Para mi "hermanita astral", con todo mi amor...
La joven abrió los ojos, y se encontró en un amplio sitio, completamente blanco; no había paredes, y el piso parecía ser un ligero lago, donde se reflejaban las móviles nubes y donde sus pasos dejaban ligeras ondas, haciendo parecer como si caminara sobre el agua.
- ¿Stear? – llamó de pronto - ¡Stear!
- ¡Bienvenida! – exclamó una alegre voz a su espalda.
- ¡Stear, estás aquí! – exclamó ella dándose la vuelta con una gran sonrisa.
- Yo siempre estoy aquí – respondió él, divertido – eres tú la que va y viene.
- ¡Uuuuy pero qué elegante! – dijo ella, pasando su mano por el pecho del joven.
Llevaba un frac, de esos que la chaqueta por el frente llega hasta la cintura, y por detrás lleva dos “colitas”.
El joven se agarró las solapas, posando divertido para ella.
- ¿Te gusta? – dijo dando una vuelta – me lo he puesto para ti.
- Ah, qué lindo eres – dijo ella en tono compungido – y yo que sólo he venido un ratito, a ver cómo andaba todo.
- ¡Todo anda muy bien! – dijo el joven de gafas, tomándola de ambas manos y desplegando una pantalla de la nada, a un pase de su mano, que mostraba diveros escenarios donde distintas personas parecían estar divirtiéndose sanamente – Mira, todo el mundo está portándose muy bien, saben mantener la buena convivencia. Nuestros usuarios son educados y amables; ah y no te preocupes, un ratito es todo lo que necesitamos.
- ¿A qué te refieres?
- Permíteme… - dijo Stear, chasqueando sus dedos.
- ¿Llamó el señor? – un hombre vestido al estilo versallesco, se materializó de la nada, apareciendo como si millones de píxeles se fueran juntando uno encima de otro, en cuestión de segundos. Llevaba con él una charola de plata y dos copas llenas de un líquido rosado.
- ¡Sírvete! – dijo Stear, tomando ambas copas y dándole una a ella – es un vino espumante que se elaboraba en el siglo XVII en una campiña de la Toscana. Se dice que las uvas solo podían ser apisonadas por jóvenes doncellas no mayores de 13 años. Que así le transmitían el aroma de su esencia pura y virginal. Era el vino exclusivo del rey Vittorio Amadeo de Saboya, se lo elaboraba únicamente para su finísimo paladar.
- Mmmmh… ¡delicioso! – exclamó ella después de beber – pero todo eso te lo estás inventando.
- Talves… - dijo el joven haciéndole un guiño – después de todo, a eso me dedico; a inventar.
- Siempre tan gracioso – dijo ella riendo – muchas gracias por el vino, ya me tengo que ir.
- Espera – dijo Stear tomándola de una mano – todavía no hemos celebrado tu cumpleaños.
- ¡Te acordaste! – exclamó ella.
- ¡Por supuesto! ¿Cómo iba a olvidarlo?
- Pero es que...
- Tranquila, te dije que un ratito es todo lo que necesitamos.
- ¿Y qué tienes en mente?
- Ya lo verás.
Stear dio dos palmadas, y como si fueran remolinos de viento, comenzaron a levantarse miles de millones de pequeños píxeles que comenzaron a construir, a la velocidad de la luz, un enorme salón alrededor de ambos.
Un salón de paredes doradas cubiertas de espejos, y pisos ajedrezados que brillaban como la plata; con una serie de candelabros de cristal colgando de los altos techos.
La joven, estaba simplemente anonadada.
No importaba cuántas veces fuera a visitarlo, no importaba que ella conociera el proceso a cabalidad; él siempre lograba sorprenderla de la forma más maravillosa.
- ¡Stear, qué belleza!
- Y eso no es todo; aún falta lo mejor… pero, no estás vestida adecuadamente.
A un movimiento de su mano; los jeans y la camiseta de la joven, comenzaron a cubrirse de los millones de píxeles que, como un remolino, comenzaron a bailar sobre ella, hasta convertirse en un vaporoso y hermoso vestido azul medianoche, con corsé y faldas de gasa, poblado de brillosas estrellas de cristal que destellaban a la luz de los candelabros.
La sencilla colita de caballo en que llevaba su cabello claro, fue cambiada por un hermoso peinado alto, del que caían largos y delicados bucles que le rodaban sobre los hombros, adornados con peinetas de cristal y brillantes.
Ella comenzó a dar vueltas, haciendo levantar la ancha y larga falda como una gran sombrilla; arrancándole destellos que brillaban en los espejos de las paredes, mientras reía sin poderse contener.
Se miró en uno de los espejos; se dio la vuelta varias veces, se miró por delante, por detrás, se pasó las manos por el cabello tanteando las delicadas peinetas… y él ¡él lucía hermoso! Su mirada era tan dulce, y su sonrisa tan diáfana…
La luz de los candelabros caía directamente sobre él, haciéndolo ver como un ángel. Eso era él; un ángel ¡Su ángel!
- ¡Ahora sí estás lista! – exclamó Stear chasqueando los dedos nuevamente; el hombre aquel vestido como lacayo versallesco, volvió a aparecer.
- ¿Llamaba el señor?
- Vals nº 2 de Shostakovich, por favor.
- En seguida señor.
De inmediato, comenzaron a sonar por todo el espacio, los primeros redobles de la dulce melodía.
- ¿Me permite esta pieza, hermosa dama? – preguntó Stear haciendo una reverencia y extendiendo su mano.
Ella se tomó los costados de la ancha falda con ambas manos, haciendo una graciosa reverencia y después, riendo, tomó la mano de Stear, que la acercó a sí y tomándola por la cintura, comenzó a dar vueltas con ella por todo el gran salón.
Se miraban profundamente, con todo el amor que todavía parecía prevalecer, a pesar de los años que habían pasado.
Su mano sobre la de ella, se sentía tan suave y tan cálida; el abrazo en su cintura, era tan dulce, su pecho junto al de él, se sentía tal como siempre; como si nada nunca hubiera cambiado, como si todo siguiera exactamente igual. Como si no hubiera pasado ni un solo día.
La melodía iba en crescendo, los sonidos de los violines y los oboes llenaban el ambiente. Bailaban de una manera tan perfecta, dando vueltas y vueltas, que a ella le parecía que ya no tocaban el piso, que iban volando hasta casi tocar los brillantes candelabros.
Y considerando le naturaleza de los hechos, la verdad es que no sería nada raro ¡Con Stear todo, absolutamente todo, era posible!
En un momento, ella se aferró a su cuello mientras seguían dando vueltas y más vueltas.
El aroma de su persona le llenó los sentidos
¡Ella amaba ese aroma!
La suavidad de su cabello negro le parecía mentira por más que lo acariciara sin descanso.
La melodía terminaba, ella conocía muy bien ese vals; era muy corto, Stear lo había elegido porque sabía que ella solo tenía un ratito, y el ratito se estaba terminando.
Pero ahora mismo habría querido que el vals fuera más largo ¡mucho más largo!
Que durara 10 minutos, o 30, o una hora ¡Que durara la vida entera, le habría encantado! Pero la pieza, terminaba, y ella no atinó sino a rodeare su cuello con ambos brazos y aferrarse más a él, que le rodeó completamente la cintura; y así, completamente abrazados, continuaron danzando lo que quedaba de aquella pieza.
Cuando llegó el final abrupto que la melodía tenía, ella se dio cuenta de que el vals se había terminado porque no escuchaba nada más que su propia respiración agitada.
Se había agotado, como si hubiera bailado una hora entera.
En cambio él, estaba tan fresco y aquietado como de costumbre.
Cuando se dio cuenta, sus pies no tocaban el suelo, porque Stear la tenía levantada en brazos.
Stear la miraba profundamente, y se quedaron así mirándose un largo momento; hasta que ella tomó su rostro entre sus manos, y cerrando los ojos, le dio un largo y dulce beso.
- Me tengo que ir… - dijo ella al final.
- Lo sé… - susurró él, dejándola suavemente en el suelo – yo en cambio me quedaré aquí, como siempre. Ya sabes que yo siempre estoy aquí, puedes venir cuando quieras.
Stear, caminó tres pasos de espaldas, mientras le hablaba y le sonreía.
- Feliz cumpleaños. – dijo al final, lanzándole un beso, y desapareciendo ante sus ojos.
Ella lo observó irse y se quedó mirando el punto donde había desaparecido sin dejar rastro. Cuando se dio cuenta, el salón de paredes doradas y espejos había desaparecido; volvía a estar en aquel espacio blanco donde el piso parecía ser líquido.
Su hermoso vestido azul medianoche, se había deshecho y volvía a vestir sus jeans y camiseta.
Sonrió levemente y suspiró; y luego, cerrando los ojos, se llevó las manos a las sienes.
Mimi se retiró el casco de realidad virtual, y lo colocó a un costado. La cómoda butaca donde había estado sentada le pareció demasiado calurosa de pronto así que se levantó, caminó hasta donde la consola de V.R. que en letras fluorescentes le preguntaba al usuario si quería dejar el programa o continuar a un nuevo escenario.
La apagó.
- Ah aquí estás – dijo una voz que la hizo sonreír.
- Sí, estaba revisando que todo estuviera en orden.
- ¿Y? – preguntó el alto joven que desde la puerta de la habitación la miraba - ¿Todo en orden en el “Imaginario”?
- Sí; todo el orden, como siempre. – respondió ella, caminando hacia él y tomando su mano.
- ¿Estás lista para celebrar tu cumpleaños?
- ¡Pero por supuesto! – dijo ella con una gran sonrisa.
- ¿Y lo viste?
- Sí…
- … Era un buen tipo Stear.
- Sí, lo era – respondió ella mirando la fotografía que tenía en una mesa, junto a una maceta de rosas blancas - ¡Era el mejor!
Después, salieron ambos abrazados de la habitación, mientras ella iba tarareando el vals nº 2 de Shostakovich.
FIN.
MIS OTROS TRABAJOS EN ESTA GF 2018
(da click en cada enlace)
HASTA EL ÚLTIMO DE TUS RECUERDOS (La mansión Leagan)
LA ÚLTIMA LECCIÓN (El Monasterryo)
LA MUCHACHA DEL CIRCO (Clan Alba Highlands Andrew)
DEATH IS THE NEW PINK (Cumpleaños de Gezabel)
LA CARTA (reto, Albert y Candy)
VALS Nº 2
La joven abrió los ojos, y se encontró en un amplio sitio, completamente blanco; no había paredes, y el piso parecía ser un ligero lago, donde se reflejaban las móviles nubes y donde sus pasos dejaban ligeras ondas, haciendo parecer como si caminara sobre el agua.
- ¿Stear? – llamó de pronto - ¡Stear!
- ¡Bienvenida! – exclamó una alegre voz a su espalda.
- ¡Stear, estás aquí! – exclamó ella dándose la vuelta con una gran sonrisa.
- Yo siempre estoy aquí – respondió él, divertido – eres tú la que va y viene.
- ¡Uuuuy pero qué elegante! – dijo ella, pasando su mano por el pecho del joven.
Llevaba un frac, de esos que la chaqueta por el frente llega hasta la cintura, y por detrás lleva dos “colitas”.
El joven se agarró las solapas, posando divertido para ella.
- ¿Te gusta? – dijo dando una vuelta – me lo he puesto para ti.
- Ah, qué lindo eres – dijo ella en tono compungido – y yo que sólo he venido un ratito, a ver cómo andaba todo.
- ¡Todo anda muy bien! – dijo el joven de gafas, tomándola de ambas manos y desplegando una pantalla de la nada, a un pase de su mano, que mostraba diveros escenarios donde distintas personas parecían estar divirtiéndose sanamente – Mira, todo el mundo está portándose muy bien, saben mantener la buena convivencia. Nuestros usuarios son educados y amables; ah y no te preocupes, un ratito es todo lo que necesitamos.
- ¿A qué te refieres?
- Permíteme… - dijo Stear, chasqueando sus dedos.
- ¿Llamó el señor? – un hombre vestido al estilo versallesco, se materializó de la nada, apareciendo como si millones de píxeles se fueran juntando uno encima de otro, en cuestión de segundos. Llevaba con él una charola de plata y dos copas llenas de un líquido rosado.
- ¡Sírvete! – dijo Stear, tomando ambas copas y dándole una a ella – es un vino espumante que se elaboraba en el siglo XVII en una campiña de la Toscana. Se dice que las uvas solo podían ser apisonadas por jóvenes doncellas no mayores de 13 años. Que así le transmitían el aroma de su esencia pura y virginal. Era el vino exclusivo del rey Vittorio Amadeo de Saboya, se lo elaboraba únicamente para su finísimo paladar.
- Mmmmh… ¡delicioso! – exclamó ella después de beber – pero todo eso te lo estás inventando.
- Talves… - dijo el joven haciéndole un guiño – después de todo, a eso me dedico; a inventar.
- Siempre tan gracioso – dijo ella riendo – muchas gracias por el vino, ya me tengo que ir.
- Espera – dijo Stear tomándola de una mano – todavía no hemos celebrado tu cumpleaños.
- ¡Te acordaste! – exclamó ella.
- ¡Por supuesto! ¿Cómo iba a olvidarlo?
- Pero es que...
- Tranquila, te dije que un ratito es todo lo que necesitamos.
- ¿Y qué tienes en mente?
- Ya lo verás.
Stear dio dos palmadas, y como si fueran remolinos de viento, comenzaron a levantarse miles de millones de pequeños píxeles que comenzaron a construir, a la velocidad de la luz, un enorme salón alrededor de ambos.
Un salón de paredes doradas cubiertas de espejos, y pisos ajedrezados que brillaban como la plata; con una serie de candelabros de cristal colgando de los altos techos.
La joven, estaba simplemente anonadada.
No importaba cuántas veces fuera a visitarlo, no importaba que ella conociera el proceso a cabalidad; él siempre lograba sorprenderla de la forma más maravillosa.
- ¡Stear, qué belleza!
- Y eso no es todo; aún falta lo mejor… pero, no estás vestida adecuadamente.
A un movimiento de su mano; los jeans y la camiseta de la joven, comenzaron a cubrirse de los millones de píxeles que, como un remolino, comenzaron a bailar sobre ella, hasta convertirse en un vaporoso y hermoso vestido azul medianoche, con corsé y faldas de gasa, poblado de brillosas estrellas de cristal que destellaban a la luz de los candelabros.
La sencilla colita de caballo en que llevaba su cabello claro, fue cambiada por un hermoso peinado alto, del que caían largos y delicados bucles que le rodaban sobre los hombros, adornados con peinetas de cristal y brillantes.
Ella comenzó a dar vueltas, haciendo levantar la ancha y larga falda como una gran sombrilla; arrancándole destellos que brillaban en los espejos de las paredes, mientras reía sin poderse contener.
Se miró en uno de los espejos; se dio la vuelta varias veces, se miró por delante, por detrás, se pasó las manos por el cabello tanteando las delicadas peinetas… y él ¡él lucía hermoso! Su mirada era tan dulce, y su sonrisa tan diáfana…
La luz de los candelabros caía directamente sobre él, haciéndolo ver como un ángel. Eso era él; un ángel ¡Su ángel!
- ¡Ahora sí estás lista! – exclamó Stear chasqueando los dedos nuevamente; el hombre aquel vestido como lacayo versallesco, volvió a aparecer.
- ¿Llamaba el señor?
- Vals nº 2 de Shostakovich, por favor.
- En seguida señor.
De inmediato, comenzaron a sonar por todo el espacio, los primeros redobles de la dulce melodía.
- ¿Me permite esta pieza, hermosa dama? – preguntó Stear haciendo una reverencia y extendiendo su mano.
Ella se tomó los costados de la ancha falda con ambas manos, haciendo una graciosa reverencia y después, riendo, tomó la mano de Stear, que la acercó a sí y tomándola por la cintura, comenzó a dar vueltas con ella por todo el gran salón.
Se miraban profundamente, con todo el amor que todavía parecía prevalecer, a pesar de los años que habían pasado.
Su mano sobre la de ella, se sentía tan suave y tan cálida; el abrazo en su cintura, era tan dulce, su pecho junto al de él, se sentía tal como siempre; como si nada nunca hubiera cambiado, como si todo siguiera exactamente igual. Como si no hubiera pasado ni un solo día.
La melodía iba en crescendo, los sonidos de los violines y los oboes llenaban el ambiente. Bailaban de una manera tan perfecta, dando vueltas y vueltas, que a ella le parecía que ya no tocaban el piso, que iban volando hasta casi tocar los brillantes candelabros.
Y considerando le naturaleza de los hechos, la verdad es que no sería nada raro ¡Con Stear todo, absolutamente todo, era posible!
En un momento, ella se aferró a su cuello mientras seguían dando vueltas y más vueltas.
El aroma de su persona le llenó los sentidos
¡Ella amaba ese aroma!
La suavidad de su cabello negro le parecía mentira por más que lo acariciara sin descanso.
La melodía terminaba, ella conocía muy bien ese vals; era muy corto, Stear lo había elegido porque sabía que ella solo tenía un ratito, y el ratito se estaba terminando.
Pero ahora mismo habría querido que el vals fuera más largo ¡mucho más largo!
Que durara 10 minutos, o 30, o una hora ¡Que durara la vida entera, le habría encantado! Pero la pieza, terminaba, y ella no atinó sino a rodeare su cuello con ambos brazos y aferrarse más a él, que le rodeó completamente la cintura; y así, completamente abrazados, continuaron danzando lo que quedaba de aquella pieza.
Cuando llegó el final abrupto que la melodía tenía, ella se dio cuenta de que el vals se había terminado porque no escuchaba nada más que su propia respiración agitada.
Se había agotado, como si hubiera bailado una hora entera.
En cambio él, estaba tan fresco y aquietado como de costumbre.
Cuando se dio cuenta, sus pies no tocaban el suelo, porque Stear la tenía levantada en brazos.
Stear la miraba profundamente, y se quedaron así mirándose un largo momento; hasta que ella tomó su rostro entre sus manos, y cerrando los ojos, le dio un largo y dulce beso.
- Me tengo que ir… - dijo ella al final.
- Lo sé… - susurró él, dejándola suavemente en el suelo – yo en cambio me quedaré aquí, como siempre. Ya sabes que yo siempre estoy aquí, puedes venir cuando quieras.
Stear, caminó tres pasos de espaldas, mientras le hablaba y le sonreía.
- Feliz cumpleaños. – dijo al final, lanzándole un beso, y desapareciendo ante sus ojos.
Ella lo observó irse y se quedó mirando el punto donde había desaparecido sin dejar rastro. Cuando se dio cuenta, el salón de paredes doradas y espejos había desaparecido; volvía a estar en aquel espacio blanco donde el piso parecía ser líquido.
Su hermoso vestido azul medianoche, se había deshecho y volvía a vestir sus jeans y camiseta.
Sonrió levemente y suspiró; y luego, cerrando los ojos, se llevó las manos a las sienes.
Mimi se retiró el casco de realidad virtual, y lo colocó a un costado. La cómoda butaca donde había estado sentada le pareció demasiado calurosa de pronto así que se levantó, caminó hasta donde la consola de V.R. que en letras fluorescentes le preguntaba al usuario si quería dejar el programa o continuar a un nuevo escenario.
La apagó.
- Ah aquí estás – dijo una voz que la hizo sonreír.
- Sí, estaba revisando que todo estuviera en orden.
- ¿Y? – preguntó el alto joven que desde la puerta de la habitación la miraba - ¿Todo en orden en el “Imaginario”?
- Sí; todo el orden, como siempre. – respondió ella, caminando hacia él y tomando su mano.
- ¿Estás lista para celebrar tu cumpleaños?
- ¡Pero por supuesto! – dijo ella con una gran sonrisa.
- ¿Y lo viste?
- Sí…
- … Era un buen tipo Stear.
- Sí, lo era – respondió ella mirando la fotografía que tenía en una mesa, junto a una maceta de rosas blancas - ¡Era el mejor!
Después, salieron ambos abrazados de la habitación, mientras ella iba tarareando el vals nº 2 de Shostakovich.
(SI A ALGUIEN LE GUSTA LA IMAGEN Y LA QUIERE COMO FIRMA, ANÓTESE Y SE LAS ROTULO DESPUÉS ;)
FIN.
MIS OTROS TRABAJOS EN ESTA GF 2018
(da click en cada enlace)
HASTA EL ÚLTIMO DE TUS RECUERDOS (La mansión Leagan)
LA ÚLTIMA LECCIÓN (El Monasterryo)
LA MUCHACHA DEL CIRCO (Clan Alba Highlands Andrew)
DEATH IS THE NEW PINK (Cumpleaños de Gezabel)
LA CARTA (reto, Albert y Candy)
Última edición por Wendolyn Leagan el Mar Abr 24, 2018 2:35 am, editado 2 veces