Ciao belle amazzoni, oggi è arrivato un invitado sorpresa ????
Es un enorme gusto, y honor, presentarles al encantador Henry Terrence Graham, décimo sexto Duque de Grandchester ???????? ???????????????? ???????????????? ???????????????? ????????
El agradable y muy simpático abuelo de nuestro bombón inglés quien apareció por vez primera hace un año en esta misma Guerra en el fic “Besos del pasado” nos ensalzó tanto que sigue apareciendo para en este universo alterno, contarnos las bellas travesuras de Terry cuando era un niño ????, espero les gusten
—Nerd, ¿también lo trajeron aquí —Terry quien iba pasando por el salón de reuniones regresó sobre sus prados al escuchar aquello.
—Mio cuore, ¿crees que tu abuelo pidió invitación?
—Ok, me quedaré por aquí a escuchar qué se le ocurre contar. Estaré preparado para callarlo si es necesario —y sin más, se da entrada él sólo al amplio lugar.
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—En el salón de reuniones están las amazonas en honorarias terminando una junta con las capitanas, y en espera del invitado ya anunciado desde días atrás. Mientras, en una esquina, prácticamente arrinconado se puede ver a Liath, parado, recargado de la pared, con los brazos cruzados sobre su lindo y amplio pecho. Entonces unos toquidos se dejan escuchar. Tras dar la entrada un guapo y muy elegante hombre mayor, con sombrero de chistera y un bello bastón con empuñadura de plata y zafiro, hace su entrada; Andreia hará las presentaciones pero el canoso caballero hace un ademán para pedir la palabra—
“Buenas tardes encantadoras jóvenes.
Antes que nada deseo presentarme, mi nombre es Henry Terrence Graham, dieciseisavo Duque de Grandchester, un placer y todo un honor poder conocerlas.
Las hermosas capitanas de la guardia de mi querido nieto, Terry, me conocieron hace un par de semanas. En dicha ocasión les platiqué un par de anécdotas de mi querido Terrence, y las damas ni tardas ni perezosas de inmediato que me invitan a contarles más cosas de mi pequeño; bueno, que ya no están pequeño, y según he escuchado alguno que otro rumor, todo lo contrario; quiero decir, es un joven muy maduro, no me vayan a mal interpretar —desde la esquina se escucha un gruñido de desaprobación por aquel chascarrillo, pero todas las presentes simplemente lo ignoran y continúan riendo—.
En fin, cada quince días, si es que mi apretada agenda así me lo permite, estaré por aquí, o al menos mandándoles cartas, con las nada dulces travesuras del que considero mi nieto predilecto —Terry sonríe por ese halago asintiendo para permitirle a su abuelo que inicie su relato; aunque al poco rato, al escuchar como sus abuelo titula su narración casi se atraganta con su propia saliva—
Comencemos, esta anécdota a la he nombrado: Todo por una perra, perdón, por un perro, “Todo por un perro”
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Esto sucedió en el Real Colegio San Pablo, una de las instituciones de educación con mayor tradición de todo el Reino Unido, además de ser una donde los líderes de Inglaterra se forman; sin embargo, para el alumnado tiene otro nombre: “La cárcel”, ya que es un internado donde sólo cada quinto domingo se les permite salir, siempre y cuando la familia de cada alumno así lo permita. De la misma manera sólo las vacaciones son libres, si es que no se decide que el alumno asistirá a las clases de verano.
Uno de sus alumnos fue el destacado Terrence Graham, Marqués de Grandchester; y por lo mismo un colegial al que no se le podía perder de vista, ya que su apellido y aristocracia familiar es de generaciones y generaciones; mucho más antiguo que aquel colegio que esa misma familia ayudo a fundar. Pero no por eso el entonces pequeño, bueno ya no tan pequeño sino casi adolescente, Terry de doce años se metió en un fuerte lío por el cual fue castigado, tanto en el San Pablo como en la casa Grandchester.
El joven Terrence nunca gustó de seguir reglas, ni de tener muchos allegados; sus amigos siempre fueron citados con los dedos de una mano ya que desde ese entonces era consciente que su linaje era lo que atraía a todos los alumnos hacia él, o intentaban molestarle; por lo que él optaba por alejarse y mantener un cierto nivel de hostilidad y soledad, la cual más que molestarle disfrutaba a lo grande.
Ese día en particular el niño, casi adolescente, caminaba muy tranquilo por las orillas del colegio, distraído en reconocer la construcción y tamaño de las paredes; no por un gusto particular por la arquitectura, sino porque estaba analizando la posibilidad de poder saltarse esos muros y salir de “la cárcel” de vez en cuando; cosa que logró en varias y variadas ocasiones —Terry saltó grandemente los ojos, tomó la silla más cercana y se sentó en ella; como imaginaba, su abuelo contaría todos los detalles de su escabrosa adolescencia—. El joven sabiéndose más alto que el promedio veía que eso de las escapadas sucedería con cierta facilidad.
Él proseguía con su minucioso análisis de escapada, cuando unos chillidos de cachorro llamaron su atención, intrigado inicio una búsqueda en su entorno, pero no veía nada parecido a un cachorro. Atento a su instinto se dirigió hacia el enrejado más cercano, el cual sólo estaba a unos metros de distancia; y ahí lo pudo ver, un bultito peludo, mezcla de gris y blanco, muy blanco, tan blanco como el temor evidente del animalito por hallarse sólo y en un lugar desconocido, además de muy cerca de la carretera.
¿Qué hacer?, se preguntó el muchacho, mi nieto; una camioneta a toda velocidad que pasó a un escaso metro de la bola de pelos le dio la respuesta. Terrence se dirigió al lugar donde había analizado que era más factible un escape, debido a que un árbol no muy alejado del muro podía servirle de escalinata. Cinco minutos después ya estaba colgando de la barda, dando un pequeño salto y caminando hacia el cachorro.
El pequeño perrito, que resultó ser un bello ejemplar de la raza Husky Siberiano, apenas vio a mi nieto corrió hacia él. Esas criaturas son sumamente intuitivas e inteligentes, sabía que él era su salvador y como el animalito no tenía ni un gramo de tonto, decidió en ese mismo instante que nunca se alejaría de quien lo estaba rescatando y así sucedió; pero otro día les contaré todo lo que ese bicho hacía para no alejarse de Terrence.
El caso es que una vez afuera del San Pablo, con su bulto peludo en brazos, Terrence descubrió que no sabía cómo volverse a colar al colegio y que tampoco sería aceptado con su nueva mascota; por lo que de lo más campante giró sobre sus talones y dio comienzo a una larga caminata de dos horas hacia el castillo ducal. Sí, el muchacho caminó por dos horas para llegar a casa y poner a salvo a ese perrito.
En el transcurso a casa, el joven se dio cuenta de los ojos casi completamente blancos de su amigo, porque tal vez los humanos no le agradaban para hacer amigos, pero ese perro en dos segundos ya se había ganado su amistad —Terry a la distancia ve a su abuelo con los ojos entrecerrados, sin saberse halagado o agredido —. Por su color de pelaje y ojos decidió nombrarlo “Dèigh“, “hielo” en gaélico escocés, esa lengua que muchas veces me ha oído hablar —ahora es el abuelo quien mira a su nieto, pero no con ojos entre cerrados si no muy alegres llenos de orgullo por lo que Terry sólo puede sonreírle.
Se preguntarán, hermosas chicas, ¿por qué le castigaron por tan noble gesto?; en el Real San Pablo, por desobedecer reglas, escaparse y otras ridiculeces propias de las instituciones tan estrictas. Un quinto domingo sin salir y una semana entera confinado en su habitación, fue lo que se ganó. En casa el castigo no fue por ese gesto, fue por exponer su seguridad en las calles y por haberle escupido a una chica al rostro — una sonora y bella carcajada es reprimida casi al instante de comenzar a escucharse, esto al ver la cara de desaprobación del abuelo “Se lo merecía.” Con la risa aun bailando en sus labios asegura Liath. El abuelo serio regresa a su relato—.
El rebelde muchachito se enteró que a esa chica le habían dado a su Dèigh como obsequio la misma tarde que lo encontró. Otro joven del internado fue quien se lo dio como gesto romántico; sin embargo la consentida señorita abandonó al cachorro a su suerte, sacándolo por entre las rejas, en lugar de llamar por alguien a que fuese a recogerlo. La excusa que dio ella fue que regalar una mascota era algo tonto e infantil. Como se imaginarán la indignación de Terrence fue tal que, después de gritarle que una mascota era un ser vivo, le escupió al rostro y se dio la media vuelta para ignorar los gritos de protesta de la chica.
Richard, mi hijo, y yo, le castigamos por su nada caballeroso comportamiento, nada propio de un Grandchester —antes de que su nieto comentara o hiciera algo, Henry lo ve y le espeta “Se lo mereciera o no, un caballero Grandchester jamás le falta el respeto a una dama; y ni digas que ella jamás ha sido una dama porque un caballero Grandchester respeta a todas las mujeres.” Terry sólo asiente mientras las amazonas ríen por lo bajo , el abuelo continúa—. Por ello se le castigó obligándolo a tomar clases de esgrima, pero para mala suerte de nosotros el mozalbete las disfrutó a lo grande — una mirada de resignación se cruza con una de picardía, el abuelo Gradchester cerro sus ojos suspirando, ese nieto suyo era todo un caso—.
Hermosas damas esa fue la historia de como mi querido Terrence tuvo una de sus mascotas, porque también tuvo un gato, pero ese fue un poco más grande y lamentable te sólo duro un año.—Terry asiente con un gesto de tristeza, por un segundo creyó que tal vez no fue tan malo tener a su abuelo ahí, pero... — Señoritas, hermosas amazonas, en unos días estaré de regreso.
...
Terry se levanta de sopetón de su asiento, no era posible que su abuelo regresara y contará más cosas de él, pero antes de que pueda protestar las amazonas han rodeado a Henry y de lo más felices le dicen que estarán contentas por recibirlo cuando quiera. Con ese mismo entusiasmo lo invitan a comer, y todas, TODAS, incluidas las amazonas honorarias y una que otra combatiente, salen con el mayor de los Grandchester, dejando a Liath sólo en la habitación, incluso la última en salir, que es Maia, apaga la luz por costumbre, cuando recuerda que había visto a “il suo cuore” en el rincón por lo que se regresa y sólo le dice “Mi dispiace” y se va, dejando al afamado actor con cara de incertidumbre.
Otra vez Henry Terrence Graham lo había vuelto a hacer, ni Maia había intentado acosarlo, a él, a Terry, al verlo sólo y en la oscuridad. Henry se había llevado toda la atención, fue como aquella noche que salió con los dorados; “Pero mejor que nadie se enterara de ello.”, pensó el apuesto británico quien en ese instante decidió que lo mejor sería aprovechar la relativa privacidad que tendría mientras su abuelo estuviera ahí.
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Además para que conozcan al Abuelo G, quien nació hace un año en “Besos del paso” aquí les dejó su imagen. Dibujo de las talentosas manos de la capitana Letellier (AyameDV) y color de mi parte
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Es un enorme gusto, y honor, presentarles al encantador Henry Terrence Graham, décimo sexto Duque de Grandchester ???????? ???????????????? ???????????????? ???????????????? ????????
El agradable y muy simpático abuelo de nuestro bombón inglés quien apareció por vez primera hace un año en esta misma Guerra en el fic “Besos del pasado” nos ensalzó tanto que sigue apareciendo para en este universo alterno, contarnos las bellas travesuras de Terry cuando era un niño ????, espero les gusten
—Nerd, ¿también lo trajeron aquí —Terry quien iba pasando por el salón de reuniones regresó sobre sus prados al escuchar aquello.
—Mio cuore, ¿crees que tu abuelo pidió invitación?
—Ok, me quedaré por aquí a escuchar qué se le ocurre contar. Estaré preparado para callarlo si es necesario —y sin más, se da entrada él sólo al amplio lugar.
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—En el salón de reuniones están las amazonas en honorarias terminando una junta con las capitanas, y en espera del invitado ya anunciado desde días atrás. Mientras, en una esquina, prácticamente arrinconado se puede ver a Liath, parado, recargado de la pared, con los brazos cruzados sobre su lindo y amplio pecho. Entonces unos toquidos se dejan escuchar. Tras dar la entrada un guapo y muy elegante hombre mayor, con sombrero de chistera y un bello bastón con empuñadura de plata y zafiro, hace su entrada; Andreia hará las presentaciones pero el canoso caballero hace un ademán para pedir la palabra—
“Buenas tardes encantadoras jóvenes.
Antes que nada deseo presentarme, mi nombre es Henry Terrence Graham, dieciseisavo Duque de Grandchester, un placer y todo un honor poder conocerlas.
Las hermosas capitanas de la guardia de mi querido nieto, Terry, me conocieron hace un par de semanas. En dicha ocasión les platiqué un par de anécdotas de mi querido Terrence, y las damas ni tardas ni perezosas de inmediato que me invitan a contarles más cosas de mi pequeño; bueno, que ya no están pequeño, y según he escuchado alguno que otro rumor, todo lo contrario; quiero decir, es un joven muy maduro, no me vayan a mal interpretar —desde la esquina se escucha un gruñido de desaprobación por aquel chascarrillo, pero todas las presentes simplemente lo ignoran y continúan riendo—.
En fin, cada quince días, si es que mi apretada agenda así me lo permite, estaré por aquí, o al menos mandándoles cartas, con las nada dulces travesuras del que considero mi nieto predilecto —Terry sonríe por ese halago asintiendo para permitirle a su abuelo que inicie su relato; aunque al poco rato, al escuchar como sus abuelo titula su narración casi se atraganta con su propia saliva—
Comencemos, esta anécdota a la he nombrado: Todo por una perra, perdón, por un perro, “Todo por un perro”
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Esto sucedió en el Real Colegio San Pablo, una de las instituciones de educación con mayor tradición de todo el Reino Unido, además de ser una donde los líderes de Inglaterra se forman; sin embargo, para el alumnado tiene otro nombre: “La cárcel”, ya que es un internado donde sólo cada quinto domingo se les permite salir, siempre y cuando la familia de cada alumno así lo permita. De la misma manera sólo las vacaciones son libres, si es que no se decide que el alumno asistirá a las clases de verano.
Uno de sus alumnos fue el destacado Terrence Graham, Marqués de Grandchester; y por lo mismo un colegial al que no se le podía perder de vista, ya que su apellido y aristocracia familiar es de generaciones y generaciones; mucho más antiguo que aquel colegio que esa misma familia ayudo a fundar. Pero no por eso el entonces pequeño, bueno ya no tan pequeño sino casi adolescente, Terry de doce años se metió en un fuerte lío por el cual fue castigado, tanto en el San Pablo como en la casa Grandchester.
El joven Terrence nunca gustó de seguir reglas, ni de tener muchos allegados; sus amigos siempre fueron citados con los dedos de una mano ya que desde ese entonces era consciente que su linaje era lo que atraía a todos los alumnos hacia él, o intentaban molestarle; por lo que él optaba por alejarse y mantener un cierto nivel de hostilidad y soledad, la cual más que molestarle disfrutaba a lo grande.
Ese día en particular el niño, casi adolescente, caminaba muy tranquilo por las orillas del colegio, distraído en reconocer la construcción y tamaño de las paredes; no por un gusto particular por la arquitectura, sino porque estaba analizando la posibilidad de poder saltarse esos muros y salir de “la cárcel” de vez en cuando; cosa que logró en varias y variadas ocasiones —Terry saltó grandemente los ojos, tomó la silla más cercana y se sentó en ella; como imaginaba, su abuelo contaría todos los detalles de su escabrosa adolescencia—. El joven sabiéndose más alto que el promedio veía que eso de las escapadas sucedería con cierta facilidad.
Él proseguía con su minucioso análisis de escapada, cuando unos chillidos de cachorro llamaron su atención, intrigado inicio una búsqueda en su entorno, pero no veía nada parecido a un cachorro. Atento a su instinto se dirigió hacia el enrejado más cercano, el cual sólo estaba a unos metros de distancia; y ahí lo pudo ver, un bultito peludo, mezcla de gris y blanco, muy blanco, tan blanco como el temor evidente del animalito por hallarse sólo y en un lugar desconocido, además de muy cerca de la carretera.
¿Qué hacer?, se preguntó el muchacho, mi nieto; una camioneta a toda velocidad que pasó a un escaso metro de la bola de pelos le dio la respuesta. Terrence se dirigió al lugar donde había analizado que era más factible un escape, debido a que un árbol no muy alejado del muro podía servirle de escalinata. Cinco minutos después ya estaba colgando de la barda, dando un pequeño salto y caminando hacia el cachorro.
El pequeño perrito, que resultó ser un bello ejemplar de la raza Husky Siberiano, apenas vio a mi nieto corrió hacia él. Esas criaturas son sumamente intuitivas e inteligentes, sabía que él era su salvador y como el animalito no tenía ni un gramo de tonto, decidió en ese mismo instante que nunca se alejaría de quien lo estaba rescatando y así sucedió; pero otro día les contaré todo lo que ese bicho hacía para no alejarse de Terrence.
El caso es que una vez afuera del San Pablo, con su bulto peludo en brazos, Terrence descubrió que no sabía cómo volverse a colar al colegio y que tampoco sería aceptado con su nueva mascota; por lo que de lo más campante giró sobre sus talones y dio comienzo a una larga caminata de dos horas hacia el castillo ducal. Sí, el muchacho caminó por dos horas para llegar a casa y poner a salvo a ese perrito.
En el transcurso a casa, el joven se dio cuenta de los ojos casi completamente blancos de su amigo, porque tal vez los humanos no le agradaban para hacer amigos, pero ese perro en dos segundos ya se había ganado su amistad —Terry a la distancia ve a su abuelo con los ojos entrecerrados, sin saberse halagado o agredido —. Por su color de pelaje y ojos decidió nombrarlo “Dèigh“, “hielo” en gaélico escocés, esa lengua que muchas veces me ha oído hablar —ahora es el abuelo quien mira a su nieto, pero no con ojos entre cerrados si no muy alegres llenos de orgullo por lo que Terry sólo puede sonreírle.
Se preguntarán, hermosas chicas, ¿por qué le castigaron por tan noble gesto?; en el Real San Pablo, por desobedecer reglas, escaparse y otras ridiculeces propias de las instituciones tan estrictas. Un quinto domingo sin salir y una semana entera confinado en su habitación, fue lo que se ganó. En casa el castigo no fue por ese gesto, fue por exponer su seguridad en las calles y por haberle escupido a una chica al rostro — una sonora y bella carcajada es reprimida casi al instante de comenzar a escucharse, esto al ver la cara de desaprobación del abuelo “Se lo merecía.” Con la risa aun bailando en sus labios asegura Liath. El abuelo serio regresa a su relato—.
El rebelde muchachito se enteró que a esa chica le habían dado a su Dèigh como obsequio la misma tarde que lo encontró. Otro joven del internado fue quien se lo dio como gesto romántico; sin embargo la consentida señorita abandonó al cachorro a su suerte, sacándolo por entre las rejas, en lugar de llamar por alguien a que fuese a recogerlo. La excusa que dio ella fue que regalar una mascota era algo tonto e infantil. Como se imaginarán la indignación de Terrence fue tal que, después de gritarle que una mascota era un ser vivo, le escupió al rostro y se dio la media vuelta para ignorar los gritos de protesta de la chica.
Richard, mi hijo, y yo, le castigamos por su nada caballeroso comportamiento, nada propio de un Grandchester —antes de que su nieto comentara o hiciera algo, Henry lo ve y le espeta “Se lo mereciera o no, un caballero Grandchester jamás le falta el respeto a una dama; y ni digas que ella jamás ha sido una dama porque un caballero Grandchester respeta a todas las mujeres.” Terry sólo asiente mientras las amazonas ríen por lo bajo , el abuelo continúa—. Por ello se le castigó obligándolo a tomar clases de esgrima, pero para mala suerte de nosotros el mozalbete las disfrutó a lo grande — una mirada de resignación se cruza con una de picardía, el abuelo Gradchester cerro sus ojos suspirando, ese nieto suyo era todo un caso—.
Hermosas damas esa fue la historia de como mi querido Terrence tuvo una de sus mascotas, porque también tuvo un gato, pero ese fue un poco más grande y lamentable te sólo duro un año.—Terry asiente con un gesto de tristeza, por un segundo creyó que tal vez no fue tan malo tener a su abuelo ahí, pero... — Señoritas, hermosas amazonas, en unos días estaré de regreso.
...
Terry se levanta de sopetón de su asiento, no era posible que su abuelo regresara y contará más cosas de él, pero antes de que pueda protestar las amazonas han rodeado a Henry y de lo más felices le dicen que estarán contentas por recibirlo cuando quiera. Con ese mismo entusiasmo lo invitan a comer, y todas, TODAS, incluidas las amazonas honorarias y una que otra combatiente, salen con el mayor de los Grandchester, dejando a Liath sólo en la habitación, incluso la última en salir, que es Maia, apaga la luz por costumbre, cuando recuerda que había visto a “il suo cuore” en el rincón por lo que se regresa y sólo le dice “Mi dispiace” y se va, dejando al afamado actor con cara de incertidumbre.
Otra vez Henry Terrence Graham lo había vuelto a hacer, ni Maia había intentado acosarlo, a él, a Terry, al verlo sólo y en la oscuridad. Henry se había llevado toda la atención, fue como aquella noche que salió con los dorados; “Pero mejor que nadie se enterara de ello.”, pensó el apuesto británico quien en ese instante decidió que lo mejor sería aprovechar la relativa privacidad que tendría mientras su abuelo estuviera ahí.
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Además para que conozcan al Abuelo G, quien nació hace un año en “Besos del paso” aquí les dejó su imagen. Dibujo de las talentosas manos de la capitana Letellier (AyameDV) y color de mi parte
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