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...::LA MANSIÓN LEAGAN PRESENTA "UN ASUNTO FELINO"::...

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Anita Andrew
igzell
AzucenaJarjayes
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Wendolyn Leagan
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Wendolyn Leagan

Wendolyn Leagan
Niño/a del Hogar de Pony
Niño/a del Hogar de Pony

Una historia un poco "personal".
Espero sea de vuestro agrado...



...::LA MANSIÓN LEAGAN PRESENTA "UN ASUNTO FELINO"::... Un_asu12



- ¡Eliza qué es eso!

Neil con la mano en la frente, no podía dejar de mirar aquella caja de cartón casi deshecho, mientras su hermana lo miraba fijamente; empapada de pies a cabeza, con los rizos hechos una desgracia, y el incipiente maquillaje que robaba a escondidas a su madre, corriéndole por las mejillas…

…………………………………………………………………………………………………………

- Mamita ¿Por qué los gatos  hacen ese sonido?

La pequeña Eliza se encontraba sentada en el suelo alfombrado, cerca de donde su madre, recostada  en una perezosa de mimbre, disfrutaba de su lectura.

Tenía a la pequeña gatita que le habían regalado, sobre el regazo y la acariciaba con ternura.

-  No sé – respondió la dama – será para demostrar que nos tienen cariño.

La niña sonrió. No tenía por qué no creerlo.

Cada vez que ella acariciaba a su gatita, esta emitía aquel sonido tan particular, similar al de un motor fuera de borda.

Debía ser cierto lo que su madre había dicho ya que lo hacía cada vez que ella la acariciaba, o cuando la que se acercaba a acariciar era ella; dando esas cabezaditas cariñosas, o sobándose completa contra su pecho, acariciándole el rostro con la larga cola.

Sí, no podía ser de otra manera, su gatita la quería. La quería tanto como la niña la quería a ella.

- ¡No me gustan los gatos! – había dicho la tía Elroy cuando llegó de visita y la pequeña corrió a su encuentro a presentarle a su nueva amiga – Son animales sin corazón. Solo comen, duermen y dañan los muebles. No son capaces de sentir nada por los seres humanos, son egoístas y convenencieros. Los perros en cambio, son otra cosa.

A la niña casi se le parte el corazón ¿Cómo podía decir eso? Con lo cariñosa que era su gatita con ella.

Subió a su habitación y se puso a llorar. El animalito comenzó a sobajearse contra ella emitiendo aquel ronroneo.

- No le hagas caso a la tía, es una señora mayor.- la voz de su hermano la hizo levantar la mirada.

El chico se sentó junto a ella y le pasó un brazo por los hombros. La gatita se recostó sobre el regazo de la niña, y levantó la cabeza complacida cuando la mano del muchacho se posó sobre ella.

- ¿De verdad los gatos son como dijo la tía Elroy?

- No todos – respondió Neil – son como las personas; cada uno tiene su personalidad. Cada uno es diferente. Como nosotros. Los hay amables y dóciles, y los hay gruñones y agresivos. Es así.

- Los perros son otra cosa… - dijo la niña mirando a su hermano mayor, repitiendo las palabras de la señora.
- Sí… lo son – respondió Neil – ¿No te gustan los perros?

- Solo los de papá – respondió la niña – pero son medio tontos.
- Bueno, los perros también son como la gente…

- No – interrumpió la niña – los perros son todos iguales.

Ambos rieron con ese comentario, a Neil le gustaba ver reír a su hermana.

……………………………………………………………………………………………………………


A Eliza siempre le habían gustado los gatos; siempre, desde que era muy pequeñita.
No es que a él no le gustaran; los adoraba, pero a su edad su interés ya estaba en otras cosas.

Recordaba él cuando eran pequeños y la mascotita de Eliza llegó aquella tarde con malos síntomas.
Pálida de la nariz y las orejas, maullando lastimeramente; “veneno” dijo alguno de los mozos.

- ¿Veneno? – exclamó el padre - ¡Pero de dónde!

- La gente, señor – respondió el mozo – hay gente que es mala ¿sabe usted? No les gustan los animales.

- ¡Pero cómo! Esto es que comió algo.

- Sí, se los dan en el pan, en la carne. A veces dejan cuencos de leche contaminada. Los animalitos se confían… Hay gente mala señor, muy mala.

- La gente… murmuró la niña quedamente - … la gente es muy mala.

El muchacho se retiró la cachucha empuñándola en el pecho, al ver cómo la gatita boqueaba.
El Sr. Leagan acariciaba la cabeza de su hijita mientras esta sollozaba, con el animalito agonizante entre sus brazos.

No hubo remedio casero que ayudara a mejorarla, solo se alargaba su sufrimiento. La dejaron ir, era lo mejor.

Fue el mismo Neil quien abrió el hoyo entre el seto de margaritas para que el animalito descansara en paz.
¡Cómo sufrió Eliza aquella pérdida!

Desde entonces, no había gato al que ella no dedicara una caricia.
Si iban por la calle, su madre debía llevarla muy vigilada, y jalarla de la mano cada vez que se encontraban con algún gato, porque al menor descuido, ya la niña estaba con el animal entre los brazos.

Sin corazón para desairar a su pequeña, doña Sarah tuvo que aceptar que la mansión se le llenara de felinos.

No es que no les gustara la iniciativa; que Eliza creciera con un corazón compasivo, como padres,  los complacía… aunque con los seres humanos seguía siendo como siempre. No había manera de que ella pusiera sus afectos en nadie.

En nadie que no fuera su propia familia; decía que en nadie se podía confiar, y por eso rescataba gatos; porque la gente era muy mala.
Pero ya llegaba a ser insoportable la cantidad de gatos dentro de casa.
El pelo en los muebles, las rasgaduras en los costados del fino sofá… las cajas de arena, parecía que no daban abasto.

Las amistades ya no querían pasar, y las mucamas, educadamente comenzaban a dar protestas por el exceso de trabajo.
Tenían que irse.

No fue difícil ubicarles en hogares que los acogieran, aunque a la niña le costó mucho entregarlos; los dejaba ir con la preocupación pintada en el rostro, sabiendo que no los iba a volver a ver.

Su madre le permitió quedarse con una.
Una preciosa gata siamés que se convirtiera en mejor amiga y compinche de fechorías de ambos hermanitos.

La casa nunca más volvió a estar llena de gatos, para su madre con esa tenían suficiente.
Pero era inevitable que la muchacha detuviera lo que fuera que estuviera haciendo, para colocarse en cuclillas, en cualquier lugar en el que se encontrara, y dedicar un par de caricias a cualquier felino que se le acercara.

Neil la observaba. Él no era precisamente el mejor de los seres humanos, y mil veces había sido partícipe, y a veces artífice de más de una maldad sin remordimiento alguno.

Pero su hermana… era cosa seria.

Eliza era como un gato; un gato malcriado y sin corazón, sin consideración  alguna por nadie, cuando le daba la gana; pero él que la conocía como ni ella misma, podía decir sin temor a equivocarse que su hermana podía ronronear también a veces; sobar su cabeza con cariño, responder a alguna caricia; si venía de la persona adecuada.

Con el paso de los años, y la madurez; las diferencias fueron haciéndose presentes.

Neil maduraba hacia un tipo de hombre que nadie se hubiera imaginado, y Eliza seguía siendo ese gato convenenciero y sin remordimientos que solo unos pocos sabían hacer ronronear.

A él le faltaba poco para marcharse a la universidad. De todas las cosas que habían sucedido en su vida, y un gran buen ejemplo que, en silencio, siguiera; comprendió que, pasara lo que pasara, él debía ser mejor persona. Por él mismo y por los suyos.

Sus errores, los lamentaba en secreto. Demasiado orgulloso para denunciarlos en voz alta, los llevaba dentro de sí como lecciones propias que no se permitiría repetir, y buscaba encaminarse hacia algo mejor.

Su hermana, ya entraba en edad casadera. Ya tenía varios pretendientes, uno más encumbrado que el otro. Sin embargo no se imaginaba él a ninguno de esos logrando hacer de Eliza un modelo de mujer enamorada.

Él los veía llegar con flores y regalos; con suerte se quedaban al té; con más suerte se les aceptaba una cena o una salida al teatro; tal vez dos.
Los que no tenían suerte ninguna, salían por la puerta tan rápido como iban entrando.
No, ninguno de esos sabría cómo hacer ronronear a ese gato malcriado y caprichoso que Eliza llevaba dentro de sí.

Aquella tarde, mientras él leía en su cuarto, se había puesto a llover.
El cielo parecía que quería caerse a pedazos por el modo en que llovía, los relámpagos hacían que el cielo se iluminara como si acabara de amanecer y el trueno resonaba más allá, y cada vez más cerca.

¡Buena tormenta!

Lo lamentaba él por los que no habían alcanzado a llegar a casa.

Pensaba en que, tenía horas que no había sabido de su hermana, cuando la puerta de su cuarto se abrió de golpe.
Eliza, completamente empapada y destilando agua por el cabello lo observaba desde la puerta cerrada tras de sí.

- ¡Eliza, pero qué te pasó!

La joven se acercó a él y lo tomó de una mano jalándolo con fuerza y saliendo del cuarto con él.
Lo arrastró hacia su habitación sin emitir ni un sonido y cuando estuvieron dentro ella cerró con llave.

- ¡Eliza qué haces, debes secarte o te enfermarás!

- ¡No importa! – exclamó ella – Tienes que ayudarme ¡Tienes que ayudarme!

- ¿Ayudarte? Pero ¡En qué lío te metiste ahora Eliza!

Ella se arrodilló y, metiendo una mano debajo de su cama, sacó a rastras una caja de cartón, empapada y muy malograda, en la que yacían, empapados también, siete gatitos de pocos días de edad.

Los animalitos se apiñaban unos a otros, tiritando, sus pequeñas uñitas raspaban la caja en su intento por buscar el calor de sus compañeros, sin una madre que lo emitiera por ellos.

- ¡Eliza pero qué es esto! – exclamó Neil - ¿¡De dónde sacaste estos animalitos…!?

- Estaban en un basurero Neil ¡En un basurero! – dijo ella buscando entre sus cajones unas toallas – yo venía de la casa de Mary, se me hizo tarde y ya sabes que mi mamá necesitó al chofer hoy. Caminaba para conseguir un carruaje y comenzó a llover ¡Maldije primero! Pero luego los escuché y… ¡Ay Neil qué mala es la gente! ¿Cómo alguien puede tirar a estos pequeños a la basura sin remordimiento?

- Eliza… son siete; y tal vez su madre murió ¿Quién se iba a hacer cargo…?

- ¿¡Es que nadie puede!? – exclamó ella arrojándole una toalla - ¿En serio no hay nadie que pudiera condolerse de estas creaturas y hacer algo? ¡Ayúdame! Hay que darles calor o se van a  morir.

- Eliza, si mamá los ve…

- No importa si los ve – dijo ella sentándose en el suelo – ya me entiendo yo con ella. Por favor Neil, los gatos pequeñitos no regulan su temperatura, no emiten calor por sí mismos; si no hacemos algo se morirán.

Neil miró a su hermana, que lo observaba suplicante.

Qué cosa con Eliza… qué compleja era su hermana, había veces que no la entendía. Pero él sabía que no había nada que él pudiera negarle.

Se sentó a su lado y, tomando una toalla, hizo como le viera hacer a ella.
Tomó a un gatito, lo sintió frío como el hielo y apretó los labios con pesar.

Pálidos y helados; no creyó él que alguno sobreviviría, pero no dijo nada; solo miró a su hermana quien, afanosamente intentaba reanimar al animalito.
Aunque no estaba muy convencido, envolvió al pequeño felino en la manta y comenzó a frotarlo rápidamente, entre sus manos, imitándola.

- Con delicadeza -  le decía ella - pero con constancia, así se irán calentando.

De pronto tocaron a la puerta, Eliza se levantó dejando un charco sobre la alfombra donde estaba sentada.

- ¿Quién? – preguntó ella.

- Soy yo, señorita.- la voz de una mucama se escuchó al otro lado.

- Entra ¡Cómo te tardaste! ¿Hiciste lo que te dije?

- ¡Si señorita! – respondió la chica, haciendo una reverencia – Herví la leche varias veces para quitarle toda la nata, y luego le batí una yema de huevo.  

- ¡Perfecto! Ponlo todo aquí. Ahora vas a la cocina y me vas a llenar dos botellas de agua caliente… ¡Apúrate! Y ni una palabra a nadie.

- ¡Sí señorita!

La joven salió tan rápido como había entrado, Eliza se volvió a sentar al lado de su hermano.
Tomando el extremo de una de las toallas, lo remojaba en la leche y luego lo introducía en el pequeño hocico de uno de los gatitos; el animalito succionaba lo que podía y ella repetía el procedimiento.

¿Pero, dónde es que su hermana había aprendido todas estas cosas? ¿Cuándo?
Está bien, a su hermana le gustaban los gatos, pero de ahí a saber cuidarlos así… ¡Es que parecía cosa de veterinarios! ¿De qué se había perdido él?

- Eliza… ¿Dónde aprendiste todo esto? – la joven se encogió de hombros mientras seguía con lo suyo.

- Son cuidados básicos – respondió ella – ya sabes, asuntos felinos que todo amante de los gatos debería conocer.

Neil guardó silencio y siguió imitándola en todo lo que hacía.

Al final, los siete gatitos reposaban dentro de un cajón de su cómoda que ella había vaciado y colocado en el piso cerca de su cama, rodeados de mantas, con las pancitas llenas y rodeados por las botellas de agua caliente que la mucama había traído.

Una de las lámparas del cuarto les daba luz, asegurándose que se mantendrían calientes incluso si las botellas se enfriaban.

Neil no podía creerlo; los animalitos estaban fríos y ahora reposaban tan plácidamente.
A su lado su hermana los observaba, con los ojos muy abiertos como si fuera un gato que miraba algo con curiosidad.

No podía despegar la vista de ellos; luego se dio cuenta de que ella no se había atendido a sí misma.

Seguía con la ropa mojada y los cabellos húmedos y desbaratados. Neil sonrió meneando la cabeza.

De pronto Eliza sintió una toalla que le cubrió la cabeza; un par de manos comenzaron a frotarla fuertemente, remeciéndole hasta los pensamientos.

- ¡Ay Neil pero qué estás haciendo!

- Con delicadeza, pero con constancia – dijo él -  para que cojas calor. No queremos ningún gato muerto de frío en esta habitación esta noche; ni siquiera uno tan malcriado y caprichoso como tú.

Eliza rió con fuerza ante la ocurrencia de su hermano; luego guardó silencio dejando que Neil le secara el cabello.

En un momento, él sintió los brazos de su hermana rodearlo.
Le estaba mojando la camisa carísima pero qué más daba.
De pronto se dio cuenta que la humedad que lo iba mojando de a poco, era cálida.

No dijo nada, sabía que si revelaba que había descubierto sus lágrimas; ese gato orgulloso que vivía dentro de ella huiría sin dejarse acicalar.

Continuó con su trabajo, de secar cuidadosamente el cabello de su hermana.

“Un asunto felino”
dijo para sus adentros  con una sonrisa “conocimientos básicos para cuidar de un gatito en desgracia”.

Neil jamás olvidaría esa noche por el resto de su vida…

A la mañana siguiente, doña Sarah entró en la habitación de su hija para despertarla, pero se encontró con la cama hecha. Se sorprendió de que su hija se hubiera levantado tan temprano, cuando de pronto le llegó un sonido agudo y muy particular.

Siguiendo el sonido, la dama caminó hasta el otro lado de la cama.

Se encontró con Neil y Eliza sentados en el piso, uno apoyado en la cabeza del otro, y ante ellos, una caja con una cantidad de bichitos que asemejaban a ratones de lo pequeños que eran y que pataleaban desesperadamente pidiendo alimento.

La mujer se quedó con la boca abierta.

- ¡Ah no! – exclamó haciéndolos sobresaltar - ¡No no no no no! Eliza Leagan ¿Me quieres decir qué significa esto?

- Mamita… es que… anoche llovía y yo… No te enojes.

- ¿Qué no me enoje? ¿Acaso me piensas llenar la casa de gatos?

Ambos jóvenes se pusieron de pie, ella agarró su bata y se la puso.
Neil agarró la caja con los gatitos y salió caminando delante de ella.

- O sea, ahora ya ni buenos días dicen ¿no?

- Buenos días mamá – dijeron los dos al mismo tiempo.

- Escúchame bien Eliza – continuó la mujer – no quiero animales dentro de la casa; es que me vas a matar de un disgusto un día de estos. Y tú Neil, siempre has sido compinche de tu hermana pero esto es el colmo…

- Ya mamá déjalo – dijo el muchacho bajando la escalera cargado con los gatitos – No te preocupes tú de nada. Este es un asunto felino que solo los amantes de los gatos saben manejar. Déjalo todo en nuestras manos.

La mujer se quedó de una sola pieza.

Eliza sonrió con los ojos brillantes y, sin importarle que fuera en bata y con los cabellos escurridos sin peinar, salió detrás de su hermano que se dirigía hacia el establo.

Eliza, ya en el patio, dio un grito y en seguida se les unió una mucama que llevaba, como en malabares, una pequeña olla de leche y unas botellas llenas de agua.
La joven al verla hizo una rápida reverencia y fue tras de ellos hacia el establo.

Sarah Leagan sonrió meneando la cabeza… así que un asunto felino.

Era mejor no meterse entre esos dos; qué más quería una madre sino que sus hijos, aunque fueran ya adultos, siguieran siendo tan buenos compañeros.

Neil encontró el lugar perfecto para la caja con los gatitos.
Pocas semanas después no había manera de mantenerlos dentro de la caja.
Cuando menos se dieron cuenta, ya andaban por ahí, corriendo por todo el patio.
Con los meses fueron yéndose uno a uno.
Los mozos y las mucamas consiguieron hogares rápidamente para ellos.
Al final la caja quedó vacía.

Neil se marchó a la universidad; Eliza, con los años, encontró alguien que se la llevó lejos, y la hizo muy feliz, permitiéndole llenar la casa de gatos.


......................................................................................


Muchos años después, una joven Sra. Leagan entraría a su casa luego de una tarde en el salón de belleza, para encontrarse a su marido y a su hija de 6 años sentados en el piso de la sala.

Ella se acercó a ver de qué se trataba y se quedó con la boca abierta.

- ¡Ah no! – exclamó la joven - ¡No me hagan esto de nuevo! ¿Pero cuántas veces...?

- ¡Mami! – dijo la niña volviéndose a ella – los habían dejado botados, hay que cuidarlos para que no se mueran.

- ¿¡Qué!? ¡No, no! Se van ¿me escucharon? ¡Se van!

- Mami… - dijo la niña en tono suplicante.

- Cariño, no digas que te molesto- dijo Neil sin mirarla, mientras seguía frotando al gatito en una manta -  pero ¿por favor me llenas dos botellas de agua caliente?

- ¿¡Qué cosa!? – chilló ella - ¡Ay Neil Leagan! Uno de estos días...

- Anda por favor – dijo él mirándola con una sonrisa de esas que la habían enamorado – has lo que te pido, luego me sigues regañando ¿sí?

La mujer suspiró y caminó hacia la cocina.

- Papi ¿dónde aprendiste a cuidar de los gatitos recién nacidos?

- Ah, son solo cuidados básicos, ya sabes – respondió él – un asunto felino que todo buen amante de los gatos debería conocer.

La madre de la niña se volteó una vez a mirarlos… ¡Asunto felino, sí cómo no!

Pero su corazón se llenó de calor al ver a la niña, recargada al costado de su padre, compartiendo algo tan bonito como lo era salvar una vida… aunque fuera de un gatito.
Luego lo vio pasarle el bultito a la niña; la tomaba de las manitos y le enseñaba la manera como debía frotarlo para calentarlo.

Luego la vio sonreír, cuando el animalito entre sus manos comenzó a removerse; contenta de haberlo ayudado.

Se fue a calentar el agua que su esposo le había pedido; si ellos dos podían compartir algo tan de ellos, algo que los volviera tan amigos ¡tan cómplices! De una manera tan especial; aunque fuera un “asunto felino”, no iba a ser ella quien se los iba a evitar.


Gracias por leer... ...::LA MANSIÓN LEAGAN PRESENTA "UN ASUNTO FELINO"::... 245289

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Última edición por Wendolyn Leagan el Mar Abr 25, 2017 2:55 pm, editado 2 veces

http://www.maldita-bruja.blogspot.com

ladylore

ladylore
Niño/a del Hogar de Pony
Niño/a del Hogar de Pony

hermosa historia

AzucenaJarjayes

AzucenaJarjayes
Rosa Negra
Rosa Negra

¡Hermosisimo Condesa! Soy tu fan y eres mi ejemplo a seguir cuando de escribir se trata quisiera algún día alcanzar tu perfección. Adore la escena final, Neal siempre tan bello. Yo adoro a estos animalitos, pero mi mami siempre me dejó tener uno a la vez, y bueno ahorita el amor de mi vida aparte de mi marido es mi Simba. ¡Felicidades hermoso escrito!
...::LA MANSIÓN LEAGAN PRESENTA "UN ASUNTO FELINO"::... 17342535

https://www.youtube.com/user/chicadelanime

igzell

igzell
Niño/a del Hogar de Pony
Niño/a del Hogar de Pony

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Me ha encantado,como siempre condesa mia,usted me deja mas que satisfecha con sus escrito.
La Eliza me ha sorprendido con ese lado,nunca la vi asi

http://larojamelenaquesellevoelviento.blogspot.com/

Anita Andrew

Anita Andrew
Niño/a del Hogar de Pony
Niño/a del Hogar de Pony

Un asunto felino !!! Si yo me apunto a esos Anecdotas de pequeña si me paso , ahora de grande veo a mis hijos y si es verdad se pasa ese legado desde cuidar y ayudar siempre a nuestros gatitos u otros animalitos

MIMICAT StEaRsGirL

MIMICAT StEaRsGirL
Niño/a del Hogar de Pony
Niño/a del Hogar de Pony

Una ternura de mi ni , gótica querida.
Una situación tan propia de los niños y más de ese par. Gracias por un relato impecablemente escrito y tan lindo.
Talento es tu otro nombre.

Soy tu fin! !

GEZABEL

GEZABEL
Guerrera de Lakewood
Guerrera de Lakewood

aaaaaaaaaaay se me encogio el corazon... ay no, espera... creo que ya estaba encogido... o algo por el estilo...

Te aplaudo de pie mi querida condesa, te vi reflejada en esta historia y el hecho de que le hayas dado ese final, wow... no tengo palabras...

hermoso !!!

Sofia Andrew

Sofia Andrew
Niño/a del Hogar de Pony
Niño/a del Hogar de Pony

hermoso

Lilianarodas

Lilianarodas
Niño/a del Hogar de Pony
Niño/a del Hogar de Pony

Hermosa historia

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