Sepultado por una noche como esta...
Terius miró con fría melancolía hacia la distancia como el ocaso sin fin se extendía inamovible ante sus ojos. Si en su pecho aun hubiera un corazón podría sentir tristeza pero hacía centurias él ya no era capaz de percibir nada. Vagaba en ese limbo sin luz, en un rincón de la tierra donde los seres expulsados por la humanidad se ocultaban para no ser perseguidos ni destruidos como la maldición que eran para todo lo vivo y lo puro, sin dormir, sin soñar y exiliados de la luz del sol. Le costaba trabajo recordar en que momento cruzó al lado oscuro y luchaba por no olvidar la razón que lo había llevado ahí, ese destello de luz brillante que él siguió como polilla a la llama. Cerró sus ojos color acero filoso y se sintió transportado a ese instante de su juventud humana, el color de las piedras de su castillo, la voz de su padre llamándolo desde la distancia sobre su montura mientras cazaban faisanes en las estepas de la bella Iberia...
Escuchó una hermosa voz, seductora, etérea... La luz dorada se colaba entre las copas de los arboles del denso bosque colindante a su castillo, e ignorando el llamado de su padre que cada vez se perdía mas y mas en la densa vegetación, bajóse de su caballo y en medio de un claro del bosque, dentro de un circulo de flores y hongos, la vio. La mujer mas hermosa y angelical que alguna vez en su vida había visto. Ni su misma madre podía compararse con esa dama blanca y que parecía flotar entre los rayos de luz que se colaban entre sus extremidades y una nube que parecía ser su transparente túnica. Se quedó de pie sin poder moverse, ni atreverse a entrar en el círculo mágico. El tiempo pareció detenerse, solo quería quedarse eternamente mirando esa aparición espectral y sin embargo celestial. Ella dejó de entonar esa extraña melodía y clavó sus ojos esmeraldas en él y desplegó lentamente una sonrisa que lo traspasó como el sable de un asesino persa. No emitió voz alguna pero la escuchó con claridad en su cabeza como sonido de campanas y canto de aves:
¨Teriussss, te estaba esperando... agapimeni mou...¨
El se cimbró de pies a cabeza al escuchar su nombre, y reconoció la frase dicha en griego... de donde le conocía??
¨No temas, agapimeni mou, he esperado por ti desde antes de el cielo se hubiese llenado de estrellas. Me he despertado de mi letargo al sentir tu presencia... estamos destinados a amarnos eternamente y tengo en mi poder la capacidad de brindarte tesoros inimaginables y la sabiduría de los dioses, solo tienes que amarme de forma total, como yo te he amado a ti desde el inicio del tiempo...¨
Terius sintió que su corazón palpitaba alocadamente y cuando vio que ella le tendía la mano él se sintió volar sin tocar el césped hacia sus brazos, ella lo abrazó con ternura y pasión y entre la grama, ese jovencito se hizo hombre de una forma desquiciante, como si hubiera subido al mismo cielo en las alas de los ángeles. Cuando él alcanzó el cenit, se quedó dormido entre los brazos de la escultural aparición que lo arrulló con incomparable dulzura.
Cuando al fin reaccionó, despertó solo en ese claro sorprendido de lo que recordaba haber vivido, tan increíble, tan imposible e improbable, que le pareció haber sido solo un sueño. Solo que estaba desnudo, su ropa desparramada en todo el circulo de césped fino y suave como el pelaje de un armiño. Apresuradamente se vistió y regresó corriendo a donde recordaba haber visto a su padre por ultima vez.
Esa noche durmió con dificultad, sentía en su piel los besos y las caricias del ¨angel¨, como empezó a llamarle, y una extraña fiebre le sobrevino que a sus padres asustó de enorme manera, ya que él era el único heredero de su pequeño pero rico reino. Cuando al fin pudo ponerse de nuevo en pie, regresó por si mismo al mismo claro oculto, y ahí estaba ella, con su larga y rizada cabellera dorada que fulguraba como el mismo sol.
¨Agapimeni mou, agapimeni mou!¨
Tal como la vez anterior, se amaron y él despertó desnudo y solo, regresando a su hogar mas triste y silencioso que la vez anterior, y sus padres asustados, decidieron preguntarle que cosa le estaba pasando en el bosque que le estaba enfermando de esa manera. El se negó a contestar girando su rostro hacia la pared.
- Usted nos va a romper el corazón de la angustia, hijo mío, dígame que malvado espíritu o duende le esta robando la vida para poder salvársela! Terius siguió guardando silencio ante las preguntas llorosas de su madre que angustiada veía las ojeras y el rostro demacrado de su único hijo. El padre, ante lo que él juraba se trataba de un caso de posesión de un genio malvado ordenó no se le permitiera salir del castillo para evitar que ese espíritu del mal terminara de chuparle el aliento vital a su heredero.
Terius sabiéndose cautivo, pasó la semana negándose a comer nada y en un mutismo angustiante para sus progenitores, hasta que una noche de luna llena, saltó por la ventana de su habitación hacia un alto tejado del extremo del castillo e ignorando el peligro mortal, se lanzó de la muralla, cayendo de tal manera que del golpe una de las costillas le perforó un pulmón, pero presa de una fuerza y un deseo sobrenatural e ignorando el dolor, se dirigió cojeando hacia el claro del bosque, mientras tosía y escupía sangre. Al llegar ahí estaba ella. Quien al verlo corrió a la orilla del circulo mágico y gritó de una forma desgarradora, mientras lo recostaba y lloraba derramando unas lágrimas que se convirtieron en diamantes al tocar el aire.
-Agapimeni mou!!! Mi amado angel, aqui estoy ya!!! Dijo él con una sonrisa triste mientras ella lo acariciaba dulcemente y su llanto no cesaba. En ese momento, un estruendo y un relámpago cruzaron el cielo y ella se estremeció y sus facciones divinas se deformaron por un terror súbito. Terius vio como un ser portentoso, un hombre enorme que resplandecía como una llama azul estaba de pie ante ellos. Escuchó con claridad su horrorosa voz en su cabeza:
¨Artemis, Artemis! Que has hecho? Has cometido sacrilegio al unirte en inmoralidad con ese mortal! Tu hermano me lo dijo pero me negué a creerlo!!¨
¨Apolo no te pudo decir nada, padre, no debió hacerlo!¨
¨Pues aquí estas culpable de deshonrar nuestro linaje, el morirá y tu sufrirás ese castigo por la eternidad, viéndolo morir en tu pensamiento una y otra y otra vez!¨
¨No padre, te lo ruego, él no es culpable, te lo pido! Perdónale la vida y permítele ser feliz, la culpa la he tenido yo que abusé de su inocencia!¨
El dios vio el llanto sincero de su hija favorita, la virginal ternura con la que abrazaba al indefenso pero hermoso mortal, y la valentía con que este sacrificó la vida propia con tal de estar con ella. En su sabiduría y entendimiento inmortal, emitió un juicio y dictó una sentencia:
¨Esta bien, él no morirá, pero vivirá en el inframundo como un espectro que cumplirá con el encargo de hostigar a los rebeldes y blasfemos torturándolos, robandoles la vida y alimentándose de su sangre y su energía y conservará su belleza para atraerlos y cazarlos. Cuando llegue el momento que sólo yo se, él encarnará y tus lagrimas lo harán en una doncella, donde una parte de tu esencia se manifestará para que después de sufrir, superar pruebas intolerables y sacrificarse equitativamente, finalmente podrán estar juntos y consumar un amor de acuerdo a las leyes naturales¨
Ella lo besó en los labios, lo dejó con cuidado en el verdor y se puso de rodillas ante su poderoso padre, que con un golpe de su brazo hizo estallar un estruendoso relámpago y se esfumaban ambos instantáneamente.
En ese momento, el dolor de la caída cesó y levantándose comenzó a caminar hacia lo mas oscuro y remoto del bosque donde se encontró una cueva por la que bajó hasta que llegó a una ciudad tenebrosa de seres y almas muy diversas, que todas las noches salían a atormentar y castigar a los mortales que desobedecían las leyes de los dioses, cosa que él también noche a noche realizó hasta que llegó el punto que casi olvidó quien había sido en vida y por que era lo que ahora era, cuantas bellas jóvenes visitó en madrugadas de luna llena y poseyó dejándolas casi moribundas y llenas de melancolía por ese hermoso incubo que las visitaba y afligía con su dulce voz y sus tristes cantos de amor no correspondido:
¨Déjame dormir
Estoy cansado de mi dolor
Y me gustaría que tu
Me ames, me ames, me ames
Esta es la noche en que los bosques suspiran
Ven conmigo
Hay gente que no puede hablar
Sin sonreír
Me llevarían de tu mano
O lo intentarían, lo intentarían
Este es el murmullo de la tierra
Este es el sonido de la banda de música del amor
Y como pueden sostenerte como una arma
Y como te canto como una canción
Escuche cuando era joven
Y sepultado por una noche como esta¨
Y todas ellas tenían el mismo rostro dulce de su amada Agapimeni, cumpliendo con la sentencia de vagar por la oscura noche europea, hasta esa noche. Escuchó la voz del trueno diciéndole que su tiempo de penitencia había llegado a su fin y ahora debía demostrar encarnado de que era capaz de amar a pesar de las circunstancias, y que debía probarse ser merecedor del amor de su amada hija. Terius puso la mano derecha sobre el lugar donde había estado su corazón y se juró a si mismo que esta vez sería capaz de todo por ella.
Eran finales del siglo XIX, y un hermoso niño de nombre Terrence de Grandchester nacía entre llanto y alegría en America.