La perfección de las escenas incluido el beso, sucedería una vez llegadas las cinco de la mañana.
A esa hora, mientras el señor Jones dormía sobre dos sillas, Mirna y Terry se enfrascaban en una amena plática que los mantendría despiertos y sonrientes tres horas más.
Pasadas las ocho del nuevo día, una también desvelada Candice llegaría a su cita con Rufus, quien aguardaba por ella a un lado de la puerta del hotel para evitarle así el ser molestada por el personal del establecimiento.
— Buenos días, señorita White.
— Buenos días, Rufus — saludó ella. — Espero no haber sido impertinente al llamarle más temprano y pedirle verme a esta hora.
— No, señorita. De hecho, ya estaba de pie, listo para ir adonde el señor Granchester.
— ¿No está aquí? —, Candice mostró asombro.
— No, se quedó en el teatro — se informó.
— ¿Allá lo encontró?
— En donde el señor Jones, el que fuera su director.
— Entonces, vamos al Teatro Stratford — el que ella conociera.
— No. Es otra compañía que lo empleara en el pasado.
— ¿Cuándo dejó la compañía Stratford? — preguntó Candy frunciendo el ceño.
— Con exactitud, no sabría decirle. Lo que sí, es que tiene 10 años en Londres.
— ¡¡¿Cuánto?!!
— ¿Acaso no lo sabía? — preguntó Rufus.
Con su silencio, la rubia White respondió negativamente, pudiendo salir de su boca:
— Yo… la última vez que lo vi fue cuando… Susana.
— ¿Susana? — repitió el guardia de seguridad mostrando un gesto de desconocimiento.
— ¿No la conoció? — Candice indagó.
— No, ni siquiera la había oído mentar.
— Oh — exclamó una vencida Candice que diría: — entiendo.
— ¿Vamos, entonces?
— Por favor — al tener ahora ella otro interés de verlo.
— El auto está por acá — indicó Rufus el camino; uno que la rubia White, en silencio, recorrería, así como las calles hacia el distrito teatral y las interiores.
La a visitar ya estaba cerca, pudiendo Candice leer en la marquesina señalada: el nombre del teatro: Iris, y la obra programada con su última función: “Anonimatus” con Mirna Troy como estrella principal.
Pero lo que sorprendería, y no precisamente a la rubia White, sería la enorme fila que ya había en la taquilla.
Debido a eso, Rufus estacionó rápidamente el auto, para bajarse con la misma velocidad, e ir a abrir la portezuela a su acompañante, la cual, al verlo tan nervioso, le preguntaba:
— ¿Está todo bien, Rufus?
— No sabría decirle, señorita White. Ahora venga conmigo.
Él extendió su mano para ayudarla a salir y guiarla hasta una puerta exclusiva, por donde también saldrían los encargados de haber hecho una entrega de comida; en sí, el desayuno que, en diversos puntos del escenario, los empleados tomaban.
Terruce, en ese momento, una singular taza de té que dejaría en el mueble más cercano, cuando viera a Rufus y compañía, redundantemente acercándose al área.
Pedido un “permiso” y regalado otra sonrisa, el ex actor se dispuso a ponerse de pie y alejarse de quien, con, literal, hubiera pasado la noche.
Con todo el garbo que se pudiera poseer, Granchester recorrió el escenario para descender por las escaleras esquinadas y que conectaban directamente al patio de butacas por donde Rufus seguía guiando a la rubia White quien evitaba mirar de frente y así a él que, conforme avanzaba, la seriedad y la seguridad, en su persona, iban haciéndose presentes.
Una vez estuvieran cerca, Rufus lo aprovecharía para decir algo al oído de su jefe.
Lo secreteado, provocó un gesto fruncido y la idea de lo que había sucedido; no obstante:
— Buenos días — Terruce saludó secamente.
— Buenos días — respondió Candice, ahora sí, mirándolo fijamente a los ojos. Pero Terry desviaría los suyos para preguntarle a Rufus:
— ¿Qué se ofrece?
— Necesito hablar contigo — dijo ella; en cambio, él, mirándola, indagaba:
— ¿Y usted es…?
— ¡¿Lo preguntas en serio?! — cuestionó una sorprendida y a la vez molesta White.
— Lo pregunto en serio, sí, porque ayer creí nos conocíamos, pero, al haber sido ignorado y catalogado como “ese hombre”, fueron señales suficientes para entender que no era así, por lo tanto…
— Está bien — aceptó ella resoplando resignadamente. — Mi nombre es Candice White y, necesito hablar con “usted”, Duque de Granchester.
— Ah, entonces, sí me conoce.
— ¡Déjate de idioteces, Terruce! — espetó Candice sin recato y sin importarle que algunos presentes giraran a verla.
— ¿Le parecen idioteces, señorita White?
— Sí, porque…
— Con permiso — dijo Rufus comprendiendo que sí se conocían y no queriendo ser parte de un juego.
Por haberlos interrumpido, dos se quedaron callados, y sosteniendo miradas que, a primera de cuentas, indicaban molestia en ambas partes.
Pero como a una dama no se podía tener de pie, Terruce le ofreció sentarse. Ella accedió, y él se sentó a su lado para preguntar relajadamente:
— ¿Qué pasa?
— Pasa que… —, ella se mostró nerviosa, — no creí que así sería nuestro reencuentro.
— ¿Y cómo querías que sucediera? — respondió él mirándola de reojo. Y debido a esa mirada, ella se interesó en saber:
— ¿Por qué estás molesto?
— ¿Yo lo estoy? — él reviró la cuestión.
— Pues muy alegre no te has portado de verme.
— ¿Tú lo estás?
— ¿Ahora tú le das vuelta?
— ¿No puedo hacerlo?
— Qué estúpido eres.
— Wow! En diez años, es la primera vez que, en menos de diez minutos, me insultan dos veces y en mi cara. ¿Sabías que por el título que hoy cargo, en Inglaterra, la pasarías nada bien?
— ¡Pero resulta que estamos en América y… ay me desesperas! — ella se frustró y cruzó de brazos, viendo él la molestia en ella y queriendo saber:
— ¿Por qué?
— ¡Porque…!
— Sí, esperabas otro tipo de reacción de mi parte, pero…
— Es obvio que… ya no eres el mismo — ella observó y lo observó aprovechando que él la miraba con gesto adusto y le decía:
— A veces, de nada sirve seguir siéndolo. ¿O tú sí?
— Es... también diferente — respondió la rubia White agachando la mirada.
— Como debía ser, Candice.
— Y sin embargo…
— ¿Qué tan cierto es lo que Allyson me contó? — Terruce la hubo interrumpido.
— ¿Sabes dónde está? —, ella volvió a mirarlo mostrando mayor preocupación a su dato que al que le pedían proporcionara, siendo el de él:
— ¿Acaso no se fue anoche con ustedes?
— Sí, pero a la salida del hotel la perdimos de vista y… no llegó a casa. Así que, creí que tú…
— Lo ignoro — él contestó de tajo.
— Pero no lo que te contó, y… quiero saberlo de ti.
— Quieres saberlo de mí — él repitió irónicamente entonado. — ¿Y eso sería todo lo que quieres saber de mí?
— Tú sabes que no.
— Pero de nada serviría — concluyó Terry girando la cabeza hacia el otro lado del patio de butacas.
— ¿Por qué lo dices? — Candice cuestionó, lista para oír:
— Te casarás con Archibald.
— Es que… — ella agachó la mirada.
— No tienes por qué dar explicaciones, Candice — dijo Terry volviendo su mirada a ella para ponerla sobre aviso: — Lo malo que, lo que planeas, te pone en peligro.
— ¿Por qué? — quiso saber la rubia White y de nuevo lo miró.
— ¿Sabes que la chiquilla esta tiene una buena relación con los Leagan?
— Sí; Annie, después de algunos años de casada con Archie, hizo amistad con Eliza gracias a la pequeña Allyson.
— Entiendo.
— Lo que yo no, es… ¿cómo dio contigo? —, porque ella ni idea tenía de él.
— Según a lo dicho por tu sobrina, Eliza la ha mantenido al tanto de todo —, por estar sí bien informada de los pasos de él.
— ¿Y… cuál sería su razón para buscarte?
— Allyson no quiere que te cases con su padre, sino que… — Terry desvió la mirada para confesar: — yo te lleve conmigo.
— ¡¿Cómo?! — exclamó Candice tan fuerte que su exclamación hizo eco en el teatro, mas no lo a decir por Terruce:
— Lo sé; es descabellado.
— ¡Es imposible! — ella también lo consideró así.
— Lo mismo le dije — respondió Terruce, — sin embargo…
— ¿Me amenazó? — una trémula Candice concluyó, diciendo nada el castaño sino mirándola, así como su reacción al decir: — Es que ella sabe nada.
— ¿De qué? — preguntó Granchester.
— Yo… soy la doctora de Archibald
— Eres doctora, felicitaciones — extendió Terry. En cambio, Candice creyó idóneo confesar:
— Archibald está en etapa terminal
— Oh — expresó escueta y desinteresadamente Granchester, quien consiguió lo retaran:
— ¡¿Es que acaso no te conmueve su triste situación?!
— ¿Debería?
— ¡Eres el colmo, Terruce!
— No, lo eres tú, porque ya entendí. Te quieres sacrificar por él, ¿no? Por eso te casaras. Le vas a conceder su última voluntad al moribundo ese.
— ¡No voy a permitir que te burles así! — espetó tan molesta Candice que hasta de pie se puso.
— No, claro que no — contestó Terry enderezándose también para extender: — y me disculpo por haber sido tan irreverente, señorita White, ahora si me lo permite me retiro, deseándole antes la más grande de las dichas con su… futuro esposo.
— ¡Tú, por ser soltero, pudiste haberlo sido si no hubieras tardado tanto en volver! — ella finalmente reprochaba. Granchester, por su parte, decía:
— En sí… no tenía pensado hacerlo.
— ¡¿Y te atreves a decírmelo?!
— Tenía que; para decirte ahora… ¿te casas con él o vienes conmigo?
— ¡¿Y para qué, cuando es obvio que no tienes más sentimientos guardados para mí?!
— Es cierto — él cínicamente confesó, — porque el Terry que conociste murió. Este que tienes en frente es otro, que quizá si oye decirte que lo amas, podría empezar a hacerlo.
— No — dijo Candy, — el Terry que conocí sigue tan vivo en ti, ¡arrogante engreído!
— Entonces… ¿eso es un “no”?
— ¡Por supuesto!
— Bueno, el intento lo hice. Sin embargo… — Terruce cambiaría su gesto, su pose y su actitud para decirle: — Candice, conozco en absoluto a tu sobrina, y, por ende, no sé hasta dónde vaya a llegar con su amenaza. En lo personal, no la tomaría tan a la ligera. Sé que desconoces todo lo que hizo por llegar a mí; pero ha sabido, primero, vencer la barra de seguridad de seis guardias que según son de los mejores de la Corte Británica. Luego, se coló a otro lugar sin autorización. Ayer hizo lo mismo con las del hotel. Eso demuestra que es inteligente. Se les escabulló en sus propias narices, así que, no creo que su resentimiento hacia ti, sea un simple juego de niños. Allyson pelea a su padre. Lo quiere con ella, y tú deberías ponerle solución a esto. No te cases con Archibald. Mejor… haz que padre e hija vivan juntos el poco tiempo que les queda si es el caso de que Cornwell…
— No es mentira. Él…
— Entonces, si es así…
Como regla general, otorgo los debidos créditos a las autoras correspondientes, siéndolo yo de la idea compartida.
Noble Responsability Capítulo 9
Última edición por Citlalli Quetzalli el Miér Abr 15, 2020 12:35 pm, editado 1 vez