Una seductora sorpresa
Parte 4
Valkiries Let's go yo the Valhalla!!
Capitulo 4
Ambos regresaron a la casa, tomados de la mano ella portaba ese precioso anillo qué Terry le había colocado, aún nerviosa, pero feliz se dieron al encuentro Alberth, sus madres, sus primos, y los niños del hogar quienes corrieron al encuentro de los dos enamorados. Alberth, por su parte ya había hecho preparativos para una unión entre los tórtolos, pues tenía miedo que algo se volviera a interponer entre los dos. Al siguiente día, habían llegado la familia de Terry y unos cuántos invitados más para el evento. La boda se llevó a cabo de la manera más sencilla, pero perfecta para ambos; después de la boda y el baile Alberth, de forma muy cálida se acercó a ambos y les dijo que como regalo de bodas, la casa de campo sería de ellos, así como, la parte de las caballerizas, Candy frunció el ceño en desaprobación pero mirando a Alberth de forma interrogativa. A este no le quedó más que decir la verdad, que su otro socio era Terry. La Pecosa volteo su mirada hacia su ahora esposo propinándole un codazo, aún así estaba feliz, pues el hombre que le había hecho despertar tantas emociones y un placer infinito era nada más que su Terry.
Al terminar la fiesta habían decidido irse de viaje de bodas a Inglaterra para darle las nuevas a su padre de Terry, pero antes se escaparon hacia las caballerizas donde Candy, deseaba ser su mujer de todas las formas. Terry ya s sabía que era lo que quería su pecosa, por lo que al llegar a su destino, justamente en cuanto entraron estaba un lugar lindo, preparado con velas aromáticas y una cama improvisada pero cómoda. Terry la miraba con una sonrisa endiablada, sus ojos oscurecidos y voz ronca invitando a su pecosa; con delicadeza comenzó a besarla, en el cuello, los hombros, su boca, Candy, respondía de la misma forma intensa y placentera ella le quitaba el saco y desabotonaba la camisa, Terry, sin esperar con sensualidad desabotonaba el vestido, besando y acariciando la espalda, dándose cuenta que no tenía más ropa interior que la necesaria, ese descubrimiento hizo que sintiera una gran punzada en su entre pierna, al despojarlo de la camisa, la pecosa inhaló el aroma de su cuerpo, si, si era el mismo aroma que percibió desde el inicio. Sus manos parecia que ya sabían el camino que debían recorrer. Unas manos suabes tocaban los bíceps enmarcados de Terry, era una sensación exquisita, tan excitante que ahora era el turno de él que dejó liberar un gemido, al tiempo que Candy continuaba desnudándolo, lento, despacio, besando sus senos de hombre, Terry en ese momento dejaba caer su vestido, dejando al descubierto su cuerpo delineado como el de una Diosa de belleza, el pantalón de Terry caía al suelo, mostraba su virilidad en toda su forma erecta. Las manos de Terry tocaban la feminidad de Candy sintiéndola húmeda, o más que húmeda, al instante, ambos sintieron pinchazos en sus corazones, en sus partes demandantes de fundirse en uno solo, como marido y mujer.
Terry chupeteaba los pezones de su ahora esposa, quién ya no se frenaba, dejaba emitir esos gemidos que excitaban tanto a ambos, con una pierna, abría las piernas de Candy, ella no se opuso en ningún momento, deseaba ser embestida por él; sin embargo, Terry, se dirigió a su feminidad besando, chupeteando su intimidad, esa región rosada que no había podido disfrutar completamente, ahora se deleitaba con el néctar de ella, mientras los gritos y gemidos delataba el deseo de ser embestida, estos se hacían más y mas frecuentes hasta mostrarse demandante; tal placer era de ambos que al momento de intentar ser embestida por su esposo un calor recorría el cuerpo de ambos, él no quería lastimarla por lo que solo iniciaba a introducirse, al unísono que volvía a jugar con los pezones de ella; sin embargo y sin esperarlo Candy lo jalo hacia ella sus piernas, haciendo que la penetrara en su totalidad, en ese momento él se detuvo, pues un gemido fuerte salió de ella, estaba convencido que la había lastimado, por ello él se detuvo unos minutos en lo que ella se acostumbraba a su virilidad, ya que era de gran grosor y tamaño, los besos y las caricias que él le dotaba a ella, hizo que nunca bajara el deseo, al contrario fué más intenso que antes; después de unos minutos, su cadera de ella empezaba a moverse en un vaivén bastante rítmico, ahora él en movimientos suaves, sacaba e introducía su miembro dando estocadas de placer infinito, ese vaivén se volvió como una danza de la cual ambos, parecía que la conocían a la perfección, sus cuerpos perlizados de sudor y en éxtasis más intenso hicieron que llegaran al clímax más esplendoroso. Ahora el era su hombre y ella su mujer, cansados, agotados y sudorosos terminaron uno acurrucado en los brazos del otro.
— Terry, ¿siempre me harás el amor igual?
— ¿Igual? No mi amor será siempre diferente, cada día te llenare de amor, porque eso es lo que hicimos, el amor.
— Terry, jamás olvidaré esta visita en el campo.
— ¿Se lo contarás a nuestros hijos?
— No, no lo creo amor, ¿Quieres que se los cuente algún día?
— No, tienes razón pecosa dejemos que encuentren su propia aventura.
La feliz pareja aprendieron a disfrutarse a cada instante y en todo momento, solo se daban un tiempo durante su embarazo de Candy, porque aún así aprendieron a hacer el amor cada día y a cada instante el uno al otro.
Hacer el amor no es un solo acto sexual, es cada palabra, caricia, cuidados y atenciones el uno con el otro.
Hacer el amor es AMAR.
FIN…
Al terminar la fiesta habían decidido irse de viaje de bodas a Inglaterra para darle las nuevas a su padre de Terry, pero antes se escaparon hacia las caballerizas donde Candy, deseaba ser su mujer de todas las formas. Terry ya s sabía que era lo que quería su pecosa, por lo que al llegar a su destino, justamente en cuanto entraron estaba un lugar lindo, preparado con velas aromáticas y una cama improvisada pero cómoda. Terry la miraba con una sonrisa endiablada, sus ojos oscurecidos y voz ronca invitando a su pecosa; con delicadeza comenzó a besarla, en el cuello, los hombros, su boca, Candy, respondía de la misma forma intensa y placentera ella le quitaba el saco y desabotonaba la camisa, Terry, sin esperar con sensualidad desabotonaba el vestido, besando y acariciando la espalda, dándose cuenta que no tenía más ropa interior que la necesaria, ese descubrimiento hizo que sintiera una gran punzada en su entre pierna, al despojarlo de la camisa, la pecosa inhaló el aroma de su cuerpo, si, si era el mismo aroma que percibió desde el inicio. Sus manos parecia que ya sabían el camino que debían recorrer. Unas manos suabes tocaban los bíceps enmarcados de Terry, era una sensación exquisita, tan excitante que ahora era el turno de él que dejó liberar un gemido, al tiempo que Candy continuaba desnudándolo, lento, despacio, besando sus senos de hombre, Terry en ese momento dejaba caer su vestido, dejando al descubierto su cuerpo delineado como el de una Diosa de belleza, el pantalón de Terry caía al suelo, mostraba su virilidad en toda su forma erecta. Las manos de Terry tocaban la feminidad de Candy sintiéndola húmeda, o más que húmeda, al instante, ambos sintieron pinchazos en sus corazones, en sus partes demandantes de fundirse en uno solo, como marido y mujer.
Terry chupeteaba los pezones de su ahora esposa, quién ya no se frenaba, dejaba emitir esos gemidos que excitaban tanto a ambos, con una pierna, abría las piernas de Candy, ella no se opuso en ningún momento, deseaba ser embestida por él; sin embargo, Terry, se dirigió a su feminidad besando, chupeteando su intimidad, esa región rosada que no había podido disfrutar completamente, ahora se deleitaba con el néctar de ella, mientras los gritos y gemidos delataba el deseo de ser embestida, estos se hacían más y mas frecuentes hasta mostrarse demandante; tal placer era de ambos que al momento de intentar ser embestida por su esposo un calor recorría el cuerpo de ambos, él no quería lastimarla por lo que solo iniciaba a introducirse, al unísono que volvía a jugar con los pezones de ella; sin embargo y sin esperarlo Candy lo jalo hacia ella sus piernas, haciendo que la penetrara en su totalidad, en ese momento él se detuvo, pues un gemido fuerte salió de ella, estaba convencido que la había lastimado, por ello él se detuvo unos minutos en lo que ella se acostumbraba a su virilidad, ya que era de gran grosor y tamaño, los besos y las caricias que él le dotaba a ella, hizo que nunca bajara el deseo, al contrario fué más intenso que antes; después de unos minutos, su cadera de ella empezaba a moverse en un vaivén bastante rítmico, ahora él en movimientos suaves, sacaba e introducía su miembro dando estocadas de placer infinito, ese vaivén se volvió como una danza de la cual ambos, parecía que la conocían a la perfección, sus cuerpos perlizados de sudor y en éxtasis más intenso hicieron que llegaran al clímax más esplendoroso. Ahora el era su hombre y ella su mujer, cansados, agotados y sudorosos terminaron uno acurrucado en los brazos del otro.
— Terry, ¿siempre me harás el amor igual?
— ¿Igual? No mi amor será siempre diferente, cada día te llenare de amor, porque eso es lo que hicimos, el amor.
— Terry, jamás olvidaré esta visita en el campo.
— ¿Se lo contarás a nuestros hijos?
— No, no lo creo amor, ¿Quieres que se los cuente algún día?
— No, tienes razón pecosa dejemos que encuentren su propia aventura.
La feliz pareja aprendieron a disfrutarse a cada instante y en todo momento, solo se daban un tiempo durante su embarazo de Candy, porque aún así aprendieron a hacer el amor cada día y a cada instante el uno al otro.
Hacer el amor no es un solo acto sexual, es cada palabra, caricia, cuidados y atenciones el uno con el otro.
Hacer el amor es AMAR.
FIN…
Esta historia está inspirada en la novela TODO O NADA de Mayra de Jesús escritora que me atrapó con esta maravillosa novela.
A mi querida Mayra con todo respeto y cada una de las chicas que creyeron en mi.
Hail Valkiries to Valhalla!