Y mientras Candice luchaba con sus celos infundados, la otra rubia estaba haciendo su propio berrinche en GAQUIM.
Marlowe vestía un blazer de color negro, falda con forma de tubo en color gris, una blusa en seda de color blanca, y unos tacones Jimmy Choo de color rojo. Su cabello rubio, que ahora usaba a los hombros, estaba perfectamente alisado y brillante, sin duda, gracias a la queratina. Sin embargo, tanta belleza y elegancia, quedaban opacados con su carácter tosco y su pésima actitud.
—¡Señorita, anúnciele mi presencia!, ya verá que él me hará pasar… ¡Así! — Susana chasqueó los dedos a escasos centímetros de la nariz respingada de Becky, la recepcionista; quién ya estaba como los mil demonios, por la altanería de la mujer.
Lo que Marlowe ignoraba, era que Terry ya sabía de su visita y no deseaba verla ni en pintura. Sólo a ella se le ocurría llegar sin previa cita, así que, a propósito, la dejaron esperando por mucho tiempo, con la intensión de desesperarla y que se fuera.
Michael se comunicaba con Sandra, y Sandra con Becky, querían escuchar de que al fin la Marlowe se había retirado; pero eso no ocurría, y a Becky ya le dolía la cabeza con tanto parloteo sin sentido de la ingeniera, quién al parecer tenía la firme intención de esperar todo el tiempo del mundo, con tal de entrevistarse con Terence Granchester.
Estaba por anochecer y los empleados empezaban a retirarse, así que a Terry no le quedó de otra, que recibir a la odiosa mujer.
—Ingeniera Marlowe, ¿cómo está? — Al verla entrar a su oficina, se puso en pie, y alzó su mano derecha para saludarla.
—Terence, que placer verlo de nuevo—. Ella estrechó con delicadeza la mano del apuesto hombre.
—Perdone la demora, estaba en una junta de suma importancia—. Él mintió.
—No se preocupe ingeniero, yo lo entiendo perfectamente—. Susana le sonrió con fingida dulzura, aunque por dentro lo estuviera maldiciendo por hacerla esperar tanto.
—Por favor, dígame a qué debo el honor de su visita—. Terence fue directo, pues no le apetecía perder mucho el tiempo con ella.
—Me he enterado de la nueva mercadería que trae, en el buque que sigue perdido—, ella deslizó su mano sobre el escritorio, y Terry retiró la de él, al intuir que la intensión de la mujer, era acariciarlo—no vaya a pensar que lo estoy controlando, o algo por el estilo—. Fue descarada en decirle.
«¿No?, entonces, ¿eso cómo diablos se llama?» Quiso preguntarle él, pero se tragó las palabras.
La mujer siguió hablando, pues Terence parecía interesado en escucharla.
—Viera que yo también traía un contenedor en ese buque—, la mujer sacó un pañuelo de su bolso GUCCI y empezó a limpiarse unas lágrimas imaginarias—hace un par de horas el señor Ligan me informó que ya tienen noticias del buque, pero por desgracia durante la tormenta algunos contenedores cayeron sobre otros, y por la presión del peso, el nuestro que estaba debajo de los otros, cedió… Nuestro producto se derramó en el océano—. Marlowe apenas y logró terminar la oración, ahora sí lloraba a mares.
—Lo lamento mucho—. Fue lo único que atinó a decirle Granchester, pero al verla en tan mal estado, se puso de pie y fue a buscar algo. Susana internamente estaba que saltaba en un pie y rápidamente subió más su falda, para ofrecerle al hombre, una vista demasiado reveladora de sus piernas.
—Tome —. Terry le pasó una botellita de agua pura—Disculpe que no le ofrezca un vaso, café, té, o algo más, pero por la hora, la señora encargada ya se fue—. Le dijo con seriedad y volvió a sentarse en su amplia silla.
Susana torció la boca con decepción, pero de nuevo fue amable— Gracias ingeniero—. Abrió la botella y dio un sorbo del líquido, pero como sí de una niñata se tratase, con manos temblorosas, derramó un poco de agua sobre su blusa, precisamente sobre su busto.
—¡Pero qué torpe soy! —Exclamó y tomó el pañuelo con el que había estado secando sus lágrimas de cocodrilo, e intentó secar su blusa masajeando sus senos a propósito. Terry apartó la vista de ella y dio un vistazo a su computador, ignorándola en su teatrito.
—Ingeniera, disculpe por favor. No quisiera ser grosero, pero tengo un compromiso al cual acudir.
—Oh claro, seré breve. En realidad, a lo que he venido, es para contarle que una de las tenerías en Honduras, me hizo un pedido grande—. Escuchar aquello interesó al castaño, pues hasta la fecha, Honduras era su territorio y no podía creer que finalmente esa mujer había logrado meterse. Apoyó los brazos sobre el escritorio y ella siguió hablando —. En tres semanas a más tardar, tenemos que hacer la entrega de los productos, pero con la pérdida de mis químicos, el pedido está incompleto; y usted sabe que de esa manera no me lo aceptarán—.
Graham alzó una ceja, pues ya había sacado sus propias conclusiones, «A esta mujer le falta un tornillo, si piensa que le voy a dar mis productos, para surtir a los que fueran mis clientes».
—Ajá —. Él musitó. Quería escuchar hasta donde llegaba su descaro.
—Pues… Quería pedirle un gran favor, como los colegas empresarios que somos—. Ella se acarició el cabello con coquetería.
—Sí sabe que no le vendo productos a la competencia, ¿verdad?
—Claro que lo sé, porque nosotros también aplicamos esa norma. Pero, ingeniero, yo no quiero comprarle su producto, solo quiero que me lo dé en calidad de préstamo.
Finalmente lo había dicho, y Terence no entendía como podía ser tan desvergonzada en pedirle aquello, él se llevó una mano a su corto cabello y agachó la cabeza, buscando una respuesta rápida para darle la negativa.
—Por favor ingeniero, usted me conoce y sabe que si no estuviera tan desesperada, no estaría rogándole—. Ella trató de persuadirlo.
Terry estaba consciente que no mentía, porque hace un par de horas, Jimmy había enviado correos, con fotografías que uno de los marinos envió, de los estragos que causó la tormenta en alta mar, algunos contenedores se veían intactos, pero de otros, solo había quedado un pedazo de lata aplastada por los otros contenedores; y ahora por boca de Susana, se enteraba de que uno de esos contenedores era de ellos. Sintió pena por MarloweChemicals, porque ahora estaban con tremendo lío legal, con una demanda por el delito de contaminación.
Terence se llevó la mano derecha a la frente y cerró los ojos apretándolos con fuerza. «¿Qué hacer?» Su vocecita interior le decía que si estaba en sus posibilidades ayudar, que lo hiciera. Pero a su vez, sopesaba que la relación con MarloweChemicals siempre había sido de la peor. Las palabras de su papá le vinieron a la mente «Un Granchester toma decisiones dejando de lado el corazón, porque un Granchester no tiene corazón, cuando de negocios se trata».
La mujer vio que estaba perdiendo la batalla, así que intentó ser más atrevida y en esta ocasión, sí tomó una de las manos de él entre las suyas, el acto fue tan repentino que cinco segundos después Terry la apartó con brusquedad. Debía despacharla ya, porque conociendo lo desquiciada que había sido en el pasado, sería capaz de cualquier barbaridad.
—Envíeme un correo, con todo lo que me acaba de decir...—Granchester estaba hablando, pero ella lo interrumpió.
— Ingeniero me extraña su actitud, yo soy una mujer de negocios y mi palabra tiene peso—. Ella se hizo la ofendida.
—No estoy diciendo lo contrario, pero déjeme pensarlo porque antes de tomar una decisión, tengo que ver mi stock. Porque supongo que usted me devolverá el producto en un par de meses, diez u ocho, por lo menos.
—Tiene la razón—. Ella exclamó con clara molestia—mañana a primera hora se lo hago llegar.
—De acuerdo. Que le vaya bien—. Ambos se colocaron en pie, y se despidieron estrechando sus manos. La mujer salió de la oficina con una sonrisa triunfante, que Terence no notó.
Continuará...