—Terry mi amor, ¿qué tienes?
Él no respondió, seguía doblado en el piso, sujetando con fuerza su abdomen.
Ella insistió —¡¡¡Terry, dime algo por Dios!!! — Su esposo gruñía por el dolor.
Entonces ella se apartó, y a la velocidad de la luz, se vistió. Asustada y muy nerviosa, le marcó a Terius, para que la ayudara. El muchacho llegó en menos de cinco minutos, e intentó levantar a su papá del suelo, sin embargo, Terry se negaba, pues era la única posición en la cual no sentía desgarrarse por dentro.
Madre e hijo, estaban aterrados, ya que nunca habían visto a Terence tan mal. Y todo se complicó cuando empezó a vomitar con rastros de sangre. Candice había sacado un curso básico de enfermería, pero en ese momento su mente se quedó en blanco, estaba descompuesta, pues una cosa era ayudar a otras personas, y otra muy diferente, ver al amor de su vida en ese estado. Terius lo levantó aún en contra de su voluntad, Ellie también llegó y juntos lo subieron a una lancha, los cuatro abandonaron la pequeña playa, subieron a un taxi y llegaron a emergencias de un hospital cercano.
…
—Señora Granchester, el doctor Leonard necesita hablar con usted, sígame por favor—. Una de las enfermeras salió a llamarla.
—Voy contigo—. Ellie se puso de pie.
—Lo siento señorita, pero solo la señora puede pasar—. La enfermera respondió.
La chica rubia asintió y se aferró al brazo de su hermano, al borde de las lágrimas.
—Doctor Leonard, buena noche—. Ella le estrechó la mano.
—Querida Candy, toma asiento por favor—. Él saludó, e hizo una seña para que se retirara la enfermera.
—Doctor, ¿qué tiene mi esposo? — Desesperada le preguntó a su ex profesor.
—Candy, la condición de tu esposo es delicada. Ya le mandé a hacer muestras de sangre, sospecho que su organismo está siendo atacado por sustancias toxicas, y no sé qué tan mortales sean.
—¿Eso qué quiere decir? — Ella preguntó perpleja.
—Qué está intoxicado, en otras palabras, su sangre está contaminada por alguna sustancia.
— ¿Sustancia?, ¿Envenenado!
—Correcto. No sé desde cuándo ha presentado los síntomas, pero por el estado en el que viene, indica que está entre los ocho a diez días.
Candice bajó la mirada, pues no recordaba haber visto a su esposo mal o quejándose; y eso la hacía sentir como una pésima esposa. Apretó la tela de su blusa con fuerza, conteniendo las lágrimas.
—Lo importante es que ya está bajo nuestro cuidado, y solo es cuestión de esperar los resultados. No quisiera alarmarte, pero es posible que por el daño causado, desarrolle una septicemia. Que es la presencia de bacterias en la sangre, ocurre a menudo con infecciones graves. En otras palabras, es una respuesta grave y potencialmente mortal, a una infección que empeora de forma muy rápida. Pero no te preocupes, sea cual sea el resultado, tu esposo saldrá bien, porque es un hombre robusto y muy saludable—.
—Dios mío… Sé que está de más pedirle que haga todo lo posible por ayudar a mi esposo—. Ella le suplicó y luego se limpió las lágrimas.
—Así lo haré, confía en Dios y en nosotros.
Al hospital, ya se había hecho presente Richard y Eleanor. Candice salió antes que el doctor, y dirigió sus pasos a la sala de espera, no se contuvo más y lloró en brazos de su suegra.
—¿Cómo está? — Preguntó Eleanor, tratando de conservar la calma.
—Está intoxicado, enviaron a analizar su sangre, para saber si desarrolló una infección. Esperemos que no sea así, porque eso dañaría sus órganos más vulnerables—. Candice habló para los cuatro.
Ninguno se esperaba escuchar aquello, pues como bien dijo el doctor, él siempre había sido muy saludable, y nunca lo vieron con molestias. Ellie, Eleanor y Candice, tomaron asiento, Terius buscó un área para poder llamar a su hermanita. Richard estaba tratando de tomar las cosas con calma, pero por más que lo intentaba, no lo conseguía. “Envenenado”, la palabra le martillaba las sienes.
Dos horas después, el doctor apareció por uno de los pasillos, pero su rostro serio les dijo todo. Al acercarse, saludó a Richard y a Eleanor, pues eran amigos de juventud.
—Logramos controlar los vómitos, y la fiebre ya no está tan alta, pero ahora está inconsciente. Acabo de recibir los análisis de sangre, y lamentablemente ya se presenta una septicemia. Lo voy a tener en observación por unas cuantas horas, necesito sacarle unas placas, para ver el estado de todos sus órganos, en concreto, me interesa saber el estado de los riñones e hígado—. El galeno no se reservó nada al hablar, y la familia presente se quedó sin palabras.
El doctor se refirió a Richard —Sabes que tu hijo es muy envidiado, así que no me extrañaría que personas mal intencionadas, quisieran hacerle daño. Porque te aseguro, amigo mío, que esto no es por ingerir alimentos o bebidas en mal estado, esta intoxicación ha sido premeditada. Pero tu hijo es muy fuerte, porque otro en su lugar… Tú me entiendes.
Terius le preguntó a su mamá —¿Te habías dado cuenta?
—No mi cielo, tu papá nunca se quejó, al menos yo no lo vi—. Ella estaba, al igual que todos ellos, muy conmocionada.
— Mami, o sea que alguien dentro de la casa o de la compañía, no quiere a papá—. Ellie dijo en voz baja y con tristeza. Nadie dijo nada. El doctor Leonard les sugirió que hicieran la investigación lo más discreto posible. Terence, se quedaría internado para recibir su tratamiento con los antibióticos.
~♡~ De vuelta en casa de la familia Granchester Ardlay, Dorothy tuvo que suministrarle un sedante a Mía, pues la chica había presentado un cuadro de ansiedad y acurrucada en el regazo de la nana Pony, se quedó dormida.
La mañana llegó, Terius, Ellie, Richard y Eleanor volvieron a casa. Estaban totalmente agotados y peor aún, seguían perturbados. Lo primero que hizo el muchacho castaño fue pedirle a la nana Pony, un poco de sopa, pues moría de hambre. Desayunaron juntos y después de que el muchacho terminó, Richard le pidió que lo acompañara al despacho de Terry.
Asegurándose de que contaban con total privacidad, discutieron sobre el atentado.
—¿Sigues sorprendido por lo que le hicieron a tu padre? —El hombre mayor le preguntó a su nieto.
—Sí, ¿usted no?
—No. Los Granchester siempre hemos tenido enemigos por todos lados. Si te contara todo lo que nos han hecho a tu abuelo o a mí, te sorprenderías.
—Pero, ¿Por qué abuelo? Ustedes no son malas personas.
—Nosotros no, pero la gente sí. Los seres humanos son competitivos por naturaleza y no son felices cuando ven a otros triunfar, son egoístas. Siempre buscarán la manera de destruir y hacer caer al que está en la cima.
—Qué desgraciados.
—Así es la vida. Y esto no es lo primero que le pasa a tu papá, quizás por no preocuparlos, no les haya contado, pero en dos ocasiones atentaron contra su vida.
—¿En serio? — El joven castaño preguntó sorprendido.
—No tengo necesidad de mentirte. ¿Por qué crees que tiene guardaespaldas las veinticuatro horas?
—Y… Sobre nosotros…
—Ustedes también los tienen, todos los Granchester tenemos gente que nos cuida las espaldas.
Por vez primera, Terius sentía que sus ojos se abrían ante un mundo desconocido. La situación momentánea le hizo pensar que ahora que su papá no estaba, él debía tomar ciertas responsabilidades al ser el hijo mayor; de pronto sintió la necesidad de velar y proteger a su familia… Y empresa.
Luego de una charla muy larga, acordaron que absolutamente nadie de la compañía debía enterarse de ese acto tan ruin hacía Terence; ni siquiera Daisy, o Michael. Dirían que Terence tendría que estar en hospital recuperándose de una colecistectomía.
Quedaron en ir juntos al día siguiente a la compañía, pues mientras no descubrieran a la rata traidora, ellos harían presencia en GAQUIM.