Bonjour mademoiselles!
He dejado un ratito a Liath en manos de mis queridas compañeras amazonas y nuestros respectivos postres, para venir a dejarles una nueva y pequeña anécdota contada por nuestro adorado abuelo G
¡Esperamos que la disfruten y tengan un bello sábado!
Me voy corriendo que esta misión especial es muy importante.
**A lo lejos se escuchan las risas masculinas de dos caballeros dorados y del marqués y una maldición estrangulada del postre japonés de Marcela
¿Lo ven? No puedo perderme la diversión, digo, no debo dejar mi puesto
By Andreia Letellier (Ayame DV)
.
...
.
Hacía ya tiempo que el distinguido Henry Terrence Graham Grandchester, dieciseisavo Duque de Grandchester no visitaba la fundación K-G. Sus múltiples viajes y compromisos le habían estado manteniendo bastante ocupado; para decepción de las guardianas de su nieto, y tranquilidad de este último.
Desde aquélla fiesta de Halloween que se le había ocurrido hacer a la Capitana Letellier, secundada de inmediato por su inseparable amiga Maia y en donde se habían divertido muchísimo todos. Bueno, en realidad el más divertido había sido él.
Terry se la había pasado enfurruñado metido en ese raro disfraz que le habían puesto las muy creativas capitanas de su guardia personal, y luego había estado intentando escapar de los constantes acosos de las amazonas y amazonas honorarias; mientras él, Henry, se reía y disfrutaba de lo lindo junto a las capitanas precisamente.
En fin, desde entonces no había vuelto a la mansión; también sabía que las amazonas estaban metidas en diversas misiones, lo cual también las tenía un poco ausentes de Knightsbridge. Eso sí, en ningún momento descuidaban al marqués; aunque se quedara solamente una a su lado mientras las demás iban y venían. O incluso en algún momento lo habían dejado al cuidado de los dorados amigos suyos. Al menos su rebelde nieto nunca estaba desprotegido.
El distinguido caballero estaba en la habitación que siempre estaba dispuesta para él en la Fundación. Pero como ya estaba aburrido de tanto silencio, se salió de ahí yendo en búsqueda de Terry o de alguna de las amazonas. Para entretenerse un rato pues.
Terminó en la cocina, donde localizó a Stevens mirando con toda la atención que era capaz de fingir, a las capitanas y a Marcela; quienes daban instrucciones sobre la pequeña celebración que darían en honor al cumpleaños de su adorado nieto favorito. La verdad el hombre conocía bien su oficio y ya tenía todo controlado, como buen mayordomo inglés, que además trabajaba para la nobleza desde hacía más de 25 años. Pero claro, flemático y educado, hacía pensar a sus jefes (en este caso las enérgicas guardianas del marqués), que ellas llevaban la batuta de la mansión y su funcionamiento; de ningún modo podían creer que no eran ellas las que organizaban el evento, ¡faltaba más! ¬¬
- El pastel debe quedar perfecto – el acento francés indicó sin lugar a dudas que era Andreia quien hablaba. – Et évidemment, en la mesa de postres no debe faltar absolutamente nada, d’accord? – y la mujer palomeaba esos puntos en su eterna checklist organizada por colores.
- ¡Tampoco las bebidas! - se apresuró a agregar la gitana Luna, que alegre y coqueta como siempre, fue la primera que se volvió a saludar al abuelo G. - ¡Abuelo buen día! – se acercó con un cadencioso movimiento de caderas y abrazó al caballero, y luego lo jaló del brazo hasta las otras dos.
- Buon giorno nonno (buen día abuelo) – saludó sonriendo suavemente Maia, quién también revisaba en su Tablet la ruta que estaban siguiendo en la SUV en la cual llevaban la decoración para el evento. – Nos alegra que esté aquí este día. – hizo una leve inclinación de la cabeza.
Todo ante el impasible rostro del fiel mayordomo, que resistió la tentación de rodar los ojos al escuchar que nuevamente la francesa dictaba órdenes y preguntar, por enésima ocasión, si ya había partido el chófer a recoger al aeropuerto a los duques, que venían a festejar el onomástico de su único hijo.
Como que le daban ganas de que la volvieran a llamar para una misión X-D
El abuelo sonrió divertido, conocía bien a Stevens y sabía que su férreo entrenamiento como mayordomo le impedía poner la cara que seguramente preferiría tener en ese instante, es decir, de estar chupando limones; y decidió liberar al pobre hombre de su sufrimiento.
- Hermosas damas son ustedes unas excelentes organizadoras, tienen todo bajo control, ¿cierto mi estimado Stevens? – el aludido asintió con un firme movimiento de cabeza
- Así es mi lord, sin duda han cubierto cada detalle –
- Excelente, entonces tú y tu equipo pueden encargarse a partir de aquí ¿correcto? – arqueó ligeramente la ceja.
- Por supuesto mi lord, sin duda con las instrucciones de las señoritas podemos tener todo como ellas dispusieron para el festejo del marqués – y seguía impertérrito el hombre.
- Perfecto, siendo así, te robo a las encantadoras damiselas; un anciano como yo es feliz rodeado de tanta juventud y belleza –
Dicho esto y con un amplio y galante movimiento, invitó a las tres amazonas a tomarlo de los brazos y seguirlo. Por supuesto las tres se dieron perfecta cuenta de su verdadera intención… pero decidieron dejar de torturar al pobre Stevens, a fin de cuentas, antes de que ellas tomaran por asalto la mansión, él ya la administraba perfectamente. La cosa era que se divertían horrores haciéndolo rabiar un rato X-D
- ¿Nos contará alguna nueva historia abuelo? – preguntó la Letellier.
- Por supuesto chérie – respondió rápidamente el apuesto señor. – aprovechando que mi nieto no anda por aquí en este momento – guiñó un ojo pícaro.
Las tres jóvenes rieron divertidas, Maia llamó a las amazonas en entrenamiento al salón, para escuchar todas, una nueva aventura de su adorado Liath.
Una vez reunidas en torno al mayor, él nuevamente sonrió y guardó silencio un poco, con la mirada perdida en la lejanía de los recuerdos, y una sonrisa tremendamente pícara en los labios.
- Aprovechando que es el cumpleaños del revoltoso de Terrence, les contaré una pequeña historia sobre una fiesta de cumpleaños, aunque no de él, sí fue protagonista, como siempre. – Arqueó la ceja, mirando a cada una de las guardianas ahí reunidas.
- Si ya era extraño que no estuvieras de aprovechado Henry – la profunda voz del protegido de las amazonas llenó de pronto la estancia, logrando que el mencionado casi diera un brinco del sillón; pero logró disimular bastante bien.
- Mio cuore benvenuto!! – la usualmente tranquila y callada Capitana Moretti saludó efusiva, con brillos destellando en sus enormes amatistas.
- Mon precieux… ven a acompañarnos. – Andreia en un segundo estuvo a su lado y lo tomó de la mano para que se sentara entre ella y la italiana, y aprovecharse de él a sus anchas… digo, protegerlo apropiadamente. =P
- ¡Hola bombón! – la gitana Luna le lanzó un beso toda seductora ella, antes de irse a acomodar tras él; y Terry suspiró, medio hecho a la idea del trato que siempre recibía por parte de todas sus amazonas.
- ¿Qué pretendes contar ahora Henry Terrence Graham? Tan feliz que era en el silencio de la casa… -
- ¡Ja! Feliz, si te he visto lamentarte y estar furioso por no tener a todas tus guardianas revoloteando a tu alrededor últimamente – se burló el hombre.
- ¿En serio mio amore? – Maia preguntó, con la ilusión pintada en su bello rostro.
- Solamente porque no están cumpliendo con su deber como deberían. – Liath se cruzó de brazos.
- Pues no ha sido falta de deseos ma vie… pero tú sabrás si deseas hacer enojar todavía más a Chronos; ¿ves que ha estado influenciando alegremente en Athena para que nos traiga de arriba hacia abajo? – la francesa arqueó la ceja y se cruzó de brazos, en su típica actitud de “¿en serio acabas de decir eso?”.
- ¡Ejem! – el educado carraspeo de Henry se dejó escuchar, reclamando la atención sobre él que perdió en cuanto apareció su bellísimo nieto. – esta anécdota es corta, pero es simpática. – se acomodó en el sillón, recargando la espalda en el amplio respaldo y colocando los brazos en los reposabrazos, antes de cruzar la pierna. Todo un aristócrata de cuna.
- ¿Cómo se llama la historia? – preguntó tímidamente Habibi Sahara, desde su cojín.
- Buena pregunta jovencita – rio Henry – creo que dejaré que ustedes le den título cuando la escuchen – guiñó el ojo a la chica.
- ¿La contarás de una vez abuelo o debemos esperar a mi próximo cumpleaños? – gruñó Terry –
- Impaciente como de costumbre, querido nieto… - suspiró el mayor. - Cuando Terrence contaba con 7 años, sus padres y él fueron invitados a la fiesta de cumpleaños de la hija de los condes de Sussex, que es dos años mayor que este rebelde muchacho. Por supuesto, la jovencita era, y sigue siendo algo pretenciosa, vivo reflejo de su madre y todo lo contrario a su padre, que es una finísima persona. El asunto es que organizaron la tertulia en una soleada tarde, para lucir los jardines de diseño de su lujosa casa. Se suponía que era una comida, organizada según los quisquillosos gustos y exigencias de madre e hija. Por supuesto, el pequeño Terry odiaba con toda su alma estar ahí… ya saben, no le gustan las multitudes. -
- Tampoco la insufrible Jane – acotó el joven marqués, con sonrisa maliciosa, pues obviamente ya había identificado lo que su encantador abuelo contaría.
- Eso no es novedad niño, nunca has sido afecto a la gente en realidad, menos a esos estirados, que tampoco soporto yo, ni tus padres. Pero ese no es el punto. –
Se volvió a acomodar y regresó su vista a las chicas, que ya tenían bebidas y bocadillos en sus manos y comían, en paciente espera.
- La situación es que era una calurosa tarde de mayo, la fiesta era una comida. Por lo que los Grandchester asistieron puntuales a la hora en que los citaron. Es decir a las 13:00 hr.
- Solo a la condesa se le ocurrió hacerlo a esa hora – refunfuñó Terry, para diversión de las amazonas.
- Cierto, ¿pero qué quieres? Jane parece fantasma, necesitaban mostrarla a la luz del sol para poder verla ¡je, je! –
- Como si alguien deseara ver a semejante lagartija – volvió a arremeter el castaño.
- ¡Terrence más respeto con una dama! – lo regañó Henry – sabemos que la mujer es insoportable, pero muestra algo de la galantería Grandchester por Dios. En especial frente a las señoritas –
Y Terry las miró una por una. Todas tenían cara de estar aguantando la risa, solo por no contradecir los regaños del abuelo. Sonrió de lado y guardó silencio.
- ¿Puedo continuar? – esperó medio airado el señor.
- Oh oui! S’il vous plait mi lord… - se apresuró Andreia a responder, tendiéndole un vaso de té helado.
- Merci mademoiselle – dio un sorbo a la bebida y continuó – Bien, pues la fiesta empezó sin contratiempos, la música de la pequeña orquesta amenizaba la reunión, los meseros iban y venían llevando bebidas y algunos bocadillos; los invitados continuaban llegando y las conversaciones se dejaban escuchar en murmullos. Jane se pavoneaba de acá para allá con su madre, dejando ver su escuálida figura y su aburrida melena rubia y corta. Y los minutos pasaron, luego las horas y ni rastros del banquete. Todo mundo, educado por supuesto, solamente seguía consumiendo bebidas y algunos bocados, pero la impaciencia se dejaba sentir en todos los presentes. En pocas palabras, ya nadie hablaba casi, y miraban disimuladamente hacia todos lados, en búsqueda de los alimentos. –
Observó a su público, que dejaron los canapés por la paz un momento, expectantes.
- Total eran las 17:00 hrs y ni rastro de comida. Por supuesto, las normas del decoro y buen anfitrión obligaron a la condesa a pasar por todas y cada una de las mesas saludando e intentando distraer a la concurrencia. Cuando llegó a la mesa de los duques, sus buenas maneras la obligaron a hacer la pregunta más absurda del mundo “¿Hay algo que se les ofrezca?” –
La sonrisa de Terry se hizo más amplia, teñida de picardía total. Cruzó miradas con los grises ojos de su abuelo y asintió, divertido.
- El muy enfurruñado Terrence, que llevaba todo el rato hundido en su silla con el ceño marcado, los brazos cruzados y total cara de fastidio; se espabiló en un segundo, con los ojos brillantes de determinación y furia. El mocoso miró a los ojos primero a Jane y luego a su madre, antes de soltar un airado “Sí, se nos ofrece comer” –
Silencio absoluto por dos segundos… luego la carcajada general, iniciada como no; por Marcela y la Letellier, seguida después por Maia y el resto de las chicas.
Terry sin poder contenerse más también rompió a reír, primero levemente y luego libremente…
- Todos pensaban lo mismo abuelo, admítelo – atinó a decir entre risas.
- Ciertamente, la cara de las mujeres Sussex fue épica ¡ja, ja, ja! Marissa se puso de mil colores, y Jane tan pálida que parecía que vomitaría la avena de su desayuno. ¡ja, ja, ja! –
- Bah, si lo hubiese hecho habría sido muy gracioso que arruinara su horroroso vestido ¡ja, ja, ja! –
- Cierto… aunque bastante ridículo eso sí. – reflexionó Henry – bueno el caso es que mi nieto demostró que sencillamente, él sí tuvo el valor de decir lo que todo mundo pensaba; dejando en un divertido ridículo a ambas pretenciosas. Por supuesto, Eleanor le llamó la atención, pero Richard prácticamente se tuvo que tragar la risa y morderse el labio para no felicitarlo. –
Las chicas dejaron de reír finalmente, y miraron fascinadas a Liath, quien todavía tenía el brillo de la travesura fijo en sus zafíreos orbes.
- Luego de eso, por supuesto que ya nadie se guardó su molestia y todos decidieron retirarse, pues a la condesa no le quedó más remedio que admitir que el servicio de banquetes le había dejado plantada. – se encogió de hombros. – El acontecimiento, que estaba siendo además reportado por algunos medios de espectáculos, fue la comidilla durante varios días. Y mi querido nieto, fue la estrella – le miró sonriente.
- Como siempre – acotó con su clásica arrogancia el ojiazul, logrando que Henry rodase los ojos.
- Tan modesto siempre Terrence –
- Tuve un buen maestro abuelo –
Se dejaron escuchar más risas divertidas, y luego Stevens se presentó en la estancia, anunciando la llegada de los Duques de Grandchester.
Terry se levantó de un salto para ir a recibirlos, siempre era feliz de verlos… así que las Capitanas de la guardia se fueron tras él, como era debido; mientras Henry, Marcela y el resto de las chicas los seguían…
Merci pour lire jolie!!
He dejado un ratito a Liath en manos de mis queridas compañeras amazonas y nuestros respectivos postres, para venir a dejarles una nueva y pequeña anécdota contada por nuestro adorado abuelo G
¡Esperamos que la disfruten y tengan un bello sábado!
Me voy corriendo que esta misión especial es muy importante.
**A lo lejos se escuchan las risas masculinas de dos caballeros dorados y del marqués y una maldición estrangulada del postre japonés de Marcela
¿Lo ven? No puedo perderme la diversión, digo, no debo dejar mi puesto
Un Cumpleaños Peculiar
By Andreia Letellier (Ayame DV)
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...
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Hacía ya tiempo que el distinguido Henry Terrence Graham Grandchester, dieciseisavo Duque de Grandchester no visitaba la fundación K-G. Sus múltiples viajes y compromisos le habían estado manteniendo bastante ocupado; para decepción de las guardianas de su nieto, y tranquilidad de este último.
Desde aquélla fiesta de Halloween que se le había ocurrido hacer a la Capitana Letellier, secundada de inmediato por su inseparable amiga Maia y en donde se habían divertido muchísimo todos. Bueno, en realidad el más divertido había sido él.
Terry se la había pasado enfurruñado metido en ese raro disfraz que le habían puesto las muy creativas capitanas de su guardia personal, y luego había estado intentando escapar de los constantes acosos de las amazonas y amazonas honorarias; mientras él, Henry, se reía y disfrutaba de lo lindo junto a las capitanas precisamente.
En fin, desde entonces no había vuelto a la mansión; también sabía que las amazonas estaban metidas en diversas misiones, lo cual también las tenía un poco ausentes de Knightsbridge. Eso sí, en ningún momento descuidaban al marqués; aunque se quedara solamente una a su lado mientras las demás iban y venían. O incluso en algún momento lo habían dejado al cuidado de los dorados amigos suyos. Al menos su rebelde nieto nunca estaba desprotegido.
El distinguido caballero estaba en la habitación que siempre estaba dispuesta para él en la Fundación. Pero como ya estaba aburrido de tanto silencio, se salió de ahí yendo en búsqueda de Terry o de alguna de las amazonas. Para entretenerse un rato pues.
Terminó en la cocina, donde localizó a Stevens mirando con toda la atención que era capaz de fingir, a las capitanas y a Marcela; quienes daban instrucciones sobre la pequeña celebración que darían en honor al cumpleaños de su adorado nieto favorito. La verdad el hombre conocía bien su oficio y ya tenía todo controlado, como buen mayordomo inglés, que además trabajaba para la nobleza desde hacía más de 25 años. Pero claro, flemático y educado, hacía pensar a sus jefes (en este caso las enérgicas guardianas del marqués), que ellas llevaban la batuta de la mansión y su funcionamiento; de ningún modo podían creer que no eran ellas las que organizaban el evento, ¡faltaba más! ¬¬
- El pastel debe quedar perfecto – el acento francés indicó sin lugar a dudas que era Andreia quien hablaba. – Et évidemment, en la mesa de postres no debe faltar absolutamente nada, d’accord? – y la mujer palomeaba esos puntos en su eterna checklist organizada por colores.
- ¡Tampoco las bebidas! - se apresuró a agregar la gitana Luna, que alegre y coqueta como siempre, fue la primera que se volvió a saludar al abuelo G. - ¡Abuelo buen día! – se acercó con un cadencioso movimiento de caderas y abrazó al caballero, y luego lo jaló del brazo hasta las otras dos.
- Buon giorno nonno (buen día abuelo) – saludó sonriendo suavemente Maia, quién también revisaba en su Tablet la ruta que estaban siguiendo en la SUV en la cual llevaban la decoración para el evento. – Nos alegra que esté aquí este día. – hizo una leve inclinación de la cabeza.
Todo ante el impasible rostro del fiel mayordomo, que resistió la tentación de rodar los ojos al escuchar que nuevamente la francesa dictaba órdenes y preguntar, por enésima ocasión, si ya había partido el chófer a recoger al aeropuerto a los duques, que venían a festejar el onomástico de su único hijo.
Como que le daban ganas de que la volvieran a llamar para una misión X-D
El abuelo sonrió divertido, conocía bien a Stevens y sabía que su férreo entrenamiento como mayordomo le impedía poner la cara que seguramente preferiría tener en ese instante, es decir, de estar chupando limones; y decidió liberar al pobre hombre de su sufrimiento.
- Hermosas damas son ustedes unas excelentes organizadoras, tienen todo bajo control, ¿cierto mi estimado Stevens? – el aludido asintió con un firme movimiento de cabeza
- Así es mi lord, sin duda han cubierto cada detalle –
- Excelente, entonces tú y tu equipo pueden encargarse a partir de aquí ¿correcto? – arqueó ligeramente la ceja.
- Por supuesto mi lord, sin duda con las instrucciones de las señoritas podemos tener todo como ellas dispusieron para el festejo del marqués – y seguía impertérrito el hombre.
- Perfecto, siendo así, te robo a las encantadoras damiselas; un anciano como yo es feliz rodeado de tanta juventud y belleza –
Dicho esto y con un amplio y galante movimiento, invitó a las tres amazonas a tomarlo de los brazos y seguirlo. Por supuesto las tres se dieron perfecta cuenta de su verdadera intención… pero decidieron dejar de torturar al pobre Stevens, a fin de cuentas, antes de que ellas tomaran por asalto la mansión, él ya la administraba perfectamente. La cosa era que se divertían horrores haciéndolo rabiar un rato X-D
- ¿Nos contará alguna nueva historia abuelo? – preguntó la Letellier.
- Por supuesto chérie – respondió rápidamente el apuesto señor. – aprovechando que mi nieto no anda por aquí en este momento – guiñó un ojo pícaro.
Las tres jóvenes rieron divertidas, Maia llamó a las amazonas en entrenamiento al salón, para escuchar todas, una nueva aventura de su adorado Liath.
Una vez reunidas en torno al mayor, él nuevamente sonrió y guardó silencio un poco, con la mirada perdida en la lejanía de los recuerdos, y una sonrisa tremendamente pícara en los labios.
- Aprovechando que es el cumpleaños del revoltoso de Terrence, les contaré una pequeña historia sobre una fiesta de cumpleaños, aunque no de él, sí fue protagonista, como siempre. – Arqueó la ceja, mirando a cada una de las guardianas ahí reunidas.
- Si ya era extraño que no estuvieras de aprovechado Henry – la profunda voz del protegido de las amazonas llenó de pronto la estancia, logrando que el mencionado casi diera un brinco del sillón; pero logró disimular bastante bien.
- Mio cuore benvenuto!! – la usualmente tranquila y callada Capitana Moretti saludó efusiva, con brillos destellando en sus enormes amatistas.
- Mon precieux… ven a acompañarnos. – Andreia en un segundo estuvo a su lado y lo tomó de la mano para que se sentara entre ella y la italiana, y aprovecharse de él a sus anchas… digo, protegerlo apropiadamente. =P
- ¡Hola bombón! – la gitana Luna le lanzó un beso toda seductora ella, antes de irse a acomodar tras él; y Terry suspiró, medio hecho a la idea del trato que siempre recibía por parte de todas sus amazonas.
- ¿Qué pretendes contar ahora Henry Terrence Graham? Tan feliz que era en el silencio de la casa… -
- ¡Ja! Feliz, si te he visto lamentarte y estar furioso por no tener a todas tus guardianas revoloteando a tu alrededor últimamente – se burló el hombre.
- ¿En serio mio amore? – Maia preguntó, con la ilusión pintada en su bello rostro.
- Solamente porque no están cumpliendo con su deber como deberían. – Liath se cruzó de brazos.
- Pues no ha sido falta de deseos ma vie… pero tú sabrás si deseas hacer enojar todavía más a Chronos; ¿ves que ha estado influenciando alegremente en Athena para que nos traiga de arriba hacia abajo? – la francesa arqueó la ceja y se cruzó de brazos, en su típica actitud de “¿en serio acabas de decir eso?”.
- ¡Ejem! – el educado carraspeo de Henry se dejó escuchar, reclamando la atención sobre él que perdió en cuanto apareció su bellísimo nieto. – esta anécdota es corta, pero es simpática. – se acomodó en el sillón, recargando la espalda en el amplio respaldo y colocando los brazos en los reposabrazos, antes de cruzar la pierna. Todo un aristócrata de cuna.
- ¿Cómo se llama la historia? – preguntó tímidamente Habibi Sahara, desde su cojín.
- Buena pregunta jovencita – rio Henry – creo que dejaré que ustedes le den título cuando la escuchen – guiñó el ojo a la chica.
- ¿La contarás de una vez abuelo o debemos esperar a mi próximo cumpleaños? – gruñó Terry –
- Impaciente como de costumbre, querido nieto… - suspiró el mayor. - Cuando Terrence contaba con 7 años, sus padres y él fueron invitados a la fiesta de cumpleaños de la hija de los condes de Sussex, que es dos años mayor que este rebelde muchacho. Por supuesto, la jovencita era, y sigue siendo algo pretenciosa, vivo reflejo de su madre y todo lo contrario a su padre, que es una finísima persona. El asunto es que organizaron la tertulia en una soleada tarde, para lucir los jardines de diseño de su lujosa casa. Se suponía que era una comida, organizada según los quisquillosos gustos y exigencias de madre e hija. Por supuesto, el pequeño Terry odiaba con toda su alma estar ahí… ya saben, no le gustan las multitudes. -
- Tampoco la insufrible Jane – acotó el joven marqués, con sonrisa maliciosa, pues obviamente ya había identificado lo que su encantador abuelo contaría.
- Eso no es novedad niño, nunca has sido afecto a la gente en realidad, menos a esos estirados, que tampoco soporto yo, ni tus padres. Pero ese no es el punto. –
Se volvió a acomodar y regresó su vista a las chicas, que ya tenían bebidas y bocadillos en sus manos y comían, en paciente espera.
- La situación es que era una calurosa tarde de mayo, la fiesta era una comida. Por lo que los Grandchester asistieron puntuales a la hora en que los citaron. Es decir a las 13:00 hr.
- Solo a la condesa se le ocurrió hacerlo a esa hora – refunfuñó Terry, para diversión de las amazonas.
- Cierto, ¿pero qué quieres? Jane parece fantasma, necesitaban mostrarla a la luz del sol para poder verla ¡je, je! –
- Como si alguien deseara ver a semejante lagartija – volvió a arremeter el castaño.
- ¡Terrence más respeto con una dama! – lo regañó Henry – sabemos que la mujer es insoportable, pero muestra algo de la galantería Grandchester por Dios. En especial frente a las señoritas –
Y Terry las miró una por una. Todas tenían cara de estar aguantando la risa, solo por no contradecir los regaños del abuelo. Sonrió de lado y guardó silencio.
- ¿Puedo continuar? – esperó medio airado el señor.
- Oh oui! S’il vous plait mi lord… - se apresuró Andreia a responder, tendiéndole un vaso de té helado.
- Merci mademoiselle – dio un sorbo a la bebida y continuó – Bien, pues la fiesta empezó sin contratiempos, la música de la pequeña orquesta amenizaba la reunión, los meseros iban y venían llevando bebidas y algunos bocadillos; los invitados continuaban llegando y las conversaciones se dejaban escuchar en murmullos. Jane se pavoneaba de acá para allá con su madre, dejando ver su escuálida figura y su aburrida melena rubia y corta. Y los minutos pasaron, luego las horas y ni rastros del banquete. Todo mundo, educado por supuesto, solamente seguía consumiendo bebidas y algunos bocados, pero la impaciencia se dejaba sentir en todos los presentes. En pocas palabras, ya nadie hablaba casi, y miraban disimuladamente hacia todos lados, en búsqueda de los alimentos. –
Observó a su público, que dejaron los canapés por la paz un momento, expectantes.
- Total eran las 17:00 hrs y ni rastro de comida. Por supuesto, las normas del decoro y buen anfitrión obligaron a la condesa a pasar por todas y cada una de las mesas saludando e intentando distraer a la concurrencia. Cuando llegó a la mesa de los duques, sus buenas maneras la obligaron a hacer la pregunta más absurda del mundo “¿Hay algo que se les ofrezca?” –
La sonrisa de Terry se hizo más amplia, teñida de picardía total. Cruzó miradas con los grises ojos de su abuelo y asintió, divertido.
- El muy enfurruñado Terrence, que llevaba todo el rato hundido en su silla con el ceño marcado, los brazos cruzados y total cara de fastidio; se espabiló en un segundo, con los ojos brillantes de determinación y furia. El mocoso miró a los ojos primero a Jane y luego a su madre, antes de soltar un airado “Sí, se nos ofrece comer” –
Silencio absoluto por dos segundos… luego la carcajada general, iniciada como no; por Marcela y la Letellier, seguida después por Maia y el resto de las chicas.
Terry sin poder contenerse más también rompió a reír, primero levemente y luego libremente…
- Todos pensaban lo mismo abuelo, admítelo – atinó a decir entre risas.
- Ciertamente, la cara de las mujeres Sussex fue épica ¡ja, ja, ja! Marissa se puso de mil colores, y Jane tan pálida que parecía que vomitaría la avena de su desayuno. ¡ja, ja, ja! –
- Bah, si lo hubiese hecho habría sido muy gracioso que arruinara su horroroso vestido ¡ja, ja, ja! –
- Cierto… aunque bastante ridículo eso sí. – reflexionó Henry – bueno el caso es que mi nieto demostró que sencillamente, él sí tuvo el valor de decir lo que todo mundo pensaba; dejando en un divertido ridículo a ambas pretenciosas. Por supuesto, Eleanor le llamó la atención, pero Richard prácticamente se tuvo que tragar la risa y morderse el labio para no felicitarlo. –
Las chicas dejaron de reír finalmente, y miraron fascinadas a Liath, quien todavía tenía el brillo de la travesura fijo en sus zafíreos orbes.
- Luego de eso, por supuesto que ya nadie se guardó su molestia y todos decidieron retirarse, pues a la condesa no le quedó más remedio que admitir que el servicio de banquetes le había dejado plantada. – se encogió de hombros. – El acontecimiento, que estaba siendo además reportado por algunos medios de espectáculos, fue la comidilla durante varios días. Y mi querido nieto, fue la estrella – le miró sonriente.
- Como siempre – acotó con su clásica arrogancia el ojiazul, logrando que Henry rodase los ojos.
- Tan modesto siempre Terrence –
- Tuve un buen maestro abuelo –
Se dejaron escuchar más risas divertidas, y luego Stevens se presentó en la estancia, anunciando la llegada de los Duques de Grandchester.
Terry se levantó de un salto para ir a recibirlos, siempre era feliz de verlos… así que las Capitanas de la guardia se fueron tras él, como era debido; mientras Henry, Marcela y el resto de las chicas los seguían…
Merci pour lire jolie!!