- Vaya vaya, miren quién nos hace el honor de dignarse aparecer en batalla –
La sedosa voz de Terry se escuchó tras la pantalla de su laptop, donde revisaba los ataques y apoyos de sus amazonas y amazonas honorarias.
Andreia, que había andado todo ese tiempo organizando estrategias y siguiendo de cerca los resultados de cada ataque lanzado, arqueó la ceja al escuchar la ironía de su adorado Liath.
- ¿No me digas que me extrañabas mon amour? – Le respondió sin inmutarse un ápice por el reclamo y acomodándose el guante de su mano izquierda.
- A decir verdad, sí – admitió el guapísimo castaño – Ya extrañaba tus ironías Bruja, pero no extrañaba tu manía por el control – le dijo con su divina sonrisa ladeada y agitando su dedo índice derecho delante de la cara de la ojiverde.
Ella lo miró lanzándole una mirada divertida, y malévola… Se acercó a él, despacio y muy melosa cosa que inquietó bastante a su Liath, quien sin embargo, no se movió.
- Mi manía por el control ¿eh? ¿Te apetece probarla en serio trésor? Tengo por ahí unas esposas que…– le preguntó sugerente y muy cerca de su oído.
- Bruja, tanto tiempo con mi Nerd te ha contagiado sus mañas… - el bello hombre dio dos pasos atrás.
Ella soltó una risa contagiosa; la verdad es que Maia no la sonsacaba para nada, era al revés; pero mejor no sacar del error a su precioso protegido.
- Allez trésor… no sabrás si te gusta hasta que lo pruebes – se volvió a acercar risueña.
Terry miró a su alrededor buscando ayuda y esta llegó en el envase menos esperado, pero igual le dio la bienvenida muy aliviado.
- ¡Henry! ¿Qué haces acá? ¿Cuándo llegaste? – se movió rápido para saludar a su muy encantador abuelo.
El caballero, envuelto en su fino y moderno traje y balanceando su bastón, llegó a zancadas con los jóvenes; ante la mirada traviesa de la Capitana Letellier, que aprovechó para ir a lanzar su ataque del día.
- Vine a pasar el rato en estas entretenidas batallas, ¿qué más podría ser muchacho? – respondió el caballero arqueando la ceja. – Y llegué desde el otro día, pero me entretuve conociendo a todas tus chicas – le guiñó el ojo.
Terry se quedó en silencio, analizando la situación… Si Henry estaba ahí, sus amazonas se distraerían de la batalla fácilmente casi le daban ganas de buscar a sus amigos dorados para que entretuvieran a su abuelo
Bien belles combattants! Porque ustedes lo pidieron, aquí está la segunda travesura de nuestro bello bombón inglés, narrada por el abuelo G… merci pour lire!
.
...
.
Henry mostraba un serio y adusto gesto que nada tenía que ver con su verdadera personalidad, mientras conducía; iba al volante de su maravilloso Rolls Royce Phantom 2019, negro. Llevaba las ventanillas abajo así que el viento alborotaba el plateado cabello, ese que lleva un poco largo y es levemente rizado. Tiene una mirada penetrante y altiva, cualquiera se intimidaría ante él.
Han pasado dos semanas desde que el Décimo sexto Duque de Grandchester visitara la mansión de Knightsbridge, base central de la Fundación K-G, donde las encantadoras amazonas mantienen bien cerca y vigilado a su revoltoso nieto predilecto; y donde les contara esa anécdota de cuando el chiquillo rescató a su primera mascota.
Las vio tan divertidas y fascinadas con la historia a todas, que decidió honrarles con una nueva visita cada vez que pudiese y, claro, contarles una nueva travesura. Además le encantaba ir a ver (¿incordiar?) a su nieto, ése que tan parecido carácter al suyo tiene.
Cuando el retirado duque supo por el mismo Terrence que sería custodiado por una guardia especial, (el actor intentó conseguir que su abuelo lo apoyara y evitarse a las “niñeras”, pero no, no le salió); por supuesto de inmediato se puso en contacto con Richard para conocer el motivo. No fue tan fácil sonsacarle la información a su hijo sobre las razones que lo llevaron a ponerle una guardia personal a Terry; pero él, viejo lobo, sospechaba que evidentemente, todo tenía que ver con el Santuario de Athena. Lo que no esperaba era que fuese una guardia femenina; así que cuando conoció a las capitanas un mes atrás, estuvo de lo más sorprendido; y complacido, claro está.
- ¡Suertudo muchacho! – suspiró el caballero sonoramente - Si esto hubiese sido en mi época, seguro me mandan un par de caballeros de los más feos; en cambio a él le envían un puñado de preciosas amazonas. –
Rio ahora un poco alto, mientras viraba a la derecha dirigiéndose a la imponente y bella reja con un gran escudo de la antigua familia, que marca la entrada a la enorme propiedad del ducado.
Avanzó no muy despacio por el camino empedrado, mismo que está flanqueado por frondosos árboles; es un pequeño bosque el que rodea la construcción principal, la cual queda casi escondida entre el espeso follaje. La señorial y antigua casona es magnífica; la divisó al fondo del camino, pero antes de arribar a la entrada principal, debió rodear una gran fuente que constantemente alegra la vista y los sentidos de los habitantes y visitantes del ahora cuartel. Estacionó el coche en aparente descuido, pero con precisión milimétrica; y de inmediato Stevens, el mayordomo, lo recibió en la puerta.
Henry lo saludó afablemente y le dejó su inseparable chistera, esa que ni de broma deja de usar el abuelo… escuchó que el hombre le preguntó por su bastón, pues bien saben todos que no lo necesita, sino que lo lleva por puro gusto; y estilo, evidentemente ¬¬ obvio ese no lo soltó, le es muy útil, aunque no del modo tradicional. Es un arma defensiva bastante efectiva si se sabe usar apropiadamente; también sirve como señalador y para dar un buen bastonazo a los impertinentes X-D
- Bienvenue encore une fois, votre excellence (Bienvenido una vez más, su excelencia) – se acercó Andreia que lo vio llegar desde que la reja se abrió, e hizo una reverencia protocolaria; antes de levantarse sonriente y extenderle la mano derecha, misma que el caballero besa muy galantemente. – Enchantée de recibirlo nuevamente por aquí. -
- Merci capitaine (Gracias capitana) – el caballero le guiñó el ojo – pero no me llames de ese modo tan formal criatura, ahora el duque es mi hijo, no yo. -
La francesa sonrió encantada y sin dudar tomó el brazo que le fue ofrecido. Este señor era de lo más simpático.
- D’accord Monsieur (de acuerdo señor), pero no me pida que lo llame por su nombre de pila s’il vous plaît, sería demasiado – y le obsequió también un guiño.
- Oh está bien querida, que sea abuelo si prefieres; de todos modos sospecho que todas ustedes desearían ser mis nietas, ¿cierto? – sí, el señor se las sabe de todas todas =P
- ¡Ja, ja, ja! Touché… - la Letellier ni se molestó en ocultarlo, encogiéndose de hombros.
- Chica lista… Y dime ¿dónde están las otras señoritas y el quejoso de Terrence? – cuestionó el elegante y adorable señor.
- ¿Viene a platicarnos una nueva historia abuelo? Las chicas y yo estaremos encantadas de escucharlo… -
- Y yo de contarles, niña – el brillo pícaro en sus grises irises lo delató.
- Y también de ver la cara que pondrá il mio cuore, ¿cierto? – intervino de pronto Maia, salida de quién sabe Athena dónde.
Graham mayor sonrió pícaro antes de acercarse a la italiana. Avanzaron hasta encontrarse y luego del saludo, (idéntico al de la francesa por cierto), Henry ofreció su brazo libre a la otra bella capitana y se dirigieron a la terraza que queda frente al enorme jardín posterior, lugar en el que se encontraban en ese momento la mayoría de las amazonas honorarias; acompañadas de la Amazona de la Empatía, que les daba indicaciones para el acondicionamiento de la tarde.
- Me falta gente – fue el saludo del abuelo al aparecer tras la puerta de vidrio, flanqueado de las capitanas. - ¿Dónde está mi nieto? – cuestionó, alzando una ceja en el más típico gesto Grandchester.
A una seña de Marcela todas las jóvenes se levantaron e hicieron una reverencia también; lo cual logró que el cano caballero rodara los ojos suspirando, en un claro intento por mantener a raya la exasperación que lo invadió de pronto.
- Fue el condenado Terrence quién les indicó que hicieran esto de las reverencias ¿verdad? – todas fingieron demencia… - Lo sabía. Pero ya me las pagará… -
Y señaló con su bastón al frente; pues Maia y Andreia ya se habían soltado de él y daban instrucciones de traer un servicio de té para todos. Fortnum and Mason para el abuelo Grandchester, y té helado para las amazonas.
Henry puso ambas manos en la empuñadura de plata y zafiro de su fino bastón y recargó su peso en él; mirando con diablura a cada una de las jóvenes, que ya lo tenían rodeado para saludarlo, felices de tenerlo de regreso.
Fue Maia quién ofreció la bebida al distinguido visitante cuando el asistente de mayordomo llegó, mientras Marcela lo tomó del brazo y lo llevó a ocupar el sillón que quedaba precisamente frente a la chimenea de exteriores.
- El marqués está en su estudio señor, tiene varias propuestas para la próxima temporada y las está analizando – comenta una de las chicas, respondiendo a la duda expresada anteriormente por el de ojos grises.
- Ah entiendo, por eso están todas aquí ahora mismo – dio un sorbo a su té y disimuló una risa divertida pues todas se habían sentado a su alrededor y estaban expectantes. – ¿Té? – espetó tosiendo un poco – No sabía que fuera tan viejo para tomar esto tan temprano – añadió sarcástico.
Levantó el rostro y notó la mirada que intercambiaban las capitanas y la teniente segunda; sabía que se comunicaban vía cosmo; pero a saber qué dirían.
- Vamos señoritas, suéltenlo - expresó, con amable autoridad.
La Letellier sonrió de lo más divertida y recargó su barbilla en la mano derecha, ladeando la cabeza
- Bien, nos ha pescado abuelo; nos preguntábamos cómo se llama la historia de hoy. –
Definitivamente ignoraron olímpicamente el hecho de que no le gustó que le llevaran la mentada infusión a esas horas de la tarde. Al abuelo no le encantó eso; pero asumió que era por ese firme carácter de ellas que se llevaban tan bien con su inquieto nieto y que podían protegerlo, por supuesto.
- Pues muchacha, más sabe el diablo por viejo… – Henry sonrió de lado, antes de tomar un poco más de su bebida. ¿Pues ya qué?
Las risas generales no se hicieron esperar. El aristócrata se echó hacia atrás, apoyando su amplia espalda en el respaldo del cómodo sillón y colocó los brazos en los reposa-brazos del mismo; las mantuvo en suspenso algunos segundos antes de anunciar solemnemente.
- La historia de hoy se llama “El pequeño destajador” –
Y las amazonas honorarias contuvieron la carcajada; no así las Amazonas del Hielo y de la Empatía, que reían sin vergüenza alguna; Maia también lo hacía, pero era más discreta.
Henry, con una expresión de diablura sospechosamente parecida a la de su guapísimo nieto, se aclaró la garganta antes de iniciar su relato
- Ese día, un sábado por la mañana; estaban mi hijo y mi hermosa nuera ultimando detalles de la recepción que darían esa tarde, para festejar el cumpleaños de la duquesa. Ya saben; que si el banquete, que si la música, flores y todas esas cosas en las que las mujeres suelen enredarnos a sus pobres maridos - el ex duque gesticula ampliamente con ambas manos, algo teatral.
Se escucharon unas risitas de las chicas.
- Por supuesto, todo el servicio de la casa estaban ocupados también; así que poco prestaban atención a cierto diablillo que todos aquí conocemos – las jóvenes suspiraron enternecidas. – Nadie sospechaba lo que el condenado mocoso estaría haciendo en ese momento, ya que lo habían dejado jugando en su habitación muy tranquilo, después de desayunar y de que Eleanor lo bañase; y antes de vestirlo para el evento. Por cierto, era un traje muy elegante y según yo, demasiado costoso; es decir, Terry solía correr mucho, jugar y treparse a cuanto mueble y árbol encontraba, y terminaba con la ropa arruinada en menos de 4 horas, por lo que ni caso había; pero eso se los contaré otro día. -
El abuelo miró con disimulo por si el aludido se asomaba, pero no vio rastro suyo, todavía; así que continuó el relato, que tenía muy encantado a su inquieto público.
- El caso es que el dichoso traje era uno de esos típicos de marinero; ya saben, pantalones cortos y saco de manga larga; azul marino, con corbatín rojo e inmaculada camisa blanca, ¡una monada! O eso decían las mujeres, para mí era horrible y compadecía al pobre niño. – Las chicas soltaron la risa sin remedio. – De hecho – agregó Henry, inclinándose un poco al frente – no sé por qué razón le encantaba a mi nuera vestirlo de ese modo; ni que estuviéramos en 1900 – rodó los ojos. – En fin, pasaron algunas horas en las que todos corrían de un lado a otro, mi hijo metido en su despacho y Eleanor arreglándose; finalmente se acordaron que tenían un pillo y muy travieso hijo de 5 años que hacía un muy buen rato no hacía ruido alguno -
Hizo una pausa para acomodarse con elegancia los puños de su camisa, que por el constante movimiento se habían escondido un poco dentro del saco; así que los jaló levemente para dejar que se vieran los reglamentarios dos centímetros y las mancuernillas.
- Ustedes señoritas no lo saben, pero cuando un niño revoltoso está en silencio, es para tener terror; y peor si es uno como mi adorado nieto. – Más risas femeninas muy divertidas.
- Escuché eso Henry –
Tronó la profunda voz de Terrence desde adentro de la casa, ya que igualmente pensó que había mucho silencio y decidió ir a averiguar dónde estaban sus amazonas; le daban escalofríos de pensar en las diabluras que estarían tramando.
- ¿Así saludas a tu abuelo favorito? – fingió ofenderse el caballero. Terry rodó los ojos.
- ¿Favorito? Eres el único que tengo vivo – se acercó a darle un abrazo.
Luego paseó sus preciosos ojos por todas las chicas, que estaban sentadas en corro alrededor del mayor, algunas incluso en el piso; cual doncellas alrededor de su señor. Resopló…
- No quiero saber qué les estás contando ahora – agregó, acomodándose en una silla que encontró vacía, un poco alejado del grupo.
- Nada que no sepas, porque no eras ningún santo Terrence – le respondió el abuelo G, mirándolo con algo de regaño en los grises orbes. – Dudo que hayas olvidado tus correrías – lo acusó entrecerrando los ojos.
- Mon Dieu… pourriez-vous quitter votre discussion s’il vous plaît? (Dios mío ¿Podrían dejar su discusión por favor?) Queremos conocer el resto de la historia del pequeño destajador. – Soltó Andreia, divertidísima por la cara de susto que puso su Liath al escucharla.
- ¿Destajador? – se enderezó de inmediato de la cómoda posición que había tomado.
Su abuelo sonrió endiablado y lo ignoró, volviéndose a su audiencia, que esperaban muy sonrientes.
- ¿Saben por qué Terrence no hizo ningún ruido en todo ese rato? – las chicas negaron levemente. – Pues… cuando sus padres lo localizaron, se dieron cuenta, finalmente, que su adorado angelito odiaba con toda su alma esos trapos de marinerito que lo obligaban a usar. –
Terry se puso alerta, en ese instante reconoció de qué hablaba su abuelo; lo miró entrecerrando sus ojitos preciosos, intentando advertirle, pero para lo que le sirvió =P
- El escuincle de 5 años se las arregló para encontrar unas tijeras, y, con ellas, se dedicó a “rediseñar” el carísimo traje nuevo, y todos los demás que sacó de su armario –
Expresiones de asombro seguidas de abiertas carcajadas no se hicieron esperar, las amazonas y amazonas honorarias no podían parar de reír, el pobre actor trataba de mantener su fachada de indignado; pero la realidad es que terminó rindiéndose y se unió al alegre coro de risas.
- Imagínense la cara que puso Eleanor cuando encontró a su “bebé” envuelto en retazos y trozos diminutos de terciopelos, sedas y encaje, muy feliz por haberse deshecho de esas “cosas feas” como él mismo las llamó. Y justo media hora antes de que llegaran sus invitados ¡ja, ja, ja! - Todas lo miraron asombradas – Miren, creo que tengo una fotografía por aquí de cuando usaba uno -
- ¡No te atrevas Henry Terrence Graham! – ladró de repente Terry, quien de una zancada ya estaba al lado de su abuelo.
Pero fue tarde, Maia ya tenía en la mano el Smartphone de Henry, donde llevaba algunas imágenes digitalizadas, sus favoritas por supuesto. Mientras Andreia pescó del brazo a su Liath para evitar que arrancara el celular del poder de su Nerd, esta mostró la foto a todas, que hasta permitieron que sus cosmos titilaran de ternura al ver a un pequeño Terry con uno de esos trajes. Se le veía sonriente al menos.
El abuelo moría de risa junto con las chicas, mientras les especificaba que usualmente el chamuco, digo, chamaco; tenía cara de enfurruñado cuando lo hacían vestir así.
- Ninguno de los bodrios esos quedó siquiera mínimamente utilizable; y este muchacho dejó bien claro que a él, nadie sería capaz de imponerle nada que no le gustara. –
Por supuesto, el orgullo del mayor brilló por completo en su mirada gris; misma que fue correspondida por una intensa y divertida verdiazul.
- Se libró de esa ropa y Eleanor se resignó a vestirlo normal y no como muñeco de los 20’s; pero de lo que no se escapó fue del merecido castigo puesto que se arriesgó a lastimarse seriamente al usar unas enormes tijeras. Aunque siendo tan pequeño fue admirable la precisión que mostró al emplearlas - se mesó la barba arqueando la ceja. – Y también el cómo se escabulló en el cuarto de herramientas para robárselas, sin que absolutamente nadie se diese cuenta. Pero bueno, lo dejaron sin postre por una semana; aunque al condenado poco le importó. –
- Sabes que no soy demasiado afecto a los postres abuelo – fue la socarrona respuesta de Terry, mirando por cierto, a su Gitana; vaya una a saber por qué X-D
- Pues a nosotras sí nos gustan brioșul meu delicios (mi delicioso muffin) – respondió pícara la rumana.
El aristócrata mayor miró sin decir nada, sospechando que eso de los postres nada tenía que ver con pasteles, pudines o cosas así, pero omitió comentar algo al respecto; ya lo aprovecharía luego.
Henry miró con suspicacia al castaño, quien se cruzó de brazos y miró hacia otro lado.
- Bien mis encantadoras damas, esta ha sido la travesura de hoy; ahora ya saben que este muchacho fue un pequeño destajador de trajes horrorosos. –
Todo mundo volvió a reír y entonces el abuelo se levantó acomodándose el saco y tomando su bastón. Volvió a ofrecer sus brazos y esta vez fueron dos de las jóvenes amazonas honorarias quienes felices se colgaron de él, mientras lo miraban como quien mira a un admirado maestro.
Liath se quedó con las manos en jarras, pues parecía que otra vez lo dejarían abandonado ahí; es decir, las mujeres se arremolinaron alrededor del ex duque como abejas alrededor de panal; sin embargo…
- Mon amour – le susurró su Bruja al oído, al tiempo que Moretti le tomaba el brazo y Marcela lo empujaba. – Allez, vamos a cenar, tu maravilloso abuelo se acaba de invitar. –
El hermoso ojiazul suspiró resignado, ¿era entonces cierto que vendría cada quince días? Tendría que inventarse algo la siguiente vez y ganarle la partida…
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Y así seguimos en combate mes amies... esperamos que hayan disfrutado la aventura de hoy, merci!!
La sedosa voz de Terry se escuchó tras la pantalla de su laptop, donde revisaba los ataques y apoyos de sus amazonas y amazonas honorarias.
Andreia, que había andado todo ese tiempo organizando estrategias y siguiendo de cerca los resultados de cada ataque lanzado, arqueó la ceja al escuchar la ironía de su adorado Liath.
- ¿No me digas que me extrañabas mon amour? – Le respondió sin inmutarse un ápice por el reclamo y acomodándose el guante de su mano izquierda.
- A decir verdad, sí – admitió el guapísimo castaño – Ya extrañaba tus ironías Bruja, pero no extrañaba tu manía por el control – le dijo con su divina sonrisa ladeada y agitando su dedo índice derecho delante de la cara de la ojiverde.
Ella lo miró lanzándole una mirada divertida, y malévola… Se acercó a él, despacio y muy melosa cosa que inquietó bastante a su Liath, quien sin embargo, no se movió.
- Mi manía por el control ¿eh? ¿Te apetece probarla en serio trésor? Tengo por ahí unas esposas que…– le preguntó sugerente y muy cerca de su oído.
- Bruja, tanto tiempo con mi Nerd te ha contagiado sus mañas… - el bello hombre dio dos pasos atrás.
Ella soltó una risa contagiosa; la verdad es que Maia no la sonsacaba para nada, era al revés; pero mejor no sacar del error a su precioso protegido.
- Allez trésor… no sabrás si te gusta hasta que lo pruebes – se volvió a acercar risueña.
Terry miró a su alrededor buscando ayuda y esta llegó en el envase menos esperado, pero igual le dio la bienvenida muy aliviado.
- ¡Henry! ¿Qué haces acá? ¿Cuándo llegaste? – se movió rápido para saludar a su muy encantador abuelo.
El caballero, envuelto en su fino y moderno traje y balanceando su bastón, llegó a zancadas con los jóvenes; ante la mirada traviesa de la Capitana Letellier, que aprovechó para ir a lanzar su ataque del día.
- Vine a pasar el rato en estas entretenidas batallas, ¿qué más podría ser muchacho? – respondió el caballero arqueando la ceja. – Y llegué desde el otro día, pero me entretuve conociendo a todas tus chicas – le guiñó el ojo.
Terry se quedó en silencio, analizando la situación… Si Henry estaba ahí, sus amazonas se distraerían de la batalla fácilmente casi le daban ganas de buscar a sus amigos dorados para que entretuvieran a su abuelo
Bien belles combattants! Porque ustedes lo pidieron, aquí está la segunda travesura de nuestro bello bombón inglés, narrada por el abuelo G… merci pour lire!
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Henry mostraba un serio y adusto gesto que nada tenía que ver con su verdadera personalidad, mientras conducía; iba al volante de su maravilloso Rolls Royce Phantom 2019, negro. Llevaba las ventanillas abajo así que el viento alborotaba el plateado cabello, ese que lleva un poco largo y es levemente rizado. Tiene una mirada penetrante y altiva, cualquiera se intimidaría ante él.
Han pasado dos semanas desde que el Décimo sexto Duque de Grandchester visitara la mansión de Knightsbridge, base central de la Fundación K-G, donde las encantadoras amazonas mantienen bien cerca y vigilado a su revoltoso nieto predilecto; y donde les contara esa anécdota de cuando el chiquillo rescató a su primera mascota.
Las vio tan divertidas y fascinadas con la historia a todas, que decidió honrarles con una nueva visita cada vez que pudiese y, claro, contarles una nueva travesura. Además le encantaba ir a ver (¿incordiar?) a su nieto, ése que tan parecido carácter al suyo tiene.
Cuando el retirado duque supo por el mismo Terrence que sería custodiado por una guardia especial, (el actor intentó conseguir que su abuelo lo apoyara y evitarse a las “niñeras”, pero no, no le salió); por supuesto de inmediato se puso en contacto con Richard para conocer el motivo. No fue tan fácil sonsacarle la información a su hijo sobre las razones que lo llevaron a ponerle una guardia personal a Terry; pero él, viejo lobo, sospechaba que evidentemente, todo tenía que ver con el Santuario de Athena. Lo que no esperaba era que fuese una guardia femenina; así que cuando conoció a las capitanas un mes atrás, estuvo de lo más sorprendido; y complacido, claro está.
- ¡Suertudo muchacho! – suspiró el caballero sonoramente - Si esto hubiese sido en mi época, seguro me mandan un par de caballeros de los más feos; en cambio a él le envían un puñado de preciosas amazonas. –
Rio ahora un poco alto, mientras viraba a la derecha dirigiéndose a la imponente y bella reja con un gran escudo de la antigua familia, que marca la entrada a la enorme propiedad del ducado.
Avanzó no muy despacio por el camino empedrado, mismo que está flanqueado por frondosos árboles; es un pequeño bosque el que rodea la construcción principal, la cual queda casi escondida entre el espeso follaje. La señorial y antigua casona es magnífica; la divisó al fondo del camino, pero antes de arribar a la entrada principal, debió rodear una gran fuente que constantemente alegra la vista y los sentidos de los habitantes y visitantes del ahora cuartel. Estacionó el coche en aparente descuido, pero con precisión milimétrica; y de inmediato Stevens, el mayordomo, lo recibió en la puerta.
Henry lo saludó afablemente y le dejó su inseparable chistera, esa que ni de broma deja de usar el abuelo… escuchó que el hombre le preguntó por su bastón, pues bien saben todos que no lo necesita, sino que lo lleva por puro gusto; y estilo, evidentemente ¬¬ obvio ese no lo soltó, le es muy útil, aunque no del modo tradicional. Es un arma defensiva bastante efectiva si se sabe usar apropiadamente; también sirve como señalador y para dar un buen bastonazo a los impertinentes X-D
- Bienvenue encore une fois, votre excellence (Bienvenido una vez más, su excelencia) – se acercó Andreia que lo vio llegar desde que la reja se abrió, e hizo una reverencia protocolaria; antes de levantarse sonriente y extenderle la mano derecha, misma que el caballero besa muy galantemente. – Enchantée de recibirlo nuevamente por aquí. -
- Merci capitaine (Gracias capitana) – el caballero le guiñó el ojo – pero no me llames de ese modo tan formal criatura, ahora el duque es mi hijo, no yo. -
La francesa sonrió encantada y sin dudar tomó el brazo que le fue ofrecido. Este señor era de lo más simpático.
- D’accord Monsieur (de acuerdo señor), pero no me pida que lo llame por su nombre de pila s’il vous plaît, sería demasiado – y le obsequió también un guiño.
- Oh está bien querida, que sea abuelo si prefieres; de todos modos sospecho que todas ustedes desearían ser mis nietas, ¿cierto? – sí, el señor se las sabe de todas todas =P
- ¡Ja, ja, ja! Touché… - la Letellier ni se molestó en ocultarlo, encogiéndose de hombros.
- Chica lista… Y dime ¿dónde están las otras señoritas y el quejoso de Terrence? – cuestionó el elegante y adorable señor.
- ¿Viene a platicarnos una nueva historia abuelo? Las chicas y yo estaremos encantadas de escucharlo… -
- Y yo de contarles, niña – el brillo pícaro en sus grises irises lo delató.
- Y también de ver la cara que pondrá il mio cuore, ¿cierto? – intervino de pronto Maia, salida de quién sabe Athena dónde.
Graham mayor sonrió pícaro antes de acercarse a la italiana. Avanzaron hasta encontrarse y luego del saludo, (idéntico al de la francesa por cierto), Henry ofreció su brazo libre a la otra bella capitana y se dirigieron a la terraza que queda frente al enorme jardín posterior, lugar en el que se encontraban en ese momento la mayoría de las amazonas honorarias; acompañadas de la Amazona de la Empatía, que les daba indicaciones para el acondicionamiento de la tarde.
- Me falta gente – fue el saludo del abuelo al aparecer tras la puerta de vidrio, flanqueado de las capitanas. - ¿Dónde está mi nieto? – cuestionó, alzando una ceja en el más típico gesto Grandchester.
A una seña de Marcela todas las jóvenes se levantaron e hicieron una reverencia también; lo cual logró que el cano caballero rodara los ojos suspirando, en un claro intento por mantener a raya la exasperación que lo invadió de pronto.
- Fue el condenado Terrence quién les indicó que hicieran esto de las reverencias ¿verdad? – todas fingieron demencia… - Lo sabía. Pero ya me las pagará… -
Y señaló con su bastón al frente; pues Maia y Andreia ya se habían soltado de él y daban instrucciones de traer un servicio de té para todos. Fortnum and Mason para el abuelo Grandchester, y té helado para las amazonas.
Henry puso ambas manos en la empuñadura de plata y zafiro de su fino bastón y recargó su peso en él; mirando con diablura a cada una de las jóvenes, que ya lo tenían rodeado para saludarlo, felices de tenerlo de regreso.
Fue Maia quién ofreció la bebida al distinguido visitante cuando el asistente de mayordomo llegó, mientras Marcela lo tomó del brazo y lo llevó a ocupar el sillón que quedaba precisamente frente a la chimenea de exteriores.
- El marqués está en su estudio señor, tiene varias propuestas para la próxima temporada y las está analizando – comenta una de las chicas, respondiendo a la duda expresada anteriormente por el de ojos grises.
- Ah entiendo, por eso están todas aquí ahora mismo – dio un sorbo a su té y disimuló una risa divertida pues todas se habían sentado a su alrededor y estaban expectantes. – ¿Té? – espetó tosiendo un poco – No sabía que fuera tan viejo para tomar esto tan temprano – añadió sarcástico.
Levantó el rostro y notó la mirada que intercambiaban las capitanas y la teniente segunda; sabía que se comunicaban vía cosmo; pero a saber qué dirían.
- Vamos señoritas, suéltenlo - expresó, con amable autoridad.
La Letellier sonrió de lo más divertida y recargó su barbilla en la mano derecha, ladeando la cabeza
- Bien, nos ha pescado abuelo; nos preguntábamos cómo se llama la historia de hoy. –
Definitivamente ignoraron olímpicamente el hecho de que no le gustó que le llevaran la mentada infusión a esas horas de la tarde. Al abuelo no le encantó eso; pero asumió que era por ese firme carácter de ellas que se llevaban tan bien con su inquieto nieto y que podían protegerlo, por supuesto.
- Pues muchacha, más sabe el diablo por viejo… – Henry sonrió de lado, antes de tomar un poco más de su bebida. ¿Pues ya qué?
Las risas generales no se hicieron esperar. El aristócrata se echó hacia atrás, apoyando su amplia espalda en el respaldo del cómodo sillón y colocó los brazos en los reposa-brazos del mismo; las mantuvo en suspenso algunos segundos antes de anunciar solemnemente.
- La historia de hoy se llama “El pequeño destajador” –
Y las amazonas honorarias contuvieron la carcajada; no así las Amazonas del Hielo y de la Empatía, que reían sin vergüenza alguna; Maia también lo hacía, pero era más discreta.
Henry, con una expresión de diablura sospechosamente parecida a la de su guapísimo nieto, se aclaró la garganta antes de iniciar su relato
- Ese día, un sábado por la mañana; estaban mi hijo y mi hermosa nuera ultimando detalles de la recepción que darían esa tarde, para festejar el cumpleaños de la duquesa. Ya saben; que si el banquete, que si la música, flores y todas esas cosas en las que las mujeres suelen enredarnos a sus pobres maridos - el ex duque gesticula ampliamente con ambas manos, algo teatral.
Se escucharon unas risitas de las chicas.
- Por supuesto, todo el servicio de la casa estaban ocupados también; así que poco prestaban atención a cierto diablillo que todos aquí conocemos – las jóvenes suspiraron enternecidas. – Nadie sospechaba lo que el condenado mocoso estaría haciendo en ese momento, ya que lo habían dejado jugando en su habitación muy tranquilo, después de desayunar y de que Eleanor lo bañase; y antes de vestirlo para el evento. Por cierto, era un traje muy elegante y según yo, demasiado costoso; es decir, Terry solía correr mucho, jugar y treparse a cuanto mueble y árbol encontraba, y terminaba con la ropa arruinada en menos de 4 horas, por lo que ni caso había; pero eso se los contaré otro día. -
El abuelo miró con disimulo por si el aludido se asomaba, pero no vio rastro suyo, todavía; así que continuó el relato, que tenía muy encantado a su inquieto público.
- El caso es que el dichoso traje era uno de esos típicos de marinero; ya saben, pantalones cortos y saco de manga larga; azul marino, con corbatín rojo e inmaculada camisa blanca, ¡una monada! O eso decían las mujeres, para mí era horrible y compadecía al pobre niño. – Las chicas soltaron la risa sin remedio. – De hecho – agregó Henry, inclinándose un poco al frente – no sé por qué razón le encantaba a mi nuera vestirlo de ese modo; ni que estuviéramos en 1900 – rodó los ojos. – En fin, pasaron algunas horas en las que todos corrían de un lado a otro, mi hijo metido en su despacho y Eleanor arreglándose; finalmente se acordaron que tenían un pillo y muy travieso hijo de 5 años que hacía un muy buen rato no hacía ruido alguno -
Hizo una pausa para acomodarse con elegancia los puños de su camisa, que por el constante movimiento se habían escondido un poco dentro del saco; así que los jaló levemente para dejar que se vieran los reglamentarios dos centímetros y las mancuernillas.
- Ustedes señoritas no lo saben, pero cuando un niño revoltoso está en silencio, es para tener terror; y peor si es uno como mi adorado nieto. – Más risas femeninas muy divertidas.
- Escuché eso Henry –
Tronó la profunda voz de Terrence desde adentro de la casa, ya que igualmente pensó que había mucho silencio y decidió ir a averiguar dónde estaban sus amazonas; le daban escalofríos de pensar en las diabluras que estarían tramando.
- ¿Así saludas a tu abuelo favorito? – fingió ofenderse el caballero. Terry rodó los ojos.
- ¿Favorito? Eres el único que tengo vivo – se acercó a darle un abrazo.
Luego paseó sus preciosos ojos por todas las chicas, que estaban sentadas en corro alrededor del mayor, algunas incluso en el piso; cual doncellas alrededor de su señor. Resopló…
- No quiero saber qué les estás contando ahora – agregó, acomodándose en una silla que encontró vacía, un poco alejado del grupo.
- Nada que no sepas, porque no eras ningún santo Terrence – le respondió el abuelo G, mirándolo con algo de regaño en los grises orbes. – Dudo que hayas olvidado tus correrías – lo acusó entrecerrando los ojos.
- Mon Dieu… pourriez-vous quitter votre discussion s’il vous plaît? (Dios mío ¿Podrían dejar su discusión por favor?) Queremos conocer el resto de la historia del pequeño destajador. – Soltó Andreia, divertidísima por la cara de susto que puso su Liath al escucharla.
- ¿Destajador? – se enderezó de inmediato de la cómoda posición que había tomado.
Su abuelo sonrió endiablado y lo ignoró, volviéndose a su audiencia, que esperaban muy sonrientes.
- ¿Saben por qué Terrence no hizo ningún ruido en todo ese rato? – las chicas negaron levemente. – Pues… cuando sus padres lo localizaron, se dieron cuenta, finalmente, que su adorado angelito odiaba con toda su alma esos trapos de marinerito que lo obligaban a usar. –
Terry se puso alerta, en ese instante reconoció de qué hablaba su abuelo; lo miró entrecerrando sus ojitos preciosos, intentando advertirle, pero para lo que le sirvió =P
- El escuincle de 5 años se las arregló para encontrar unas tijeras, y, con ellas, se dedicó a “rediseñar” el carísimo traje nuevo, y todos los demás que sacó de su armario –
Expresiones de asombro seguidas de abiertas carcajadas no se hicieron esperar, las amazonas y amazonas honorarias no podían parar de reír, el pobre actor trataba de mantener su fachada de indignado; pero la realidad es que terminó rindiéndose y se unió al alegre coro de risas.
- Imagínense la cara que puso Eleanor cuando encontró a su “bebé” envuelto en retazos y trozos diminutos de terciopelos, sedas y encaje, muy feliz por haberse deshecho de esas “cosas feas” como él mismo las llamó. Y justo media hora antes de que llegaran sus invitados ¡ja, ja, ja! - Todas lo miraron asombradas – Miren, creo que tengo una fotografía por aquí de cuando usaba uno -
- ¡No te atrevas Henry Terrence Graham! – ladró de repente Terry, quien de una zancada ya estaba al lado de su abuelo.
Pero fue tarde, Maia ya tenía en la mano el Smartphone de Henry, donde llevaba algunas imágenes digitalizadas, sus favoritas por supuesto. Mientras Andreia pescó del brazo a su Liath para evitar que arrancara el celular del poder de su Nerd, esta mostró la foto a todas, que hasta permitieron que sus cosmos titilaran de ternura al ver a un pequeño Terry con uno de esos trajes. Se le veía sonriente al menos.
El abuelo moría de risa junto con las chicas, mientras les especificaba que usualmente el chamuco, digo, chamaco; tenía cara de enfurruñado cuando lo hacían vestir así.
- Ninguno de los bodrios esos quedó siquiera mínimamente utilizable; y este muchacho dejó bien claro que a él, nadie sería capaz de imponerle nada que no le gustara. –
Por supuesto, el orgullo del mayor brilló por completo en su mirada gris; misma que fue correspondida por una intensa y divertida verdiazul.
- Se libró de esa ropa y Eleanor se resignó a vestirlo normal y no como muñeco de los 20’s; pero de lo que no se escapó fue del merecido castigo puesto que se arriesgó a lastimarse seriamente al usar unas enormes tijeras. Aunque siendo tan pequeño fue admirable la precisión que mostró al emplearlas - se mesó la barba arqueando la ceja. – Y también el cómo se escabulló en el cuarto de herramientas para robárselas, sin que absolutamente nadie se diese cuenta. Pero bueno, lo dejaron sin postre por una semana; aunque al condenado poco le importó. –
- Sabes que no soy demasiado afecto a los postres abuelo – fue la socarrona respuesta de Terry, mirando por cierto, a su Gitana; vaya una a saber por qué X-D
- Pues a nosotras sí nos gustan brioșul meu delicios (mi delicioso muffin) – respondió pícara la rumana.
El aristócrata mayor miró sin decir nada, sospechando que eso de los postres nada tenía que ver con pasteles, pudines o cosas así, pero omitió comentar algo al respecto; ya lo aprovecharía luego.
Henry miró con suspicacia al castaño, quien se cruzó de brazos y miró hacia otro lado.
- Bien mis encantadoras damas, esta ha sido la travesura de hoy; ahora ya saben que este muchacho fue un pequeño destajador de trajes horrorosos. –
Todo mundo volvió a reír y entonces el abuelo se levantó acomodándose el saco y tomando su bastón. Volvió a ofrecer sus brazos y esta vez fueron dos de las jóvenes amazonas honorarias quienes felices se colgaron de él, mientras lo miraban como quien mira a un admirado maestro.
Liath se quedó con las manos en jarras, pues parecía que otra vez lo dejarían abandonado ahí; es decir, las mujeres se arremolinaron alrededor del ex duque como abejas alrededor de panal; sin embargo…
- Mon amour – le susurró su Bruja al oído, al tiempo que Moretti le tomaba el brazo y Marcela lo empujaba. – Allez, vamos a cenar, tu maravilloso abuelo se acaba de invitar. –
El hermoso ojiazul suspiró resignado, ¿era entonces cierto que vendría cada quince días? Tendría que inventarse algo la siguiente vez y ganarle la partida…
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Y así seguimos en combate mes amies... esperamos que hayan disfrutado la aventura de hoy, merci!!