Michael caminaba por el pasillo, y en cuanto vio a la mujer subir al elevador, no se contuvo y entró casi corriendo a presidencia, quería saber a qué había llegado la Marlowe, pero encontró a su jefe en una llamada, seguro iba para largo, así que se despidió, ya le preguntaría al día siguiente.
Cuando Terence terminó la llamada, entró al sistema de inventarios de la sucursal más cercana a MarloweChemicals, al constatar que tenía suficiente producto, tomó una decisión esperando no arrepentirse.
Redactó el email al encargado, para que al día siguiente a primera hora coordinaran la entrega, eso sí, hizo énfasis en que no dejaran nada, sin que antes Susana Marlowe firmara con su puño y letra, el vale.
Estaba por salir de la oficina, cuando un dolor agudo se instaló en su abdomen, y la vista se le nubló, ya hace tiempo que había empezado con esas molestias, pero se lo atribuía al exceso de trabajo; sin darle mayor importancia, salió de su oficina y bajó al parqueo. Le pidió a Charlie que condujera lo más pronto posible a su casa, pues necesitaba descansar.
Durante el trayecto, permaneció con los ojos cerrados, esperando a que el dolor pasara, pero no fue así, cuando llegó a su casa, lo primero que hizo fue servirse un güisqui en seco, estaba dando el segundo trago, cuando sus tres adoraciones bajaron del segundo nivel, se les veía radiantes, felices y por supuesto que muy bellas.
Primero saludó a su hermosa esposa y luego a sus hijas, quienes lo tumbaron sobre el sofá, y le contaron todo lo que hicieron durante el día. Él se terminó el güisqui y se sirvió otro, Candice lo notaba extraño y no le gustaba para nada verlo así, sobre todo porque las veces en que bebía de la manera en que lo estaba haciendo, era porque algo lo tenía intranquilo.
Ella le ofreció cena, pero dijo que no tenía apetito, que lo único que deseaba era descansar. Así que se adelantó a la habitación. Casi tres horas más tarde, Candice subió a su alcoba; él ya se había duchado y traía puesta su bata de seda en color azul marino, estaba acostado viendo las noticias en la televisión.
—¿Qué tal tu día? —Ella le preguntó, en lo que empezaba a desvestirse.
—Pesado como siempre… Y bueno, con la novedad de que ya apareció el buque. Cartwright sigue en el puerto, y se quedará hasta que desembarquen el producto, asegurándose que todo venga bien.
—¡Bendito sea Dios! —Ella agradeció con sinceridad. Y se quedó en silencio esperando escuchar algo de la Marlowe, pero el mutismo de su esposo, la incomodó. Se puso el pijama de dos piezas, también en seda, pero de color corinto, después de cepillarse los dientes, se acostó y tapó con el edredón hasta la cabeza.
—Feliz noche —. Dijo a secas, dándole la espalda a su esposo.
Terry había permanecido observándola todo ese tiempo, el dolor abdominal ya era leve; sin embargo, la actitud rara de su esposa, era como si estuviera diciéndole claramente "Estoy enojada contigo, no me hables". Él estaba desconcertado, y de ninguna manera permitiría que ella se durmiera molesta, apagó el televisor y se metió dentro del cálido edredón, al acercarse a Candy, notó que ya dormía como una roca, incluso la escuchó roncar.
Los analgésicos que tomó antes de ir a la cama, estaban haciendo efecto, y por más que se esforzó, se quedó dormido.
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Al día siguiente, la familia Granchester Ardlay tomó el desayuno en una de las mesas dispuestas en la terraza, pues hacía una maravillosa mañana. Platicaban sobre el cumpleaños de Mía, que sería el próximo fin de semana, sin embargo, la chica dijo que no quería fiesta; y no era necesario preguntar el porqué, ya que, en sus últimas festividades, por compromisos de negocios Terry no había podido estar presente.
Ante el silencio incómodo, Ellie les propuso ir a pasar ese fin de semana a Newport en Rhode Island, en donde la familia tenía varios yates. Además, quedaría perfecto porque sus abuelos llegarían de España, en dos días. Terence aceptó la idea, y aunque ellas no lo supieran, él ya había cancelado todos sus compromisos para esos días.
El entusiasmo momentáneo se esfumó para Terry, cuando notó que su esposa seguía comportándose de manera extraña, evitando ante todo el contacto visual, él le preguntaba algo a propósito para sacarle plática, pero ella se limitaba en dar respuestas simples y secas, sí, no, claro, no sé, ajá, como sea.
Las señoritas se terminaron el tazón de frutas con yogur y el zumo de naranja, pero dejaron la avena, porque a ninguna de las dos les gustaba. Se despidieron de sus padres, y salieron de prisa a la camioneta donde ya las esperaba Tom, para llevarlas al Loyola School. Al quedarse solos, Terence estaba determinado en preguntarle a Candy que sucedía, ya que no le gustaba verla distante, así que con ternura le habló —Mi amor, ¿pasa algo? Te siento extraña.
Ella alzó la vista, pero al encontrarse con los ojos azules, desvío la mirada, estuvo a punto de decirle que estaba celosa, pero, «¿qué pensaría él de sus inseguridades?» Desechó la idea y le dio otra excusa. —Creo que necesito vacaciones, es todo—. Se llevó una mano a la nuca y se masajeó el cuello, como si estuviera agotada o estresada.
Si ella pretendía dejar tranquilo a Terry, no lo había conseguido, porque eso sólo demostraba que en verdad estaba ocultándole algo, pues la conocía como a la palma de su mano. Él se acercó más a ella, para hacerla hablar de una vez por todas, pero a ambos les entraron llamadas, Granchester no se molestó en ver de quién se trataba y la envió directo al buzón de voz, pero ella sí lo hizo; agradeció la comida y se apartó con el celular en la oreja.
Él se quedó de una pieza, viendo cómo se alejaba, la esperaría y mientras tanto, se terminó la avena que dejaron sus hijas, porque a él sí le encantaba, tan así, que en su oficina nunca faltaban las galletas de avena con pasas, pues eran sus favoritas. Dorothy se hizo presente para retirar el servicio, y frunció el ceño al encontrar los dos tazones de las chicas vacíos, pero entonces, al ver el gesto de Terence comprendió que él se la había terminado, ella le dio una sonrisa y se retiró con los trastos.
Candice parecía que no iba a terminar pronto la llamada, así que él se resignó, se levantó y se acercó a ella, para darle un beso en los labios y marcharse. Charlie tenía listo el auto para llevarlo al JP Morgan & Chase Co, el banco donde tenía algunas inversiones personales.
Continuará...