla
—¿Se encuentra bien?
Candy fijó su mirada en la persona frente a ella, no podía ver su rostro por completo, ya que su boca y su nariz estaban ocultas bajo una máscara, pero por su vestimenta, ella apostó que era el médico de guardia.
—No —respondió la joven siento mucho dolor... ¿Puede revisar que todo esté bien? —Candy se soltó la bata para que lo hiciera.
La puerta de la habitación se abrió, y por esta entró la enfermera a cargo del cuidado de la joven
—¿Señorita, que hace?
—Le pedí al doctor de guardia que me revisara, me duele mucho
—Él no es el doctor de guardia —dijo la enfermera mirando al intruso de manera ceñuda.
—¡Eh! —Candy se olvidó del dolor, e inmediatamente se cubrió.
—Llamaré ahora mismo a seguridad para que tengas tu merecido —salió del cuarto en dos zancadas.
—Pervertido, deje de mirarme así. —Candy frunció las cejas al escucharlo murmurar algo para posteriormente salir de la habitación.
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Las leo
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pero quiero suponer que está toda bendada por la cirugía . 
aunque todavía de desconoce lo que le sucedió al detalle 
Saludos 
