Cuarenta y cinco minutos llevaban encerrados los esposos Granchester Ardlay, y afuera de presidencia esperaban sentados, Michael y Daisy. Tenían múltiples pendientes con sus jefes, así que debían tocar e interrumpirlos, pero, ninguno de los dos se atrevía en hacerlo.
—No le hubieras dicho que ya estábamos acá —. Le reclamó Daisy, quién impaciente daba suaves golpecitos con uno de sus zapatos de tacón, sobre el piso marmoleado.
—Claro, cómo no es tu pellejo el que está en juego—. Michael dio su rápida respuesta, ya que estaba mirando a Sandra, quién estaba sentada frente a ellos, de manera muy atrevida, mostrando sus largas y sensuales piernas.
«Pero qué zorra» Pensó Daisy, pues no le agradaba Sandra. En un after party, muy pasada de copas Sandra le había confesado, que todas las noches fantaseaba sexualmente con su apuesto jefe. La asistente de Candy, recordó lo que le dijo esa noche, «sigue soñando, querida», palabras de las que seguramente Sandra, no tendría memoria.
Michael se retiró, pues debía ir a entregar una proyección laboral que había estado chequeando. Las muchachas fingían estar ocupadas, pero trataban de escuchar más de algo, dentro de presidencia.
Aun así, Daisy no se aguantó las ganas y le dijo en voz baja —¡¡Quién no quisiera ser la señora Candice, para comerse a semejante bombón!! —Sandra se puso roja de celos, y Daisy se aplaudió por interno, al lograr su cometido.
Y la verdad fue que poco le duró el gusto, pues de alguna manera, ella era igual o peor que Sandra. Porque si bien era cierto que el ingeniero Granchester, con el simple hecho de respirar, mojaba las bragas de cuánta fémina se le atravesaba en el camino; ella gustaba más del hijo. ¡Oh sí!, ese siempre sería su gusto culposo, pues, ¿quién podría quitarle aquella atracción enfermiza que sentía por "el colágeno"? (Así se refería ella y sus amigas, a la preferencia de hombres con menor edad que las suyas).
Cinco años le llevaba de diferencia a Terius, pero acaso no ¿Shakira le llevaba diez años a Piqué, o qué decir de los trece años que la Kim Kardashian le llevaba a Pete?, así que se autoconsoló, diciéndose que la edad, nunca sería un inconveniente. Y si el apuesto muchacho, seguía siendo un crío, pues no supondría para ella un problema, en terminarlo de criar... En su regazo y en su cama, naturalmente.
Apartó sus sucios pensamientos, al recibir un correo de la sucursal en Washington. Maldijo al terminar de leerlo, no tenía otra opción más que interrumpir a sus jefes. Y al parecer, Michael estaba resuelto en hacer lo mismo, porque se encontraron frente a la enorme puerta de presidencia.
Él le dio el privilegio a ella de golpear a la puerta. —Vaya, pero ¡qué caballeroso! — Ella dijo con sarcasmo, rodando los ojos; el hombre agachó la cabeza conteniendo la risa. Daisy se quedó con la mano en el aire, porque las puertas se abrieron de par en par, saliendo de un lado Candice y del otro Terence.
Sandra y las demás secretarias, sin poder evitarlo, les echaron el ojo de pies a cabeza, y murmuraban entre sí, pues ellos lucían como siempre perfectos e impecables. Nadie se imaginaría que acababan de darse una pequeña muestra de amor.
Daisy caminó detrás de su jefa, hacia la oficina. Y Michael tuvo que apresurar sus pasos, para bajar junto a su jefe, en el elevador. Jimmy logró estirar la pierna y evitar que las puertas se cerraran, entonces entró. Le comentó a Granchester, que tomaría un vuelo a los Ángeles, ya que, en el puerto estaban teniendo varios inconvenientes con los documentos legales de la mercadería del buque desaparecido.
Terence leyó los correos impresos, así mismo ojeó todos los certificados extendidos por el departamento de salubridad, se los dio a Ferguson para que lo ayudara a ver si todo estaba correcto, y efectivamente lo era. Discutieron porque no veían necesario ese viaje, sin embargo, la empresa que estaba encargada en el puerto exigía aquella papelería original autenticada. Terence le pidió a Michael que agendara una cita con ellos, quizás una visita con LiganMarineServices no le vendría mal.
—De todas maneras, si necesitas mi respaldo, no dudes en llamarme—. Terence le dijo, palmeado su hombro.
—Por supuesto. Deséenme suerte—. Se despidió Cartright saliendo primero del elevador.
~♡~
Mientras tanto, en el colegio Mía Granchester estaba con un humor de perros, el motivo era porque uno de sus profesores la regañó por una tarea incompleta, la comparó con sus dos hermanos mayores, que siempre fueron muy aplicados. «¡Los detesto!» Pensó, mientras aguantaba la vergüenza frente a sus compañeros de clase, que no ocultaban sus risas burlonas.
Y ya que todos decían que ella era la oveja negra de la familia, les daría el gusto y se esforzaría porque así fuera por mucho tiempo.
Volvió a su pupitre con la cabeza gacha, y se apresuró a guardar el cuaderno, lápices y calculadora en su mochila, la clase de matemáticas estaba por concluir. Faltaban dos horas para que terminaran las clases, y estaba decidida a escaparse, sin ser vista por los guardias de seguridad, que rondaban afuera del Colegio.
Al sonar el timbre anunciando el cambio de período, salió decidida, no le dio tiempo de decirle a Millie su mejor amiga, sobre sus planes, ya que la chica estaba acompañada de un chico. Se escabulló entre sus compañeros al salir al pasillo, con rapidez abrió y cerró su casillero, intercambiado las mochilas y entró al servicio sanitario. Esperó a que se fueran todas, y cuando no hubo nadie, con la peluca y el nuevo atuendo, salió del establecimiento pasando desapercibida.
La próxima semana cumpliría catorce, y para no perder la tradición, este año se haría algo en el cuerpo, pues ya lo venía pensado por varios días. Cuando cumplió los trece, se hizo un pequeño tatto, ahora quería un lindo piercing en el ombligo. Sabía que sus padres pondrían el grito en el cielo, cuando lo supieran, pero estaba segura de que pasaría mucho tiempo para eso, así que le restó importancia.
Marcó un Uber y mientras esperaba, le texteó a Millie, para que dijera a la maestra que estaba en la enfermería.
Millie:
¿Dónde estás? La teacher pregunta por ti, ¿qué le digo?
Mía:
Dile que estoy en la enfermería, por dolor de estómago.
Millie:
¿Otra vez eso?, no me digas que te escapaste.
Mía:
Ash, ¡no seas odiosa!
Millie:
Dice la teacher, que mañana le presentes la constancia médica.
Mía:
¡Joder!
Millie:
Ja, ja, ja, ¿por qué no me llevaste?
Mía:
Porque te vi flirteando con el chico nuevo.
Millie:
No estábamos flirteando, solo me estaba prestando el cuaderno, para copiar de la tarea de historia.
Mía:
Uy, sí claro. Y yo soy la novia de Cha Eun-woo.
Millie:
Ja, ja, ja… Te dejo, porque ya me regañó la teacher por usar el celular, bye.
Mía:
Bye.