Amar sin fronteras.
Capitulo III.
Las semanas transcurrieron con rapidez, George había intentado disuadir a la tía Elroy para que al menos esperara a que William regresara de su viaje pues tanto ella como los Legan, tendrían que enfrentarse a la furia del bis abuelo por no informarle de los planes que tenían para Candice y pasar por encima de su autoridad. Sin embargo, aquello no le importo a Elroy, no le interesaba si llegaba a tener un enfrentamiento con el patriarca de la familia, pues según los planes de William, para cuando regresara a Estados Unidos, ya sería muy tarde para detener el matrimonio entre Candy y Neil.
Por su parte, el peli rojo, cada día, a cada momento, no paraba de torturar a la rubia, con la amenaza que esta le propinara a Neil de detener ese matrimonio le costara lo que le costara. Este no tardo en revirarle las amenazas.
-¡atrévete Candy! Y las únicas personas que pagaran las consecuencias, serán esos huérfanos mugrosos y harapientos del hogar de Pony y con ellos esas mujeres que los cuidan, no me conoces, aun no sabes de lo que soy capaz de hacer si tratas de retarme. Ya no tienes a ese ingles que siempre cuidaba de tus espaldas y Archivald, no es lo suficientemente hombre para enfrentarse a la tía abuela Elroy.
Candy, con la sola mención de Terry, no pudo siquiera contener el llanto y Neil no perdió el momento para hurgar en la herida que todavía sangraba.
-aun lo amas Candice… ¿no lo has olvidado, verdad? Pues déjame decirte que ese actorsucho es tan feliz al lado de Susana Marlow. Todas las revistas hablan de la excelente pareja que hacen. Imagínate que dirían si tú estuvieras a su lado, ya me lo imagino “Duque enamorado de una huérfana” serian el hazme reír de todo Estados Unidos.
-¡cállate Neil! – Candy, con gruesas lagrimas empañando su rostro sin poderlas detener- ¿por qué haces esto? Para ya, por favor
Con el corazón adolorido, la chica se dejó caer a un costado de la cama tomando entre los apretados puños la ropa de cama. Cuanto deseaba al menos, poder tener a Albert a su lado, a su cómplice, en el que podía depositar su total confianza, sabiendo que entre aquellos brazos siempre encontraría consuelo y un hogar para refugiarse. Siempre habría sido de esa forma.
George, con todo el cariño que le tenía a Candy, no se detendría en hallar la forma de traer de regreso a américa al señor William, al no lograr convencer a la vieja Elroy. Inmediatamente envió un telegrama al patriarca Ardley, informándole todo lo acontecido con su protegida.
William se encontraba en África, pues este probablemente sería su último viaje que hiciera de placer, sus días de viajero habían llegado a su fin y de ahora en adelante tendría que estar al frente de las empresas Ardley y desde luego, al frente de la familia, tomando las decisiones que había postergado por tanto tiempo.
Pronto, muy pronto harían todo ese aburrido protocolo en el que la tía Elroy lo presentara ante toda la familia que nunca lo había visto. Solo algunas personas conocían el rostro del que fuera el bis abuelo, cabeza de la familia Ardley.
Semanas antes de que se celebrara aquel compromiso, por fin llegaban noticias del señor William, informándole a George que detuviera la pantomima que pretendían llevar a cabo los Legan, y que regresaría lo antes posible a enfrentar tal situación con la tía Elroy.
Sin embargo, ese telegrama al momento en el que llegara a la mansión de Chicago, Elisa por asares del destino, se encontraba ahí. Con el pretexto de involucrar a Candy en las decisiones del matrimonio, aunque las intenciones de la peli roja en realidad eran otras, gozaba haciéndola sufrir y verla derrotada. Elisa había llegado muy temprano y en el instante en que ingresaba a la casa, la muchachita de servicio recibía correspondencia con carácter de urgente dirigida al señor George Johnson.
La peli roja no era tonta, la intuición le gritaba que no eran noticias buenas para ella.
-¡he! Tú… tráeme un vaso con agua inmediatamente, deja eso por ahí, puede esperar y date prisa.
La pequeña joven, no podía negarse, de sobra conocía el feroz carácter de Elisa Legan, si alguien osaba contradecirla, el castigo seria ejemplar, total, el encargo para George podría esperar un momento más.
En el momento en que la muchachita de servicio se dirigió a la cocina, por descuido dejo el telegrama al alcance de Elisa, la cual, no perdió la oportunidad de hurtarlo, esconderlo entre sus ropas y salir huyendo de la mansión de Chicago.
De vuelta en la mansión Legan.
-Neil, debes encontrar la manera de que Candy acepte este matrimonio o nos provocara graves problemas con el bis abuelo, él ya está enterado y viene de regreso
-no te preocupes hermanita, Candy sabe cuáles serán las consecuencias si sigue empeñándose en involucrar al viejo
-¿estás seguro que todo está bajo control? Nada debe salir mal, recuerda cuales son nuestros planes, Neil
-¡lo sé! todo saldrá según lo acordado
El día tan esperado llegaba, Neil enfundado en un traje sastre color negro y ajustado a su esbelta figura, esperaba por Candice frente a un altar improvisado en los jardines de Lakewood, mientras la rubia, estaba segura que a cada paso que daba acercándose a aquel lugar, firmaría su sentencia de muerte.
A la distancia, Archie y Annie, no daban crédito de en qué momento las circunstancias habían llevado a Candy a terminar ahí, al lado de Neil. No podían hacer nada, pues la rubia les pidió no intervenir, ella estaba segura que el bis abuelo no permitiría que se casara, no podría forzarla a estar con un hombre al que no amaba.
Sin más, la ceremonia se realizó sin contra tiempos. Aquel día sombrío y frio, Candice y Neil Legan quedaron unidos en matrimonio para toda la vida.
-¡Candy! –se escuchó un grito a la distancia e inmediatamente todos los invitados y el recién matrimonio voltearon a mirar de dónde provenía aquel grito. La rubia, sorprendida, camina hacia el hombre que se encuentra de pie observándola del otro lado del jardín.
-¡Albert!...
Continuara…
Las semanas transcurrieron con rapidez, George había intentado disuadir a la tía Elroy para que al menos esperara a que William regresara de su viaje pues tanto ella como los Legan, tendrían que enfrentarse a la furia del bis abuelo por no informarle de los planes que tenían para Candice y pasar por encima de su autoridad. Sin embargo, aquello no le importo a Elroy, no le interesaba si llegaba a tener un enfrentamiento con el patriarca de la familia, pues según los planes de William, para cuando regresara a Estados Unidos, ya sería muy tarde para detener el matrimonio entre Candy y Neil.
Por su parte, el peli rojo, cada día, a cada momento, no paraba de torturar a la rubia, con la amenaza que esta le propinara a Neil de detener ese matrimonio le costara lo que le costara. Este no tardo en revirarle las amenazas.
-¡atrévete Candy! Y las únicas personas que pagaran las consecuencias, serán esos huérfanos mugrosos y harapientos del hogar de Pony y con ellos esas mujeres que los cuidan, no me conoces, aun no sabes de lo que soy capaz de hacer si tratas de retarme. Ya no tienes a ese ingles que siempre cuidaba de tus espaldas y Archivald, no es lo suficientemente hombre para enfrentarse a la tía abuela Elroy.
Candy, con la sola mención de Terry, no pudo siquiera contener el llanto y Neil no perdió el momento para hurgar en la herida que todavía sangraba.
-aun lo amas Candice… ¿no lo has olvidado, verdad? Pues déjame decirte que ese actorsucho es tan feliz al lado de Susana Marlow. Todas las revistas hablan de la excelente pareja que hacen. Imagínate que dirían si tú estuvieras a su lado, ya me lo imagino “Duque enamorado de una huérfana” serian el hazme reír de todo Estados Unidos.
-¡cállate Neil! – Candy, con gruesas lagrimas empañando su rostro sin poderlas detener- ¿por qué haces esto? Para ya, por favor
Con el corazón adolorido, la chica se dejó caer a un costado de la cama tomando entre los apretados puños la ropa de cama. Cuanto deseaba al menos, poder tener a Albert a su lado, a su cómplice, en el que podía depositar su total confianza, sabiendo que entre aquellos brazos siempre encontraría consuelo y un hogar para refugiarse. Siempre habría sido de esa forma.
George, con todo el cariño que le tenía a Candy, no se detendría en hallar la forma de traer de regreso a américa al señor William, al no lograr convencer a la vieja Elroy. Inmediatamente envió un telegrama al patriarca Ardley, informándole todo lo acontecido con su protegida.
William se encontraba en África, pues este probablemente sería su último viaje que hiciera de placer, sus días de viajero habían llegado a su fin y de ahora en adelante tendría que estar al frente de las empresas Ardley y desde luego, al frente de la familia, tomando las decisiones que había postergado por tanto tiempo.
Pronto, muy pronto harían todo ese aburrido protocolo en el que la tía Elroy lo presentara ante toda la familia que nunca lo había visto. Solo algunas personas conocían el rostro del que fuera el bis abuelo, cabeza de la familia Ardley.
Semanas antes de que se celebrara aquel compromiso, por fin llegaban noticias del señor William, informándole a George que detuviera la pantomima que pretendían llevar a cabo los Legan, y que regresaría lo antes posible a enfrentar tal situación con la tía Elroy.
Sin embargo, ese telegrama al momento en el que llegara a la mansión de Chicago, Elisa por asares del destino, se encontraba ahí. Con el pretexto de involucrar a Candy en las decisiones del matrimonio, aunque las intenciones de la peli roja en realidad eran otras, gozaba haciéndola sufrir y verla derrotada. Elisa había llegado muy temprano y en el instante en que ingresaba a la casa, la muchachita de servicio recibía correspondencia con carácter de urgente dirigida al señor George Johnson.
La peli roja no era tonta, la intuición le gritaba que no eran noticias buenas para ella.
-¡he! Tú… tráeme un vaso con agua inmediatamente, deja eso por ahí, puede esperar y date prisa.
La pequeña joven, no podía negarse, de sobra conocía el feroz carácter de Elisa Legan, si alguien osaba contradecirla, el castigo seria ejemplar, total, el encargo para George podría esperar un momento más.
En el momento en que la muchachita de servicio se dirigió a la cocina, por descuido dejo el telegrama al alcance de Elisa, la cual, no perdió la oportunidad de hurtarlo, esconderlo entre sus ropas y salir huyendo de la mansión de Chicago.
De vuelta en la mansión Legan.
-Neil, debes encontrar la manera de que Candy acepte este matrimonio o nos provocara graves problemas con el bis abuelo, él ya está enterado y viene de regreso
-no te preocupes hermanita, Candy sabe cuáles serán las consecuencias si sigue empeñándose en involucrar al viejo
-¿estás seguro que todo está bajo control? Nada debe salir mal, recuerda cuales son nuestros planes, Neil
-¡lo sé! todo saldrá según lo acordado
El día tan esperado llegaba, Neil enfundado en un traje sastre color negro y ajustado a su esbelta figura, esperaba por Candice frente a un altar improvisado en los jardines de Lakewood, mientras la rubia, estaba segura que a cada paso que daba acercándose a aquel lugar, firmaría su sentencia de muerte.
A la distancia, Archie y Annie, no daban crédito de en qué momento las circunstancias habían llevado a Candy a terminar ahí, al lado de Neil. No podían hacer nada, pues la rubia les pidió no intervenir, ella estaba segura que el bis abuelo no permitiría que se casara, no podría forzarla a estar con un hombre al que no amaba.
Sin más, la ceremonia se realizó sin contra tiempos. Aquel día sombrío y frio, Candice y Neil Legan quedaron unidos en matrimonio para toda la vida.
-¡Candy! –se escuchó un grito a la distancia e inmediatamente todos los invitados y el recién matrimonio voltearon a mirar de dónde provenía aquel grito. La rubia, sorprendida, camina hacia el hombre que se encuentra de pie observándola del otro lado del jardín.
-¡Albert!...
Continuara…
Gracias por leer.