** Musas Ardley ** ¿Cómo dijo?** Apología No. 1 para la tía abuela Aloy ** Minific corte creepy **
Gracias a Dross, quien hizo un video hablando de la parálisis de sueño, se me ocurrió este creepy con tintes de humo negro.
La parálisis del sueño es una incapacidad transitoria para realizar cualquier tipo de movimiento voluntario que tiene lugar durante el periodo de transición entre el estado de sueño y el de vigilia. Puede ocurrir en el momento de comenzar a dormir o en el de despertarse y suele acompañarse de una sensación de gran angustia. Su duración suele ser corta, generalmente entre uno y tres minutos, tras los cuales la parálisis cede espontáneamente. Durante el episodio, la persona está totalmente consciente, con capacidad auditiva y táctil, pero es incapaz de moverse o hablar, lo que puede provocar gran ansiedad. Sin embargo, no existe peligro alguno para la vida, pues los músculos respiratorios siguen funcionando automáticamente. Este trastorno está recogido en la Clasificación Internacional de Trastornos del Sueño dentro del grupo de las parasomnias. (Tomado de Wikipedia). En México, la parálisis del sueño suele conocerse coloquialmente como “subida del muerto”. Entrando en lo paranormal, como es el caso del Youtuber Dross, él explica en el video mencionado anteriormente, que dicha parálisis puede ir acompañada de alucinaciones, así como de la sensación de ser acosado o incluso atacado por entes sobrenaturales, que pueden incluso, comunicarse con quien padece de dicha parálisis. Escuchando el video, se me ocurrió esta pequeña escena, que por esta vez, tendrá de protagonista a la tía abuela Aloy Emilia Andley. Espero la disfruten.
El regreso a la Casa Andley, después de la muerte de Anthony, fue algo necesario para arreglar varios asuntos relacionados con la misma. Los chicos habían sido enviados a Londres, a fin de ingresar al prestigioso colegio San Pablo, donde muchas generaciones de Andley habían sido modelados para mayor esplendor del clan. Para enojo de la matriarca del mismo, Candice sería enviada por el tío abuelo William, quien se había impuesto a los deseos de la dama, a fin de que dejara a la indómita muchacha en el Hogar de Pony, el orfanato donde se había criado hasta hacía relativamente poco.
Por lo visto, a William no le bastaba el experimento hecho durante varios meses, al ocurrírsele adoptarla como parte de la familia, dando como resultado la tragedia que había acabado por alejar de la hermosa mansión llena de rosas y en medio del campo, a los jóvenes Cornwell y a ella misma.
Pero ahora, a pesar de la cierta animadversión que le causa la inmensa y solitaria mansión, ha debido volver, por cuestiones legales relacionadas con la misma. La anciana dama se siente sola, pues ahora, ni siquiera cuenta con la presencia de Sarah Leagan, su hijastra, que al igual que ella, se trasladó a Chicago, a la muerte de Anthony y con el envío de sus dos hijos, Eliza y Neal, a Londres, a estudiar junto con los sobrinos-nietos de madame Aloy. Y la dama sabe muy bien a qué se debe ese repentino rechazo por un hogar donde fue tan feliz (aunque le cueste lo suyo reconocerlo). En la mansión en la cual vivió momentos de dicha sinigual, compartiendo con sus sobrinos directos: Rosemary y William y luego educando y viendo crecer a la siguiente generación: Anthony, su preferido y sus queridos Alistair y Archibald Cornwell. Todos ellos llenaron de risas y sonidos alegres la inmensa casa, hoy vacía y silenciosa.
Por ahora, solamente ella y el ama de llaves, Mary, junto con su esposo Joseph, quien funge de jardinero y cuidador de la propiedad, más Bertha, su fiel dama de compañía, son quienes ocupan la casa Andley de Lakewood. Podría maldecir a William, ya que gracias a sus órdenes, George Johnson, el vocero, administrador y representante principal del clan, pudo acompañar, ya que el patriarca dio indicaciones a su vocero para llevar a la chica montuna al colegio en Londres, después de recogerla del hospicio donde se había refugiado desde hacía bastantes semanas.
La casa, antes llena de luz y vida, se ha vuelto sombría, fría y se respira el miedo en sus amplísimos salones y diversas habitaciones. El mínimo sonido, como es el caso del andar sosegada de la dama Aloy, se hace eco con dejos tenebrosos. Tal pareciera, que la muerte ha convocado a seres malignos que se han enseñorado de la inmensa mansión. Las noches son terribles para la anciana mujer, quien no se ha atrevido a confesar sus miedos a su dama de compañía, ni a pedirle que duerma con ella. ¿Aloy Emilia Andley demostrando temor ante la oscuridad de la noche y las sombras? ¡Ni hablar! Primero la matan.
Lo más terrible de la situación y que ha empezado a destrozar sus nervios, es que la matriarca comienza a sufrir de parálisis de sueño. Las primeras veces, su corazón comienza a desbocarse, desesperada por moverse y sintiéndose impotente al no logarlo. La parálisis se presenta las noches que tiene pesadillas. Y dichas pesadillas se están volviendo rutinarias noche a noche. No vale la pena el largo rosario, con la letanía de santos que entona noche a noche, no surte efecto el crucifijo que mandó traer el despacho principal y colocó sobre la cabecera de la cama, alegando que deseaba tenerlo cerca de ella, como recuerdo de su padre.
A la semana exacta de comenzar las parálisis de sueño de madame Aloy comenzaron las alucinaciones: un ser oscuro, que se arrastra a cuatro patas y anda de un lado a otro a lo largo y ancho del enorme dormitorio de la dama. Cuando se detiene ante el balcón, a través del cual se cuela la luz de la luna, la anciana señora puede ver nítidamente, el pelaje hirsuto del ser. Quiere gritar, quiere saltar del lecho y lanzar los alaridos que sabe aligerarán el terror que la carcome. Pero no puede; el ser se arrastra bajo la cama donde la mujer yace y ella recobra sus movimientos. Pero por nada del mundo, se asomará bajo la cama.
Cada noche, por el espacio del tiempo que durará su estancia en Lakewood, la mujer ve al ser oscuro tomar más y más confianza. Ya no solo se pasea por toda su habitación, entrando al armario y escucha cómo mueve sus efectos personales. Lo ha visto acercarse a ella, distinguiendo un par de ojos naranjas, sin blanco alguno, fieros, con dos pupilas en forma de rayas, como los animales salvajes. Además, aunque el ser se pasea la mayor parte del tiempo a cuatro patas, se puede poner de pie, desvelando que es muy alto y con manos que terminan en garras.
Ahora, después de la primera noche que se atrevió a acercarse a la paralizada mujer, se atreve a inclinarse cada vez más y más, hasta casi tocar con la nariz chata que le recuerda a un felino, la propia nariz de la matriarca. Ella ha podido distinguir las rayas que, entre el pelo negro, marcan la faz del ser oscuro.
La noche anterior a su partida de la mansión Andley en Lakewood, parece marcar el fin de la dama. Es como si el ser de garras supiera que es su última oportunidad de pasar a mayores con la anciana a la que se ha atrevido a acosar durante más de dos semanas. Poco a poco, mirando a la pálida mujer, con los ojos llenos de perversidad, le inclina sobre el rostro de ella, hasta que ella puede oler el aliento fétido del ente. Con voz ronca y cavernosa, el ser le susurra algo al oído a madame Aloy…
En ese momento, madame Aloy recupera la movilidad de sus extremidades. Es una mujer ya entrada en años, que ha perdido ciertas facultades a lo largo de su vida, la cual, a pesar de todo, ha sido muy generosa con ella. Sin embargo, sus sentidos ya no son lo que eran cuando joven. Y uno de esos sentidos, es el oído. La buena señora, no alcanzó a distinguir, entre tanto susurro cavernoso, lo que el ser le decía.
-¿Cómo dijo? –pregunta en cuanto recupera el habla.
¿Cómo se puede ser un ente del mal con una persona casi sorda? El ente se siente defraudado. ¡Tantas horas y tanto empeño puesto para esto! Se escurre bajo la cama y decide abandonar la casa Lakewood, donde se ha visto burlado. Alguien más apreciará su malignidad en algún otro caserón abandonado.
***FIN***