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Desde la Mansión Leagan ¡Cumpliendo un reto! "LA JOVEN SARAH"

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cilenita79
LORENA **AlbertManìa**
igzell
Maga Cafi
Wendolyn Leagan
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Wendolyn Leagan

Wendolyn Leagan
Niño/a del Hogar de Pony
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LA JOVEN SARAH


Desde la Mansión Leagan ¡Cumpliendo un reto! "LA JOVEN SARAH" 91784110



La jovencita llegó hasta un punto preciso entre los árboles, y se arrojó al piso.

Su riguroso vestido, largo y abotonado hasta el cuello, le había hecho sumamente difícil la carrera; pero ella se había recogido el vestido lo más que había podido, para poder correr sin importarle nada.
Hasta que se internó en el bosque y sintió que no podía más con la respiración agitada.

Sarah se arrojó a la hierba, y desabotonó un poco el cuello que ahora mismo sentía que la asfixiaba. Se quedó así, tendida en la hierba unos instantes intentando recuperar el aliento.

El largo cabello cobrizo se le había soltado del moño en la carrera, y ahora parecía flotar a su alrededor sobre la hierba, con algunas hebras rojizas arremolinadas sobre su rostro, pegadas a la frente y las mejillas por acción del sudor y las lágrimas.

Se llevó una mano al rostro, y dejó salir sus sollozos y sus lágrimas libremente. Se sentía perdida; no entendía lo que estaba sucediéndole.

¿Por qué? Se preguntaba una y otra vez ¿¡Por qué!?
Ella había sido buena, siempre fue obediente; dócil y complaciente.

Desde que Elroy Andrew se casara con su padre, nunca hablaba si no le decían y jamás hizo nada que no le permitieran. Se guardaba las ganas de cualquier cosa que deseaba, mordiendo internamente su frustración, solo para complacerla a ella.

Se podría decir que esta; esta carrera alocada de pleno y voluntario escape, era la primera vergüenza que le hacía pasar. La primera vez que la contradecía, la primera vez que no hacía algo que su madrastra quisiera.
Así que ella no entendía por qué ¿Por qué? ¿Acaso tanto le pesaba su presencia?

Eso debía ser, su padre ya había muerto y ella, venía a ser una carga para esa familia que nada tenía que ver con ella ¿Verdad? ¡Sí, eso debía ser!
¡Dios! ¡No tenía ni quince años todavía!

Su padre no había muerto ni hace un año aún ¡Ella esperaba al menos terminar el colegio!... Pero no, ni eso iba a lograr.
Debía despedirse ya, tan pronto, de cualquier sueño que tuviera; incluso debía despedirse de aquel lugar; aquel pequeño paraíso, ese escondite abandonado que se había convertido en su refugio de su amargura.

Elroy Andrew tenía que aguantarla y lidiarla mientras su padre viviera, pero ahora que él no estaba, simplemente se deshacía de ella, así de simple… Y tenía el brío de esperar que ella no hiciera ni dijera nada.

¿Y ahora, qué iba a hacer? Si no tenía nada; si no tenía a nadie en el mundo.

Habiendo recuperado un poco la paz del pecho, tomó asiento sobre la hierba; miró a su alrededor y vio que estaba en aquel paraje precioso que la había enamorado desde que había llegado a ese lugar.

Ella no sabía quién había construido aquel puentecillo atravesando el río, ni quién había plantado aquellos árboles florales que claramente no pertenecían a aquel lugar.

Era un pequeño paraje, lleno de belleza y color; con la hierba bastante alta pues no iba ahí nadie sino ella. Sin embargo para ella era un ligero remanso.
Pero hasta de eso de tendría que despedir.

De pronto, escuchó un ruido que reconoció muy bien: eran pisadas, de pesadas botas de montar, atravesando con paso firme el puentecillo.
Ella se puso tensa, no quería voltear pero escuchaba los pasos machacando la hierba, acercándose hasta donde ella estaba.

Quiso levantarse, quiso correr de nuevo; pero sabía que no iba a tener el chance de hacerlo.
Disimuladamente se abotonó el cuello y se alisó, el cabello cobrizo desbaratado, con las manos.
Una alta figura, de botas, traje y corbata, se sentó junto a ella…

- ¡Qué bello lugar! – exclamó el hombre a su lado – No tenía ni idea que los Andrew tuvieran un paraje así en toda su propiedad. Pensé que todo era pinos y más pinos… así, como les gusta a estos escoceses…

- ¿Y usted, acaso no es escocés también? - se forzó a balbucear ella.

- ¿Yo? ¡No, yo soy americano! Los escoceses son mis padres…

Ella lo miró un segundo.
Alto, de cabello cobrizo como el suyo. Un poco bronceado para su gusto; pero se notaba a leguas sus orígenes.

Ella también había nacido en América, pero se consideraba escocesa; por sus raíces. Nunca, hasta ese momento, se le ocurrió pensar que no lo fuera.

Luego clavó su mirada castaña en la cristalina agua del riachuelo que discurría a sus pies.

- ¿Sabes? ¡Tu madrastra se quedó muy afectada por tu huida! – siguió el hombre – Es dramática la señora ¿eh? “Uy perdone usted, señor Leagan, discúlpeme no sé qué decirle…” – decía luego, fingiendo exageradamente la voz y haciendo ademanes graciosos.

La joven soltó una risita que inmediatamente logró esconder.

- Mira; no tienes que huir de mí, yo no soy un hombre malo. Nunca voy a hacerte daño, te lo prometo.

- ¿¡Pero por qué quiere casarse conmigo, señor Leagan!? – preguntó ella abruptamente mirándolo a los ojos.

- Primero: me llamo Raymond. Segundo: ¿Y por qué no querría? – respondió él – eres joven, bella, de buena familia ¡No veo por qué no debería querer! ¿Y tú? ¿Por qué no quieres casarte conmigo? Porque, debo suponer que, si saliste corriendo así, es que no quieres.

Ella volvió a clavar su mirada en el agua del riachuelo.

- Es que yo… quería… otras cosas… - balbuceó ella en un susurro.

- ¿Otras cosas, dices? A ver, cuéntame ¿Qué cosas quieres? ¡Si puede pagarse, puedes tenerlo, eso te lo aseguro! Anda cuéntame.

- Puesss… me habría gustado viajar…

- ¡Viajaremos por todo el mundo si eso quieres!- respondió él con un exagerado ademán – Yo tengo que viajar mucho por mis negocios, y puedes venir conmigo siempre que quieras. Tú elijes: Australia, Europa, la India… Paríííísss – dijo al final dándole un ligero empujoncito a la chica que la hizo sonreír - ¡Todas las chicas quieren conocer París, lo sé! Punto uno asegurado. Sigamos ¿Qué más quieres?

- Yooo… yo habría querido aprender cosas…

- ¿Qué cosas?

- No lo sé… ¡Cosas!

- ¿Qué quieres aprender? ¿A hacer pasteles? ¡Te contrataré un buen chef que te enseñe! ¿A hablar francés? ¡Conozco una maestra francesa, excelente! ¿Cantar, tocar piano? No será difícil conseguir un buen tutor ¡Es que te traigo una soprano de Italia! ¿Eso te gustaría?- ella lo miraba anonadada – Ya te lo dije: si puede pagarse, puedes tenerlo. No habrá ninguna restricción, tendrás cualquier cosa que te haga feliz.

- Es usted un poco ostentoso… – reclamó ella - ¿Nunca le han dicho que eso no es muy elegante?

- ¡Y qué sé yo de elegancia, niña! – respondió él riendo – Yo sé de negocios. De dinero; tema igual o mucho más importante que la elegancia, si quieres que sea sincero.

Ella suspiró entornando los ojos.

- ¿Cuántos hijos tendríamos?

- ¡Los que tú quieras! – respondió él – No me desagradan los niños, pero tampoco me muero por llenar la casa. Si te gustan a ti, podemos tener todos los que tú quieras… cinco o diez – ella le miró con cierto susto - ¿Qué, veinte? ¡Bueno eres joven!

La joven ahogó una exclamación frunciendo el ceño; más espantada que molesta.

- ¡No te asustes! – exclamó él entre una carcajada – Como te dije, los niños no me desagradan, pero la verdad no me veo siendo papá de un ejército de chicos. Si tú no quieres tenerlos, por mí está bien pero; como favor sí te pediría al menos uno… o quizá dos; ya sabes, un par de herederos. Alguien que, cuando muramos, reciba lo que tenemos y todo lo que vamos a tener… quizá un niño y una niña, para darle gusto a las abuelas con aquello de “la parejita”. – dijo al final con un guiño de ojos.

- ¡No sé yo, si esto es un tema adecuado entre un caballero y una señorita…!

- Pues, yo tampoco pero, si nos vamos a casar, es algo que de lo que vamos a hablar tarde o temprano… mejor que sea temprano.

- Bueno; sí… es cierto. ¿Y dónde viviríamos?

- ¡Donde tú quieras! – volvió a exclamar el hombre - ¿Dónde te gustaría? Dime. Tengo suficiente dinero para construirte una mansión arriba del Everest, si eso te complace. Tú sólo pídelo.

Ella, paseó su mirada, aún enrojecida, por todo el paraje que la rodeaba. El río, los árboles de colores, el puentecillo… Una de las cosas que más le dolía pensar que tenía que abandonar, era precisamente ese lugar; pero si esta hombre en serio le preguntaba, ella ya tenía una respuesta.

- Me gustaría… me gustaría vivir aquí… - respondió ella, quedamente.

- ¿Aquí… en Lakewood?

- Aquí… - asintió ella mientras señalaba con sus manos a su alrededor.

- Tú dices ¿Aquí, aquí?

- Sí ¡Aquí, aquí!

- Bueno… - dijo él mirando a su alrededor – es un hermoso pareja, ciertamente… habría que talar algunos árboles, sí…

- ¡Más adelante hay un claro! – se apresuró a decir ella – es bastante grande, no creo que habría necesidad de talar nada…

Él se quedó pensativo un minuto, mirando a su alrededor con una media sonrisa.

- Habría que inspeccionar el terreno, analizar unos cuantos factores; pero no creo que haya ningún problema. Si quieres vivir aquí ¡Aquí es donde tendrás tu casa!

La joven le sonrió, por primera vez, de forma abierta y con los ojos brillantes. Eso a él le calentó el corazón.
Se casaría con ella de todas maneras, el trato con Elroy Andrew ya estaba hecho y a la joven huérfana, que no tenía quién hablara por ella, no le quedaría más que acatar pero; él en realidad no quería obligarla, genuinamente esperaba convencerla y que todo se hiciera con su beneplácito.

Así que al verla sonreírle por primera vez, con la ilusión que vio en su todavía infantil mirada, se sintió más seguro.
Se metió la mano al bolsillo y sacó una pequeña cajita de terciopelo azul. Al verla, aún sin que la hubiera abierto, ella sintió que la sangre se le bajaba a los pies, y volteando la cara hacia otro lado, se empuñó las manos sobre el pecho; estrujándoselas nerviosamente.

- Sarah… - exhaló él, con dejo decepcionado – Ya sé que para ti debo ser un viejo…

- ¡No! – exclamó ella, mirándolo – No, yo no creo que seas un viejo, ni te veo de esa manera. No me lo pareces para nada, es solo que… No esperaba casarme tan joven…

- Es cierto, eres muy joven; pero podemos esperar dos o tres años si tú quieres…

- ¡Ella quiere deshacerse de mí…! – exclamó, y sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas.

- ¡Oh no cariño, claro que no es así! – dijo él, en tono conciliador, colocando delicadamente un brazo alrededor de los hombros de la joven – En realidad, la Sra. Elroy se preocupa por ti. Quiere asegurar tu futuro, estar segura de que te casarás bien, con alguien con fortuna, que te dé un buen futuro y que sea un buen hombre… Y te aseguro que yo lo soy, Sarah. Yo soy un hombre bueno, te lo prometo.

- Señor… digo, Raymond… Si yo no pongo en duda eso…

- ¿Qué pasa, entonces?

- Es que… tú me ofreces tantas cosas, a manos llenas, y yo no tengo nada que darte a ti…

- Te equivocas – dijo él tomándole la mano – Tienes mucho para darme, y me darás mucho más a lo largo de nuestra vida…

- ¿Te refieres a tus negocios con la familia de mi madrastra?

- Bien, no te negaré que eso es importante para mí, sí; pero no es lo único. Eres hermosa y muy bien educada; eres refinada y de muy buen gusto. Sin embargo, siempre estás triste. Te he observado por largo tiempo y sé que hay algo que te falta; y sea lo que sea yo te lo quiero dar. Dices que no tienes nada ¡Pero en ti voy a tenerlo todo! Y a cambio, yo te lo daré todo. Tendremos una familia y todo será como tú quieras; siempre. Tendrás total libertad y potestad. Serás la dueña de tu casa y la única que ordene. Ya no tendrás que guardar silencio si no quieres, ni esperar que te den permiso para nada ¡Serás la dueña de todo y de ti misma! Yo solo quiero hacerte feliz del modo que mejor prefieras. Solo quiero verte sonreír, y que esa sonrisa ilumine mi vida siempre.

Él le soltó la mano y exhaló un hondo suspiro. Se recostó hacia atrás un poco apoyándose en la hierba con sus manos.
La brisa que se adentraba al bosque desde el lago, le hizo cerrar los ojos, y el árbol de lilacs de incipiente floraciones que tenían cerca, se remeció ante el viento dejando escapar sus delicados pétalos violetas, prácticamente sobre ellos.

Ella lo miró, y no pudo evitar sonreír ligeramente. No era un viejo; sí era casi década y media mayor que ella, pero en ese momento ella pensó que estaba bien así. Tampoco se imaginaba casada con algún mozalbete que no supiera dirigir su vida.

Si tenía que casarse ahora y no había nada qué hacer para evitarlo; en realidad ahora se daba cuenta de que agradecía que fuera con alguien como él.

Le tocó una rodilla y, cuando él abrió los ojos, se encontró con la mano izquierda de la joven, dispuesta para que le colocara el anillo.

Ella le sonrió alegremente y él leyó en su mirada que no lo hacía por amor; adivinaba la resignación en sus ojos; pero no era una resignación triste, al contrario; era la resignación de saber que con él estaría segura y que tendría todo lo que necesitaba y deseara para ser feliz.

Raymond Leagan hurgó nuevamente en su bolsillo y sacó la cajita de terciopelo azul; la abrió mostrando un aro de oro con un diamante cristalino bastante grande.

No, si ya iba entendiendo ella que la elegancia y la discresión no eras precisamente sus mejores cualidades; pero ya notaba que tenía otras por las que definitivamente podía pasar por alto ese rasgo.

Leagan tomó el anillo y lo deslizó por el delicado anular de la jovencita, y luego se inclinó, y le dio un casto beso en la frente.

- Deberíamos irnos – dijo suavemente – antes de que ti madrastra nos mande a buscar con los perros.

Ese comentario hizo reír  a la muchacha; pues ya se imaginaba que Elroy Andrew era capaz de eso y más, si de salvaguardar la honra se trataba.

Leagan se puso de pie y le dio ambas manos a la joven para ayudarla a levantarse.

- ¿No volverás a huir de mí? –le preguntó, sonriéndole.

- ¡No, si no me das motivos! – respondió ella, igualmente.

Sarah se empinó entonces, y le dio un ligero beso en la mejilla que lo hizo sonreír alegremente.

- ¡Yo también quisiera que tengamos una parejita...! – soltó ella, como al descuido.

- ¡Ah! – exclamó él sonriendo - Esas cosas les quitan el sueño a las mujeres ¡Sea pues! ¡Tendremos hijos hermosos y pelirrojos! – dijo, y ella no pudo evitar reírse con ganas.

Luego le tomó del brazo, y cruzaron el puentecillo lentamente, como dando un paseo; mientras él le contaba cosas acerca de su último viaje, y las maravillas que le traería del próximo.

Le comentaba que tenía total libertad para planificar su boda. Tenía un año más o menos, elegir el buffet, el vestido, las damas ¡Todo lo que ella quisiera! Y que no importaba lo que Elroy Andrew dijera ¡él lo pagaba todo!

Sarah reía entre comentario y comentario, pensando que ojalá sea así de ocurrente toda la vida, y que ojalá a ella no le terminara aburriendo precisamente eso.

Mientras él le hablaba, ella volteó un momento observando el paraje que dejaban atrás.
El sitio donde dentro de un año estaría su casa ¡Su casa! Donde ella sería dueña y señora.

Ya no más órdenes, sino las suyas.
Ya no más reglas, sino las suyas.

Ya no más silencio, sino el que impusiera ella, ni más disciplina estricta, sino la que ella decidera.

Ella sabía bien, que quisiera o no, jamás se liberaría del todo del yugo de pertenecer (de cierta manera) a una familia como los Andrew; ni tampoco se libraría del todo del influjo y el dominio que ejercía sobre ella su madrastra; pero ahí, ella sería quien mande.

Ahí ya no sería más la huérfana criada por Elroy Andrew; ahí ella sería la Señora Leagan...



Gracias por leer...  Desde la Mansión Leagan ¡Cumpliendo un reto! "LA JOVEN SARAH" 245289



ÍNDICE A MIS OTROS TRABAJOS EN ESTA GUERRA FLORIDA
AQUÍ

http://www.maldita-bruja.blogspot.com

Maga Cafi

Maga Cafi
Niño/a del Hogar de Pony
Niño/a del Hogar de Pony

Que tristeza que al paso de los años la insatisfacción haya sido una constante en la vida de la elegante y fría Sarah Leagan! Su esposo siempre tuvo las mejores intenciones pero tenía un carácter débil, por eso su familia era, por decir de una manera amable, especiales!! Excelente mi Wendolyn, impecable !!💖👌🏻💖👌🏻



Última edición por Maga Cafi el Vie Abr 17, 2020 8:43 am, editado 1 vez

igzell

igzell
Niño/a del Hogar de Pony
Niño/a del Hogar de Pony

Lastima que esa relacion no perduro,que termino siemp0re si aburriendose del ocurrente Raymon.

http://larojamelenaquesellevoelviento.blogspot.com/

igzell

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Niño/a del Hogar de Pony
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Lastima que esa relacion no perduro,que termino siemp0re si aburriendose del ocurrente Raymon.

http://larojamelenaquesellevoelviento.blogspot.com/

LORENA **AlbertManìa**

LORENA **AlbertManìa**
Niño/a del Hogar de Pony
Niño/a del Hogar de Pony

Sin duda el Sr. Leagan puso todo de su parte para que ella fuera feliz, recuerdo que siempre tuvo buena actitud con los demás, incluso en Candy cuando la mando de vacaciones para que descansara de su familia. Sin embargo creo que exagerò en darle tanto poder a Sarah, pero bueno... cuando se esta enamorado ¡quién piensa en lo que promete!.
Esas historias escondidas y cómo las vais descubriendo me encantan condesa!


Saludos fraternales

cilenita79

cilenita79
Niño/a del Hogar de Pony
Niño/a del Hogar de Pony

Me encantó! Me hace sentido con una Sarah caprichosa, que hace lo que quiere, que les da a sus hijos lo que quiere... Excelente como siempre!!!!!!


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GEZABEL

GEZABEL
Guerrera de Lakewood
Guerrera de Lakewood

Wow, que manera de conocer a Sarah... Me encanto la manera en como el la convencio, de cierta forma la libero de todo y le abrio un mundo de posibilidades... realmente muy joven pero en esos tiempos quien no se casaba a tan temprana edad?

Muy buen relato wendo...

analilit-77

analilit-77
Niño/a del Hogar de Pony
Niño/a del Hogar de Pony

GRACIAS POR EL RELATO WENDY


HOY CONOCÍ OTRO CACHITODE LA VIDA DE SARA LEGAN...LA HUERFANA

Mayosiete

Mayosiete
Niño/a del Hogar de Pony
Niño/a del Hogar de Pony

Ya estaba soltando las lagrimas por Sarah, pero después me alegré que las cosas mejorarán.

Se ve entretenido ese enlace.
😱

Lady Letty

Lady Letty
Niño/a del Hogar de Pony
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wuw!! Se casó muy joven

Muy buen relato.. Desde la Mansión Leagan ¡Cumpliendo un reto! "LA JOVEN SARAH" 334740 Desde la Mansión Leagan ¡Cumpliendo un reto! "LA JOVEN SARAH" 334740


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