** Musas Ardley ** Esta Cobardía ** Apología No. 15 para George ** Songfic **
Los personajes pertenecen a Mizuki e Igarashi, los tomo prestados un ratito para armar estas historias. Celebrando el día de San Jorge (23 de abril).
ESTA COBARDÍA - CHIQUITETE
No se dan cuenta que cuando la miro
Por no delatarme me guardo un suspiro
Que mi amor callado se enciende con verla
Que diera la vida para poseerla
Seriedad, frialdad, educación, sequedad. Esas palabras definen mi carácter; y las he escuchado infinidad de veces. ¿Quién puede pensar o siquiera sospechar que todo lo que hago es un inmenso esfuerzo de mi voluntad para no confesarle a ella que la amo? Siempre que se acerca a mí (yo por lo regular me mantengo alejado), mi corazón se dispara a mil por hora, y mis manos se cierran en un par de puños para no estrecharla contra mi cuerpo, para no acariciarla y regalarme con la suavidad, la sedosidad, la frescura y el aroma floral de su piel sonrosada y aterciopelada. Que quisiera mantenerme totalmente impávido, como una estatua de mármol. “George Johnson nunca sonríe”, he escuchado decir a quienes me rodean. ¿Cómo explicar que mis sonrisas son para ella? Y que no tengo ningún otro motivo para sonreír, sino cuando a solas, en la intimidad de mi departamento, me permito evocar su imagen.
No se dan cuenta que brillan mis ojos
Que tiemblo a su lado y hasta me sonrojo
Que ella es el motivo que a mi amor despierta
Que ella es mi delirio y no se da cuenta.
“El señor Johnson es muy serio”, escucho decir cuando creen que no pongo atención, “el señor George tiene una mirada tan penetrante y pétrea, que asusta”, comentan las secretarias en el Banco de Chicago. Cuando estoy lejos de ella, no siento ningún deseo de disfrutar de la compañía de nadie, o departir con quienes me rodean. Ella llena todo mi espacio, toda mi mente, todo mi corazón y toda mi alma. Tal vez porque no puedo estar cerca de ella es por lo que mi mundo se reduce a su sola y única presencia. Si yo pudiera estar con ella sería suficiente, no necesitaría a nadie más.
Imaginarla junto a mí, su mano en la mía, sus ojos mirando los míos es bastante para derretir el hielo que cubre mi ánimo. En las noches, cuando me encuentro completamente a solas en mi alcoba, me permito imaginar que ella reposa junto a mí, y mi sangre corre violenta por mis venas, llenándome de calor y sonrojo. Ahí, en lo profundo y negro de la noche y una total soledad, puedo murmurar en voy muy baja: “te amo”.
Esta cobardía de mi amor por ella
Hace que la vea igual que una estrella
Tan lejos, tan lejos de la inmensidad
Que no espero nunca poderla alcanzar.
Esta cobardía de mi amor por ella
Hace que la vea igual que una estrella
Tan lejos, tan lejos de la inmensidad
Que no espero nunca poderla alcanzar.
¡Cobarde! Eso es lo que soy, y hoy mi cobardía me ha jugado una cruel y violenta traición: ella se ha enamorado de otro. Me lo contó porque me considera su hermano y yo, al sentir el baldazo de agua fría de saber que la perdería ¿Qué hice? Nada, como siempre. La miré fijamente un momento y aparté mis ojos negros de su rostro anhelante de mi opinión. Ni siquiera pude tragar saliva para deshacer el duro nudo que sentía en la garganta, tampoco tuve el alivio de respirar profundamente. Mi cobardía me limitó a decir:
-¿Qué desea de mí, señorita Rosemary?
No se dan cuenta que siempre ha tenido
Los cálidos besos que no me ha pedido
Que en mis noches tristes desiertas de sueño
Que en loco deseo me siento su dueño.
Fue una noche llena de tormenta de lágrimas y mis propias emociones encontradas. ¡Ella es mía! ¿Por qué no pudo verlo al estar yo a su lado? Tuve que soportar en estoico silencio su petición de ayuda para defender su amor. El elegido es un capitán de barco, con una exigua fortuna, un hombre sencillo y trabajador, pero que ha logrado lo que yo no: su amor. El dolor me invade desde que me pidió le ayude a fin de que pueda citarse con él. Quiso, primero que nada, saber qué pensaba yo de su amor hacia este hombre tan diferente a los pretendientes que madame Aloy le ha presentado de un tiempo para acá, buscando un provecho matrimonio y una alianza con alguna respetable familia americana.
Fue precisamente el saberla fuera de mi alcance, por lo que me callé lo que siento por ella. Ni siquiera en lo más silencioso de mi hogar me atrevía a mencionar su nombre en voz alta, temiendo cobardemente que alguien se enterara de mi amor hacia la heredera de la familia Andley, porque soy consciente de que no puedo ofrecerle absolutamente nada de lo que ella merece. Y ahora… ahora los besos que palpitan furiosos en mis labios se quedarán ahí; ahora el amor que mi mirada negra pudiera transmitir quedará encerrado en mi alma. Ella no sabrá nunca que la amo.
No se dan cuenta que ya la he gozado
Que ha sido mía sin haberla amado
Que es su alma fría la que me atormenta
Que ven que me muero y no se dan cuenta.
Ella ha muerto, sin que jamás me atreviera a declararle nada de lo que yo sentía, ella amaba a su esposo. Pero a raíz del nacimiento del pequeño Anthony, la salud de Rosemary se quebrantó, hasta que su corazón no resistió más y se ha marchado para siempre. ¡Dios, cómo quisiera morir yo mismo! Si no fuera por William, quien se encuentra totalmente perdido por la muerte de su amada hermana, ya hubiese regresado a Francia, poniendo tierra de por medio. Pero la promesa a su padre me impide alejarme, por mucho que mi corazón sangre y que yo mismo sienta el dolor de mi pérdida.
Años que se convertirán en lustros y luego en décadas, eso es lo que me espera sin Rosemary. Lo único que puedo hacer es mantenerme al lado de quienes ella más amó: William y Anthony y velar por ellos, quienes han perdido a su ángel de amor. Podría decir que Anthony tiene a su padre, pero no es así, Vincent Brown ha decidido mantenerse en alta mar y ha dejado al pequeño en manos de madame Aloy, quien se encargará de la educación del niño. Y William… lo más amable que puedo decir, después de escuchar los planes de la matriarca, es que intercedió ante el Concejo Andley a fin de que sea yo el guardián del joven William, hasta que alcance la mayoría de edad y pueda ser presentado como el patriarca. Y el primer paso es que el muchacho ingrese al Real Colegio San Pablo, en Londres, para continuar su educación en miras al futuro que le espera.
¿Y yo? Qué importa lo que yo sienta, entre más lejos esté del lugar en el que Rosemary reposa, será mejor, ya que temo que mis sentimientos se desborden y alguien se de cuenta de lo mucho que la amo.
Esta cobardía de mi amor por ella
Hace que la vea igual que una estrella
Tan lejos, tan lejos en la inmensidad
Que no espero nunca poderla alcanzar.
Esta cobardía de mi amor por ella
Hace que la vea igual que una estrella
Tan lejos, tan lejos en la inmensidad
Que no espero nunca poderla alcanzar.
¡Cobarde! ¡Más que cobarde! Prefiero huir de América a fin de no enfrentar mi propio sentir; en Londres podré dedicarme de lleno a los negocios del clan Andley y al rebelde William, quien no tomó nada bien la noticia de la separación y al anonimato al cual se le someterá durante los años venideros. Calmarlo, convencerlo de que aceptara las disposiciones de su tía paterna y del Concejo no fue nada fácil y empleó gran parte de mi energía y de mi labia para lograrlo.
Así, mi dolor quedó relegado y podré dedicarme a enterrarlo en lo más recóndito de mi alma y de mi corazón, podré aprender a vivir con él, o por lo menos, eso espero…
¡Cobarde!
OoOoOoOoOoOoOoO
Hoy superé esa cobardía de me desgració la vida; hoy le confesé a William cuanto amé a su hermana. Los ojos azules, acerados y llenos de fuerza me miraron durante unos interminables minutos, mientras yo sentía cómo mi alma descargaba mi propio miedo y se aligeraba.
-No cometas mi mismo error, William, confiésale a la señorita Candy que la amas, o te arrepentirás toda la vida –terminé firmemente.
Los ojos azules se llenaron de conmiseración y de simpatía y acabó por sonreír.
OoOoOoOoOoOoOoO
La fiesta de bodas fue por todo lo alto, aunque sé que los novios estaban dispuestos a una celebración sencilla donde sólo estuvieran sus seres más cercanos y queridos, pero cedieron a los deseos de la tía abuela Aloy y dejaron que organizara una enorme fiesta con cientos de invitados (entre las familias y los socios con los cuales los Andley tienen negocios). Aquí estoy, en la villa escocesa, al fin recostado en la cama, agotado de tanto trabajo y ajetreo, pues me dediqué junto a la anciana dama a llevar a cabo dicha celebración.
William peleó con uñas y dientes con su tía, a fin de que aceptara que fuese yo y no uno de los ancianos del Concejo quien le acompañara como padrino de bodas.
-¡George ha sido mi padre prácticamente desde que nací! –aseguró con voz estridente el muchacho y me dejó con los ojos totalmente abiertos por la energía desplegada.
Mientras el sueño me invade, haciendo que mis músculos se destensen, suspiró profundamente, y siento como la tranquilidad me cubre al fin, al bailar con la novia, Candy se atrevió a dirigirme lo siguiente:
-George, estoy segura que Rosemary le espera en la vida eterna y usted y ella serán felices.
La dulzura de la nueva señora Andley me causó un profundo nudo en la garganta y no pude sino sonreír y asentir, antes de murmurar con voz temblorosa, tan impropia de mí:
-Gracias, señora Candy.
Al fin puedo dormir sin miedo y sin dolor, pues desde el momento en que me confesé con William, este ha ido remitiendo.
Rosemary… cuando tú y yo nos reencontremos en el más allá, te confesaré lo que nunca me atreví a decirte en este mundo.
*** FIN ***