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-Yo jamás haría algo así- le dijo tomando el escrito de las manos de su traviesa Gitanilla. Pero su endiablada sonrisa sarcásticamente sexy decía todo lo contrario. 
-Exactamente a que os referís a estar con la novia de una amigo? A golpear un saco de box con furia? O a…
- A ver gitanilla, vamos aclarando algunas cosas. Yo la conocí primero, así que tengo todo el derecho de ejercer mi reclamo de antigüedad.
-Eso nadie os lo discute- Decía al tiempo que se le acercaba parpadeando coqueta con sus ojos grises.
Se le acercó mucho, como de costumbre invadiendo su espacio personal, que ya sabía era nulo cuando estaba en presencia de alguna de sus amazonas élite. 
Marcela le pasó un mechón de su indomable cabellera castaña tras de su oreja, apenas rozando el lóbulo de esta con sus dedos.
Liath se estremeció ante la audacia del inocente caricia. En un ágil movimiento, la amazona le arrancó las hojas del escrito alejándose con una traviesa sonrisa.
-Un área muy sensible ¿Cierto?-
-Totalmente de acuerdo traviesa gitanilla- Le dijo con su intensa mirada, la que guardaba exclusivamente para cuando planeaba travesuras.
Hermosas combatientes, vamos ya a más de la mitad de esta Guerra y de esta historia. Esperamos que este siendo de su agrado, y si es así nos lo hagan saber regalándonos algún pequeño comentario, ya saben que estos nos nutren y ponen alegres a nuestras musas.
Sin más las dejo con delicioso
SEOKLAID….
Fic en conjuto por Ayame DV., Gissa Graham y Elby8a
CH 4
Do I Wanna Know?
Por Elby8a
En todos sus años como enfermera, Candy se había topado con pacientes difíciles, siempre sus situaciones eran delicadas, muchas veces sobreactuaban desquitándose con sus seres queridos. Otras veces se metían dentro de sí mismos, ahogándose por dentro en la soledad de su depresión. Otras más entraban en un estado de negación, el cual era el más peligroso ya que no interiorizaban el hecho de que sus padecimientos los obligarían a hacer cambios importantes en sus vidas y por ende ya nada sería igual. Era su deber como enfermera, pero sobretodo como ser humano, el ayudar a sus pacientes a asimilar ese proceso que les suponía un trago amargo, ya que era una firme creyente en que cualquier enfermedad estaba ligada directamente al estado de ánimo.
En todos los casos actuaban impulsados por el miedo. Anthony Brower no era la excepción. Tenía poco tiempo de conocerlo, pero podía aseverar que era un buen hombre, lo conoció en un momento en el que se encontraba sumamentevulnerable. Jamás era fácil para alguien aceptar su mortalidad. En el caso de Anthony, de no haber sido por la rápida intervención por parte de los médicos el resultado habría sido otro.
Ella estaba obligada, por contrato, a no divulgar las especificaciones del caso con nadie. Jamás lo habría hecho aunque no hubiera firmado, pero por lo mismo, ella sabía que en realidad lo que había influenciado y agravado en gran parte el ataque del su ahora paciente – novio, había sido la dependencia que había desarrollado en los pasados meses (incluido el del día del accidente) por Vicodin un opiáceo utilizado como poderoso analgésico.
Los dolores de cabeza se habían intensificado, de manera insoportable, durando cada vez por períodos más largos provocándole mareos constantes, náuseas e irritabilidad. Sin mencionar lo peligroso de dicho medicamento en cuanto a efectos secundarios para su ya peligrosa condición desconocida. Impidiéndole hacer su vida diaria y rendir como estaba acostumbrado. La primera vez, se lo habían recetado por una migraña con evolución de tres semanas, pendiente de unos estudios, pero ya no había regresado con el mismo médico. Fue entonces que el joven rubio se había estado auto medicando por otros medios ya que había experimentado algo de alivio momentáneo al consumirlo.
“Debe descansar, nada de esfuerzos, cero estrés y sobretodo tratar de no incordiarlo, no es conveniente que se exalte. Tomarle la presión arterial de brazos y piernas, es vital. – Estaba por darse la media vuelta, cuando regresó sobre sus pasos – Tal vez una inyección de amor no le vendría mal al joven Brower – agregó con un travieso guiño” Esas habían sido las indicaciones por parte del doctor Martin a quien le tenía mucho cariño ya que desde que decidiera dedicarse al cuidado privado, siempre la recomendaba, sobre todo con sus pacientes “especiales”; dicho sea de paso, los agudamente enojados o deprimidos, que para el caso eran lo mismo.
Su método un tanto heterodoxo, complementado por su singular chispa y jovialidad por la vida, la hacían una excelente influencia en la recuperación de los pacientes bajo su cariñoso cuidado.
No había tratado antes con alguien famoso, pero ese hecho, era una variante que complicaba más las cosas. En un paciente común y corriente, por lo general se podían modificar ciertos hábitos o controlar un poco más la atmósfera a su alrededor para que no se alterara y afectar así su recuperación, pero en este caso eran demasiados los detalles a tomar en cuenta.
.
…
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Su corazón se aceleraba con la cercanía de lo que estaba por suceder. No podría haber imaginado que su reencuentro se diera de la forma en la que estaba a punto de darse. En un principio, llegó a pensar que probablemente para él, ella no habría significado nada, pero la letra de esa canción era… era un mensaje que no podía ni quería ignorar; y la manera en la que la cantaba, con esa voz que exaltaba los sentidos haciendo explotar sus terminales nerviosas a través de sus canales auditivos, pronunciando cada palabra con su acento británico, acariciando cada sílaba con su deliciosa lengua.
Era un llamado, prácticamente un anuncio de “Se Busca” que había lanzado de forma masiva para que la “persona correcta” lo recibiera. Vaya que lo había recibido. No podía sacar de su mente ese mensaje. Tenía que admitir que la súbita decisión de Anthony por reunirse con su banda la había emocionado y asustado a partes iguales.
Llegaron a lo que en ese momento, se consideraba el cuartel principal de Seoklaid, una hermosa plantación sureña en las afueras de la ciudad, rentada por Albert, para alojarlos durante su estancia por los múltiples compromisos que tenían en el área de Atlanta, ya que por el momento los hoteles no eran recomendables. El furor que por la banda se había desatado desde que Terry tomara el lugar como vocalista, había dado pie a múltiples situaciones de seguridad, incluyendo algunas locas disfrazadas del ejercito de Terry fans que irrumpieron hasta la que pensaban era la alcoba de Terry y resultó ser la del manager. Esto incrementó el de por sí hosco carácter del castaño quien aborrecía el acoso constante.
Entraron a la casa que por el momento se encontraba vacía excepto por el personal de intendencia. Desde la puerta de entrada, Tony inmediatamente detectó el cuarto de música, designado para los ensayos. Sin dudarlo, se dirigió al interior y tomando la guitarra española, se sentó en el banquillo del centro y empezó a tocarla. Como si se reconciliara con una vieja amiga, empezaron a intercambiar sus secretos. El joven rasgaba las cuerdas rompiendo el silencio de la casona. Cerró sus ojos y se permitió perderse en los recuerdos del último mes.
En esas semanas alejado del escenario, sentía que se asfixiaba, apenas se le permitía moverse los primeros días después de su operación y aunque en su corazón sabía que sus compañeros se interesaban por su bienestar, y Terry lo único que quería era no darle preocupaciones, había resultado completamente lo opuesto. ¿Cómo era posible que le pidieran guardar la calma y quedarse tranquilo cuando su mundo se había puesto de cabeza de la noche a la mañana? Había pretendido que el sueño de trascender se hiciera realidad, estaba a punto de lograrlo y ¿Ahora esto? Nadie era indispensable, él mismo lo había dicho. No solo por decirlo, en realidad lo creía, él no solía decir nada que no sintiera. Justo hora lo que sentía era que el tiempo se le acababa, que “su momento” estaba a punto de pasarlo de largo.
Estúpida mil veces estúpida enfermedad. Había llegado para robarle tiempo de su vida que necesitaba. ¡Tiempo crucial! Que no pretendía seguir desperdiciando. Lo único bueno que le había traído esa enfermedad, era el haberla conocido a ella. A su ángel en uniforme de enfermera, su bálsamo de paz.
Admitía que al principio la atracción física era lo que había llamado su atención. Sus hermosísimos ojos verdes que tanto le recordaban a los de su madre, no solo por el tono, sino por lo que le transmitían, la certeza de que todo estaría bien.
Su piel de porcelana, no, de durazno, tersa, ya que ella no era ni fría ni frágil, sino todo lo contrario. Su calidez que le brotaba por los poros y su alma que se asomaba por su sonrisa cual rayo de sol en la oscuridad. Pero sobretodo su inocencia, la inocencia que reflejaba el no saberse bella, no se valía de sus atributos -que eran más que atractivos al sexo opuesto- para conquistar, simplemente no era consciente de ellos. No había conocido a una chica como ella antes.
Cuatro días habían pasado desde su operación, y se sentía desesperado, tenía ganas de arrancarle la cabeza a alguien. La ansiedad hacía que le rechinaran los dientes. Si era cierto que lo habían “arreglado” en esa operación, entonces no tenían de que preocuparse tanto ¿No?, Que lo dejaran regresar de una buena vez a continuar con lo que él consideraba que era su motivo de existir. Estar en el escenario. Pero no lo dejaban ni a sol ni a sombra. Así que había ideado un plan para escaparse en la noche ya que todos durmieran.
Al igual que lo había intentado antes en el hospital, se había arrancado los cables de todos los estúpidos aparatos que monitoreaban su frecuencia cardiaca entre otras cosas, pero no había contado con la debilidad y el súbito mareo que experimentó al intentar bajarse de la cama, haciéndolo aterrizar en el piso, azotando como si de un bulto de patatas se tratara. Lo intentó, ¡Por dios que lo hizo! pero carecía de la fuerza para levantarse.
Así fue como ella lo había encontrado. A él le ardía la cara de vergüenza que ella lo viera así, derrotado, tirado en el piso y dependiendo de alguien más hasta para el más mínimo movimiento. Se sentía morir y lo peor era que pensaba que sería así por el resto de su vida. Sin poderse contener, las lágrimas brotaron de sus ojos por más que luchó tratando de retenerlas.
El cansancio acumulado por el miedo y la total soledad que el estar cargando con esa situación le ocasionaba, se hizo presente de repente, y cuando sintió el calor transmitido de la pequeña mano posarse sobre su espalda, justo como si se irradiara hasta el lado donde estaba su incisión, fue demasiado para él, su cuerpo se estremeció a causa de los profundos sollozos que pretendía reprimir.
Candy sin quitarle su mano de la espalda, se acomodó en el suelo, jalando las cobijas de la cama, para cubrir a Anthony con estas, obligándolo a que acurrucara la cabeza en su regazo mientras le acariciaba sus rubios cabellos con infinita ternura. Al joven no le quedó de otra, más que darle rienda suelta a la avalancha de emociones que cual dique de una presa habían terminado por desbordarse.
-Debes sacarlo, o jamás sanarás- le dijo como si lo conociera de toda la vida. Entonces, se permitió sentir. Sentir la muerte de su madre, el amable abandono de su padre el almirante ausente. Su miedo ante la incertidumbre de las señales que su cuerpo le mandaba. La traición de su amigo Terry a quien consideraba casi su hermano, al tomar su lugar. Un lugar que le había costado ganarse toda su vida. Sabía que debía soltar todo eso, por su propio bien. Se había quedado dormido abrazado a ella, para cuando despertó al día siguiente, ya estaba recostado en su cama y ella le sostenía la mano. Ahí fue que creó un vínculo con ese bello ser humano que era Candice White.
La humedad en sus mejillas lo hizo regresar a su presente. Sigilosas lágrimas se asomaban de nuevo a sus ojos. Desde ese día, o más bien noche en la que experimentara (literal a corazón abierto) el torrente de emociones, no había podido pararlas, estaban a flor de piel y surgían cuando menos se lo esperaba, aparentemente por la nada. Como si estas pretendieran depurar lo que sentía. Enojado, se limpió los ojos con el dorso de su mano. Saco unas hojas arrugadas del bolsillo de su pantalón y las colocó frente a él, haciendo unos apuntes de cuando en cuando. Invariablemente empezó a relajarse, y una honesta sonrisa se asomó en sus labios. De una cosa estaba seguro, ya no volvería a dejar pasar más tiempo para cumplir con sus sueños.
Candy ya se estaba ocupando, con la ayuda de los encargados del mantenimiento, de acomodar su equipaje, así como de ocuparse personalmente de instalar los enseres pertinentes para el monitoreo de Anthony. Candy sabía que tenía que hablar con su “novio” acerca de su situación. Su intención, era convencerlo que ese sentimiento tan especial que decía tener por ella, no era otra cosa más que mero agradecimiento por alguien que lo había apoyado en un momento difícil. Sería mejor decírselo antes que después. Era algo que había estado cargando en su conciencia, no solo por su reciente descubrimiento en cuanto a la identidad de Terry, sino por su total falta de ética, al involucrarse con un paciente- situación a la que tenía planeado apelar para ponerle fin a su noviazgo- Todo este tiempo instalando el equipo, le había servido de pretexto para posponer lo inevitable, pero sabía que tenía que encontrar el momento correcto para dejárselo saber.
Tenían alrededor de una hora de haber llegado, cuando Anthony fue a buscar a Candy.
-Ven conmigo, tengo algo que mostrarte- Le dio uno de los ya acostumbrados castos besos en los labios y tomándola por la mano, la guió hasta el cuarto de música. La invitó a que se sentara en un banco colocado a unos metros frente al de él, como si fuera su audiencia y comenzó a tocar siguiendo los apuntes de la arrugada hoja frente a él. Su voz salió cálida y melodiosa acompañando los acordes.
“So long, I've been looking too hard, I've been waiting too long” (Por tanto tiempo he estado buscando, He estado esperando demasiado tiempo)
“Sometimes I don't know what I will find, I only know it's a matter of time” ( Aveces no sé lo que he de encontrar, Tan solo sé que es cuestión de tiempo)
“When you love someone, when you love someone” (Cuando amas a alguien, cuando amas a alguien)
“It feels so right, so warm and true, I need to know if you feel it too” ( Se siente tan bien, tan cálido y verdadero, Necesito saber si tú lo sientes también.
Candy no podía creer lo que le decía en la canción en la que evidentemente había estado trabajando durante su tiempo juntos, reconocía las inseparables hojas arrugadas que guardaba celosamente cada vez que ella se le acercaba
.
“I´ve been waiting for a girl like you” (He estado esperando a que una chica como tú se apareciera en mi vida)
En ese momento los habitantes regulares de esa casa, hacían su arribo. El primero en entrar harto de los constantes traslados, fue Archie, quien les hizo señas a los demás que guardaran silencio. Tenían tanto tiempo sin escuchar la voz de su amigo, que no quisieron interrumpirlo. Era una canción inédita, la letra era cantada con sentimiento, se notaba que quiso decir cada palabra que era pronunciada con vehemencia.
Terry se acercó, un sentimiento de felicidad lo inundó al ver a su amigo sano y salvo y al parecer listo para regresar. Contaba los minutos para que todo regresara a la normalidad.
La canción terminó y unos aplausos provenientes del interior los hicieron darse cuenta que Tony estaba acompañado. El todavía no veía a sus compañeros, cuando se puso de pie, se dirigió al fondo de la habitación y escucharon claramente al rubio que le decía a la chica de rizos dorados uno de los versos de la canción
-Había estado esperando que llegaras a mi vida, Candy, me haces sentir vivo- acto seguido la tomó sorpresivamente entre sus brazos para besarla como había estado deseando hacerlo desde que la conoció, frente a la atónita mirada de sus compañeros. Frente a su amigo Terry, quien reconoció a la pecosa que le había estado robado el sueño.
-¡Sh! les hizo señas Archivald- Terry le respondió con ademán molesto, hasta que reconoció la voz de su amigo, sintió que le quitaban un gran peso de encima, y se encaminó a la habitación para saludar a su querido hermano al que había extrañado, cuando la vio en el fondo.
Le parecía que estaba alucinando. Sus indomables rizos tratando de ser contenidos inútilmente por un chongo alto, algunos rebeldes tirabuzones escapaban de su prisión. La coqueta blusa rosa pálido con escote en v y mangas abombachadas, amarradas a sus brazos, con un pequeño listón que terminaba en moño, hacía juego con sus mejillas y unos jeans oscuros que delineaban su contorno, el mismo que él recordaba haber recorrido con sus dedos y lengua deliciosamente lento, Y en su precioso rostro esas, cada una de sus otras pecas a las que les había dedicado la sensual canción.
La comisura izquierda de sus labios, se elevaba en el justo momento en el que Tony se ponía de pie y la tomaba entre sus brazos para besarla como él mismo la había besado en Chicago.
Su sorpresa fue mayor, cuando cayó en la cuenta del nombre con el que Tony se había referido a la chica. Candy, su enfermera, su novia. Todo calló en su lugar. Su semblante se endureció al igual que la muralla alrededor de su ya de por sí protegido corazón. Estaba a punto de darse la media vuelta para escabullirse de ahí, cuando los aplausos provenientes de los miembros restantes de Seoklaid seguidos por unos rechiflidos por parte de Stear hicieron que la pareja se separara sorprendidos. Más Anthony trató de pasarle un brazo protector por los hombros, pero ella se adelantó un tanto renuente a tomarle la mano
-¡No-ta-ble, y yo que pensé que te la estabas pasado mal! Vaya, tu sí que no pierdes el tiempo! - dijo Stear por todo lo alto, a un muy sonriente Anthony.
-Oye Tony ¿Nos vas a presentar?- Intervino Archie, lanzando una mirada depredadora a la rubia que por el momento se había congelado bajo la intensidad de los cobaltos que la observaban, sin mencionar lo aturdida que se sentía por ese beso que jamás pidió ni vio venir.
Trataba de averiguar desesperadamente si es que había rastros de que él la recordaba. Pero sus ojos estaban cubiertos por oscuras gafas que le daban un aire de irresistible rebelde, provocándole un cosquilleo en partes de su anatomía que recién descubría seguían conectadas a él.
-Por supuesto, Ella es Candice White la mujer que ilumina mi vida.- fue la respuesta que al menos a dos de los ahí presentes hizo que se les revolviera el estómago. Terry notó la casi imperceptible mirada de desaprobación que la enfermera lanzó a su novio, pero es que por raro que pareciera, en el poco tiempo que convivieron se había grabado cada uno de sus gestos. El guitarrista intentaba con todas sus fuerzas mantenerse a raya. Su amigo estaba recién operado del corazón. Había demasiadas cosas en juego, ese no era el momento.
-Brower- Fue el seco saludo que recibió por parte del ahora vocalista de Seoklaid.
-Grandchester- la antes ligera atmósfera que se respiraba fue alterada, tornándose densa de repente. Ambos sabían que tenían una plática pendiente con respecto a las innovaciones que Terry había impuesto en cuanto al repertorio musical. Era bien sabido lo celoso que Anthony era de implementar cambios en la selección de canciones de Seoklaid. El real motivo tras la sorpresiva visita por parte del rubio.
-Mucho gusto Candice- se adelantó Stear estrechándole la mano.
-Candy por favor, el gusto es mío- respondió sin poder añadir más, ya que fue interrumpida.
-¿Me quieres decir que carajos estás haciendo aquí?- Fue el reclamo del manager, con el cual irrumpió en la habitación – deberías estar en reposo absoluto al menos dos semanas más. Y usted señorita, se supone que se le contrato para cuidarlo- Bramó el manager que hasta ese momento había permanecido afuera tomando una llamada.
-Albert yo tomo mis propias decisiones, no soy un bebé, así que no la culpes- La cara de Anthony se deformó al apretar su quijada, mientras su pecho subía y bajaba rápidamente.
-Pues con tu comportamiento no haces más que demostrar lo contrario- Al normalmente amable representante, le faltaba poco para sacar humo de las orejas.
-Tony, tranquilo, el Sr. Andley tiene razón, debí haberle avisado- dijo Candy tocándole su antebrazo en un intento para calmar al joven que evidentemente se había alterado. –Si me permite llevar a Tony a que se instale, estaré con usted en unos minutos. Es importante que descanse después de la agitación del viaje- Acotó Candy como toda una profesional.
Anthony y Candy pasaron delante de Terry y este pareció no inmutarse ante la exquisita estela del aroma que la rubia dejó tras de sí, una mezcla entre rosas y peonias que reconoció de inmediato. Tan solo inclinó su cabeza ligeramente en señal de silencioso saludo.
Si en algún momento había tenido ganas de partirle la cara alguien, había sido cuando vio que Tony ponía sus brazos alrededor de “su pecosa” para introducir su lengua en ella.
Tenía que averiguarlo. Desde un principio le había parecido que la famosa enfermera no podía ser cosa seria como Tony tanto aseguraba. Además conocía perfectamente el lado oscuro de su amigo, el tipo de chica del que le gustaba rodearse. Completamente lo opuesto a la percepción que tenía de su pecosa. Simplemente se resistía a aceptar que entre esos dos había una relación formal. Los siguió y esperó hasta que Candy terminara de acomodar a su amigo en su cama, sobre las cobijas, cubriéndolo con una ligera frazada. Lo que escuchó le hizo arrepentirse de haberlo hecho.
– ¿Por qué dijiste eso de mí Tony?- cuestionaba todavía desconcertada por la confesión y el arrebato de osadía por parte del ojiazul.
-Porque es la verdad, tú iluminas mi vida, no, corrección mi universo- una deslumbrante sonrisa enmarcaba su aún pálido rostro.
Ella se ruborizó por las palabras, pero sobre todo por lo abrumada que se sintió al haberle añadido más complicaciones a una ya de por sí delicada situación. Tal vez sería mejor renunciar de una buena vez y poner algo de distancia de por medio, dar tiempo a que se acomodaran las cosas. Le quedaba claro que el rubio y ella tenían una visión muy diferente de la situación entre ellos. ¿Cómo diablos había pasado eso? ¿En qué momento había cruzado la línea?
Salió de la habitación pensativa, después de tomarle los signos a Tony. Sintió un fuerte apretón en su brazo que la jaló a una esquina del largo pasillo, obligándola a buscar refugio contra la pared.
-¿Qué haces aquí? ¿Quiero saber de una maldita vez a que estás jugando?- preguntó la poderosa voz de Terry casi gruñéndole, con la intensidad de sus cobaltos en 4D muy cerca de su rostro.
-¿Qué te pasa? Suéltame.- pero al estar tan cerca ninguno de los dos fue capaz de articular otra palabra. Sus cuerpos que se conocían muy bien, los traicionaron buscando desahogarse con algo de la tan añorada fricción. Él se inclinó contra ella, acorralándola, los brazos a ambos los lados de su cara apoyados sobre la pared. Reduciendo peligrosamente el espacio entre sus bocas, con toda la intención de borrarle cualquier rastro del anterior beso que recibiera. Esos rosas y jugosos labios le pertenecían a él.
Candy contoneo la cadera de manera inconsciente hacia Terry. Ambos corazones se saltaron un latido al tiempo que hiperventilaban.
-Srita. White la espero en el despacho- Escucharon la voz de Albert quien se dirigía a la habitación de Anthony y que estaba por doblar la esquina al pasillo donde ellos se encontraban.
-Estamos pendientes Srita. White- Fue lo único que alcanzó a decir antes de separarse renuente y dar la media vuelta.
A Candy le regreso el alma al cuerpo. Sentía como el cosquilleo en su vientre se dispersaba hacia el sur a cada recóndita parte de su ser.
¡Oh por dios! Se acuerda de mí- se abrazó emocionada, hasta que recordó la desagradable situación en la que se encontraba, siendo la “novia” de su amigo.
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..
.
Si algo caracterizaba su amistad, era respetar los tiempos de cada quién. Respetaban sus silencios con la certeza de saber que cuando alguno tenía un problema podía contar con el otro para que lo apoyara. La suya era una amistad que no requería de muchas palabras para entenderse. Después del desmayo de Anthony, de alguna forma Terry sentía que le había fallado a su amigo y era precisamente por la mujer que acababa de tener frente a él, que había estado distraído desde que la conociera.
No había sabido reconocer que Tony tenía problemas hasta que fue imposible seguir ignorándolo. Valiente amigo. Ahora tenía sentimientos encontrados. Le daba gusto que Tony se encontrara mejor, pero no había estado preparado para verlo con la mujer a la que llamaba a través de sus letras, para la que interpretaba cada noche su mejor actuación, en su muy particular manera de buscarla. Justamente la misma a la que su amigo había llamado su motivo para sentirse vivo.
No le importaba sonar como un chiquillo, al respaldarse en el hecho de que él había sido quien la conociera primero. Lo que sentía aunque se había tardado un poco en reconocerlo, iba más allá del gratificante sexo intercambiado. Con ella se había abierto como jamás lo había hecho con nadie, probablemente como jamás lo volvería a hacer. Era la confianza que los extraños se podían tener, respaldada justamente en eso, en la anonimidad entre ellos y paradójicamente lo que menos querían, era ser dos desconocidos.
Sabía que ella no era una chica interesada, él tenía un radar con la gente que casi nunca le fallaba y tenía la certeza que en el caso de la enfermera pecas tampoco se equivocaba. Había vuelto a sentir la intensidad de la conexión que ellos compartían y no estaba listo para renunciar a ella, al menos no por el momento. La duda a resolver ahora, era saber que la había motivado a hacerse novia de Tony.
La incesante pegunta, las letras de una nueva canción que por supuesto dedicaría a ella, ya se fraguaban en su mente.
“Do I Wanna Know?”
I had no idea that you're in deep
I dreamt about you near me every night this week
How many secrets can you keep'
Maybe I'm too busy being yours to fall for somebody new
Now I've thought it through
Tenía que desquitarse con algo o con alguien, así que golpeaba el saco de cuero rojo incesantemente. Sus puños enguantados se estrellaban poderosos asestando certeros golpes en medio de lo que sería la cara de su oponente al cual en esos momentos le encontraba un gran parecido a cierto rubio. El saco de arena se balaceaba pesadamente tratando de dar batalla.
Su bien trabajado cuerpo se movía esquivando velozmente los embistes, con ágiles movimientos de su cintura. El calor húmedo característico de Georgia provocaba que la sudoración fuera más intensa. Su cabello mojado en los jugos de su cuerpo se le pegaba a la fuerte quijada enmarcando su rostro enrojecido por el esfuerzo, las gotas recorriendo la zigzagueante cartografía de sus músculos desnudos. Con los pies bien plantados en el suelo. Lo único que llevaba puesto a esas altas horas de la noche, eran los pantalones de algodón de su pijama, la camiseta hacía tiempo que había sido desechada para utilizarse como toalla.
.
…
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No sabía si había sido por los acontecimientos ocurridos, o por el calor insoportable, pero no había podido dormir. Después de administrarle a Anthony sus medicamentos y cuidados de rutina, se había retirado a su recámara. Tenía muchas cosas en su mente, nunca se había arrepentido tanto de no saber decir que no a algo, o en ese caso a alguien. Una sola tarde le había bastado, para darse cuenta de la relación estrecha entre Terry y Anthony, a la hora de la cena, incitados por la siempre analítica y brillante mente de Stear, -en un intento por tranquilizar las agitadas aguas que se percibían entre los amigos- habían estado contando anécdotas del tiempo en Cenral Park. Cuando Tony había tenido que huir de un furioso Terry que le reclamaba por estarlo acosando. Mientras ella trataba de no verlo directamente por miedo a revelar sus lascivos pensamientos. Fueron estos pensamientos, los que la habían estado perturbando, y que la llevaron a bajar por algo frío para beber. Salió a respirar un poco de aire fresco.
Escuchó ruidos provenientes de un aluzado cobertizo alejado de la casa principal. Sin ánimos de regresar a seguirse torturando con sus acalorados pensamientos, se dirigió hacia allí como la polilla atraída a la luz inconsciente del peligro a quemarse.
Los golpes secos que propinaba llenos de coraje seguidos de los guturales rugidos que escapaban de la masculina garganta lo delataron antes que ella lo viera, pero después de su encuentro en el pasillo, no se pudo resistir. Ya antes había escuchado sus gemidos justo en sus oídos erizándole la piel.
Entonces lo vio, su endurecido cuerpo contra el que tanto había disfrutado restregarse. Sus magnéticos cobaltos la dejaron fija en su lugar imposibilitándole el movimiento.
Él la vio, sus chinos más marcados a causa de la humedad del ambiente. Sus labios apetecibles lo atraían, lo incitaban a saltarse cualquier imbécil regla secreta que fuera la que estaba impidiéndole lanzársele encima para arráncale ese estúpido intento de camisón que traía.
Lo que siguió se dio en automático, con la respiración agitada, se arrancó los guantes aventándolos hasta donde la mano le alcanzó, para después cargarla por las caderas mientras ella lo aprisionaba con sus piernas, y se aferraba a su nuca. Se envolvieron en un apasionado frenesí de sudor, calor y hormonas. Terry la besaba recorriendo su lengua en el femenino cuello de cisne, probándola, sus papilas gustativas se regocijaban reconociendo su sabor. Le sonrió en ese hueco entre el oído y el cuello.
-¿Me extrañaste Pecosa?- Preguntó casi como un ronroneo.
-Hmm- fue su respuesta mientras asentía débilmente con la mirada nublada por el delirio que le producían sus caricias.
-¿Hmm qué? La voz rasposa succionándole el lóbulo.
-Sí Terry, te extrañé- él se separó de ella para observarla llena de deseo, sonrojada, añorante de él. Sus zafiros se oscurecieron y entrecerró los párpados. La retorcida sonrisa enmarcaba su rostro cuando se le fue directo a los labios, a devorarla, a invadirla con su lengua haciéndola sucumbir ante su éxtasis para terminar con una mordida en su labio inferior. Una exquisita mordida un poco más ruda de lo normal, -¡Oh sí!- pensaba Candy- ¿Que si lo había extrañado?- De repente la mordida fue un poco más fuerte de lo que hubiera querido.
-Debiste haberme llamado- Le dijo con el sadismo reflejado en su rostro al tiempo que la soltaba para que se pusiera de pie. Pasando la lengua lascivamente por sus labios, paladeando la sangre que había brotado del mordisco que le dio.- Tomó su camisa y echándosela al hombro se alejó lentamente, con la evidente erección por delante, dejándola perpleja y excitada.
No daba crédito a lo que sus ojos presenciaron, apenas alcanzó a apagar la luz de su alcoba en la casona para no ser descubierto antes de que Terry ingresara.
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…
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No había nada más que hacer, Anthony ya estaba ahí decidido a retomar la gira. Contra viento y marea se presentaría a cantar en el siguiente concierto. No había poder humano que lo hiciera dar marcha atrás. Había regresado resuelto a aprovechar el momento tan extraordinario que estaba teniendo la banda en el gusto del público. Había regresado incluso derrumbando ciertas barreras musicales que hasta el momento habían sido impuestas por él mismo. Él era parte importante del grupo, y tenían que reagruparse para hacerle su reintegración más llevadera, de una manera en la que pudiera seguirse recuperando.
Habían llegado a la mitad de la gira, y fue a Archie, a quien se le ocurrió -como promoción para el disco en vivo- la maravillosa idea de subir videos en tiempo real de sus ensayos, incluyendo el nuevo material que las inquietas y creativas mentes de los vocalistas habían estado desarrollando cada uno por su cuenta. Querían mostrar un frente unido apoyando a Anthony con sus nuevas composiciones. Harían arder las redes sociales dentro y fuera de los escenarios con sus aportes. Lejos estaban de saber que estaban en lo cierto.
Continura….
-Exactamente a que os referís a estar con la novia de una amigo? A golpear un saco de box con furia? O a…
- A ver gitanilla, vamos aclarando algunas cosas. Yo la conocí primero, así que tengo todo el derecho de ejercer mi reclamo de antigüedad.
-Eso nadie os lo discute- Decía al tiempo que se le acercaba parpadeando coqueta con sus ojos grises.
Se le acercó mucho, como de costumbre invadiendo su espacio personal, que ya sabía era nulo cuando estaba en presencia de alguna de sus amazonas élite. Marcela le pasó un mechón de su indomable cabellera castaña tras de su oreja, apenas rozando el lóbulo de esta con sus dedos.
Liath se estremeció ante la audacia del inocente caricia. En un ágil movimiento, la amazona le arrancó las hojas del escrito alejándose con una traviesa sonrisa.
-Un área muy sensible ¿Cierto?-
-Totalmente de acuerdo traviesa gitanilla- Le dijo con su intensa mirada, la que guardaba exclusivamente para cuando planeaba travesuras.
Hermosas combatientes, vamos ya a más de la mitad de esta Guerra y de esta historia. Esperamos que este siendo de su agrado, y si es así nos lo hagan saber regalándonos algún pequeño comentario, ya saben que estos nos nutren y ponen alegres a nuestras musas.
Sin más las dejo con delicioso
SEOKLAID….
Fic en conjuto por Ayame DV., Gissa Graham y Elby8a
CH 4
Do I Wanna Know?
Por Elby8a
En todos sus años como enfermera, Candy se había topado con pacientes difíciles, siempre sus situaciones eran delicadas, muchas veces sobreactuaban desquitándose con sus seres queridos. Otras veces se metían dentro de sí mismos, ahogándose por dentro en la soledad de su depresión. Otras más entraban en un estado de negación, el cual era el más peligroso ya que no interiorizaban el hecho de que sus padecimientos los obligarían a hacer cambios importantes en sus vidas y por ende ya nada sería igual. Era su deber como enfermera, pero sobretodo como ser humano, el ayudar a sus pacientes a asimilar ese proceso que les suponía un trago amargo, ya que era una firme creyente en que cualquier enfermedad estaba ligada directamente al estado de ánimo.
En todos los casos actuaban impulsados por el miedo. Anthony Brower no era la excepción. Tenía poco tiempo de conocerlo, pero podía aseverar que era un buen hombre, lo conoció en un momento en el que se encontraba sumamentevulnerable. Jamás era fácil para alguien aceptar su mortalidad. En el caso de Anthony, de no haber sido por la rápida intervención por parte de los médicos el resultado habría sido otro.
Ella estaba obligada, por contrato, a no divulgar las especificaciones del caso con nadie. Jamás lo habría hecho aunque no hubiera firmado, pero por lo mismo, ella sabía que en realidad lo que había influenciado y agravado en gran parte el ataque del su ahora paciente – novio, había sido la dependencia que había desarrollado en los pasados meses (incluido el del día del accidente) por Vicodin un opiáceo utilizado como poderoso analgésico.
Los dolores de cabeza se habían intensificado, de manera insoportable, durando cada vez por períodos más largos provocándole mareos constantes, náuseas e irritabilidad. Sin mencionar lo peligroso de dicho medicamento en cuanto a efectos secundarios para su ya peligrosa condición desconocida. Impidiéndole hacer su vida diaria y rendir como estaba acostumbrado. La primera vez, se lo habían recetado por una migraña con evolución de tres semanas, pendiente de unos estudios, pero ya no había regresado con el mismo médico. Fue entonces que el joven rubio se había estado auto medicando por otros medios ya que había experimentado algo de alivio momentáneo al consumirlo.
“Debe descansar, nada de esfuerzos, cero estrés y sobretodo tratar de no incordiarlo, no es conveniente que se exalte. Tomarle la presión arterial de brazos y piernas, es vital. – Estaba por darse la media vuelta, cuando regresó sobre sus pasos – Tal vez una inyección de amor no le vendría mal al joven Brower – agregó con un travieso guiño” Esas habían sido las indicaciones por parte del doctor Martin a quien le tenía mucho cariño ya que desde que decidiera dedicarse al cuidado privado, siempre la recomendaba, sobre todo con sus pacientes “especiales”; dicho sea de paso, los agudamente enojados o deprimidos, que para el caso eran lo mismo.
Su método un tanto heterodoxo, complementado por su singular chispa y jovialidad por la vida, la hacían una excelente influencia en la recuperación de los pacientes bajo su cariñoso cuidado.
No había tratado antes con alguien famoso, pero ese hecho, era una variante que complicaba más las cosas. En un paciente común y corriente, por lo general se podían modificar ciertos hábitos o controlar un poco más la atmósfera a su alrededor para que no se alterara y afectar así su recuperación, pero en este caso eran demasiados los detalles a tomar en cuenta.
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Su corazón se aceleraba con la cercanía de lo que estaba por suceder. No podría haber imaginado que su reencuentro se diera de la forma en la que estaba a punto de darse. En un principio, llegó a pensar que probablemente para él, ella no habría significado nada, pero la letra de esa canción era… era un mensaje que no podía ni quería ignorar; y la manera en la que la cantaba, con esa voz que exaltaba los sentidos haciendo explotar sus terminales nerviosas a través de sus canales auditivos, pronunciando cada palabra con su acento británico, acariciando cada sílaba con su deliciosa lengua.
Era un llamado, prácticamente un anuncio de “Se Busca” que había lanzado de forma masiva para que la “persona correcta” lo recibiera. Vaya que lo había recibido. No podía sacar de su mente ese mensaje. Tenía que admitir que la súbita decisión de Anthony por reunirse con su banda la había emocionado y asustado a partes iguales.
Llegaron a lo que en ese momento, se consideraba el cuartel principal de Seoklaid, una hermosa plantación sureña en las afueras de la ciudad, rentada por Albert, para alojarlos durante su estancia por los múltiples compromisos que tenían en el área de Atlanta, ya que por el momento los hoteles no eran recomendables. El furor que por la banda se había desatado desde que Terry tomara el lugar como vocalista, había dado pie a múltiples situaciones de seguridad, incluyendo algunas locas disfrazadas del ejercito de Terry fans que irrumpieron hasta la que pensaban era la alcoba de Terry y resultó ser la del manager. Esto incrementó el de por sí hosco carácter del castaño quien aborrecía el acoso constante.
Entraron a la casa que por el momento se encontraba vacía excepto por el personal de intendencia. Desde la puerta de entrada, Tony inmediatamente detectó el cuarto de música, designado para los ensayos. Sin dudarlo, se dirigió al interior y tomando la guitarra española, se sentó en el banquillo del centro y empezó a tocarla. Como si se reconciliara con una vieja amiga, empezaron a intercambiar sus secretos. El joven rasgaba las cuerdas rompiendo el silencio de la casona. Cerró sus ojos y se permitió perderse en los recuerdos del último mes.
En esas semanas alejado del escenario, sentía que se asfixiaba, apenas se le permitía moverse los primeros días después de su operación y aunque en su corazón sabía que sus compañeros se interesaban por su bienestar, y Terry lo único que quería era no darle preocupaciones, había resultado completamente lo opuesto. ¿Cómo era posible que le pidieran guardar la calma y quedarse tranquilo cuando su mundo se había puesto de cabeza de la noche a la mañana? Había pretendido que el sueño de trascender se hiciera realidad, estaba a punto de lograrlo y ¿Ahora esto? Nadie era indispensable, él mismo lo había dicho. No solo por decirlo, en realidad lo creía, él no solía decir nada que no sintiera. Justo hora lo que sentía era que el tiempo se le acababa, que “su momento” estaba a punto de pasarlo de largo.
Estúpida mil veces estúpida enfermedad. Había llegado para robarle tiempo de su vida que necesitaba. ¡Tiempo crucial! Que no pretendía seguir desperdiciando. Lo único bueno que le había traído esa enfermedad, era el haberla conocido a ella. A su ángel en uniforme de enfermera, su bálsamo de paz.
Admitía que al principio la atracción física era lo que había llamado su atención. Sus hermosísimos ojos verdes que tanto le recordaban a los de su madre, no solo por el tono, sino por lo que le transmitían, la certeza de que todo estaría bien.
Su piel de porcelana, no, de durazno, tersa, ya que ella no era ni fría ni frágil, sino todo lo contrario. Su calidez que le brotaba por los poros y su alma que se asomaba por su sonrisa cual rayo de sol en la oscuridad. Pero sobretodo su inocencia, la inocencia que reflejaba el no saberse bella, no se valía de sus atributos -que eran más que atractivos al sexo opuesto- para conquistar, simplemente no era consciente de ellos. No había conocido a una chica como ella antes.
Cuatro días habían pasado desde su operación, y se sentía desesperado, tenía ganas de arrancarle la cabeza a alguien. La ansiedad hacía que le rechinaran los dientes. Si era cierto que lo habían “arreglado” en esa operación, entonces no tenían de que preocuparse tanto ¿No?, Que lo dejaran regresar de una buena vez a continuar con lo que él consideraba que era su motivo de existir. Estar en el escenario. Pero no lo dejaban ni a sol ni a sombra. Así que había ideado un plan para escaparse en la noche ya que todos durmieran.
Al igual que lo había intentado antes en el hospital, se había arrancado los cables de todos los estúpidos aparatos que monitoreaban su frecuencia cardiaca entre otras cosas, pero no había contado con la debilidad y el súbito mareo que experimentó al intentar bajarse de la cama, haciéndolo aterrizar en el piso, azotando como si de un bulto de patatas se tratara. Lo intentó, ¡Por dios que lo hizo! pero carecía de la fuerza para levantarse.
Así fue como ella lo había encontrado. A él le ardía la cara de vergüenza que ella lo viera así, derrotado, tirado en el piso y dependiendo de alguien más hasta para el más mínimo movimiento. Se sentía morir y lo peor era que pensaba que sería así por el resto de su vida. Sin poderse contener, las lágrimas brotaron de sus ojos por más que luchó tratando de retenerlas.
El cansancio acumulado por el miedo y la total soledad que el estar cargando con esa situación le ocasionaba, se hizo presente de repente, y cuando sintió el calor transmitido de la pequeña mano posarse sobre su espalda, justo como si se irradiara hasta el lado donde estaba su incisión, fue demasiado para él, su cuerpo se estremeció a causa de los profundos sollozos que pretendía reprimir.
Candy sin quitarle su mano de la espalda, se acomodó en el suelo, jalando las cobijas de la cama, para cubrir a Anthony con estas, obligándolo a que acurrucara la cabeza en su regazo mientras le acariciaba sus rubios cabellos con infinita ternura. Al joven no le quedó de otra, más que darle rienda suelta a la avalancha de emociones que cual dique de una presa habían terminado por desbordarse.
-Debes sacarlo, o jamás sanarás- le dijo como si lo conociera de toda la vida. Entonces, se permitió sentir. Sentir la muerte de su madre, el amable abandono de su padre el almirante ausente. Su miedo ante la incertidumbre de las señales que su cuerpo le mandaba. La traición de su amigo Terry a quien consideraba casi su hermano, al tomar su lugar. Un lugar que le había costado ganarse toda su vida. Sabía que debía soltar todo eso, por su propio bien. Se había quedado dormido abrazado a ella, para cuando despertó al día siguiente, ya estaba recostado en su cama y ella le sostenía la mano. Ahí fue que creó un vínculo con ese bello ser humano que era Candice White.
La humedad en sus mejillas lo hizo regresar a su presente. Sigilosas lágrimas se asomaban de nuevo a sus ojos. Desde ese día, o más bien noche en la que experimentara (literal a corazón abierto) el torrente de emociones, no había podido pararlas, estaban a flor de piel y surgían cuando menos se lo esperaba, aparentemente por la nada. Como si estas pretendieran depurar lo que sentía. Enojado, se limpió los ojos con el dorso de su mano. Saco unas hojas arrugadas del bolsillo de su pantalón y las colocó frente a él, haciendo unos apuntes de cuando en cuando. Invariablemente empezó a relajarse, y una honesta sonrisa se asomó en sus labios. De una cosa estaba seguro, ya no volvería a dejar pasar más tiempo para cumplir con sus sueños.
Candy ya se estaba ocupando, con la ayuda de los encargados del mantenimiento, de acomodar su equipaje, así como de ocuparse personalmente de instalar los enseres pertinentes para el monitoreo de Anthony. Candy sabía que tenía que hablar con su “novio” acerca de su situación. Su intención, era convencerlo que ese sentimiento tan especial que decía tener por ella, no era otra cosa más que mero agradecimiento por alguien que lo había apoyado en un momento difícil. Sería mejor decírselo antes que después. Era algo que había estado cargando en su conciencia, no solo por su reciente descubrimiento en cuanto a la identidad de Terry, sino por su total falta de ética, al involucrarse con un paciente- situación a la que tenía planeado apelar para ponerle fin a su noviazgo- Todo este tiempo instalando el equipo, le había servido de pretexto para posponer lo inevitable, pero sabía que tenía que encontrar el momento correcto para dejárselo saber.
Tenían alrededor de una hora de haber llegado, cuando Anthony fue a buscar a Candy.
-Ven conmigo, tengo algo que mostrarte- Le dio uno de los ya acostumbrados castos besos en los labios y tomándola por la mano, la guió hasta el cuarto de música. La invitó a que se sentara en un banco colocado a unos metros frente al de él, como si fuera su audiencia y comenzó a tocar siguiendo los apuntes de la arrugada hoja frente a él. Su voz salió cálida y melodiosa acompañando los acordes.
“So long, I've been looking too hard, I've been waiting too long” (Por tanto tiempo he estado buscando, He estado esperando demasiado tiempo)
“Sometimes I don't know what I will find, I only know it's a matter of time” ( Aveces no sé lo que he de encontrar, Tan solo sé que es cuestión de tiempo)
“When you love someone, when you love someone” (Cuando amas a alguien, cuando amas a alguien)
“It feels so right, so warm and true, I need to know if you feel it too” ( Se siente tan bien, tan cálido y verdadero, Necesito saber si tú lo sientes también.
Candy no podía creer lo que le decía en la canción en la que evidentemente había estado trabajando durante su tiempo juntos, reconocía las inseparables hojas arrugadas que guardaba celosamente cada vez que ella se le acercaba
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“I´ve been waiting for a girl like you” (He estado esperando a que una chica como tú se apareciera en mi vida)
En ese momento los habitantes regulares de esa casa, hacían su arribo. El primero en entrar harto de los constantes traslados, fue Archie, quien les hizo señas a los demás que guardaran silencio. Tenían tanto tiempo sin escuchar la voz de su amigo, que no quisieron interrumpirlo. Era una canción inédita, la letra era cantada con sentimiento, se notaba que quiso decir cada palabra que era pronunciada con vehemencia.
Terry se acercó, un sentimiento de felicidad lo inundó al ver a su amigo sano y salvo y al parecer listo para regresar. Contaba los minutos para que todo regresara a la normalidad.
La canción terminó y unos aplausos provenientes del interior los hicieron darse cuenta que Tony estaba acompañado. El todavía no veía a sus compañeros, cuando se puso de pie, se dirigió al fondo de la habitación y escucharon claramente al rubio que le decía a la chica de rizos dorados uno de los versos de la canción
-Había estado esperando que llegaras a mi vida, Candy, me haces sentir vivo- acto seguido la tomó sorpresivamente entre sus brazos para besarla como había estado deseando hacerlo desde que la conoció, frente a la atónita mirada de sus compañeros. Frente a su amigo Terry, quien reconoció a la pecosa que le había estado robado el sueño.
-¡Sh! les hizo señas Archivald- Terry le respondió con ademán molesto, hasta que reconoció la voz de su amigo, sintió que le quitaban un gran peso de encima, y se encaminó a la habitación para saludar a su querido hermano al que había extrañado, cuando la vio en el fondo.
Le parecía que estaba alucinando. Sus indomables rizos tratando de ser contenidos inútilmente por un chongo alto, algunos rebeldes tirabuzones escapaban de su prisión. La coqueta blusa rosa pálido con escote en v y mangas abombachadas, amarradas a sus brazos, con un pequeño listón que terminaba en moño, hacía juego con sus mejillas y unos jeans oscuros que delineaban su contorno, el mismo que él recordaba haber recorrido con sus dedos y lengua deliciosamente lento, Y en su precioso rostro esas, cada una de sus otras pecas a las que les había dedicado la sensual canción.
La comisura izquierda de sus labios, se elevaba en el justo momento en el que Tony se ponía de pie y la tomaba entre sus brazos para besarla como él mismo la había besado en Chicago.
Su sorpresa fue mayor, cuando cayó en la cuenta del nombre con el que Tony se había referido a la chica. Candy, su enfermera, su novia. Todo calló en su lugar. Su semblante se endureció al igual que la muralla alrededor de su ya de por sí protegido corazón. Estaba a punto de darse la media vuelta para escabullirse de ahí, cuando los aplausos provenientes de los miembros restantes de Seoklaid seguidos por unos rechiflidos por parte de Stear hicieron que la pareja se separara sorprendidos. Más Anthony trató de pasarle un brazo protector por los hombros, pero ella se adelantó un tanto renuente a tomarle la mano
-¡No-ta-ble, y yo que pensé que te la estabas pasado mal! Vaya, tu sí que no pierdes el tiempo! - dijo Stear por todo lo alto, a un muy sonriente Anthony.
-Oye Tony ¿Nos vas a presentar?- Intervino Archie, lanzando una mirada depredadora a la rubia que por el momento se había congelado bajo la intensidad de los cobaltos que la observaban, sin mencionar lo aturdida que se sentía por ese beso que jamás pidió ni vio venir.
Trataba de averiguar desesperadamente si es que había rastros de que él la recordaba. Pero sus ojos estaban cubiertos por oscuras gafas que le daban un aire de irresistible rebelde, provocándole un cosquilleo en partes de su anatomía que recién descubría seguían conectadas a él.
-Por supuesto, Ella es Candice White la mujer que ilumina mi vida.- fue la respuesta que al menos a dos de los ahí presentes hizo que se les revolviera el estómago. Terry notó la casi imperceptible mirada de desaprobación que la enfermera lanzó a su novio, pero es que por raro que pareciera, en el poco tiempo que convivieron se había grabado cada uno de sus gestos. El guitarrista intentaba con todas sus fuerzas mantenerse a raya. Su amigo estaba recién operado del corazón. Había demasiadas cosas en juego, ese no era el momento.
-Brower- Fue el seco saludo que recibió por parte del ahora vocalista de Seoklaid.
-Grandchester- la antes ligera atmósfera que se respiraba fue alterada, tornándose densa de repente. Ambos sabían que tenían una plática pendiente con respecto a las innovaciones que Terry había impuesto en cuanto al repertorio musical. Era bien sabido lo celoso que Anthony era de implementar cambios en la selección de canciones de Seoklaid. El real motivo tras la sorpresiva visita por parte del rubio.
-Mucho gusto Candice- se adelantó Stear estrechándole la mano.
-Candy por favor, el gusto es mío- respondió sin poder añadir más, ya que fue interrumpida.
-¿Me quieres decir que carajos estás haciendo aquí?- Fue el reclamo del manager, con el cual irrumpió en la habitación – deberías estar en reposo absoluto al menos dos semanas más. Y usted señorita, se supone que se le contrato para cuidarlo- Bramó el manager que hasta ese momento había permanecido afuera tomando una llamada.
-Albert yo tomo mis propias decisiones, no soy un bebé, así que no la culpes- La cara de Anthony se deformó al apretar su quijada, mientras su pecho subía y bajaba rápidamente.
-Pues con tu comportamiento no haces más que demostrar lo contrario- Al normalmente amable representante, le faltaba poco para sacar humo de las orejas.
-Tony, tranquilo, el Sr. Andley tiene razón, debí haberle avisado- dijo Candy tocándole su antebrazo en un intento para calmar al joven que evidentemente se había alterado. –Si me permite llevar a Tony a que se instale, estaré con usted en unos minutos. Es importante que descanse después de la agitación del viaje- Acotó Candy como toda una profesional.
Anthony y Candy pasaron delante de Terry y este pareció no inmutarse ante la exquisita estela del aroma que la rubia dejó tras de sí, una mezcla entre rosas y peonias que reconoció de inmediato. Tan solo inclinó su cabeza ligeramente en señal de silencioso saludo.
Si en algún momento había tenido ganas de partirle la cara alguien, había sido cuando vio que Tony ponía sus brazos alrededor de “su pecosa” para introducir su lengua en ella.
Tenía que averiguarlo. Desde un principio le había parecido que la famosa enfermera no podía ser cosa seria como Tony tanto aseguraba. Además conocía perfectamente el lado oscuro de su amigo, el tipo de chica del que le gustaba rodearse. Completamente lo opuesto a la percepción que tenía de su pecosa. Simplemente se resistía a aceptar que entre esos dos había una relación formal. Los siguió y esperó hasta que Candy terminara de acomodar a su amigo en su cama, sobre las cobijas, cubriéndolo con una ligera frazada. Lo que escuchó le hizo arrepentirse de haberlo hecho.
– ¿Por qué dijiste eso de mí Tony?- cuestionaba todavía desconcertada por la confesión y el arrebato de osadía por parte del ojiazul.
-Porque es la verdad, tú iluminas mi vida, no, corrección mi universo- una deslumbrante sonrisa enmarcaba su aún pálido rostro.
Ella se ruborizó por las palabras, pero sobre todo por lo abrumada que se sintió al haberle añadido más complicaciones a una ya de por sí delicada situación. Tal vez sería mejor renunciar de una buena vez y poner algo de distancia de por medio, dar tiempo a que se acomodaran las cosas. Le quedaba claro que el rubio y ella tenían una visión muy diferente de la situación entre ellos. ¿Cómo diablos había pasado eso? ¿En qué momento había cruzado la línea?
Salió de la habitación pensativa, después de tomarle los signos a Tony. Sintió un fuerte apretón en su brazo que la jaló a una esquina del largo pasillo, obligándola a buscar refugio contra la pared.
-¿Qué haces aquí? ¿Quiero saber de una maldita vez a que estás jugando?- preguntó la poderosa voz de Terry casi gruñéndole, con la intensidad de sus cobaltos en 4D muy cerca de su rostro.
-¿Qué te pasa? Suéltame.- pero al estar tan cerca ninguno de los dos fue capaz de articular otra palabra. Sus cuerpos que se conocían muy bien, los traicionaron buscando desahogarse con algo de la tan añorada fricción. Él se inclinó contra ella, acorralándola, los brazos a ambos los lados de su cara apoyados sobre la pared. Reduciendo peligrosamente el espacio entre sus bocas, con toda la intención de borrarle cualquier rastro del anterior beso que recibiera. Esos rosas y jugosos labios le pertenecían a él.
Candy contoneo la cadera de manera inconsciente hacia Terry. Ambos corazones se saltaron un latido al tiempo que hiperventilaban.
-Srita. White la espero en el despacho- Escucharon la voz de Albert quien se dirigía a la habitación de Anthony y que estaba por doblar la esquina al pasillo donde ellos se encontraban.
-Estamos pendientes Srita. White- Fue lo único que alcanzó a decir antes de separarse renuente y dar la media vuelta.
A Candy le regreso el alma al cuerpo. Sentía como el cosquilleo en su vientre se dispersaba hacia el sur a cada recóndita parte de su ser.
¡Oh por dios! Se acuerda de mí- se abrazó emocionada, hasta que recordó la desagradable situación en la que se encontraba, siendo la “novia” de su amigo.
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Si algo caracterizaba su amistad, era respetar los tiempos de cada quién. Respetaban sus silencios con la certeza de saber que cuando alguno tenía un problema podía contar con el otro para que lo apoyara. La suya era una amistad que no requería de muchas palabras para entenderse. Después del desmayo de Anthony, de alguna forma Terry sentía que le había fallado a su amigo y era precisamente por la mujer que acababa de tener frente a él, que había estado distraído desde que la conociera.
No había sabido reconocer que Tony tenía problemas hasta que fue imposible seguir ignorándolo. Valiente amigo. Ahora tenía sentimientos encontrados. Le daba gusto que Tony se encontrara mejor, pero no había estado preparado para verlo con la mujer a la que llamaba a través de sus letras, para la que interpretaba cada noche su mejor actuación, en su muy particular manera de buscarla. Justamente la misma a la que su amigo había llamado su motivo para sentirse vivo.
No le importaba sonar como un chiquillo, al respaldarse en el hecho de que él había sido quien la conociera primero. Lo que sentía aunque se había tardado un poco en reconocerlo, iba más allá del gratificante sexo intercambiado. Con ella se había abierto como jamás lo había hecho con nadie, probablemente como jamás lo volvería a hacer. Era la confianza que los extraños se podían tener, respaldada justamente en eso, en la anonimidad entre ellos y paradójicamente lo que menos querían, era ser dos desconocidos.
Sabía que ella no era una chica interesada, él tenía un radar con la gente que casi nunca le fallaba y tenía la certeza que en el caso de la enfermera pecas tampoco se equivocaba. Había vuelto a sentir la intensidad de la conexión que ellos compartían y no estaba listo para renunciar a ella, al menos no por el momento. La duda a resolver ahora, era saber que la había motivado a hacerse novia de Tony.
La incesante pegunta, las letras de una nueva canción que por supuesto dedicaría a ella, ya se fraguaban en su mente.
“Do I Wanna Know?”
I had no idea that you're in deep
I dreamt about you near me every night this week
How many secrets can you keep'
Maybe I'm too busy being yours to fall for somebody new
Now I've thought it through
Tenía que desquitarse con algo o con alguien, así que golpeaba el saco de cuero rojo incesantemente. Sus puños enguantados se estrellaban poderosos asestando certeros golpes en medio de lo que sería la cara de su oponente al cual en esos momentos le encontraba un gran parecido a cierto rubio. El saco de arena se balaceaba pesadamente tratando de dar batalla.
Su bien trabajado cuerpo se movía esquivando velozmente los embistes, con ágiles movimientos de su cintura. El calor húmedo característico de Georgia provocaba que la sudoración fuera más intensa. Su cabello mojado en los jugos de su cuerpo se le pegaba a la fuerte quijada enmarcando su rostro enrojecido por el esfuerzo, las gotas recorriendo la zigzagueante cartografía de sus músculos desnudos. Con los pies bien plantados en el suelo. Lo único que llevaba puesto a esas altas horas de la noche, eran los pantalones de algodón de su pijama, la camiseta hacía tiempo que había sido desechada para utilizarse como toalla.
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No sabía si había sido por los acontecimientos ocurridos, o por el calor insoportable, pero no había podido dormir. Después de administrarle a Anthony sus medicamentos y cuidados de rutina, se había retirado a su recámara. Tenía muchas cosas en su mente, nunca se había arrepentido tanto de no saber decir que no a algo, o en ese caso a alguien. Una sola tarde le había bastado, para darse cuenta de la relación estrecha entre Terry y Anthony, a la hora de la cena, incitados por la siempre analítica y brillante mente de Stear, -en un intento por tranquilizar las agitadas aguas que se percibían entre los amigos- habían estado contando anécdotas del tiempo en Cenral Park. Cuando Tony había tenido que huir de un furioso Terry que le reclamaba por estarlo acosando. Mientras ella trataba de no verlo directamente por miedo a revelar sus lascivos pensamientos. Fueron estos pensamientos, los que la habían estado perturbando, y que la llevaron a bajar por algo frío para beber. Salió a respirar un poco de aire fresco.
Escuchó ruidos provenientes de un aluzado cobertizo alejado de la casa principal. Sin ánimos de regresar a seguirse torturando con sus acalorados pensamientos, se dirigió hacia allí como la polilla atraída a la luz inconsciente del peligro a quemarse.
Los golpes secos que propinaba llenos de coraje seguidos de los guturales rugidos que escapaban de la masculina garganta lo delataron antes que ella lo viera, pero después de su encuentro en el pasillo, no se pudo resistir. Ya antes había escuchado sus gemidos justo en sus oídos erizándole la piel.
Entonces lo vio, su endurecido cuerpo contra el que tanto había disfrutado restregarse. Sus magnéticos cobaltos la dejaron fija en su lugar imposibilitándole el movimiento.
Él la vio, sus chinos más marcados a causa de la humedad del ambiente. Sus labios apetecibles lo atraían, lo incitaban a saltarse cualquier imbécil regla secreta que fuera la que estaba impidiéndole lanzársele encima para arráncale ese estúpido intento de camisón que traía.
Lo que siguió se dio en automático, con la respiración agitada, se arrancó los guantes aventándolos hasta donde la mano le alcanzó, para después cargarla por las caderas mientras ella lo aprisionaba con sus piernas, y se aferraba a su nuca. Se envolvieron en un apasionado frenesí de sudor, calor y hormonas. Terry la besaba recorriendo su lengua en el femenino cuello de cisne, probándola, sus papilas gustativas se regocijaban reconociendo su sabor. Le sonrió en ese hueco entre el oído y el cuello.
-¿Me extrañaste Pecosa?- Preguntó casi como un ronroneo.
-Hmm- fue su respuesta mientras asentía débilmente con la mirada nublada por el delirio que le producían sus caricias.
-¿Hmm qué? La voz rasposa succionándole el lóbulo.
-Sí Terry, te extrañé- él se separó de ella para observarla llena de deseo, sonrojada, añorante de él. Sus zafiros se oscurecieron y entrecerró los párpados. La retorcida sonrisa enmarcaba su rostro cuando se le fue directo a los labios, a devorarla, a invadirla con su lengua haciéndola sucumbir ante su éxtasis para terminar con una mordida en su labio inferior. Una exquisita mordida un poco más ruda de lo normal, -¡Oh sí!- pensaba Candy- ¿Que si lo había extrañado?- De repente la mordida fue un poco más fuerte de lo que hubiera querido.
-Debiste haberme llamado- Le dijo con el sadismo reflejado en su rostro al tiempo que la soltaba para que se pusiera de pie. Pasando la lengua lascivamente por sus labios, paladeando la sangre que había brotado del mordisco que le dio.- Tomó su camisa y echándosela al hombro se alejó lentamente, con la evidente erección por delante, dejándola perpleja y excitada.
No daba crédito a lo que sus ojos presenciaron, apenas alcanzó a apagar la luz de su alcoba en la casona para no ser descubierto antes de que Terry ingresara.
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No había nada más que hacer, Anthony ya estaba ahí decidido a retomar la gira. Contra viento y marea se presentaría a cantar en el siguiente concierto. No había poder humano que lo hiciera dar marcha atrás. Había regresado resuelto a aprovechar el momento tan extraordinario que estaba teniendo la banda en el gusto del público. Había regresado incluso derrumbando ciertas barreras musicales que hasta el momento habían sido impuestas por él mismo. Él era parte importante del grupo, y tenían que reagruparse para hacerle su reintegración más llevadera, de una manera en la que pudiera seguirse recuperando.
Habían llegado a la mitad de la gira, y fue a Archie, a quien se le ocurrió -como promoción para el disco en vivo- la maravillosa idea de subir videos en tiempo real de sus ensayos, incluyendo el nuevo material que las inquietas y creativas mentes de los vocalistas habían estado desarrollando cada uno por su cuenta. Querían mostrar un frente unido apoyando a Anthony con sus nuevas composiciones. Harían arder las redes sociales dentro y fuera de los escenarios con sus aportes. Lejos estaban de saber que estaban en lo cierto.
Continura….
¿quien los habrá visto? 
son malas Jejejeje excelente capítulo 
espero el que sigue 
que puedo decir ,si ya mis compañeras lo han mencionado 
pero si Candy va a terminar distanciando a esos dos amigos que se quieren como hermanos, solo por no aclarar las cosas... Pero Terry 
¿cuándo no? 
¡Oh c'est vrai! Ya sé quién fue 
