Hola chicas del foro rosa, para leer este capitulo te sugiero ser de amplio criterio, tal vez no concuerdes con la trama de esta historia. Gracias por leer.
Amar sin fronteras.
Capítulo VI.
Advertencia: favor de abstenerse de leer si eres susceptible al tipo de contenido que se narra en la historia.
Los meses transcurrieron sin demora, en Albert no disminuía el enojo ni un ápice, al contrario, hacia todo lo que podía y lo que estaba a su alcance para disolver el matrimonio entre Candy y Neil, no les resultaría tan fácil deshacerse de él.
Todo esto termino, en mandar a la tía abuela constantemente al hospital, su salud empeoraba cada vez más, pues los nervios hacían estragos en su salud, desgraciadamente, ella nunca pensó, que al dar su aprobación para que Neil tomara por esposa a la hija adoptiva de los Ardley, desencadenaría una serie de conflictos familiares cada vez peores. Albert no había día que no le reclamara al punto de hacerla derramar lágrimas amargas. Sara y Elisa defendían con uñas y dientes al chico que creían ser el blanco de burlas en su círculo social, mientras el padre de Neil se refugiaba en los negocios.
Y qué decir de Candy, no era la chica alegre de siempre. Annie y Archie, trataban de infundirle ánimo, confiaban que William pronto la sacaría de la tristeza en la que la tenían sumergida los Legan. A la rubia no le interesaba quedar marcada con un divorcio, lo prefería mil veces a seguir unida a un hombre que detestaba cada vez más.
Desde que Albert le prohibiera al moreno acercársele a la rubia, antes de que el sol entrara por la ventana, Neil corría a la habitación de Candice. Sigiloso tomaba asiento en la silla que se encontraba frente a la cama de la chica, le gustaba observarla cuando por descuido las sabanas resbalaban por sus blancas piernas, se deleitaba viendo el cuerpo femenino que la transparencia del camisón le ofrecía - no la puedo tocar, pero el abuelo nunca dijo nada acerca de ver- pensaba el moreno.
Al poco tiempo, la chica despertaba totalmente sorprendida de ver al peli rojo como la observaba con los ojos llenos de deseo, Candy de inmediato se cubría con las sanas de la cama, sacando a Neil del trance en la que lo tenían sumergido sus más profundos deseos.
-¡hola, querida! – Le decía el chico cuando Candice por impulso retraía su cuerpo temerosa – ¡si crees que el abuelo te protegerá siempre! estas equivocada… ¡ya llegara el día en que me tengas que entregar lo que tanto deseo! ¿Quién más podría desear algo de ti? ¡Cuando se enteren que no eres nadie! ¡Que ni tu propia madre te quiso! ¡Que te abandono a tu suerte en aquel lugar de mala muerte! ¿Crees que te verían con buenos ojos? ¡Que sus intenciones serian diferentes a las mías! ¡No! ¡No eres nada!- a carcajadas, Neil sale de la habitación.
El otoño llegaba, las rosas de los jardines de Lakewood comenzaban a perder los pétalos multi color, con el paso del tiempo la mansión perdía su esplendor para convertirse en un lugar frio y desolado, preparándose a la llegada del invierno y así comenzar una nueva etapa.
Una de esas noches, se respiraba aquel olor que la lluvia arrastra con ella anticipándose a su llegada, el ambiente era gélido y las nubes ennegrecidas se alistaban a descargar una fuerte tormenta, que para la época se encontraba fuera de temporada. Para la mala suerte de la familia, la tía abuela, una vez más, entraba en una de esas crisis que ya eran constantes, no se veía nada bien y Albert la tendría que llevar con urgencia al hospital más cercano. Archie, con los estudios hacía mucho tiempo que había dejado la mansión, se había mudado a chicago, pues era mucho más cómodo para él.
Después de todo el alboroto, dentro de la casa, todo quedaba en total silencio, afuera solo se podía escuchar la estruendosa tormenta que caía. Antes de marcharse Albert, había pedido a George que se mantuviera al tanto de Candy, nunca la dejaban sola estando a completa merced de Neil.
Las horas pasaban y William no regresaba, ¡qué extraño! ¡Nunca tarda tanto! –Pensaba George- aunque la tardanza se la atribuía a la tormenta que caía a cantaros. El guapo mozo no podía conciliar el sueño, así que dedico la noche a trabajar en los pendientes que tenía con las finanzas de la familia, pues con los problemas legales de Candice, el trabajo administrativo se acumulaba en su escritorio.
De pronto, escucho pasos que provenían del corredor, creía que el joven Neil, como ya era costumbre, una vez más estaba ebrio y salía por otra botella, pero como Albert le había dado la orden expresa de vigilar a la rubia, con sigilo llego a la puerta, la abrió solo un poco para ver cuáles eran las intenciones del moreno y muy grande fue su sorpresa al ver entrar a Elisa a la habitación de su hermano sin llamar a esta, no le sorprendía que ella estuviera ahí, pues desde que Neil se casara, la peli roja pasaba algún tiempo en Lakewood y otro en la misión Legan. Lo que si le sorprendía era verla a tan altas horas de la noche visitando a su querido hermanito.
George espero por un lapso corto -¿qué estarán planeando ahora?- pensaba el hombre, entonces decidió salir de su habitación tratando de hacer el menor ruido posible. Al acercarse al lugar en el que Elisa entro, se percató que habían dejado la puerta entre abierta y el horror comenzó a recorrer palmo a palmo su cuerpo.
No era posible lo que veía, pensaba que la falta de sueño lo hacía ver visiones, alucinaciones macabras. Neil y Elisa… no lo creería si sus ojos no vieran como el moreno envestía con furia a la chica peli roja que gemía de placer debajo de él. El asco lo invadió, dio media vuelta y corrió de regreso a su habitación.
Con el ruido que hiciera George, los hermanos no tardaron en ponerse de pie, Neil se colocó la bata del pijama y Elisa se acomodó el vestido que se encontraba completamente fuera de su sitio mostrando gran parte de sus atributos. Una vez que Neil se cubrió lo más rápido que pudo, salió del cuarto para ver como George entraba en el suyo.
El hombre de cabellos obscuros, sentía que las entrañas se le saldrían por la boca, seguido de él, el chico moreno entraba a la habitación. Entonces lo vio a horcajadas frente al retrete expulsando el contenido del estómago. George lo veía de reojo parado en el quicio de la puerta con sonrisa socarrona.
-¿disfrutas espiando a los demás?- le decía el peli rojo, el hombre mayor se reincorporo de inmediato caminado hasta donde Neil se encontraba parado, una vez frente a él, lo tomo de la ropa apretándolo con furia.
-¿Qué te pasa? ¡Es tu hermana! ¡No con tu hermana!
-¡suéltame!... lo que nosotros hagamos no es de tu incumbencia
- tienes razón, a mí no me interesa ¡me dan asco! Pero al que si le interesara y mucho es a William. Estará feliz de saber que por fin encontré los motivos necesarios para separarte de Candy.
George, se dirige a la salida de la habitación sin darle la espalda a Neil, cuando de pronto un fuerte golpe en la cabeza lo hace caer inconsciente al piso.
-¿Qué has hecho Elisa?- dice el peli rojo con asombro
-¡no te das cuenta que el estúpido va a ir corriendo con el bis abuelo a contarle todo! ¿No lo escuchaste?
- y entonces… ¿Qué hacemos con él?
-llevémoslo afuera, tengo una idea ¡Hoy estamos de suerte!
Candice, había escuchado todo el escándalo, los gritos se oían hasta su dormitorio, se colocó la bata y salió a ver lo que sucedía, al abrir la puerta ve como los hermanitos llevan arrastrando a George por el pasillo y corre hacia ellos.
-¿qué le ha pasado? ¡Está sangrando! ¡Déjenme verlo, por favor! –decía la rubia apunto del llanto.
-¡no es nada, querida! ¡Nosotros lo solucionaremos!- contestaba Elisa burlona e impidiendo que se le acercara a George
-¡no permitiré que se lo lleven! ¡Déjenme revisarlo!
Candy se acerca forcejeando con ambos, entonces comienza la trifulca y entre jalones y golpes, Neil le propina tremendo derechazo a la rubia enviándola inconsciente directamente al suelo. Entonces retoman el camino llevando a George al jardín de Lakewood.
Una vez fuera, Elisa corre de regreso a la casa y minutos después regresa trayendo consigo una gruesa cuerda para entregársela a Neil.
-¡hazlo ahora, Neil! Antes de que despierte
Temeroso, el moreno la toma entre las manos, la sujeta de un extremo en el tronco que tiene frente a él para después colocar el lado opuesto al cuello del hombre que todavía se encuentra inconsciente.
Continuara…
Advertencia: favor de abstenerse de leer si eres susceptible al tipo de contenido que se narra en la historia.
Los meses transcurrieron sin demora, en Albert no disminuía el enojo ni un ápice, al contrario, hacia todo lo que podía y lo que estaba a su alcance para disolver el matrimonio entre Candy y Neil, no les resultaría tan fácil deshacerse de él.
Todo esto termino, en mandar a la tía abuela constantemente al hospital, su salud empeoraba cada vez más, pues los nervios hacían estragos en su salud, desgraciadamente, ella nunca pensó, que al dar su aprobación para que Neil tomara por esposa a la hija adoptiva de los Ardley, desencadenaría una serie de conflictos familiares cada vez peores. Albert no había día que no le reclamara al punto de hacerla derramar lágrimas amargas. Sara y Elisa defendían con uñas y dientes al chico que creían ser el blanco de burlas en su círculo social, mientras el padre de Neil se refugiaba en los negocios.
Y qué decir de Candy, no era la chica alegre de siempre. Annie y Archie, trataban de infundirle ánimo, confiaban que William pronto la sacaría de la tristeza en la que la tenían sumergida los Legan. A la rubia no le interesaba quedar marcada con un divorcio, lo prefería mil veces a seguir unida a un hombre que detestaba cada vez más.
Desde que Albert le prohibiera al moreno acercársele a la rubia, antes de que el sol entrara por la ventana, Neil corría a la habitación de Candice. Sigiloso tomaba asiento en la silla que se encontraba frente a la cama de la chica, le gustaba observarla cuando por descuido las sabanas resbalaban por sus blancas piernas, se deleitaba viendo el cuerpo femenino que la transparencia del camisón le ofrecía - no la puedo tocar, pero el abuelo nunca dijo nada acerca de ver- pensaba el moreno.
Al poco tiempo, la chica despertaba totalmente sorprendida de ver al peli rojo como la observaba con los ojos llenos de deseo, Candy de inmediato se cubría con las sanas de la cama, sacando a Neil del trance en la que lo tenían sumergido sus más profundos deseos.
-¡hola, querida! – Le decía el chico cuando Candice por impulso retraía su cuerpo temerosa – ¡si crees que el abuelo te protegerá siempre! estas equivocada… ¡ya llegara el día en que me tengas que entregar lo que tanto deseo! ¿Quién más podría desear algo de ti? ¡Cuando se enteren que no eres nadie! ¡Que ni tu propia madre te quiso! ¡Que te abandono a tu suerte en aquel lugar de mala muerte! ¿Crees que te verían con buenos ojos? ¡Que sus intenciones serian diferentes a las mías! ¡No! ¡No eres nada!- a carcajadas, Neil sale de la habitación.
El otoño llegaba, las rosas de los jardines de Lakewood comenzaban a perder los pétalos multi color, con el paso del tiempo la mansión perdía su esplendor para convertirse en un lugar frio y desolado, preparándose a la llegada del invierno y así comenzar una nueva etapa.
Una de esas noches, se respiraba aquel olor que la lluvia arrastra con ella anticipándose a su llegada, el ambiente era gélido y las nubes ennegrecidas se alistaban a descargar una fuerte tormenta, que para la época se encontraba fuera de temporada. Para la mala suerte de la familia, la tía abuela, una vez más, entraba en una de esas crisis que ya eran constantes, no se veía nada bien y Albert la tendría que llevar con urgencia al hospital más cercano. Archie, con los estudios hacía mucho tiempo que había dejado la mansión, se había mudado a chicago, pues era mucho más cómodo para él.
Después de todo el alboroto, dentro de la casa, todo quedaba en total silencio, afuera solo se podía escuchar la estruendosa tormenta que caía. Antes de marcharse Albert, había pedido a George que se mantuviera al tanto de Candy, nunca la dejaban sola estando a completa merced de Neil.
Las horas pasaban y William no regresaba, ¡qué extraño! ¡Nunca tarda tanto! –Pensaba George- aunque la tardanza se la atribuía a la tormenta que caía a cantaros. El guapo mozo no podía conciliar el sueño, así que dedico la noche a trabajar en los pendientes que tenía con las finanzas de la familia, pues con los problemas legales de Candice, el trabajo administrativo se acumulaba en su escritorio.
De pronto, escucho pasos que provenían del corredor, creía que el joven Neil, como ya era costumbre, una vez más estaba ebrio y salía por otra botella, pero como Albert le había dado la orden expresa de vigilar a la rubia, con sigilo llego a la puerta, la abrió solo un poco para ver cuáles eran las intenciones del moreno y muy grande fue su sorpresa al ver entrar a Elisa a la habitación de su hermano sin llamar a esta, no le sorprendía que ella estuviera ahí, pues desde que Neil se casara, la peli roja pasaba algún tiempo en Lakewood y otro en la misión Legan. Lo que si le sorprendía era verla a tan altas horas de la noche visitando a su querido hermanito.
George espero por un lapso corto -¿qué estarán planeando ahora?- pensaba el hombre, entonces decidió salir de su habitación tratando de hacer el menor ruido posible. Al acercarse al lugar en el que Elisa entro, se percató que habían dejado la puerta entre abierta y el horror comenzó a recorrer palmo a palmo su cuerpo.
No era posible lo que veía, pensaba que la falta de sueño lo hacía ver visiones, alucinaciones macabras. Neil y Elisa… no lo creería si sus ojos no vieran como el moreno envestía con furia a la chica peli roja que gemía de placer debajo de él. El asco lo invadió, dio media vuelta y corrió de regreso a su habitación.
Con el ruido que hiciera George, los hermanos no tardaron en ponerse de pie, Neil se colocó la bata del pijama y Elisa se acomodó el vestido que se encontraba completamente fuera de su sitio mostrando gran parte de sus atributos. Una vez que Neil se cubrió lo más rápido que pudo, salió del cuarto para ver como George entraba en el suyo.
El hombre de cabellos obscuros, sentía que las entrañas se le saldrían por la boca, seguido de él, el chico moreno entraba a la habitación. Entonces lo vio a horcajadas frente al retrete expulsando el contenido del estómago. George lo veía de reojo parado en el quicio de la puerta con sonrisa socarrona.
-¿disfrutas espiando a los demás?- le decía el peli rojo, el hombre mayor se reincorporo de inmediato caminado hasta donde Neil se encontraba parado, una vez frente a él, lo tomo de la ropa apretándolo con furia.
-¿Qué te pasa? ¡Es tu hermana! ¡No con tu hermana!
-¡suéltame!... lo que nosotros hagamos no es de tu incumbencia
- tienes razón, a mí no me interesa ¡me dan asco! Pero al que si le interesara y mucho es a William. Estará feliz de saber que por fin encontré los motivos necesarios para separarte de Candy.
George, se dirige a la salida de la habitación sin darle la espalda a Neil, cuando de pronto un fuerte golpe en la cabeza lo hace caer inconsciente al piso.
-¿Qué has hecho Elisa?- dice el peli rojo con asombro
-¡no te das cuenta que el estúpido va a ir corriendo con el bis abuelo a contarle todo! ¿No lo escuchaste?
- y entonces… ¿Qué hacemos con él?
-llevémoslo afuera, tengo una idea ¡Hoy estamos de suerte!
Candice, había escuchado todo el escándalo, los gritos se oían hasta su dormitorio, se colocó la bata y salió a ver lo que sucedía, al abrir la puerta ve como los hermanitos llevan arrastrando a George por el pasillo y corre hacia ellos.
-¿qué le ha pasado? ¡Está sangrando! ¡Déjenme verlo, por favor! –decía la rubia apunto del llanto.
-¡no es nada, querida! ¡Nosotros lo solucionaremos!- contestaba Elisa burlona e impidiendo que se le acercara a George
-¡no permitiré que se lo lleven! ¡Déjenme revisarlo!
Candy se acerca forcejeando con ambos, entonces comienza la trifulca y entre jalones y golpes, Neil le propina tremendo derechazo a la rubia enviándola inconsciente directamente al suelo. Entonces retoman el camino llevando a George al jardín de Lakewood.
Una vez fuera, Elisa corre de regreso a la casa y minutos después regresa trayendo consigo una gruesa cuerda para entregársela a Neil.
-¡hazlo ahora, Neil! Antes de que despierte
Temeroso, el moreno la toma entre las manos, la sujeta de un extremo en el tronco que tiene frente a él para después colocar el lado opuesto al cuello del hombre que todavía se encuentra inconsciente.
Continuara…