Bueno, con lo acontecido en el capítulo previo, y sintiéndose ella la más ofendida debido al trato por parte de él, una orgullosa mujer, —sin ser detenida por nadie—, buscó también la puerta, cruzando ésta con todas las intenciones de salir rápidamente de ahí y… seguir quedándose con las ganas de saber ¿cómo había sucedido todo lo que sus oídos hubieron escuchado?
Siendo conocedora de que Terruce hablaría en lo absoluto de lo pasado, Candice, —en lo que iba en la búsqueda de otra puerta—, en su mente, ideaba ir adonde Albert y contarle. Quizá, el rubio hombre, al prestarle atención, él podría hacer algo al respecto y…
— ¡Candice White Andrew! — ella se autonombró, deteniendo de tajo su paso y reprendiéndose: — ¡¿desde cuándo los demás tienen que resolver tus propios problemas?! Eso es señal de lo mal acostumbrada que te tiene tu familia adoptiva y…
La persona que la había seguido sigilosamente, a un paso dado hizo crujir una gastada pieza de madera que lo descubrió.
Para ver de quien se trataba, Candice se giró sobre su eje, sorprendiéndole que fuera Rufus quien le sonreía; mientras que ella, quitándose las lágrimas que la traicionaron, se disculpaba.
— No, no tiene por qué, señorita. Fue una situación bastante incómoda para todos.
— ¿Usted realmente tenía desconocimiento de esto? —, la rubia White necesitaba datos que satisficieran su curiosidad.
— Le dije con antelación, el Duque es… muy especial.
— ¡Dígamelo a mí! — ella se quejó al recordar el trabajo que le costara romper su coraza.
— Entonces… no debería irse, sino tratar de hablar con él… comprenderlo.
— Todo el tiempo que nos llevó conocernos lo hice, pero… hoy en día, está más imposible que nunca.
— El cargo que tiene en Londres no es tan sencillo. Este viaje le costó mucho realizarlo. Usted ha sido testigo de las horas que le invierte para terminar en tiempo este asunto y regresar adonde lo esperan más. Sé que no es excusa ni defensa, sin embargo, lleva varias horas sin dormir y… esa mujer, era obvio, solo vino a molestar y lo consiguió. Además, y discúlpeme, usted… colaboró un poco. Debió aguardar a que las cosas se calmaran, y no poner entredicho lo dicho o el actuar del señor Granchester que… —, Rufus bromearía: — ya me lo volvió a poner de mal humor cuando esta mañana nos sorprendió a todos con su cambio y sé que se debe a usted.
— Gracias, Rufus — dijo Candy un tanto apenada.
— No, no tiene por qué agradecer; al contrario, nos conviene tener un jefe feliz y, así nosotros…
— ¿Tan ogro es? — preguntó Candice esbozando una linda sonrisa.
— Tiene sus episodios… y muy seguidos.
Con lo divertidamente revelado, Candice, con toda libertad y confianza, se carcajeó; acción que le ayudaría a serenarse.
Una vez así, o, mejor dicho, con la cabeza fría, ella, —acompañada del escolta—, regresó a la oficina; sin embargo, y antes de ingresarla, Candy se acordó de Karen quien, nuevamente le hacía la señal, pero de ir a ella.
Previo a, la rubia dirigió su mirada adonde Terruce, el cual, con grave ceño fruncido, atendía al trabajador en turno.
Debido al poco caso, White lo aprovechó para ir a la castaña que, a su compañero, le pedía guardara su lugar.
A otro, un tanto retirado de la fila, las dos mujeres se condujeron diciendo una:
— Te lo advertí.
— Te juro que nunca la vi — reconoció la rubia, afirmando la castaña:
— Claro. Los años y la muerte de Susana, fueron nada buenos con ella. Bueno, eso se debe a que ella, no fue nada buena con alguno, mucho menos con Terry. Al contrario, al pobre infeliz hacía pagar, con cada segundo de su vida, lo que su hija había hecho por él.
— ¿Te consta eso?
— ¡Candy, por Dios! — Karen saltó y la miró con horror. — ¡¿No sentiste su veneno hacia él?!
— Bueno, lo que pasa es que…
— Tienes la más mínima de las ideas del infierno que Terruce vivió con ellas, ¿cierto?
— Karen, yo…
— ¿Qué hiciste al finalizar la premier de “Romeo y Julieta”?
— En sí… no lo hice. Escuché los cotilleos de las mujeres y…
— ¿Corriste adonde Susana?
— Me parecía injusto lo que pretendía.
— Sin embargo, ella se quedó con él.
— Fue porque yo…
— ¿Hablaste con Terruce?
— No.
— Muy malo, señorita. Creí que, cuando te vi emocionarte al solo hecho de mencionarlo. tú…
— ¡No creas que fue fácil! — Candy se disculpó, defendiendo Karen:
— Entonces, tampoco creas lo fue para él.
— ¿Tú…?
— Sí, puedo resumirte que… la premier fue un éxito. Las siguientes funciones un desastre. Él comenzó a fallar con sus diálogos; la prensa lo atacó burlonamente, y un día Terry desapareció. Cuando regresó, me sorprendió que no viniera adonde Hathaway sino con el señor Jones. Algo que, no iba con Granchester, sin embargo, consiguió limpiar su nombre, hacer éste, grande y… vino a invitarme a ser parte de Hamlet con lo que apuntaló su carrera y a la vez finalizó. Con esto, y en una celebración, apareció un grupo de hombres, británicos como él que, literal, se lo llevaron. Todos nos quedamos sorprendidos al conocer que Terruce era heredero de un ducado y se le demandaba hacerse cargo de sus obligaciones nobiliarias. Aquella vez fue la última vez que lo vi.
— Y ahora que vuelvo a verte, andas de comunicativa, Klaise — dijo Terruce justo detrás de ella, la cual se volvió respondiendo:
— Bueno, tu mujercita debía saber ciertas cosas que al parecer desconocía.
— En primera, Candice no es mi mujer.
— Oh — un gesto de sorpresa se dibujó en un bonito rostro, — ¿y por qué no? Bueno, ahora entiendo el por qué del incremento de tus bilis… bilioso. ¿Ya me vas a pagar? — ella se interesó en saber: — Mira que tenerme a mí, tu eterna y salvadora compañera de tablas haciendo fila con… la plebe trabajadora…
— Hubieras llegado más temprano y así ser de las primeras en atender.
— ¡¿Qué te pasa, Granchester?! —, Karen no se reservó el soltar un manotazo en el brazo de él. — Mi rostro debe descansar ¡mínimo! diez horas. ¡Ándale, dime que sí! Tengo una sesión de fotos y…
— Ve allá e inténtalo.
— ¡Ay odioso! ¡Te odio!
— Aparentemente, no eres la única.
La que se había largado, una; y la que estaba frente a él y que lo había visto llegar, mostró indiferencia a la conversación sostenida entre los ex compañeros de oficio.
Con una sonrisa fingida, Karen se dispuso a regresar a su lugar para dejar a la pareja sola. Al estarlo, él tomó la mano de Candice para llevarla a cierta área, en sí, al escenario donde él, ellos, a la mitad del mismo, se pararon justamente debajo del pesado stage de iluminación.
Por supuesto, aquello intrigó a la rubia; y por supuesto, le preguntaba sus intenciones:
— ¿Qué pretendes con haberme traído aquí?
— El hacerte parte del momento en que mi infierno comenzó.
— No es necesario — dijo Candice dispuesta a dejarlo, en cambio, Terruce la detuvo diciéndole:
— A mí me parece que sí, porque no vas a vivir tranquila hasta que lo escuches todo, ¿cierto?
— Creo que con lo que he oído, me basta para imaginármelo.
— Y aunque lo hagas, se comparará en nada a lo que realmente fue. Pero siendo honesto y para saciar tu intriga, sí, Candice, hubo momentos en que sentí los deseos de matarla. De hecho… a las dos.
— ¡Terry!
— Te asusta, ¿verdad?
— ¡No lo digas! — ella acortó la distancia.
— Sin embargo… lo dudaste.
— Es que tú…
— Tuve suerte que muriera en el camino.
— ¡Por Dios, calla! — la rubia colocó su mano en la boca de él.
— ¿Lo harás tú? —, Terruce tomó el rostro de ella con sus dos manos para decir lo siguiente y directamente a los ojos: — ¿Dejarás de preguntar lo que fue? ¿Te dedicarás a… amarme? ¿O cuál es tu plan, Candice, para seguir adelante? porque el mío no es el de mirar atrás. Yo… es verdad, preservé lo que vivimos juntos… allá, en aquellos años. En éste, y a partir de este momento, es una nueva historia que, sí, me gustaría que escribiéramos juntos, pero no con fantasmas, no con aquello que un día nos lastimó y lo hizo de la manera más cruel, al menos para mí que, fui el único que perdió de todos. Albert, a su modo, siempre te tuvo a su lado. Lo mismo Archibald, o el propio Neil, pero ¿quién conmigo? sino dos mujeres encargadas de martirizarme a su manera. Susana con su cara de víctima, sin reproches en ella, permitiéndome hacer lo que quisiera; algo que molestaba a su madre, que todo el tiempo tuve detrás de mí al recordarme siempre el lugar en el que tenía que estar y no era el que yo verdaderamente quería… ¡contigo! — él la abrazó fuertemente. — Que, si después de la muerte de Susana hubo oportunidad de buscarte, me pasó lo mismo que a ti, que invertiste tu tiempo en tu preparación… en no pensar al estar haciendo otras cosas.
— Aun así, mi corazón te añoraba; en cambio, tú…
— Candy, seamos honestos —, Terry la separó para volver a mirarse, — ¿te consideras tú la que amó más entre los dos?
— Yo corrí muchas veces detrás de ti, ¡muchas, Terruce! Una de ellas, ¡debes recordarla!
— Pero el día que yo te necesité más, corriste a ayudar a otros.
— Es que…
— Ya, por favor — pidió él al ver que sería un cuento del nunca terminar.
— Está bien — acordó la rubia. — Voy a olvidar todo con una condición.
— La que gustes.
— Dime que me amas; que nunca dejaste de hacerlo.
— Eso es trampa.
— No, fue mi condición y aceptaste.
— Okay — dijo él tomándola de la mano. — Ahora vayamos a almorzar.
— ¡Terruce Granchester, no seas cobarde, y admítelo! — ella lo retó jalándolo hacia su persona al intentar él llevarla al lugar que los esperaba.
— Ni soy cobarde, y ya lo admití — replicó un risueño y, sí, tramposo castaño.
— Dije “dime”, no que lo admitieras.
— Es que… si lo hago… — él se acercó a su oído para decirle: — hay mucha gente aquí. Y como lo tengo pensado… la del problema serías tú.
— No te atreverías — respondió ella sintiéndose emocionada de su peligrosa aproximación conjugada con la siguiente seductora línea:
— Ni tú a decirme que te irás conmigo a Londres. Y quizá —, él coló su mano por la breve cintura femenina para atraerla a su cuerpo, — aprovechando que la travesía es larga… — los labios de Terruce aterrizaron en el cuello de Candice que se removió entre sus brazos y ni tiempo tuvo de contestar al haber sido atrapada su boca y ser compensada con el tercer beso por parte de él y el segundo que la dejaría más nerviosa que el primero por… ¿la audiencia que los observaba o… la intensidad empleada?
Saciado el gusto, Granchester finalmente la llevaba adonde les esperaban los alimentos.
Allá, sentados y conforme los degustaban, se hablaría de lo a hacer a continuación: es decir, cenar juntos esa noche. Terruce, al otro día, por la mañana se vería con compradores, por la tarde con los notarios y…
— El barco hacia Inglaterra sale a las nueve de la noche. Me gustaría no partir, sin embargo, estoy obligado a regresar. Si te decides a venir conmigo, estaré esperándote en el muelle.
— ¿Eso quiere decir que no te vería para nada durante el día?
— Si la compra del inmueble se hace, es andar de un lugar a otro arreglando los documentos y las escrituras debidas. Con los notarios sería algo similar que… no lo creo.
— Bueno — dijo ella sonriéndole a Terruce, que acortaría la distancia para decirle a centímetros de su boca.
— Recuerda, Candy, estaré esperándote para confesarte lo que quieres oír de mí.
Colocando su mano en la mejilla de él, la rubia asintió recorriendo los pocos centímetros para volver a besarse a modo de aceptación.
Como regla general, otorgo los debidos créditos a las autoras correspondientes, siéndolo yo de la idea compartida.
Noble Responsability Capítulo 17
Última edición por Citlalli Quetzalli el Sáb Abr 25, 2020 8:42 am, editado 1 vez