[size=18]Consecuencias de un engaño
Capítulo I
Capítulo I
El hospital estaba hecho un caos, enfermeras y doctores se encontraban alertas, el informe que llegaba junto al ingreso de un paciente, era de aquel hombre que quizás fuese un espía; las enfermeras murmuraban asustadas sobre que la condición del paciente era grave.
Candy venía llegando después de haber visitado a la familia de Flammy y se sorprendió al ver lo que ocurría, al acercarse un poco más pudo observar que aquel hombre que todos pensaban que era un espía, se le hacía tan familiar, ese rostro… ¿dónde lo había visto? Si tan sólo tuviera barba y unos lentes obscuros, se parecería a… ¡no podía creerlo! Debía acercarse un poco más, sí, era su incondicional amigo, el que siempre estaba cuando más lo necesitaba aunque ella no supiera cómo era que él sabía que lo necesitaba, no podía creerlo, Candy tragó saliva y lo observó detalladamente, no había duda, era Albert…¿qué hacía el rubio allí? No se supone que su amigo se encontraba en ¿Africa?
De pronto una mofeta se colocó sobre el pecho del paciente, Puppet…susurró la rubia sorprendida, no había duda alguna, el paciente era su más querido amigo Albert. Candy se acercó de inmediato intentando tranquilizar al animalito y en cuanto el médico vio que la mofeta parecía tranquilizarse al verla le indicó que lo sacara de inmediato.
- Sí doctor… - contestó Candy tomando a Puppet entre sus brazos.
- ¿A dónde llevamos al paciente doctor…? – cuestionó una de las enfermeras a cargo.
- Al cuarto cero, el hospital no tiene espacio para desconocidos… - refirió el galeno despreocupado.
En ese momento pasaron Natalie y Judy junto a ellos, Candy permanecía en ese lugar con Puppet en los brazos y pudo escucharlas claramente cuando comentaron que ese cuarto era para los criminales y pacientes sin familia, era un cuarto tan sucio y oscuro y, ella no podía permitir que su gran amigo haya sido trasladado ahí, así que en cuanto ve que el Dr. Lenard se acerca a la comitiva que lleva a Albert, corre a alcanzarlo ante la mirada atónita de todos…
- Doctor Lenard, doctor Lenard, ese paciente es… - se queda pensando, si dice que es su amigo el Dr. Lenard lo echará ya que era política del hospital al no poder pagar su estancia. Es… Albert. Yo lo conozco, es… es… mi esposo – resolvió decirle aunque a ciencia cierta no sabía por qué lo había hecho.
- ¡Su esposo ha dicho! – el Dr. Lenard no se lo creía del todo. ¡Entonces explíqueme, ¿por qué en su carta de ingreso no menciona que sea usted casada, Señorita White?! – el Dr. Lenard la reprende con mirada acusadora.
- Es complicado… - refiere ella agachando la cabeza y retorciéndose los dedos.
- Tengo todo el tiempo del mundo, señorita White, ¡a mi oficina! – le ordena pasándola de largo y la invita a que lo siga.
Candy sabe que no debería de haber dicho esa mentira, pero en la condición de Albert no podía abandonarle, si él no lo hizo con ella, ¿por qué lo iba hacer?
- Pase y siéntese señorita White, puede explicarme ¿qué sucede aquí? ¿Cómo es que usted está casada…? ¡A ese paciente lo traen de Italia! – explicó con preocupación el Dr. Lernard.
- Pues verá, desde muy joven quise ser enfermera y mi familia se negaba a darme una profesión, así que me salí de casa para entrar a estudiar enfermería en Illinois – contó la rubia sin observar directamente al galeno.
- Veamos, el nombre de su esposo es Albert, ¿cómo se apellida? – cuestiona inseguro el Dr. Lenard.
- White – respondió Candy sin pensarlo.
- Albert White, bueno entonces usted es la Señora Candice White ¿no es así? – volvió a preguntar el médico más interesado aún.
- Sí, es así – afirmó la rubia.
- Entonces ¿por qué no estaba con él en Italia? – apuntó directamente el robusto señor que tenía enfrente.
- Porque él trabajaba para un zoológico en África y me había avisado que estaba de regreso, quizás en el camino le pasó algo, no he recibido cartas suyas desde hace semanas – después de todo era una historia creíble, agradeció que había oído todo el alboroto desde la entrada al hospital.
- ¿A qué familia pertenece señora White? – el galeno atinó a preguntar.
- ¿Es necesario? – Candy cuestionó esperando que ya no indagara nada.
- ¡Se lo estoy preguntando! – inquirió el robusto hombre.
- ¡Mi nombre es Candice... An… Andley! – informó la rubia empequeñecida.
- ¿Qué cosa ha dicho? ¡Usted es una Andley! – exclamó exasperado el Dr. Lenard, entre miedoso y sorprendido.
- Sí – afirmó la rubia, apenada.
- Sabe que debo de enterar a su familia de esto – informó el galeno a la rubia que espantada la dejó.
- No lo haga doctor Lenard, me harán regresar, yo…yo puedo cuidar de Albert sin su intervención – pidió encarecidamente.
- Pero tarde o temprano se enterarán y habrá problemas de todo tipo y eso usted lo sabe – resolvió el galeno.
- ¡No, no lo harán! Se lo prometo, déjemelo a mí. Será parte de mi jornada, se lo prometo –suplicó la rubia.
- Está bien señora White, esperemos que nadie se entere, pero no le prometo nada – aseguró el médico, dándose por vencido.
- Gracias Doctor Lenard, permiso… “No debí mentir, si esto se llega a saber en la familia Andley me voy a meter en un aprieto, Candy ¿por qué mentiste? Es por Albert, sólo por Albert.”… - pensaba mientras salía de la oficina del Director…
A partir de ese día, Candy dividía su trabajo entre su guardia y las visitas al cuarto cero, se había dedicado a arreglarlo con la autorización del médico, aún cuando éste no había permitido que el paciente se cambiara a una habitación más cómoda, después de todo ya arreglado no se veía tan mal, los días pasaban y todo seguía normal.
A Candy y a Terry les había ido muy bien en sus exámenes, a Terry le dieron el papel de Romeo y Candy era ya una enfermera titulada. La vida seguía su curso y Candy lamentaba no poder contarle a Terry lo que sucedía con Albert. Hasta que un día, Candy salió por unas horas del hospital para comprar algunos pastelitos para Albert. De pronto, se topó con un puesto de periódicos, ahí encontró algunas revistas para que Albert se distrajera hasta que oyó algo conocido:
Candy venía llegando después de haber visitado a la familia de Flammy y se sorprendió al ver lo que ocurría, al acercarse un poco más pudo observar que aquel hombre que todos pensaban que era un espía, se le hacía tan familiar, ese rostro… ¿dónde lo había visto? Si tan sólo tuviera barba y unos lentes obscuros, se parecería a… ¡no podía creerlo! Debía acercarse un poco más, sí, era su incondicional amigo, el que siempre estaba cuando más lo necesitaba aunque ella no supiera cómo era que él sabía que lo necesitaba, no podía creerlo, Candy tragó saliva y lo observó detalladamente, no había duda, era Albert…¿qué hacía el rubio allí? No se supone que su amigo se encontraba en ¿Africa?
De pronto una mofeta se colocó sobre el pecho del paciente, Puppet…susurró la rubia sorprendida, no había duda alguna, el paciente era su más querido amigo Albert. Candy se acercó de inmediato intentando tranquilizar al animalito y en cuanto el médico vio que la mofeta parecía tranquilizarse al verla le indicó que lo sacara de inmediato.
- Sí doctor… - contestó Candy tomando a Puppet entre sus brazos.
- ¿A dónde llevamos al paciente doctor…? – cuestionó una de las enfermeras a cargo.
- Al cuarto cero, el hospital no tiene espacio para desconocidos… - refirió el galeno despreocupado.
En ese momento pasaron Natalie y Judy junto a ellos, Candy permanecía en ese lugar con Puppet en los brazos y pudo escucharlas claramente cuando comentaron que ese cuarto era para los criminales y pacientes sin familia, era un cuarto tan sucio y oscuro y, ella no podía permitir que su gran amigo haya sido trasladado ahí, así que en cuanto ve que el Dr. Lenard se acerca a la comitiva que lleva a Albert, corre a alcanzarlo ante la mirada atónita de todos…
- Doctor Lenard, doctor Lenard, ese paciente es… - se queda pensando, si dice que es su amigo el Dr. Lenard lo echará ya que era política del hospital al no poder pagar su estancia. Es… Albert. Yo lo conozco, es… es… mi esposo – resolvió decirle aunque a ciencia cierta no sabía por qué lo había hecho.
- ¡Su esposo ha dicho! – el Dr. Lenard no se lo creía del todo. ¡Entonces explíqueme, ¿por qué en su carta de ingreso no menciona que sea usted casada, Señorita White?! – el Dr. Lenard la reprende con mirada acusadora.
- Es complicado… - refiere ella agachando la cabeza y retorciéndose los dedos.
- Tengo todo el tiempo del mundo, señorita White, ¡a mi oficina! – le ordena pasándola de largo y la invita a que lo siga.
Candy sabe que no debería de haber dicho esa mentira, pero en la condición de Albert no podía abandonarle, si él no lo hizo con ella, ¿por qué lo iba hacer?
- Pase y siéntese señorita White, puede explicarme ¿qué sucede aquí? ¿Cómo es que usted está casada…? ¡A ese paciente lo traen de Italia! – explicó con preocupación el Dr. Lernard.
- Pues verá, desde muy joven quise ser enfermera y mi familia se negaba a darme una profesión, así que me salí de casa para entrar a estudiar enfermería en Illinois – contó la rubia sin observar directamente al galeno.
- Veamos, el nombre de su esposo es Albert, ¿cómo se apellida? – cuestiona inseguro el Dr. Lenard.
- White – respondió Candy sin pensarlo.
- Albert White, bueno entonces usted es la Señora Candice White ¿no es así? – volvió a preguntar el médico más interesado aún.
- Sí, es así – afirmó la rubia.
- Entonces ¿por qué no estaba con él en Italia? – apuntó directamente el robusto señor que tenía enfrente.
- Porque él trabajaba para un zoológico en África y me había avisado que estaba de regreso, quizás en el camino le pasó algo, no he recibido cartas suyas desde hace semanas – después de todo era una historia creíble, agradeció que había oído todo el alboroto desde la entrada al hospital.
- ¿A qué familia pertenece señora White? – el galeno atinó a preguntar.
- ¿Es necesario? – Candy cuestionó esperando que ya no indagara nada.
- ¡Se lo estoy preguntando! – inquirió el robusto hombre.
- ¡Mi nombre es Candice... An… Andley! – informó la rubia empequeñecida.
- ¿Qué cosa ha dicho? ¡Usted es una Andley! – exclamó exasperado el Dr. Lenard, entre miedoso y sorprendido.
- Sí – afirmó la rubia, apenada.
- Sabe que debo de enterar a su familia de esto – informó el galeno a la rubia que espantada la dejó.
- No lo haga doctor Lenard, me harán regresar, yo…yo puedo cuidar de Albert sin su intervención – pidió encarecidamente.
- Pero tarde o temprano se enterarán y habrá problemas de todo tipo y eso usted lo sabe – resolvió el galeno.
- ¡No, no lo harán! Se lo prometo, déjemelo a mí. Será parte de mi jornada, se lo prometo –suplicó la rubia.
- Está bien señora White, esperemos que nadie se entere, pero no le prometo nada – aseguró el médico, dándose por vencido.
- Gracias Doctor Lenard, permiso… “No debí mentir, si esto se llega a saber en la familia Andley me voy a meter en un aprieto, Candy ¿por qué mentiste? Es por Albert, sólo por Albert.”… - pensaba mientras salía de la oficina del Director…
A partir de ese día, Candy dividía su trabajo entre su guardia y las visitas al cuarto cero, se había dedicado a arreglarlo con la autorización del médico, aún cuando éste no había permitido que el paciente se cambiara a una habitación más cómoda, después de todo ya arreglado no se veía tan mal, los días pasaban y todo seguía normal.
A Candy y a Terry les había ido muy bien en sus exámenes, a Terry le dieron el papel de Romeo y Candy era ya una enfermera titulada. La vida seguía su curso y Candy lamentaba no poder contarle a Terry lo que sucedía con Albert. Hasta que un día, Candy salió por unas horas del hospital para comprar algunos pastelitos para Albert. De pronto, se topó con un puesto de periódicos, ahí encontró algunas revistas para que Albert se distrajera hasta que oyó algo conocido:
- “Noticia, noticia una integrante de la familia Andley casada con un criminal de guerra noticia pasen, pasen, llévese uno”.
Éste anuncio la impactó mucho, no podía creerlo, su secreto había sido descubierto… ¿cómo había sido eso? Se acercó al chico, pidiéndole uno. Si en primera plana se encontraba la siguiente noticia:
“La señorita Candice White Andley, heredera del Clan Andley de Escocia, hija del Sr. William Andley y reconocida enfermera del Hospital Santa Juana, ha contraído nupcias desde hace unos meses con un criminal italiano internado hace dos meses en el nosocomio antes mencionado. Las condiciones de su ingreso son desconocidas, así como la identidad del criminal en cuestión. La comunidad se hace una pregunta: La reconocida familia Andley de Chicago ¿sabrá ésta noticia tan importante?"
[justify]- ¡“Oh dios mío, Candice estás en problemas”…! – pensó la rubia con preocupación.
Por un momento no supo qué hacer, dejó caer el periódico nerviosa y empezó a hilvanar alguna idea… Debía saber más y Albert, debía saber si alguien ya se había enterado de esto, ¿el hospital lo sabría? Corrió rápidamente hasta éste.
Mientras ésto ocurría, varias personas en diferentes lugares leían la misma noticias sorprendiéndose de sobremanera, al parecer ya se había regado por todas partes….
En algún lugar de Chicago…
- George – lo llamó la señora Elroy.
- Sí madame Elroy, ¿se le ofrece algo? – George acudió respetuosamente.
- ¿Has sabido de William? – cuestionó madame Elroy curiosa.
- No madame, el señor William no se ha comunicado conmigo todavia. Madame el periódico – George aprovechó el momento para entregarle los periodicos del día a la señora Elroy.
- Veamos que nos cuentan ahora los periódicos George – los tomó comenzando a extenderlos.
- Por supuesto, me puedo retirar – solicitó George.
- Veamos, no, no no puede ser no otra vez esa muchachita, le dije a William que no la adoptara, solamente dolores de cabeza son los que me ha dado, en manos ¿de quién hemos caído George? – preguntó Elroy a sabiendas que George ya comenzaba a darse la vuelta.
- ¿A qué se refiere madame Elroy? – cuestionó él regresando.
- ¡Toma lee esto…! -dijo la mujer temblando mientras sentia que el aire le faltaba.
- Señorita Candice…madame Elroy ¿se siente bien…? -George la alcanzó a sostener antes de que resbalara del asiento del comedor.
- Llama al médico George, no me siento bien…- la matriarca le pidió a su mano derecha antes de perder el conocimiento.
- ¡Tía abuela! ¿Le sucede algo? ¡George el médico…! – preguntó y apuró Archie quien venía entrando.
- ¿Que ha pasado George…? - se acercó Stear precoupado al ver que la tía abuela se encontraba desfallecida en el sillón.
- Es que ha sucedido algo increíble jóvenes Cornwell – suspiró George.
- ¡Dinos George, nos asustas! – ansió Stear.
- Lean – George les extendió el periódico para que se enterasen del ¿por qué la reacción de la tía abuela?
- A ver… nananana… ¿qué? ¿En que estaba pensando? Hace días que la vimos y no nos dijo nada – se preguntó Archie sin entender nada.
- Elisa algo pasa alla abajo creo que la tia abuela se puso mal…
- Vamos Niel, apresúrate… - recién llegaba Elisa junto con su hermano, era uno de los días en los que quiso saber de la señora Elroy, asi que fue a vistitarla.
- Te alcanzo – le restó decirle a su hermana.
- ¿Qué sucede, Archie…? – cuestionó Elisa al encontrar la escena en el comedor.
- Es Candy... – resolvió soltar.
- ¿Ha muerto? - cuestionó Elisa burlonamente.
- ¡No seas estúpida, Eliza! ¡Candy se ha casado! – Archie exasperado decide informarle a medias.
- ¿Con quién? – cuestionó ella preocupada, pensaba que tal vez algún millonario se había casado con ella.
- No lo sabemos o no lo entendemos – refirió Stear, también disgustado.
- A ver el periódico, ¿qué cosa? ¡Con un criminal! ¡Es lo menos que se merece la huérfana esa! – pronunció ella con burla.
- ¡Deja de decir tonterías Elisa, la tía abuela no reacciona, las sales aprisa! – la apuró para que lo ayudara y para que dejara de burlarse de Candy.
En Nueva York…
- ¡Hola Terry! – saludó Susana cuando hubo llegado a la azotea donde un Terry se encontraba tendido en la marquesina.
- ¿Qué haces aquí Susana? – preguntó Terry enfadado en parte por la interrupción.
- ¿Has sabido de Candy? – preguntó ella.
- No es que te interese… - el castaño comenzó a decirle a Susana.
- Pues fíjate que yo sí, mira, no sabía que perteneciera a una familia importante… - le pasó el periódico con una sonrisa sardónica en el rostro.
Terry tomó el periódico y no podía comprender lo que pasaba.
- ¿Qué cosa? ¿Desde cuándo? ¡Esto deberá explícarmelo…! - Terry saltó la marquesina y comenzó a bajar de la azotea, mientras Susana sonreía de satisfacción.
Continuará…
Última edición por perlatorijano el Vie Abr 10, 2015 1:29 am, editado 1 vez