Consecuencias de un engaño
Capítulo III
Capítulo III
- Candy él…su nombre verdadero es William Albert Andley, tú esposo es tu tío Abuelo – decidió confesar, ahora sabía el por qué William no se había contactado con él. Lo que no entendía era que hacían aquellos dos casados. ¿Cuándo había sucedido aquello?
- ¿Cómo? ¡No puede ser! Ahora el que bromea conmigo eres tú George, ¡no puede estar casado conmigo mi tutor! Ésta es… ¡una estúpida broma, George! ¡Te exijo que me digas la verdad! – exclamó Candy, que al final solo atinó a dejarse caer sobre la silla de la mesa que Albert tenía enfrente.
- ¿Cómo lo encontraste Candice? ¡Debes decírmelo! – le pidió con fervor, la noticia los había impresionado a ambos, no podia creerlo. ¿Dónde lo encontraste? – le apuró haciendo que Candy estuviese mucho más fuera de sí.
- ¡No es cierto, no es cierto! ¡Él no puede ser…no puede ser… él no…! – Candy comenzó a sollozar. Albert…Albert… tiene amnesia, por eso no recuerda nada de su pasado, ¡no por favor George, dime que no es cierto! ¡Dime que no es cierto!, Albert tiene amnesia…y no sabe quién es, sólo yo sé que él siempre me ha cuidado, siempre y ahora… - Candy se encontraba en shock, no podría creer lo que estaba ocurriéndole a ella, no hilaba ideas.
- ¡Señorita Candice! ¿Amnesia? ¡No puede estar sucediendo esto! ¿Qué dirá la tia Abuela? – pensaba contrariado.
- Candy, ¿que ha dicho? ¡No entiendo nada! ¡Mi cabeza, me duele mucho la cabeza! – refirió Albert, molesto por el dolor y la confusión dentro de su cabeza.
- ¡Un médico, por favor que alguien llame a un médico! – la rubia corrió a llármalo cuando George le dijo que Albert se encontraba mal, en medio de todo lo que acababa de saber no podía dejarlo con ese dolor.
- ¿Qué sucede? – preguntó el médico.
- El paciente del cuarto cero, tiene un dolor de cabeza intenso, venga por favor – le pidió amablemente a un médico que pasaba por ahí.
- ¡Enseguida! – el médico se dirigió hacía allí.
- ¡Señorita Candy, señorita reaccione! – le pidió Geroge sin que ella saliera de ese estado de incredulidad cuando había vuelto al cuarto. ¡Esto no puede estar sucediendo! Y ahora ¿qué le voy a decir a la señora Elroy? – se preguntaba mentalmente, bajando el rostro compungido.
- Candy ¿qué sucede? ¿Por qué se ha desmayado? – el médico le pregunta a Candy.
- ¡Por la impresión creo! – George sólo atinó a contestar eso, ya que al parecer Candy no podía aún salir del estupor.
- ¿Quien es usted? – cuestionó el médico mientras revisaba a Albert.
- Soy el Sr. Johnson, mano derecha del Sr. William Andley. Puede atenderlos mientras voy a ver al Dr. Lenard, por favor – solicitó George preocupado porque Candy también se había desmayado. El médico asintió y salió de ahí, rápidamente recorrió cada lugar del hospital hasta que dio con la oficina del mencionado doctor.
Toc toc
- Adelante – el galeno dio el acceso.
- Dr. Lenard – lo llamó.
- Sr. Johonson ¿puedo ayudarle? – el galeno se prestó solicito.
- Sí, es con respecto al paciente del cuarto cero – refiere George el asunto que quiere tratar.
- Ya veo que conoció al Sr. Albert, el esposo de Candy – platica amenamente.
- Sí, pero no se llama asi, él es… esto que le diré tiene que ser confidencial – solicitó George un tanto afligido.
- Por supuesto, ¿quién es entonces? – cuestionó el médico.
- El señor William Albert Andley… - soltó con una preocupación latente.
- ¡No lo puedo creer! Candy… - solo atinó a pronunciar el nombre de la rubia en cuestión.
- Sí, bueno, ya somos varios los que no creemos nada, lo malo es que se ha desmayado – le informó.
- ¿También? – cuestionó ya que rara vez Candy se enfermaba.
- Sí, la impresión ha sido mucha al enterarse de que se ha casado con su tutor – refiere George apenado por el rostro que ha puesto el galeno.
- ¡Increible! ¿Desea usted que se le cambie de habitación? – sugirió reservándose lo que pensaba de aquella noticia.
- No, deseo que se le traslade a Lakewood Dr. Lenard – recomendó George.
- Pero allá no podremos atenderlo como es debido – refutó el galeno.
- El médico de la familia lo atenderá con sus debidas indicaciones y por una enfermera, creo que Candy ya se ha titulado – refirió George despreocupado.
- Cierto, por eso no se preocupe, haré el traslado, pero tardará unos días – le informó el Dr. Lenard, llamando a su asistente.
- Entonces estamos de acuerdo, yo también tengo que hacer lo mío – tomó su sombrero, se despidio con un asentimiento de cabeza y salió por la puerta.
George no podía creerlo, ahora el problema sería cómo se lo explicaría a la señora Elroy y a los chicos... Cuando dejó todo concluido en el hospital, salió de alli y abordó un carruaje. Necesitaba pensar qué decir. La mansión de Chicago era una revolución, la tía abuela aún seguía con los improperios hacia Candy, George entró con paso decidido, ese era de esos días de los cuales no disfrutaba nada, fue mas bien un día lleno de conflictos…debía de decirle esto a varios representantes del consejo, por lo que decidió convocarlos a una junta en las oficinas de Chicago con urgencia.
- George ¿que has averiguado? – preguntó Archie una vez que lo hubo visto desde la biblioteca.
- Algunas cosas, pero primero debo hablar con madame Elroy – respondió el castaño cuando los vio acercarse.
- ¡Pero George! – exclamaron ambos al mismo tiempo.
- Lo siento chicos, permiso – se disculpó para luego salir huyendo de ese seguro interrogatorio.
- La tía abuela está dormida – le aseguró Stear.
- Lo hare mañana, entonces. Buenas noches jóvenes Cornwell, me iré a dormir ha sido un largo día – refirió George pareciendo cansado.
George no habia podido conciliar el sueño, el alba lo recibió con un sinfín de pensamientos, no le quedó de otra que conformarse con todas las interrogantes que tenía en su cabeza, se alistó y bajó al comedor, pidiendo a Dorothy que la tía abuela se reuniera con él si se sentía mejor en las oficinas del banco en Chicago, más tarde. George decidió tomar sus alimentos en la cocina, necesitaba pensar lo que tenía que decirles a los miembros del consejo.
A Candy le sucedió lo mismo, no habia parado de llorar en toda la noche hasta que tambien la sorprendió el alba, frente a la ventana del cuarto cero, no podía creer lo que George le habia confesado, Albert era el tío abuelo William, no era cierto, no lo era.
Mientras en un tren con dirección a Chicago, Terry tampoco había conciliado el sueño, ¿qué había hecho Candy? Recordaba que en las cartas se le oía extraña, pero nada más, no le contó nada antes, ¿por qué? Acaso lo habia estado engañando todo este tiempo, estaba celoso o enojado, eso era algo que le disgustaba no saber.
A las 11:00 en punto de la mañana, los miembros del consejo estaban en la oficina de William, habían sido convocados por George Johnson y pensaban que algo sucedía; la señora Elroy también se encontraba ahí, George se asomó por la puerta de la sala de juntas y respiró repetidamente.
- ¡Buenos días! – saludó George.
- Buenos días señor Johnson, ¿a que nos ha convocado? – cuestionó Clark MacLean curioso.
- ¡Pedimos una explicación de esto señor Johnson! – refirió Alastair Gordana enojado.
- Veo que ya se han enterado – respondió George apenas sentándose.
- ¡Pensaban que podía ocultárnoslo! ¡Estamos preocupados! – vociferó Patrick Chalmer.
- ¡Ay Dios mío! – se lamentó la señora Elroy.
- ¡Calma, todo tiene una explicación! – rebatió George. El señor William no se había comunicado conmigo desde hacía unos meses, hasta ayer – comenzó a contar George, no lo pudo evitar, ellos amenazaban con armar un escándalo ahí y era su responsabilidad evitarlo.
- ¿Ya se comunicó contigo, George? – preguntó la señora Elroy levantándose y caminando hacia la ventana.
- No exactamente, ayer visité a la señorita Candice – refirió el castaño, dando poco a poco la información que no sabía contar o cómo hacerlo.
- ¡Señora! ¡Querrás decir…! - comentó Anabal Macdoughall con coraje y vergüenza.
- Candy – George recalcó. Ella me ha presentado al supuesto criminal del que los periódicos hablan – seguía contándolo.
- ¡Sólo eso nos faltaba! – exclamaron dejándose caer en las sillas.
- El Dr. Lenard dijo que se llamaba Albert White – explicó volviéndose a detener.
- Y… ¿es cierto? ¿Lo has verificado? – cuestionó la matriarca.
- Por supuesto no es así, el esposo de la señora White, no es más que el Sr. William Albert Andley – terminó por decirlo profusamente molesto por tanta interrupción y por lo que decían de Candy.
Continuará…
- ¿Cómo? ¡No puede ser! Ahora el que bromea conmigo eres tú George, ¡no puede estar casado conmigo mi tutor! Ésta es… ¡una estúpida broma, George! ¡Te exijo que me digas la verdad! – exclamó Candy, que al final solo atinó a dejarse caer sobre la silla de la mesa que Albert tenía enfrente.
- ¿Cómo lo encontraste Candice? ¡Debes decírmelo! – le pidió con fervor, la noticia los había impresionado a ambos, no podia creerlo. ¿Dónde lo encontraste? – le apuró haciendo que Candy estuviese mucho más fuera de sí.
- ¡No es cierto, no es cierto! ¡Él no puede ser…no puede ser… él no…! – Candy comenzó a sollozar. Albert…Albert… tiene amnesia, por eso no recuerda nada de su pasado, ¡no por favor George, dime que no es cierto! ¡Dime que no es cierto!, Albert tiene amnesia…y no sabe quién es, sólo yo sé que él siempre me ha cuidado, siempre y ahora… - Candy se encontraba en shock, no podría creer lo que estaba ocurriéndole a ella, no hilaba ideas.
- ¡Señorita Candice! ¿Amnesia? ¡No puede estar sucediendo esto! ¿Qué dirá la tia Abuela? – pensaba contrariado.
- Candy, ¿que ha dicho? ¡No entiendo nada! ¡Mi cabeza, me duele mucho la cabeza! – refirió Albert, molesto por el dolor y la confusión dentro de su cabeza.
- ¡Un médico, por favor que alguien llame a un médico! – la rubia corrió a llármalo cuando George le dijo que Albert se encontraba mal, en medio de todo lo que acababa de saber no podía dejarlo con ese dolor.
- ¿Qué sucede? – preguntó el médico.
- El paciente del cuarto cero, tiene un dolor de cabeza intenso, venga por favor – le pidió amablemente a un médico que pasaba por ahí.
- ¡Enseguida! – el médico se dirigió hacía allí.
- ¡Señorita Candy, señorita reaccione! – le pidió Geroge sin que ella saliera de ese estado de incredulidad cuando había vuelto al cuarto. ¡Esto no puede estar sucediendo! Y ahora ¿qué le voy a decir a la señora Elroy? – se preguntaba mentalmente, bajando el rostro compungido.
- Candy ¿qué sucede? ¿Por qué se ha desmayado? – el médico le pregunta a Candy.
- ¡Por la impresión creo! – George sólo atinó a contestar eso, ya que al parecer Candy no podía aún salir del estupor.
- ¿Quien es usted? – cuestionó el médico mientras revisaba a Albert.
- Soy el Sr. Johnson, mano derecha del Sr. William Andley. Puede atenderlos mientras voy a ver al Dr. Lenard, por favor – solicitó George preocupado porque Candy también se había desmayado. El médico asintió y salió de ahí, rápidamente recorrió cada lugar del hospital hasta que dio con la oficina del mencionado doctor.
Toc toc
- Adelante – el galeno dio el acceso.
- Dr. Lenard – lo llamó.
- Sr. Johonson ¿puedo ayudarle? – el galeno se prestó solicito.
- Sí, es con respecto al paciente del cuarto cero – refiere George el asunto que quiere tratar.
- Ya veo que conoció al Sr. Albert, el esposo de Candy – platica amenamente.
- Sí, pero no se llama asi, él es… esto que le diré tiene que ser confidencial – solicitó George un tanto afligido.
- Por supuesto, ¿quién es entonces? – cuestionó el médico.
- El señor William Albert Andley… - soltó con una preocupación latente.
- ¡No lo puedo creer! Candy… - solo atinó a pronunciar el nombre de la rubia en cuestión.
- Sí, bueno, ya somos varios los que no creemos nada, lo malo es que se ha desmayado – le informó.
- ¿También? – cuestionó ya que rara vez Candy se enfermaba.
- Sí, la impresión ha sido mucha al enterarse de que se ha casado con su tutor – refiere George apenado por el rostro que ha puesto el galeno.
- ¡Increible! ¿Desea usted que se le cambie de habitación? – sugirió reservándose lo que pensaba de aquella noticia.
- No, deseo que se le traslade a Lakewood Dr. Lenard – recomendó George.
- Pero allá no podremos atenderlo como es debido – refutó el galeno.
- El médico de la familia lo atenderá con sus debidas indicaciones y por una enfermera, creo que Candy ya se ha titulado – refirió George despreocupado.
- Cierto, por eso no se preocupe, haré el traslado, pero tardará unos días – le informó el Dr. Lenard, llamando a su asistente.
- Entonces estamos de acuerdo, yo también tengo que hacer lo mío – tomó su sombrero, se despidio con un asentimiento de cabeza y salió por la puerta.
George no podía creerlo, ahora el problema sería cómo se lo explicaría a la señora Elroy y a los chicos... Cuando dejó todo concluido en el hospital, salió de alli y abordó un carruaje. Necesitaba pensar qué decir. La mansión de Chicago era una revolución, la tía abuela aún seguía con los improperios hacia Candy, George entró con paso decidido, ese era de esos días de los cuales no disfrutaba nada, fue mas bien un día lleno de conflictos…debía de decirle esto a varios representantes del consejo, por lo que decidió convocarlos a una junta en las oficinas de Chicago con urgencia.
- George ¿que has averiguado? – preguntó Archie una vez que lo hubo visto desde la biblioteca.
- Algunas cosas, pero primero debo hablar con madame Elroy – respondió el castaño cuando los vio acercarse.
- ¡Pero George! – exclamaron ambos al mismo tiempo.
- Lo siento chicos, permiso – se disculpó para luego salir huyendo de ese seguro interrogatorio.
- La tía abuela está dormida – le aseguró Stear.
- Lo hare mañana, entonces. Buenas noches jóvenes Cornwell, me iré a dormir ha sido un largo día – refirió George pareciendo cansado.
George no habia podido conciliar el sueño, el alba lo recibió con un sinfín de pensamientos, no le quedó de otra que conformarse con todas las interrogantes que tenía en su cabeza, se alistó y bajó al comedor, pidiendo a Dorothy que la tía abuela se reuniera con él si se sentía mejor en las oficinas del banco en Chicago, más tarde. George decidió tomar sus alimentos en la cocina, necesitaba pensar lo que tenía que decirles a los miembros del consejo.
A Candy le sucedió lo mismo, no habia parado de llorar en toda la noche hasta que tambien la sorprendió el alba, frente a la ventana del cuarto cero, no podía creer lo que George le habia confesado, Albert era el tío abuelo William, no era cierto, no lo era.
Mientras en un tren con dirección a Chicago, Terry tampoco había conciliado el sueño, ¿qué había hecho Candy? Recordaba que en las cartas se le oía extraña, pero nada más, no le contó nada antes, ¿por qué? Acaso lo habia estado engañando todo este tiempo, estaba celoso o enojado, eso era algo que le disgustaba no saber.
A las 11:00 en punto de la mañana, los miembros del consejo estaban en la oficina de William, habían sido convocados por George Johnson y pensaban que algo sucedía; la señora Elroy también se encontraba ahí, George se asomó por la puerta de la sala de juntas y respiró repetidamente.
- ¡Buenos días! – saludó George.
- Buenos días señor Johnson, ¿a que nos ha convocado? – cuestionó Clark MacLean curioso.
- ¡Pedimos una explicación de esto señor Johnson! – refirió Alastair Gordana enojado.
- Veo que ya se han enterado – respondió George apenas sentándose.
- ¡Pensaban que podía ocultárnoslo! ¡Estamos preocupados! – vociferó Patrick Chalmer.
- ¡Ay Dios mío! – se lamentó la señora Elroy.
- ¡Calma, todo tiene una explicación! – rebatió George. El señor William no se había comunicado conmigo desde hacía unos meses, hasta ayer – comenzó a contar George, no lo pudo evitar, ellos amenazaban con armar un escándalo ahí y era su responsabilidad evitarlo.
- ¿Ya se comunicó contigo, George? – preguntó la señora Elroy levantándose y caminando hacia la ventana.
- No exactamente, ayer visité a la señorita Candice – refirió el castaño, dando poco a poco la información que no sabía contar o cómo hacerlo.
- ¡Señora! ¡Querrás decir…! - comentó Anabal Macdoughall con coraje y vergüenza.
- Candy – George recalcó. Ella me ha presentado al supuesto criminal del que los periódicos hablan – seguía contándolo.
- ¡Sólo eso nos faltaba! – exclamaron dejándose caer en las sillas.
- El Dr. Lenard dijo que se llamaba Albert White – explicó volviéndose a detener.
- Y… ¿es cierto? ¿Lo has verificado? – cuestionó la matriarca.
- Por supuesto no es así, el esposo de la señora White, no es más que el Sr. William Albert Andley – terminó por decirlo profusamente molesto por tanta interrupción y por lo que decían de Candy.
Continuará…