La miraba diariamente caminar en el jardín. Desde aquel día en que ella se lo había pedido Terry se había alejado manteniendose a distancia, pero no podía dejar de mirarla. Veía en su rostro la tristeza de un condenado a muerte, la misma tristeza que tenia el en el corazón.
La boda estaba prevista para el comienzo de la primavera. Nunca había habido un invierno mas frío que aquel para ambos. Solo había una forma de librarse de todo aquello y no era la mejor pues él sabía bien que el solo pensarlo podría traerles la muerte.
Aun así aquel día el despertó en su camastro bañado en sudor llamandola, por primera vez se dio cuenta que si no hacía algo ella siempre estaría en sus mas horribles sueños, en aquellos donde no podía hacer nada para salvarla. Toda la noche se mantuvo en vela, caminando de un lugar a otro en medio de la oscuridad, intentando convencerse asimismo que debía soportar todo por su honor, pero ahora el honor no valía nada. Al final, gano el corazón.
En medio de aquella oscuridad que aun reinaba en el cielo, se puso ropa ligera y salio de su cuarto sin hacer el mas minimo ruido. Llevaba su espada pegada al cuerpo, un saco de monedas de oro, una vieja daga que había heredado de su padre y salvo una manta que creyó le haría falta, había dejado todas sus pertenencias en aquel lugar.
Entro al castillo por un pasadillo que muy pocos conocían y se introdujo hasta las habitaciones donde la rubia estaba. No había guardias como esperaba, tampoco estaba cerrada la puerta lo cual le llamo la atención, más no estaba enterado que la condición que ella había puesto al rey para casarse era que no la mantuviera como a una esclava más al menos dentro del castillo.
Abrió con cuidado y la encontró sentada en aquella enorme cama que coronaba la habitación, ella volteó y le observo largamente antes de darse cuenta de quien se trataba, mas no hizo el intento por pedir auxilio.
- Vaya, no es una visita muy propia de usted.
- Vine por ti?
- Por mi? que te hace pensar que quiero irme?
- Se que quieres hacerlo y se que esto nos puede costar la vida.
- Y tu honor? y tu lealtad?
- Esos están contigo desde el momento en que te me metiste en el corazón.
Ella dejo caer unas lagrimas por su rostro, eso era lo que siempre había querido escuchar, también lo amaba y si estaba despierta era porque durante todas esas noches se había mantenido en vela esperándolo. Se levanto de la cama y camino hasta a el apresurada para abrazarlo y besarlo, el la recibió con la misma desesperación, era palpable el amor entre ambos y visible que no volverían a separarse. Al menos no por voluntad propia.
Continuara...