Desde la fundación K-G Amazonas de Terry —Haremos Arder El Cosmos Por Terry
La Respuesta De Candy
Capítulo Uno
Londres, Inglaterra 1923
—Terrence, ¿has escuchado los comentarios sobre la actriz que remplazará a Karen? —le pregunto Bradley.
Terry suspiró. ¿Como no escuchar lo que todos dentro de la compañía decían sobre la nueva actriz?. ¡Por Dios! —Aquello era el pan de cada día! —Se había memorizado la historia, y aquello lo tenía realmente harto.
El guapo actor hizo nota mental de todo lo que comentaban desde que Karen se accidentó y les fue avisado que la castaña actriz debía permanecer en reposo por los siguientes dos meses, Robert contactó a aquella chica para que tomara el primer Transatlantico de New York ha Londres, pues debían presentarse en el Teatro London Pavilion en tres semanas y según Robert, aquella chica era la indicada para ocupar el lugar de Karen ya que además de hermosa, era una excelente actriz que por razones familiares tuvo que alejarse de los escenarios por algun tiempo y cuando regresó, el ex socio de Robert le ofreció un jugoso contrato el cual se vio afectado por la baja asistencia durante los años de la gran guerra. Muchas compañías de teatros se vieron forzadas a cerrar sus puertas y la última en hacerlo fue la compañía del antiguo socio de Robert, quedando todos los actores a la deriva, aquella chica entre ellos.
En cuanto lo supo, Robert se puso en contacto con ella, para ofrecerle trabajo dentro de la compañía Stratford, ella le agradeció el gesto y le pidió un poco de tiempo para resolver algunos asuntos que tenía pendiente con relación al contrato que tenía con la otra compañía y ahora, con el accidente de Karen, Robert la contactó nuevamente manifestándole la urgencia que tenía, y la chica había aceptado ser el reemplazo de Karen.
—Y como no podría hacerlo, si se la pasan hablando sobre el asunto todo el condenado día —respondió el castaño tras salir de sus pensamientos.
—¿Crees que sea tan buena actriz como para aprenderse las líneas de Karen en una semanas y adaptarse al ritmo de la compañía? —preguntó nuevamente Bradley.
—Mas vale que lo sea, Robert no ha parado de bociferar a los cuatro viento lo excelente actriz que es. De no serlo, me temo que estaremos metidos en grandes líos.
—Bueno eso es cierto —Bradley sonrió —¿crees que sea tan bonita como dicen?
—Realmente no lo sé y tampoco me interesa saberlo —respondió el castaño con tono cortante —la verdad Bradley, no se me apetece participar en los cotilleos del resto de los actores con respecto a la nueva actriz que se nos uniría la próxima semana, según he escuchado.
Por el tono en el que Terry le respondió, Bradley se dio cuenta que había cruzado la linea de la poca pasciencia de su compañero.
—Lo siento —se disculpó —Te veré mañana —Bradley se retiró.
Terry observó como su suplente salía de su camerino, dejándolo solo nuevamente, sumido en sus pensamientos.
Le caía bien Bradley, era un buen actor, bastante responsable, pero tenía un defecto, era mas entrometido que cualquiera dentro de la compañía.
Bradley Canigam llegó a la Compañía Stratford para ser su suplente, luego que Robert despidiera a Grand quien nunca aceptó su talento inato, sino todo lo contrario, tras descubrirse que era hijo de Eleonor Baker, considerada dentro del habiente artístico como la Diva de Broadway, se quejó siempre que Robert le favorecia por ser hijo de quien era. Su descontento aunmento cuando su padre junto a su madre, se presentaron en su camerino, justo después de la última función.
Grand había escuchado la acalorada discusión que tuvo con ambos cuando invadieron la privacidad de su camerino un año después de la muerte de Susana. Él había gritado una octava mas de lo normal. Realmente el haber visto a su padre despues de tantos años le hizo enfurecer —.Los demonios del pasado se hiceron presentes tan pronto vio a Richard Grantchester junto a su madre.
Su furia se desvaneció cuando su padre, hizo algo que él jamás imaginó. Ni en sus mas locos sueños hubiese creído que el gran Duque de Grantchester, un hombre de pose arrogante y carácter implacable se disculpara con él por todo el daño que le ocasionó durante su corta vida. Si el escuchar de labios del Duque “Terrence, hijo perdóname” lo habia soprendido, escucharlo decir que estaba orgulloso de él por todo lo que habia logrado en tan poco tiempo por su propio esfuerzo, provocó que su mandíbula cayera al piso y su confesión del por qué no lo buscó para obligarlo a regresar a Londre, lo desarmó por completo.
Flash Back.
—He dicho que no quiero ser interrumpido por nadie, ¿que tan difícil es de comprender, o es que acaso hablé otro idioma el cual no comprenden? —increpó Terry detrás del biombo donde se vestía para regresar a su departamento. Ante la falta de respuesta, decidió asomar la cabeza. Grande fue su sorpresa al ver aquel rostro que imaginó jamás volvería a ver, junto a su madre y escoltado por dos fornidos hombres a quien él conocia muy bien.
—¿Que demonios hace aquí? —arremetió saliendo de detrás de bimbo
—Hola Terrence.
—¿A que ha venido? —preguntó con la mandíbula apretada ante la furia que lo invadió
—¿Es esa la manera de recibirme?
—¡Oh! — disculpe usted su gracia —dijo con mofa haciendo una exagerada reverencia.
—No hace falta que uses mofa conmigo, recuerda que soy tu padre y te conozco muy bien.
—¡Mi padre! —bufó —esa palabra le queda demasiado grande, ¿no le parece su excelencia?
Lord Richard Grantchester ignoró el tono de reproche en la voz de su vástago.
—Necesitamos hablar.
—No tengo nada que hablar con usted, le recuerdo que fue muy claro conmigo la última vez que nos vimos.
—Es sobre eso que deseo hablar.
—¿No le parece que ya ha pasado demasiado tiempo para eso?
—Nunca es tarde para aclarar las cosas.
—¿Aclarar? —lo miró con furia —yo no tengo nada que aclarar con usted, así que puede retirarse por donde vino.
—No me iré de aquí sin hablar contigo —espetó el Duque con la seriedad que lo caracterizaba.
—En ese caso, puede retirarse, ya lo ha hecho, PADRE —dijo esta última con el más puro y crudo sarcasmo.
—¿Puedes permitirme cinco minutos y escuchar lo que he venido a decirte?
—Ya le he permitido que hable mas de ese tiempo —replicó el castaño.
—Por un demonio Terry, puedes dejar de comportarte como un crío de una maldita vez.
¿Terry? ¿Le había llamado Terry? Hacía muchos años que había dejado de hacerlo. Desde que él tenía 6 años para ser excato.
—Si mi acitud le parece la de un crío, ¿que hace aquí?, puede retirarse ahora, SU EXCELENCIA —Arrastró las últimas dos palabras.
—Basta Terry —Eleonor quien había permanecido callada mientras ambos intercambiaban palabras punzantes alzó la voz —Escucha lo que tu padre ha venido a decirte.
—Y tu ni me hables, eres una traidora —¿Cómo puedes siquiera estar a su lado después de lo que te hizo?
—No seas insolente —vociferó el Duque —Por si lo has olvidado Eleonor es tu madre y como tal le debes respeto.
—Una madre que me dio la espalda cuando vine a buscarla.
—¡Terry! —musito Eleonor en un hilo de voz.
Terry maldijo el haberse dejado llevar por la furia, en cuanto se dio cuenta el dolor que sus palabras habian ocasionado en su madre. Si bien era cierto, ella lo rechazó aquella noche, pero tambien era cierto que gracias a ese rechazo él tomó el primer Transatlántico que lo llevó de regreso a Londres y fue ahí donde vio por primera vez a Candy en una noche de bruma en donde pensamientos suicidas invadieron su atribulada cabeza y de no haber sido por la aparición de aquella chica Pecosa, solo Dios y el cielo sabrían que hubiese sido de su vida entonces. Candy había llegado a su vida como un bálsamo, capaz de aminorar el profundo dolor que lo embargaba por años de soledad y abandono. Ella con su dulce voz y su risa cantarina le enseñaron a ver la vida desde otro ángulo, uno muy diferente al que él estaba acostumbrado a ver, por ser hijo de quien era.
—Lo siento madre, no debí decir lo que dije —Terry se disculpó bajando la mirada.
Aprovechando que su vástago estaba con las defensas por el suelo, lord Richard Grantchester comenzó a hablar.
—Terrence, hijo perdóname
Terry alzó la mirada. ¿Habia escuchado bien? —¿Su orgulloso padre le estaba pidiendo perdon, a él?
—Quiero que sepas que me siento muy orgullos de ti, por todos los logros que has obtenido por tu propia cuenta en tan poco tiempo. Realmente no me arrepiento de haber escuchado las palabras de aquella jovencita de dos coletas durante mi visita al Real Colegio San Pablo.
—¡Candy! ¿se refiere a Candice Ardley? —La sorpesa en su voz era evidente.
—Si, así dijo que se llamaba, Candice Ardley.
—¿Que fue exactamente lo que ella le dijo?
—Me rogó que no te hicera volver a Londres que te permitiera buscar tu propio camino.
—¿Eso es todo lo que hablaron?
—No —respondió el Duque —En realidad conversamos de muchas cosas —Richard sonrió —esa insolente jovencita me dijo las verdades que nadie se habia atrevido a decirme. Debo reconocer que fue muy valiente. Mira que subir al coche mientras este iba a toda velocidad solo para decirme aquellas cosas.
—¿Candy hizo eso?
—Si —respondió el Duque —la señorita Ardley es realmente sorprendente
—Si, lo es —musitó Terry con una sonrisa ensoñadora y un brillo en sus ojos que no pasó desapercibido por su padre.
—Terrence, para demostrate cuan arrepentido estoy por no haberte ayudado en el pasado, te ofrezco mi apoyo y mi ayuda en todo lo que necesites.
Fin del Flash Back.
Terry suspiró tras salir de sus recuerdos, volvió a sentir el nudo en su garganta que sintió aquella tarde. Fueron tantos años de abandono y soledad en donde a pesar de tenerlo todo estaba vacio por dentro
Si sus padres hubiesen estado con él la noche que, preso por la culpa, tomó la peor de las decisiones. Había dejado ir a la mujer que amaba para quedarse junto a quien le habia salvado la vida. Dejó escapar de entre sus manos el amor para quedar atado a un deber que él no buscó.
Abrió uno de los cajones y sacó el libro que lo acompañaba a todas partes desde que ella se lo devolvió en Escocia. Rebuscó entre las hojas hasta que encontró lo que buscaba.
Tomó aquel sobre, sacó aquel trozo de papel. Apretó la mandíbula al recordar lo idiota que fue. Luego de hacer las pases con su padre y que este le dijera que Candy había aceptado frente a él que gustaba de él, su corazón comenzó a latir como hacía mucho no lo hacía. Habian pasado ya cuatro años y medio desde la ultima vez que vio a Candy. Susana habia muerto un año antes y a pesar de no haber formalizado nada con ella, sintió que era su deber guardar un año de luto, y que a partir de esa fecha el retomaría su vida. Partiría justo donde la había dejado. Buscaría a Candy y si los sentimientos de ella hacia él no habian cambiado, comezarian de cero a partir de entonces. Pero, el temor de saber que los sentimientos de ella hubiesen cambiado provocó que dejara pasar seis meses más, hasta que finalmente decido hacer a un lado su indecion y enviar aquella carta en donde en unas cuantas líneas el abría su corazón, estaba seguro que al leerla, ella comprendería el mensaje entre líneas que él quería transmitirle.
Arrugó el sobre que tenía en una de sus manos, aquel en donde el trozo de papel que sostenia en la otra, llegó a su departamento y le recordaba siempre lo iluso que fue.
Sus ilusiones se fueron a la basura cuando dentro de ese maldito sobre, la respuesta de ella fue la que tanto temía.
Había sonreído como un idiota enamorado mientras leía aquellas lineas, imaginando el rostro ensoñador de ella mientras las escribía.
Sus ojos estuvieron a punto de salir de sus cuencas al leer que su antiguo amigo resultó ser el famoso Tío abuelo William y que ella sin saberlo le había dejado su diario en donde dejaba al descubierto sus sentimientos.
Había bufado al leer las líneas en donde mencionaba a Susana. Candy estuvo tan lejos de la realidad con respecto a ella.
Pero al llegar a las las últimas líneas, su corazón se desgarró al leer aquellas malditas palabras. Había volteado aquel trozo de papel esperando encontrar unas líneas que le dijeran que era una broma. Pero no encontró nada. Aquellas malditas lineas de su postdata y el sobrenombre que él le puso era su firma y el final de sus sueños de una vida con ella.
“TERRY... YO ESTABA ENAMORADA DE TI"
Seis malditas palabras mataron por completo sus esperanzas de una vida junto a ella, quedándose grabadas en su memoria para siempre
Ni el abandono de sus padres le dolió tanto como aquello. Candy, su Tarzan Pecosa, la chica que llegó como un vientro fresco a su vida, como una pequeña lucesita que alumbró su oscuridad, como un soplo de vida que le hizo ver que existian una y mil razones para sonreir, que su sonrisa consiguió que él sonriera nuevamente, que con su dulzura se fue metiendo en lo mas profundo de su corazon hasta llegar al punto que éste galopaba desbocadamente cada vez que ella estaba cerca, la que sacrificaba todo por los demás. Candy, su dulce mona Pecosa lo había olvidado, dejándolo a él sumido en el mas profundo abismo del cual a pesar de los años no habia podido salir y dudaba mucho que lo hicera algun día.
La Respuesta De Candy
Capítulo Uno
Londres, Inglaterra 1923
—Terrence, ¿has escuchado los comentarios sobre la actriz que remplazará a Karen? —le pregunto Bradley.
Terry suspiró. ¿Como no escuchar lo que todos dentro de la compañía decían sobre la nueva actriz?. ¡Por Dios! —Aquello era el pan de cada día! —Se había memorizado la historia, y aquello lo tenía realmente harto.
El guapo actor hizo nota mental de todo lo que comentaban desde que Karen se accidentó y les fue avisado que la castaña actriz debía permanecer en reposo por los siguientes dos meses, Robert contactó a aquella chica para que tomara el primer Transatlantico de New York ha Londres, pues debían presentarse en el Teatro London Pavilion en tres semanas y según Robert, aquella chica era la indicada para ocupar el lugar de Karen ya que además de hermosa, era una excelente actriz que por razones familiares tuvo que alejarse de los escenarios por algun tiempo y cuando regresó, el ex socio de Robert le ofreció un jugoso contrato el cual se vio afectado por la baja asistencia durante los años de la gran guerra. Muchas compañías de teatros se vieron forzadas a cerrar sus puertas y la última en hacerlo fue la compañía del antiguo socio de Robert, quedando todos los actores a la deriva, aquella chica entre ellos.
En cuanto lo supo, Robert se puso en contacto con ella, para ofrecerle trabajo dentro de la compañía Stratford, ella le agradeció el gesto y le pidió un poco de tiempo para resolver algunos asuntos que tenía pendiente con relación al contrato que tenía con la otra compañía y ahora, con el accidente de Karen, Robert la contactó nuevamente manifestándole la urgencia que tenía, y la chica había aceptado ser el reemplazo de Karen.
—Y como no podría hacerlo, si se la pasan hablando sobre el asunto todo el condenado día —respondió el castaño tras salir de sus pensamientos.
—¿Crees que sea tan buena actriz como para aprenderse las líneas de Karen en una semanas y adaptarse al ritmo de la compañía? —preguntó nuevamente Bradley.
—Mas vale que lo sea, Robert no ha parado de bociferar a los cuatro viento lo excelente actriz que es. De no serlo, me temo que estaremos metidos en grandes líos.
—Bueno eso es cierto —Bradley sonrió —¿crees que sea tan bonita como dicen?
—Realmente no lo sé y tampoco me interesa saberlo —respondió el castaño con tono cortante —la verdad Bradley, no se me apetece participar en los cotilleos del resto de los actores con respecto a la nueva actriz que se nos uniría la próxima semana, según he escuchado.
Por el tono en el que Terry le respondió, Bradley se dio cuenta que había cruzado la linea de la poca pasciencia de su compañero.
—Lo siento —se disculpó —Te veré mañana —Bradley se retiró.
Terry observó como su suplente salía de su camerino, dejándolo solo nuevamente, sumido en sus pensamientos.
Le caía bien Bradley, era un buen actor, bastante responsable, pero tenía un defecto, era mas entrometido que cualquiera dentro de la compañía.
Bradley Canigam llegó a la Compañía Stratford para ser su suplente, luego que Robert despidiera a Grand quien nunca aceptó su talento inato, sino todo lo contrario, tras descubrirse que era hijo de Eleonor Baker, considerada dentro del habiente artístico como la Diva de Broadway, se quejó siempre que Robert le favorecia por ser hijo de quien era. Su descontento aunmento cuando su padre junto a su madre, se presentaron en su camerino, justo después de la última función.
Grand había escuchado la acalorada discusión que tuvo con ambos cuando invadieron la privacidad de su camerino un año después de la muerte de Susana. Él había gritado una octava mas de lo normal. Realmente el haber visto a su padre despues de tantos años le hizo enfurecer —.Los demonios del pasado se hiceron presentes tan pronto vio a Richard Grantchester junto a su madre.
Su furia se desvaneció cuando su padre, hizo algo que él jamás imaginó. Ni en sus mas locos sueños hubiese creído que el gran Duque de Grantchester, un hombre de pose arrogante y carácter implacable se disculpara con él por todo el daño que le ocasionó durante su corta vida. Si el escuchar de labios del Duque “Terrence, hijo perdóname” lo habia soprendido, escucharlo decir que estaba orgulloso de él por todo lo que habia logrado en tan poco tiempo por su propio esfuerzo, provocó que su mandíbula cayera al piso y su confesión del por qué no lo buscó para obligarlo a regresar a Londre, lo desarmó por completo.
Flash Back.
—He dicho que no quiero ser interrumpido por nadie, ¿que tan difícil es de comprender, o es que acaso hablé otro idioma el cual no comprenden? —increpó Terry detrás del biombo donde se vestía para regresar a su departamento. Ante la falta de respuesta, decidió asomar la cabeza. Grande fue su sorpresa al ver aquel rostro que imaginó jamás volvería a ver, junto a su madre y escoltado por dos fornidos hombres a quien él conocia muy bien.
—¿Que demonios hace aquí? —arremetió saliendo de detrás de bimbo
—Hola Terrence.
—¿A que ha venido? —preguntó con la mandíbula apretada ante la furia que lo invadió
—¿Es esa la manera de recibirme?
—¡Oh! — disculpe usted su gracia —dijo con mofa haciendo una exagerada reverencia.
—No hace falta que uses mofa conmigo, recuerda que soy tu padre y te conozco muy bien.
—¡Mi padre! —bufó —esa palabra le queda demasiado grande, ¿no le parece su excelencia?
Lord Richard Grantchester ignoró el tono de reproche en la voz de su vástago.
—Necesitamos hablar.
—No tengo nada que hablar con usted, le recuerdo que fue muy claro conmigo la última vez que nos vimos.
—Es sobre eso que deseo hablar.
—¿No le parece que ya ha pasado demasiado tiempo para eso?
—Nunca es tarde para aclarar las cosas.
—¿Aclarar? —lo miró con furia —yo no tengo nada que aclarar con usted, así que puede retirarse por donde vino.
—No me iré de aquí sin hablar contigo —espetó el Duque con la seriedad que lo caracterizaba.
—En ese caso, puede retirarse, ya lo ha hecho, PADRE —dijo esta última con el más puro y crudo sarcasmo.
—¿Puedes permitirme cinco minutos y escuchar lo que he venido a decirte?
—Ya le he permitido que hable mas de ese tiempo —replicó el castaño.
—Por un demonio Terry, puedes dejar de comportarte como un crío de una maldita vez.
¿Terry? ¿Le había llamado Terry? Hacía muchos años que había dejado de hacerlo. Desde que él tenía 6 años para ser excato.
—Si mi acitud le parece la de un crío, ¿que hace aquí?, puede retirarse ahora, SU EXCELENCIA —Arrastró las últimas dos palabras.
—Basta Terry —Eleonor quien había permanecido callada mientras ambos intercambiaban palabras punzantes alzó la voz —Escucha lo que tu padre ha venido a decirte.
—Y tu ni me hables, eres una traidora —¿Cómo puedes siquiera estar a su lado después de lo que te hizo?
—No seas insolente —vociferó el Duque —Por si lo has olvidado Eleonor es tu madre y como tal le debes respeto.
—Una madre que me dio la espalda cuando vine a buscarla.
—¡Terry! —musito Eleonor en un hilo de voz.
Terry maldijo el haberse dejado llevar por la furia, en cuanto se dio cuenta el dolor que sus palabras habian ocasionado en su madre. Si bien era cierto, ella lo rechazó aquella noche, pero tambien era cierto que gracias a ese rechazo él tomó el primer Transatlántico que lo llevó de regreso a Londres y fue ahí donde vio por primera vez a Candy en una noche de bruma en donde pensamientos suicidas invadieron su atribulada cabeza y de no haber sido por la aparición de aquella chica Pecosa, solo Dios y el cielo sabrían que hubiese sido de su vida entonces. Candy había llegado a su vida como un bálsamo, capaz de aminorar el profundo dolor que lo embargaba por años de soledad y abandono. Ella con su dulce voz y su risa cantarina le enseñaron a ver la vida desde otro ángulo, uno muy diferente al que él estaba acostumbrado a ver, por ser hijo de quien era.
—Lo siento madre, no debí decir lo que dije —Terry se disculpó bajando la mirada.
Aprovechando que su vástago estaba con las defensas por el suelo, lord Richard Grantchester comenzó a hablar.
—Terrence, hijo perdóname
Terry alzó la mirada. ¿Habia escuchado bien? —¿Su orgulloso padre le estaba pidiendo perdon, a él?
—Quiero que sepas que me siento muy orgullos de ti, por todos los logros que has obtenido por tu propia cuenta en tan poco tiempo. Realmente no me arrepiento de haber escuchado las palabras de aquella jovencita de dos coletas durante mi visita al Real Colegio San Pablo.
—¡Candy! ¿se refiere a Candice Ardley? —La sorpesa en su voz era evidente.
—Si, así dijo que se llamaba, Candice Ardley.
—¿Que fue exactamente lo que ella le dijo?
—Me rogó que no te hicera volver a Londres que te permitiera buscar tu propio camino.
—¿Eso es todo lo que hablaron?
—No —respondió el Duque —En realidad conversamos de muchas cosas —Richard sonrió —esa insolente jovencita me dijo las verdades que nadie se habia atrevido a decirme. Debo reconocer que fue muy valiente. Mira que subir al coche mientras este iba a toda velocidad solo para decirme aquellas cosas.
—¿Candy hizo eso?
—Si —respondió el Duque —la señorita Ardley es realmente sorprendente
—Si, lo es —musitó Terry con una sonrisa ensoñadora y un brillo en sus ojos que no pasó desapercibido por su padre.
—Terrence, para demostrate cuan arrepentido estoy por no haberte ayudado en el pasado, te ofrezco mi apoyo y mi ayuda en todo lo que necesites.
Fin del Flash Back.
Terry suspiró tras salir de sus recuerdos, volvió a sentir el nudo en su garganta que sintió aquella tarde. Fueron tantos años de abandono y soledad en donde a pesar de tenerlo todo estaba vacio por dentro
Si sus padres hubiesen estado con él la noche que, preso por la culpa, tomó la peor de las decisiones. Había dejado ir a la mujer que amaba para quedarse junto a quien le habia salvado la vida. Dejó escapar de entre sus manos el amor para quedar atado a un deber que él no buscó.
Abrió uno de los cajones y sacó el libro que lo acompañaba a todas partes desde que ella se lo devolvió en Escocia. Rebuscó entre las hojas hasta que encontró lo que buscaba.
Tomó aquel sobre, sacó aquel trozo de papel. Apretó la mandíbula al recordar lo idiota que fue. Luego de hacer las pases con su padre y que este le dijera que Candy había aceptado frente a él que gustaba de él, su corazón comenzó a latir como hacía mucho no lo hacía. Habian pasado ya cuatro años y medio desde la ultima vez que vio a Candy. Susana habia muerto un año antes y a pesar de no haber formalizado nada con ella, sintió que era su deber guardar un año de luto, y que a partir de esa fecha el retomaría su vida. Partiría justo donde la había dejado. Buscaría a Candy y si los sentimientos de ella hacia él no habian cambiado, comezarian de cero a partir de entonces. Pero, el temor de saber que los sentimientos de ella hubiesen cambiado provocó que dejara pasar seis meses más, hasta que finalmente decido hacer a un lado su indecion y enviar aquella carta en donde en unas cuantas líneas el abría su corazón, estaba seguro que al leerla, ella comprendería el mensaje entre líneas que él quería transmitirle.
Arrugó el sobre que tenía en una de sus manos, aquel en donde el trozo de papel que sostenia en la otra, llegó a su departamento y le recordaba siempre lo iluso que fue.
Sus ilusiones se fueron a la basura cuando dentro de ese maldito sobre, la respuesta de ella fue la que tanto temía.
Había sonreído como un idiota enamorado mientras leía aquellas lineas, imaginando el rostro ensoñador de ella mientras las escribía.
Sus ojos estuvieron a punto de salir de sus cuencas al leer que su antiguo amigo resultó ser el famoso Tío abuelo William y que ella sin saberlo le había dejado su diario en donde dejaba al descubierto sus sentimientos.
Había bufado al leer las líneas en donde mencionaba a Susana. Candy estuvo tan lejos de la realidad con respecto a ella.
Pero al llegar a las las últimas líneas, su corazón se desgarró al leer aquellas malditas palabras. Había volteado aquel trozo de papel esperando encontrar unas líneas que le dijeran que era una broma. Pero no encontró nada. Aquellas malditas lineas de su postdata y el sobrenombre que él le puso era su firma y el final de sus sueños de una vida con ella.
“TERRY... YO ESTABA ENAMORADA DE TI"
Tarzan Pecosa.
Seis malditas palabras mataron por completo sus esperanzas de una vida junto a ella, quedándose grabadas en su memoria para siempre
TERRY... "YO ESTABA ENAMORADA DE TI".
Ni el abandono de sus padres le dolió tanto como aquello. Candy, su Tarzan Pecosa, la chica que llegó como un vientro fresco a su vida, como una pequeña lucesita que alumbró su oscuridad, como un soplo de vida que le hizo ver que existian una y mil razones para sonreir, que su sonrisa consiguió que él sonriera nuevamente, que con su dulzura se fue metiendo en lo mas profundo de su corazon hasta llegar al punto que éste galopaba desbocadamente cada vez que ella estaba cerca, la que sacrificaba todo por los demás. Candy, su dulce mona Pecosa lo había olvidado, dejándolo a él sumido en el mas profundo abismo del cual a pesar de los años no habia podido salir y dudaba mucho que lo hicera algun día.