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Buenas noches combatientes de esta Guerra Florida 
Espero que hayan disfrutado mucho de esta fiesta que ya esta llegando a su fin
Por mi parte, me despido con este capitulo de esta mi historia que espero hayan disfrutado
Espero poder disfrutar de sus aportes en el tiempo que aun permanezca abierto el foro
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Los impulsos de mi corazón
GF2024 – La sociedad del Diablo presente en estilo Steampunk
GF2024 – La sociedad del Diablo presente en estilo Steampunk
Capitulo V – ¿Quién eres Alistair? – Final.
—Vamos, Candy, ya lo habías prometido. Sé una buena chica y cumple tu promesa —le dijo a la rubia ofreciéndole la mano para que ella la tomara.
—Y-yo…—titubeó—, Tienes razón, Stair, iré contigo—. dijo finalmente, por mucho que su instinto le dijera que no lo hiciera, a ella le habían enseñado a respetar su palabra—. Solo dame un momento para…
«lup-dum, dum-lup» Sus latidos cada vez eran más pausados, empezaba a sentirse desorientado, escuchaba las voces acompañadas de un eco, el mismo sentía que sus palabras salían de su boca letra por letra como si la vida pasara en slow motion.
—No podemos perder más tiempo—, tomo la mano de la chica y la jaló para que avanzara con él. Afuera del orfanato los esperaba una auto propiedad de la familia Leagan que Stair había solicitado.
.
∙ ~εïз~ ∙
En la oficina del Sheriff los detectives Niel Leagan y Terrence Granchester fueron llevados a una pequeña sala donde un montón de cajas que reposaban en un anaquel en espera de ser revisadas. El cuarto era pequeño, apenas contaba con una mesa alargada y un par de sillas, en una de las paredes había una pizarra negra y varias tizas de cal. Sin perder más tiempo ambos tomaron una caja y empezaron a revisarlas. Cada caja correspondía a una “víctima”, contenía una carpeta con la historia de la joven fallecida, su nombre, edad, rasgos físicos, reporte de investigación y certificado de defunción firmado por…
¿Cómo era posible que una persona sin un título de médico estuviera firmando ese tipo de documentos?
Eran más de veinte carpetas y todas estaban firmadas por él ¿Cómo podía ser posible que dejaran que esta situación avanzara tanto? Tantas muertes en tan poco tiempo y sin tener síntomas, o algo que indicara que padecían de alguna enfermedad o que habían sido víctimas de algún virus. Todas muertas de forma natural. Y todas ellas atendidas por Alistair Cornwell.
—Robert, necesitaremos una orden de exhumación para las víctimas más recientes: May Seven, Lu Vilch y Ania Leem—. señaló el detective Leagan.
—Imaginé que pediría eso, por ello la solicitamos con anticipación, la autorización está en proceso y a más tardar en unas horas podríamos tenerla en nuestras manos.
—¿Unas horas? Olvídalo la quiero ahora, necesitamos tener claridad de que es lo que les paso a estas chicas para saber que rumbo tomaremos, si necesitaremos la investigación o si en efecto fueron causas naturales las que ocasionaron estas muertes.
—Muy bien, entonces apresuraré eso, con la orden hemos solicitado también que el médico legista de la unidad de Chicago nos acompañe—. indicó el Sheriff.
—Me parece bien, entonces, espero la orden a la brevedad—, dijo Niel centrándose en la carpeta que tenía en sus manos mientras su interlocutor salía por la puerta.
Terrence permanecía sentado en la otra silla ensimismado en otras tres carpetas esparcidas en la mesa.
—¿Te has dado cuenta de que el rango de edad oscila entre los diecisiete y los diecinueve años? Y todas ellas son mujeres jóvenes.
—Así es, y a la vez el hecho de que todas hayan sido atendidas por Stair, lo vuelve aún más sospechoso—. dijo pensativo— Tu que conociste a la chica del orfanato, ¿recuerdas que edad tenía?
—¿Candy? —respondió mientras intentaba recordar si alguna vez se lo había preguntado— Creo que nunca lo supe… ¿No estarás pensando que ella podría estar en peligro o sí? —dijo con un dejo de preocupación en su voz.
—Mas bien creo que es lo contrario, creo que es por ella por quien ha estado haciendo todo esto.
—¿Qué dices? No lo entiendo ¿Qué sentido tendría matar a estas jóvenes?
—Por lo que recuerdo, la chica del orfanato debe de rondar este mismo rango de edad, me inclino a pensar que tal vez tenga diecinueve años cumplidos—. Comentó el moreno tratando de atar cabos— y que tal que no las está matando por que sí, qué tal si lo que está buscando es un corazón.
—¿Un corazón? —dijo con un tono de incredulidad—¿Para qué?
—No para que, sino para quien, verás, en la conversación que tuve con él en el despacho me confeso que la chica del orfanato padecía de algo relacionado con el corazón, y que él era el único que podía entenderla porque había algo que los unía.
—¿Algo que los unía? —dijo Terry tratando de hilar lo que su amigo le decía, era demasiada información para procesarla y darle sentido.
—Así es, Stair también sufrió del corazón en su niñez, y su padre, un médico muy conocido, fabrico un corazón artificial para él, para que pudiera seguir viviendo.
—Pero…entonces, ¿Para qué matar si puedes hacer tú mismo un corazón?
—No lo sé, Granchester, tal vez él nunca tuvo la capacidad de hacer eso y eligió un camino más fácil.
—Pero, si las cosas son así como lo mencionas, al exhumar los cuerpos deberíamos de encontrarnos que ninguno tiene su corazón, ¿verdad? —inquirió el castaño— pero entonces ¿Dónde están todos estos? Porque creo que con uno solo bastaría para Candice—, dijo pensativo— creo que debemos pedir una orden de cateo para la clínica feliz.
—Dudo que nos la den, a menos que presentemos buenas razones para ello.
—¿Como la falta del corazón en los cuerpos?
—Así es.
En ese momento la puerta se abrió interrumpiendo el dialogo entre los detectives.
—Tenemos la orden de exhumación, detective Leagan y el médico forense nos está esperando en el auto para proceder inmediatamente.
—Leagan, es mejor que solo vayas tú, creo que yo iré a visitar el hogar de pony, si las cosas son como las piensas, puede que ella tenga alguna información que nos ayude, tal vez él le haya comentado algo.
—Ok, nos reunimos acá para ponernos al tanto de los hallazgos que hagamos.
.
∙ ~εïз~ ∙
—Doctor Martín, que gusto verlo más recuperado.
La rubia pecosa corrió a abrazar al galeno a quien le tenía un gran cariño teniendo cuidado de no tocar la muleta que este sostenía con la mano izquierda. La presencia del doctor la hacía sentirse menos vulnerable al lado de Stair. Por su parte el médico la abrazo con fuerza,
—Candy—, dijo dándole un fuerte abrazo, no estaba seguro de querer estar ahí, no en las condiciones en las que se encontraba, pero no podía hacerle eso a Candy, él la quería como a una hija y no quería que le pasara nada malo.
Unos ojos cafés los observaban sin decir nada, tan solo viendo como la chica de ojos verdes que le había robado la razón era capaz de ser tan cariñosa con un viejo como ese, y para él apenas y había una sonrisa mal disimulada. Y, sin embargo, estaba ahí, para ella dispuesta a darlo todo con tal de saberla feliz.
—Me alegra verte sonreír, Candy —, señalo el chico— en todo el camino tenías una cara de… cierta incomodidad, tal vez hasta de un poco de miedo—. dijo finalmente mirándola a los ojos.
—No, Stair…
—No intentes ocultarlo, —señalo con un dejo de dolor— sé que es así y en verdad me duele porque yo por ti, he sido capaz de hacer… todo, todo por ti.
—Lo siento.
—Es una pena que nunca me hayas dado una oportunidad de demostrarte lo mucho que te amaba.
La pecosa empezaba a sentirse incomoda ¿Cuál era la finalidad de llevarla ahí? Pensó que era mejor que se marchara.
—Stair, tal vez sea mejor que nos veamos en otro momento yo…
—No lo entiendes ¿verdad, Candy? No habrá otro momento —espetó con ironía
—¿A-a que te refieres?
—A que no pude ayudarte de otra forma, por más que lo intenté, no logré mi misión, entonces debo de…
—No te entiendo, Stair, creo que es mejor…
—No hay vuelta atrás, esta será mi mayor muestra de amor para ti, además de lo que ya he hecho ¿en serio no puedes darte cuenta de cuanto te amo? —dijo el pelinegro interrumpiendo a la chica.
—Alistair, tal vez no sea necesario, Candy aún se encuentra bien no hay necesidad de esto—. intervino el galeno.
Stair ignoró al galeno, le daba lo mismo lo que el viejo opinara, en lugar de responderle empezó a quitarse el chaleco de cuero que siempre solía usar, teniendo cuidado de dejar a un lado su amado bisturí, ese mismo que había pertenecido a su padre, lo colocó a un lado del frasco con liquido parduzco y un pañuelo blanco, posteriormente empezó a desabotonarse la camisa.
—¿De que habla Dr. Martín? —preguntó tratando de no prestar atención a lo que hacía Stair.
El galeno la observó, deseo poder salir corriendo con ella, pero, en el estado en el que se encontraba no lograría llegar muy lejos. La otra opción era hacer que ella huyera, sin embargo, estaba seguro de que el chico lograría atraparla fácilmente y tal vez hacerle daño. Lo que Stair le había dicho que haría era riesgoso, sí, pero finalmente no tenía la intención de dañarla. Aunque de igual manera podía morir si no lo hacía bien.
—No comas ansias, Candy, todo a su debido momento.
El tono de Stair sonó tan extraño que hizo que a la rubia se le erizara la piel. El chico se encontraba ya desprovisto de ropa en la parte superior, mostrando un abdomen delgado donde se marcaban sus costillas.
—Este será mi último regalo para ti —dijo señalándose el pecho donde claramente se podía apreciar una larga cicatriz justo en el centro superior—. Pero no el único, solo será el más representativo.
El doctor Martín se aproximó a Candy y la abrazo, enterrando su cabeza en su pecho intentando de alguna forma protegerla.
—¿Quieres saber porque he demorado tanto en encontrar una solución para ti, mi ninfa de ojos verdes?
—Alistair, por favor
—Cállese, usted solo tiene una misión acá y por su bien, espero que no falle—. sentenció el pelinegro.
—¿Qué misión? Alguien explíqueme lo que está pasando acá, por favor.
—Sabes, el amor se puede demostrar de muchas formas, Candy, no solo son palabras, las palabras son vacías pero los hechos, los hechos quedan para siempre. Todo lo que hice, lo hice por ti y para ti, ¿podrás amarme después de eso? Nadie, ni siquiera ese intruso amigo de Niel al que tanto le sonreías.
Candy le observaba sin saber que decir, Stair actuaba cada vez con más extrañeza, no entendía que pasaba ahí y una parte de ella le decía que era mejor así, que no preguntara más, que se callara y obedeciera.
«lup-dum, dum-lup» Sintió en su pecho un dolor, su mano fue a parar a ese mismo lugar como si quisiera evitar lo inevitable. Candy lo observó, e intento acercarse, pero el galeno se lo impidió.
—Creo que ha llegado el momento —dijo dirigiéndose al médico.
Poco a poco se encamino hacia la misma sala donde en otrora había llevado a la primera chica ¿Cuál era su nombre? Bueno eso era lo de menos, —síganme no querrán perderse esto.
Ella lo miraba con ojos desorbitados, no sabía porque un miedo interno se esparcía desde su vientre hacia todo su cuerpo. Se aferro fuertemente al brazo del médico y a saber porque siguieron las instrucciones del pelinegro.
—Candy, te he amado tanto que he sido capaz de hacer todo esto por ti—, dijo señalando con orgullo a su alrededor— y hubiese seguido haciéndolo, pero, se me acabo el tiempo.
Los ojos de la pecosa parecían no entender a que se refería el chico, paseo sus ojos verdes observando con miedo y a la vez con curiosidad, hasta que, sus ojos se detuvieron en un estante que se encontraba pegado a la pared, este estaba lleno de frascos llenos de algún líquido y con algo en su interior que a simple vista no pudo distinguir que eran.
—¡Oh, cielos!
—¿Qué ocurre Dr. Martín?
—¿Has sido tú, Alistair?
El pelinegro sonrió orgullosamente mostrando una sonrisa siniestra.
—Sí—. Confesó mientras se aproximaba hacia ellos, el galeno intento intervenir, pero con un simple empujón fue a dar al suelo, tomó a Candy por los brazos mientras ella le miraba petrificada—. Sí, esos frascos están llenos de los corazones que me esmere en buscar para ti, pero ninguno era tan bueno como para estar en ti, —pronunció mientras se acercaba a ella que con rostro lívido le miraba desencajada— pero ahora tendrás uno mejor, mucho mejor, uno lleno de mi para ti—. dijo mientras la soltaba para tomarla con una mano de la cintura, mientras que con la otra sacaba el pañuelo que había guardado en su pantalón después de haberlo humedecido con el líquido parduzco, la miro por un segundo, antes de posar sus labios sobre los de ella e inmediatamente después colocándole el pañuelo sobre la nariz—. Siempre viviré en ti—. Fueron las últimas palabras que escucho Candy, antes de caer desmayada en los brazos de Stair.
El viejo médico observo la escena desde la puerta, le había costado levantarse porque aun no se encontraba totalmente recuperado, intentó avanzar hasta donde estaba Candy, pero al agacharse a levantar su muleta, Stair llevo a cabo su cometido. El chico tomo a Candy en sus brazos y la coloco sobre la mesilla improvisada que había hecho de quirófano en sus demás intervenciones.
La observo unos minutos antes de girarse y hablarle al galeno quien lo miraba ceñudo
—Ya sabes lo que tienes que hacer. —ordenó sin vacilar.
—Alistair, escúchame, no estoy seguro de poder hacerlo.
—Eso no esta en discusión, tenemos un trato y usted debe cumplirlo, debe salvarle la vida.
—Pero ella está bien, ella…
—No hay mas tiempo, ¿no lo entiende? —dijo mientras empezaba a desvestir a la pecosa.
—Está bien, Stair, déjame hacerlo, yo me ocupare de esto —El galeno tomo el lugar del chico y empezó a despejar el pecho de Candy, de ninguna manera permitiría que ese tipo le pusiera una mano a ella.
—Tome, hágalo con esto, y cuando ella despierte dígale que es de ella— dijo entregándole el bisturí que fuera de su padre.
Antes de tomarlo, el viejo fue a su escritorio para sacar unos guantes, ciertamente él no había operado desde hace mucho, pero este era un caso de vida o muerte, pues estaba seguro de que de no acceder a lo que ese chico quería terminarían siendo ellos dos victimas más de su locura. Se desinfecto las manos y se puso una especie de delantal junto con los guantes.
No tenia caso que intentará convencerlo de que desistiera, el joven era testarudo y ahora sabía que también estaba enfermo, nadie podía matar solo porque sí y estar tan tranquilo como si fuera algo normal. Tomo el escalpelo, el pulso le tembló, pero aparto sus temores, tenia que lograrlo, por el bien de la joven que reposaba sobre la camilla, respiro profundo y lentamente bajo el escalpelo hasta tocar el pecho de la chica y sin pensarlo lo presiono sobre este.
Mientras tanto Stair estaba en lo suyo, había masticado unas hojas de coca para tratar de soportar el dolor que estaba por sentir, pero no importaba, todo valdría la pena si ella lograba tener un pedazo de él. Poco a poco empezó a sentir un leve adormecimiento sobre todo en su boca, pero con eso le basto, tomo otro escalpelo suponía que propiedad del medicucho ese y lo inserto de una en su piel, acalló el grito de dolor que se ahogo en su garganta mientras que su corazón brincoteaba dentro de él, como si le urgiera cambiar de cuerpo.
«lup-dum, dum-lup»
El Doctor sudaba copiosamente, mientras seguía cortando con minuciosidad, se sentía como si estuviera desarmando una bomba, debía de tener sumo cuidado de que cable cortar, o en este caso, que arteria no cortar o entonces todo estaría perdido. Acomodo sus lentes, mientras comprobaba el estado de la joven, parecía dormida y él solo esperaba que pudiera volver a escuchar su cantarina voz. Retomo su labor, entre corte y corte, mientras colocaba algunas compresas de algodón para detener la sangre hasta que finalmente tomo el corazón con ambas manos y lo saco, la emoción recorrió todo su cuerpo y una sonrisa apareció en su rostro ¡Lo había logrado! Sin embargo, no podía perder tiempo vanagloriándose en ello. Se giro para contárselo al chico, pero lo que vieron sus ojos hizo que sintiera que la sangre le abandonaba el cuerpo.
Trato de reponerse, coloco el corazón sobre una bandeja de metal y se aproximo al chico
—Alistair ¿Por qué?
El chico yacía con el pecho abierto, la sangre teñía su pecho y esta resbalaba creando un charco de sangre en el piso.
—Tómelo —dijo apenas con un hilo de voz—. Y cumpla con su palabra, proteja a Candy, sálvela.
El doctor entendió lo que este tramaba, no sé opuso, no podía perderlos a los dos y era imposible que pudiera operarlos al mismo tiempo. Sus manos temblorosas se acercaron al pecho del chico, abrió lentamente el pecho y ahí estaba, un corazón artificial lleno de engranajes y fabricado en metal. Aflojo las válvulas que unían el corazón al cuerpo del chico, poco a poco, pero tratando de hacerlo lo más rápido que podía.
—Dígale… que la amo — susurró en su ultimo suspiro el pelinegro.
El viejo no le hizo caso, estaba ensimismado en su tarea, el tiempo corría y mientras mas demoraba menos tiempo le quedaba a la joven. Apenas lo libero y corrió hacia la mesita donde se encontraba el corazón y colocó el artefacto junto con ese ¿Cómo haría eso? Miro alrededor, cerca de las cosas de Stair, se encontraban unas hojas apiladas ordenadamente, se acerco para verlas y no podía creer lo que veía, el joven había pensado en todo definitivamente, había escrito el procedimiento paso a paso de como extraer y como colocar el corazón artificial. Empezó a leerlas y a tratar de entender lo que tenia que hacer.
∙ ~εïз~ ∙
Terry espoleaba al caballo había estado en el hogar de pony, para conversar con Candy, sin embargo, no encontró ahí a la chica y sus madres no supieron decirle cual era su paradero, pensaron que tal vez estaba con Tom buscando algunos vegetales, por lo que, el castaño se encamino hacia allá pero tampoco la encontró en ese lugar. Este le convenció de que le ayudaría a buscarla por todos lados, pues cabía la posibilidad de que hubiese tenido algún ataque y estuviera tirada en algún lado. Pero nada, no daban con su paradero, hasta que en su búsqueda se toparon con el jardinero de los Leagan y les cuenta que hace unas horas vio pasar uno de los autos de la familia, no sabia el nombre de quienes iban en él, pero al momento de preguntarle por la apariencia de estos, menciono que había una chica de pelo rubio rizado y un chico de pelo negro y lentes.
A lo lejos alcanzo a ver la clínica, esperaba con todo su ser que Stair no le hubiera hecho daño a esa pecosa, no lo soportaría.
Apenas estuvo cerca bajo rápidamente y corrió hacia la puerta, toco y toco sin obtener respuesta mientras que su corazón latía desaforadamente y una especie de oración se repetía en su pensamiento,
«Por favor, que no le haya hecho daño» dijo con el rostro pegado a la puerta, no quería abrir y encontrar algo que suponía, lo perseguiría por el resto de su vida.
Se armo de valor y de una patada logro abrir la puerta. No había nadie, ¿será que se había equivocado y no habían ido hacia ese lugar? Camino observando el lugar y se dirigió hacia la única puerta que se encontraba entreabierta.
Se acerco y abrió la puerta apuntando con su arma, la cual bajo inmediatamente al ver al galeno trabajando esmeradamente en ¿Candy? Sus ojos se desviaron hacia el otro lado donde yacía el cuerpo sin vida de Stair. ¿Qué había pasado? Finalmente, sus ojos chocaron con el brillo de los frascos que descansaban en el mueble e inmediatamente reconoció su contenido, volvió a tomar su arma y apunto al doctor.
—Deje lo que esta haciendo y ponga las manos hacia atrás.
—Lo siento, si lo hago esta joven morirá, tendrá que esperar a que termine.
—Dije que suba las manos, ahora —enfatizo el castaño.
El galeno se volvió a verlo para después proseguir con lo que estaba haciendo —Ya le he dicho que apenas termine puede hacer conmigo lo que quiera.
—¿Es usted el responsable de las muertes? —, preguntó mientras preparaba su arma.
—No, el responsable era el chico que yace de aquel lado, estaba en búsqueda de un corazón para esta joven. Finalmente, no lo logró y se sacrifico por ella.
—¡Demonios! —Bajo el arma.
Salió del lugar para dejar al galeno hacer su trabajo.
¿Quién lo diría? La hipótesis de su compañero no estaba en absoluto errada. Tan solo esperaba que el médico pudiera hacer bien su trabajo y logrará salvar la vida de la chica.
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. ∙ ~εïз~ ∙
Candice White caminaba apresuradamente, acababa de salir de una conferencia, se había convertido en una afamada química experta en la criogenización y ahora vivía en la ciudad de Nueva York. Subió al pent-house donde vivía, sus tacones sonaban incesante sobre el piso del lugar. Apenas se detuvo a dejar sus pertenencias en la mesilla de la sala y prosiguió hasta ingresar al pequeño laboratorio que se encontraba en una de las habitaciones al fondo. Amaba ese lugar, se sentía tan conectada que en muchas ocasiones prefería dormir ahí. Saco una llave del bolsillo de su abrigo y se dirigió a una pequeña gaveta que se encontraba al final de un gran armario de metal. Inserto la llave e ingreso un código que finalmente le dio acceso a lo que ahí había. Jalo el cajón y al ver lo que ahí se encontraba su rostro reflejo cierta tristeza.
—Pronto encontraré la forma de hacer que vuelvas, te lo prometo —dijo besando el cristal que encerraba el cuerpo de un joven pelinegro mientras que su corazón latía desaforadamente.
«lup-dum, dum-lup»
FIN.
Gracias a cada una por su lectura 
