Consecuencias de un engaño
Capítulo V
Capítulo V
- Sí es él, les presento a Albert White, el esposo de Candy – George hizo las presentaciones sin prestar atención a lo que Archie dijo.
- Pero… no sabíamos que se habían casado, ¿por qué no quisieron contarnos? – solicitó Archie, engañado.
- ¡Esperen! ¿Se conocen? – preguntó el castaño a los jóvenes Cornwell.
- Por supuesto que lo conocemos, Albert es amigo de Candy desde pequeña – refirió Archie mientras los rostros de Albert y George se miraban impresionados.
- Albert la… bueno es complicado preguntárselo – se interrumpió Stear al recordar que Albert no podía recordar a nadie.
- Albert tiene amnesia, George – mencionó Stear.
- Me enteré ayer… alguno de ustedes sabe ¿cuándo se casaron? Y ¿otro tipo de detalles? – cuestionó George presintiendo que ellos podrían ayudarle.
- ¡Por supuesto que no! ¡Preguntáselo a Candy! – contestaron ambos al mismo tiempo, completando las expresiones.
- Bueno mañana será transferido a otro hospital, Candy se irá con él por supuesto y esperaremos a que recobre la memoria – les contó una historia distinta.
- ¿A dónde irán George? – preguntó Archie.
- A Florida… esa es la casa que tiene la mayoría de sus recuerdos. Quizás le hagan recordar más que todas las demás – esto último lo pensó.. Chicos, nadie debe saberlo, ni los hermanos Leagan – recomendó pensativo.
- Por supuesto – ambos aceptaron no decir nada.
- Esto es un gran embrollo chicos – susurró el castaño levantándose.
- ¿Y Candy? – preguntaron curiosos.
- Está descansando, como comprenderán no ha conciliado el sueño – explica el castaño, sentándose en una silla.
- Bueno, la veremos en Florida entonces, prepararemos las maletas y diremos que vamos a Nueva York – decidió Archie.
- De acuerdo – asintió George esperanzado con que no se dirigieran a Lakewood.
- Albert me dio gusto saludarte – dijeron ambos al mismo tiempo, sonriéndole.
- Gracias por la monótona visita chicos, buenos días – ambos hermanos Cornwell se sonrieron y salieron del cuarto cero. ¿En que piensa señor Johnson? – de súbito le preguntó a George haciendo que saltara.
- En todas las preguntas por las que anoche no concilié el sueño, me pregunto quizás ¿dónde la conociste? Si los chicos dicen que desde pequeña, ¿cuántos años tendría ella? ¿Eres tú el príncipe que conoció cuando tenía seis años? ¿Eres tú quién confundía con Anthony? ¿Por qué la adoptaste? No sé, ¿es ella por quién eras albert? ¿Es ella quién es tu esposa o no? Sabrías algo del joven Grandchester, fueron muy unidos en la escuela, ¿Cómo reaccionaría si estuviese aquí? Si ellos fuesen más que amigos, ¿estaría muy enfadado si supiera que se casó? – soltó sin más haciendo que recordara las cartas que Terry mandaba.
- Pues no dudes que pronto lo tendras aquí… - susurró William enojado.
- ¿Por qué lo dice joven william? – cuestionó George.
- Porque el joven Grandchester, es novio de Candy – informó él.
- ¿Cómo dices? – cuestionó George, nervioso.
- Lo que has oído y seré persona no grata para él, así que más te vale que me saques de aquí ya mismo – exigió, el rubio se sentía mal.
- ¿Alguien más lo sabe? – cuestionó George con cautela.
- Todos lo saben menos Niel y Elisa y, la señora Elroy por supuesto.
- Entonces fue por eso que Candy no durmió ayer por la noche – convino el castaño.
- Terry en su última carta, le contaba que quería invitarla a su estreno y ella que yo estaba bien, pero no que era su esposo, eso no te parece raro – reflexionó Albert.
- Esto se está complicando mucho, veré si puedo sacarte ésta misma noche de aquí William – le comentó George.
- Por supuesto, señor johnson, espere, espere, espere, no sé si escuché bien, ha dicho que la adopté, ¿a Candy? – recordó algunas de las preguntas.
- Sí, eres su tutor – le respondió.
- Entones no podemos estar casados ¿o sí? – se cuestionó Albert.
- Según Candy si lo están – contestó tranquilamente.
Todo, todo estaba hecho un caos, todo por, quién sabe por qué, debía hablar con Candy, pero sin antes arreglar todo para el traslado de William. Se dirigió a las oficinas y encomendó a sus empleados de confianza la tarea de trasladar a William sin que nadie lo notase, lo mejor sería que esto sucediera en la noche. Candy también debería salir con ellos, aquí el pequeño detalle con el que no contaba era que Terry ya había llegado a Chicago.
- Por fin llegué, debo tomar un carruaje al hospital Santa Juana. ¡Cochero, cochero! – Terry consiguió tomar un coche, la estacion se encontraba retirada del hospital, tardaria al menos unas cuantas horas.
- ¡Buenas noches señor! ¿A qué sitio va? – preguntó el cochero.
- Al hospital Santa Juana, por favor – respondió el castaño haciendo que el cochero montara en galope el coche de alquiler.
Horas después, una comitiva salía por la parte trasera del hospital, tratando de no llamar la atencion de nadie y mucho menos de la prensa. Mientras que Candy y George lo hacían por la puerta principal, un coche con el emblema Andley había sorprendido a más de una enfermera. Candy estaba muy angustiada, la desalentaba la situacion que ella misma habia creado y al mismo tiempo el que todos supieran que era una Andley. George se adelantó para dirigir a la ambulancia mientras que Candy guardaba su valija en la parte trasera del carruaje, hecho esto, se alisó el vestido y se cubrió un poco del frío que sentía desde el día en que se enteró que Albert era su tío abuelo, el hombre que la adoptó y que la conocía cuando apenas contaba con seis años de edad. Ese frío que la calaba hasta el más pequeño músculo y, que a la vez era inexistente, una cosa sí sabía, éste iba a ser un calvario, un viaje demasiado largo con una historia de mentiras que contar. George no dejaria pasar un solo minuto sin saber que era en realidad lo que pasaba por su cabeza en esos momentos, tan entretenida se encontraba que no se percató que un carruaje se habia detenido justo detrás del suyo, Candy se notaba distraída y cuando un hombre salió de su carruaje y al alzar la vista divisó a una chica para él conocida.
- Señorita Candy, la ambulancia está lista, ¿nos vamos? – le pidió George.
- Sí george, tengo frío – cerró su abrigo, apenas era otoño y ella sentía un frio invierno, pero no en el exterior sino en su interior, muy adentro…en su corazón.
- No ha dormido suficiente, es por eso, la ayudo – se ofreció George tendiéndole la mano para ayudarla a subir.
- ¡Gracias George! – le volteó a ver, estaba sonriente, pero ella lo miraba acongojado.
Y de repente, alguien la sujetó del brazo, sintio un fuerte jalón, ella dio un traspié hacia atrás y tropezó con un duro torso. Cuando candy levantó el rostro susurró…
- ¡Terry!
Continuará…
- Pero… no sabíamos que se habían casado, ¿por qué no quisieron contarnos? – solicitó Archie, engañado.
- ¡Esperen! ¿Se conocen? – preguntó el castaño a los jóvenes Cornwell.
- Por supuesto que lo conocemos, Albert es amigo de Candy desde pequeña – refirió Archie mientras los rostros de Albert y George se miraban impresionados.
- Albert la… bueno es complicado preguntárselo – se interrumpió Stear al recordar que Albert no podía recordar a nadie.
- Albert tiene amnesia, George – mencionó Stear.
- Me enteré ayer… alguno de ustedes sabe ¿cuándo se casaron? Y ¿otro tipo de detalles? – cuestionó George presintiendo que ellos podrían ayudarle.
- ¡Por supuesto que no! ¡Preguntáselo a Candy! – contestaron ambos al mismo tiempo, completando las expresiones.
- Bueno mañana será transferido a otro hospital, Candy se irá con él por supuesto y esperaremos a que recobre la memoria – les contó una historia distinta.
- ¿A dónde irán George? – preguntó Archie.
- A Florida… esa es la casa que tiene la mayoría de sus recuerdos. Quizás le hagan recordar más que todas las demás – esto último lo pensó.. Chicos, nadie debe saberlo, ni los hermanos Leagan – recomendó pensativo.
- Por supuesto – ambos aceptaron no decir nada.
- Esto es un gran embrollo chicos – susurró el castaño levantándose.
- ¿Y Candy? – preguntaron curiosos.
- Está descansando, como comprenderán no ha conciliado el sueño – explica el castaño, sentándose en una silla.
- Bueno, la veremos en Florida entonces, prepararemos las maletas y diremos que vamos a Nueva York – decidió Archie.
- De acuerdo – asintió George esperanzado con que no se dirigieran a Lakewood.
- Albert me dio gusto saludarte – dijeron ambos al mismo tiempo, sonriéndole.
- Gracias por la monótona visita chicos, buenos días – ambos hermanos Cornwell se sonrieron y salieron del cuarto cero. ¿En que piensa señor Johnson? – de súbito le preguntó a George haciendo que saltara.
- En todas las preguntas por las que anoche no concilié el sueño, me pregunto quizás ¿dónde la conociste? Si los chicos dicen que desde pequeña, ¿cuántos años tendría ella? ¿Eres tú el príncipe que conoció cuando tenía seis años? ¿Eres tú quién confundía con Anthony? ¿Por qué la adoptaste? No sé, ¿es ella por quién eras albert? ¿Es ella quién es tu esposa o no? Sabrías algo del joven Grandchester, fueron muy unidos en la escuela, ¿Cómo reaccionaría si estuviese aquí? Si ellos fuesen más que amigos, ¿estaría muy enfadado si supiera que se casó? – soltó sin más haciendo que recordara las cartas que Terry mandaba.
- Pues no dudes que pronto lo tendras aquí… - susurró William enojado.
- ¿Por qué lo dice joven william? – cuestionó George.
- Porque el joven Grandchester, es novio de Candy – informó él.
- ¿Cómo dices? – cuestionó George, nervioso.
- Lo que has oído y seré persona no grata para él, así que más te vale que me saques de aquí ya mismo – exigió, el rubio se sentía mal.
- ¿Alguien más lo sabe? – cuestionó George con cautela.
- Todos lo saben menos Niel y Elisa y, la señora Elroy por supuesto.
- Entonces fue por eso que Candy no durmió ayer por la noche – convino el castaño.
- Terry en su última carta, le contaba que quería invitarla a su estreno y ella que yo estaba bien, pero no que era su esposo, eso no te parece raro – reflexionó Albert.
- Esto se está complicando mucho, veré si puedo sacarte ésta misma noche de aquí William – le comentó George.
- Por supuesto, señor johnson, espere, espere, espere, no sé si escuché bien, ha dicho que la adopté, ¿a Candy? – recordó algunas de las preguntas.
- Sí, eres su tutor – le respondió.
- Entones no podemos estar casados ¿o sí? – se cuestionó Albert.
- Según Candy si lo están – contestó tranquilamente.
Todo, todo estaba hecho un caos, todo por, quién sabe por qué, debía hablar con Candy, pero sin antes arreglar todo para el traslado de William. Se dirigió a las oficinas y encomendó a sus empleados de confianza la tarea de trasladar a William sin que nadie lo notase, lo mejor sería que esto sucediera en la noche. Candy también debería salir con ellos, aquí el pequeño detalle con el que no contaba era que Terry ya había llegado a Chicago.
- Por fin llegué, debo tomar un carruaje al hospital Santa Juana. ¡Cochero, cochero! – Terry consiguió tomar un coche, la estacion se encontraba retirada del hospital, tardaria al menos unas cuantas horas.
- ¡Buenas noches señor! ¿A qué sitio va? – preguntó el cochero.
- Al hospital Santa Juana, por favor – respondió el castaño haciendo que el cochero montara en galope el coche de alquiler.
Horas después, una comitiva salía por la parte trasera del hospital, tratando de no llamar la atencion de nadie y mucho menos de la prensa. Mientras que Candy y George lo hacían por la puerta principal, un coche con el emblema Andley había sorprendido a más de una enfermera. Candy estaba muy angustiada, la desalentaba la situacion que ella misma habia creado y al mismo tiempo el que todos supieran que era una Andley. George se adelantó para dirigir a la ambulancia mientras que Candy guardaba su valija en la parte trasera del carruaje, hecho esto, se alisó el vestido y se cubrió un poco del frío que sentía desde el día en que se enteró que Albert era su tío abuelo, el hombre que la adoptó y que la conocía cuando apenas contaba con seis años de edad. Ese frío que la calaba hasta el más pequeño músculo y, que a la vez era inexistente, una cosa sí sabía, éste iba a ser un calvario, un viaje demasiado largo con una historia de mentiras que contar. George no dejaria pasar un solo minuto sin saber que era en realidad lo que pasaba por su cabeza en esos momentos, tan entretenida se encontraba que no se percató que un carruaje se habia detenido justo detrás del suyo, Candy se notaba distraída y cuando un hombre salió de su carruaje y al alzar la vista divisó a una chica para él conocida.
- Señorita Candy, la ambulancia está lista, ¿nos vamos? – le pidió George.
- Sí george, tengo frío – cerró su abrigo, apenas era otoño y ella sentía un frio invierno, pero no en el exterior sino en su interior, muy adentro…en su corazón.
- No ha dormido suficiente, es por eso, la ayudo – se ofreció George tendiéndole la mano para ayudarla a subir.
- ¡Gracias George! – le volteó a ver, estaba sonriente, pero ella lo miraba acongojado.
Y de repente, alguien la sujetó del brazo, sintio un fuerte jalón, ella dio un traspié hacia atrás y tropezó con un duro torso. Cuando candy levantó el rostro susurró…
- ¡Terry!
Continuará…