A pesar de la encrucijada, con la infantil alegata entre dos, Terruce no negaba que la situación tenía un toque de diversión; empero, diría con rigidez:
— No creo que sus asuntos sean más importantes que los míos, así que…
— Señor Granchester, escúcheme a mí, por favor — pidió el señor Jones; en cambio, la intrusa:
— ¡Lo mío es un caso de vida o muerte!
— ¿Ah sí? —, se atrajo una atención; — ¿y quién se está muriendo?
— Bueno, muriendo tal cual no, pero…
— Mil disculpas, señor Granchester — extendió uno de los dos sofocados guardias a su arribo, — la joven tiene tiempo estando afuera, pero nunca nos hizo el comentario que quería verlo.
— Sin embargo, hela aquí — apuntó el irónico buscado.
— Fue un descuido de nuestra de parte que ahora mismo resolvemos.
— ¡No! — gritó la muchachita al ver a los hombretones yendo a su dirección. — ¡Es urgente lo que tengo que decirle!
— Le hubiera creído si hubiese corroborado lo dicho.
— ¡Es que…!
— Ya sáquenla de aquí, — él, con desdén, hubo pedido, — porque no estoy para juegos.
Con la orden, los guardias fueron a tomarla de los brazos, pidiendo ella en el camino…
— ¡Tiene que ayudarme, señor Granchester!
— Sí, pero me imagino que también el señor Jones quiere mi ayuda, ¿cierto?
— Así es, señor.
— ¿Y bien? — instó Terruce yendo a ocupar su asiento e invitando a tomar otro. — Lo escucho, porque reitero que no tengo tiempo.
— Lo sé, y me disculpo. Sin embargo, le traigo esta propuesta.
— Señor Jones, de sobra sabe que hace tiempo me retiré de los escenarios.
— Sí, sí, lo tengo en claro; pero esto, no le quitará más que un par de horas.
— ¿Haciendo qué? — preguntó el ex actor escuchando del escritor:
— Usted sabe de la obra que tengo puesta en escena.
— He escuchado algo.
— También sabrá que no ha tenido el éxito que quisiera.
— Lo lamento.
— Y porque sé que sí, vengo a proponerle que me ayude.
— Solo que monetariamente.
— Hasta eso… es a usted a quien quiero.
— Eso es imposible, señor Jones — aseveró Terry cruzándose de brazos.
— ¿Ni por los viejos tiempos?
— Ni por los actuales que me absorben más. Estoy en América por esta sorpresa dejada por parte de Hathaway; pero en pocos días me regreso a Inglaterra. Tengo una ceremonia importante, y no puedo faltar.
— ¿Es que acaso se casa?
— ¿Justamente qué quiere de mí? — cuestionó Granchester esquivando así la interrogante anterior.
— Mire —, el señor Jones se acercó abriendo en el camino el script para señalar: — Esta parte es lo último del contenido de mi obra, pero que en resumen toda consiste en que un ser del más allá y sin rostro se enamora de una bella joven que ve en el río. Esta está a punto de morir, y en su agonía y como su último deseo, pide ver su cara. Lógicamente, ella muere sin haber sido cumplido su deseo. Uno que yo quiero llevar a cabo; por lo mismo, he buscado rostros masculinos reconocidos que pudieran favorecerme, pero… ninguno ha aceptado por considerar mi obra mala y por las malas críticas recibidas.
— Sí, suele pasar.
— Conmigo, desde que usted nos dejó.
— Era una etapa que llegaba a su fin — comentó Terruce ante el obvio reproche encarado; y el señor Jones:
— Sí, todos lo entendimos.
— Entonces, esto no le costará mucho de comprender. No puedo hacer lo que me pide. No dispongo más que de pocos días.
— Pero le repito, señor Granchester: solo lo necesitaré dos horas.
— ¿Para qué? ¿Qué tanto pudiera yo levantar su obra?
— Mucho, ya que mi idea es presentarla en la última función.
— ¿Cuándo exactamente?
— En dos noches a partir de ésta.
— ¿Y será suficiente para la publicidad?
— No pienso hacerla.
— ¿Entonces?
— Quiero darle esa sorpresa a mi pequeña audiencia.
— Muy loable.
— Lo suficiente para yo poder retirarme tranquilo.
— Entiendo.
— ¿Eso quiere decir…?
Por los siguientes segundos, Terruce se puso a divagar; principalmente en aquel ayer en el que, precisamente ese hombre que tenía enfrente lo ayudara a realizar su sueño: ser un grande de la actuación para limpiar así su nombre del lodo en el que él mismo lo había puesto.
Claro que Granchester, con su retorno a los escenarios, empezó desde cero; además, a Shakespeare también dejaba a lado para representar aquellas obras que pedían a gritos una oportunidad.
Con la dada, Terruce puso todo de sí y lo consiguió. Incluso que, su director, lo apoyara y ayudara a montar “Hamlet” y con él, despedirse de los escenarios. Una decisión que a muchos tomara de sorpresa y lamentara.
Terry no; al contrario, de cierto modo e inexplicablemente sentía una liberación. Libertad que se completara cuando fuera quitada la carga que impuestamente se le pusiera en los hombros.
Libre, Terruce tomó las riendas de su vida, la cual, enfocó en el futuro y no el pasado que tanto le doliera.
En el presente, él sonreía. De hecho, le sonreía a su acompañante que también lo haría al recibir un “sí” de parte del visitado, que informado era de lo siguiente a hacer: reunirse esa misma tarde con el resto del staff y organizarse para la función especial.
Increíblemente en esa reunión, —pero en otro recinto teatral—, volvería a entrar en escena la intrépida jovencita aquella para insistir en lo mismo: ¡necesitaba la ayuda de Terruce Granchester! quien ya no podía comprometerse con más gente y lamentaba no tener tiempo para atenderla ni mucho menos defenderla al haber irrumpido, por segunda vez, un lugar no autorizado.
Habiendo sido sacada del mismo modo, sobre la acera, la muchachita decía:
— Bien, Terruce Granchester, me estás dejando sin opciones; pero te aseguro que la tercera será la vencida. Espérala; porque de que me escuchas, lo haces, no importándome las barreras de seguridad que pongas a mi paso.
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Como regla general, otorgo los debidos créditos a las autoras de Candy Candy siéndolo yo de esta breve continuación.
Noble Responsability Capítulo 2
Última edición por Citlalli Quetzalli el Vie Abr 10, 2020 6:37 pm, editado 2 veces