Primero que nada, les quiero avisar que esto es un diálogo entre amigos; segundo, me atreví a cambiar las personalidades de los protagonistas. Espero que eso no le caiga mal a ninguna.
He tratado de emular la forma como se expresan los adolescentes de hoy en día; habiendo sido maestra por 20 años, creo que algo tengo claro al respecto.
Espero que les guste, que no les aburra y sobretodo, que a nadie ofenda...
- ¡Qué más, ve!
Anthony Brown se arrojó a la hierba, donde su compañero y amigo Terry Granchester se encontraba leyendo muy atento un grueso libro de francés.
- Qué pasó, Brown… ¿no ves que estoy estudiando? – respondió el joven aristócrata, que ya conocía cómo era su amigo.
- Yaaaa ¿y cómo tengo que llamarte ahora? ¿“el aplicado Granchester”? – dijo el rubio, entre risas - Ya, deja ese libraco y vamos al campo norte… ¡están las de tercero jugando volley!
- No amigo. Estoy ocupado.
- Eres un aburrido… a ver, si te estoy diciendo que están las de tercero jugando volley ¿eh? Ya sabes, el shortcito, la camisetita… préstame atención un ratito y dime, mirándome a los ojos, que no quieres ir a ver a Annie Britter en shorts; hermano ¡Annie Britter, las mejores piernas de todo el colegio!… ¡Dale, dímelo en mi cara!
- No me interesa ver a Annie Britter en shorts… - respondió el chico, mirándolo a los ojos.
- Mmmm… tú como que te me estás volteando, – Terry lanzó un resoplido ante el comentario de su amigo – mañana te voy a ver de la manito con mi primo Archie, y ya no me va a sorprender…
- ¿¡Qué!?... Ay ¡lárgate Anthony y déjame estudiar!
- En un día tan lindo como este – dijo Anthony con un hondo suspiro – El sol brilla suave, las aves trinan, la brisa sopla… ¡Y están las de tercero jugando volleyball en shorts! Granchester, ¡vamoooooos!
- Oye ¿Qué, no tienes alguna planta que ir a abonar?
- Tú sabes que el profe de botánica me ama… - farfulló el chico, sacando su celular - ¡todas mis plantas están muy bien abonadas! Pero, hay una florecita a la que me encantaría polinizar.
- ¿De qué estás hablando?
- ¡Mira esta belleza! – dijo, mostrándole una foto de su teléfono.
Era una fotografía tomada de lejos con zoom; en ella se veía una preciosa niña de largo cabello rubio muy rizado, riendo divinamente.
- Esa… ¡Esa es Candy White! – exclamó Terry abriendo mucho los ojos.
- ¡Candy White…! - repitió Anthony, suspirando. – ¿No es una belleza? Lo que daría yo porque me diera un chance…
- ¡Oye Anthony, pero Candy es tu prima…! – exclamó Terry, un poco escandalizado.
- Adoptiva – respondió Anthony – no olvidemos ese pequeño detalle… Anda, dame tu teléfono ¡te voy a pasar todas las fotos que tengo de ella!
- ¿¡Todas!? Pero ¿¡Cuántas tienes!?
- ¡Uuuuh! ¡Se te colapsa la memoria amigo mío! Ya, pasa el teléfono. ¿No quieres las de Annie Britter también?
- ¿Qué parte de que no me interesa Annie Britter no has entendido todavía?
- Pero ¿por qué no Terry? ¡Si es preciosa! Es elegante y culta ¡Sería tu duquesa perfecta! Deberías aprovechar, ahora que ya los dejan casarse con “plebeyas”…
- ¡Ay, a mí qué me importan esas cosas!
- A ver, ¿entonces cuál? Dime – decía Anthony pasando el dedo por la pantalla del celular mientras le mostraba todas las fotos que tenía de sus compañeras de colegio- ¿Luisa? ¿Miriam? ¿Jocelyn? ¡Patty no, porque se me resiente el primo! ¿Eliza…? ¡Ups! Estas de Eliza no, jeje. Son privadas…
- De ninguna, Anthony; de ninguna… además, ya te dije, no me permiten tener esos teléfonos con internet…
- Parece mentira, eres el hijo de un Duque ¡Vives en un palacio grandote! Tienes no sé cuántos caballos, ¿y no puedes tener un celular de alta gama?
- ¡No me dejan! – respondió el chico encogiéndose de hombros – dice mi papá que es por seguridad…
- Sí claro, seguridad… a ver, pasa 50 libras.
- ¡Ya, corriendo te las voy a dar…! Ni que fueras mi novia para mantenerte.
- ¡Mira, no seas grosero! Ademàs, si yo fuera tu novia, con 50 libras no te alcanzaría para nada – respondió el riendo riendo – Anda, dame el dinero. Te voy a conseguir un celular que valga la pena ¡Es que así, ni siquiera puedes “wasapear” con las chicas!
- ¿Y esos celulares cuestan 50 libras?
- Bueno, el mío obvio que no ¡Es un IPhone! Pero aquí dentro, cualquiera de estos giles me va a dar su celular por 50 libras o menos ¡lo que sea que les asegure un porro!
- Anthony, ¿aquí dentro cómo va a conseguir nadie un porro?
- ¿Quieres apostar? ¡Esto es un colegio, mijo, viene de todo! – exclamó el rubio, pasándole un brazo por los hombros a su amigo- Me extrañas, tan inocente Granchester.
- En fin; igual, no tengo 50 libras ahorita. Y déjame ya que tengo que estudiar…
- A ver ¿qué tanto estudias?... ¿¡Francés!? – exclamó el rubio, arrebatándole el libro - ¿En serio? Vous parlez très bien le français, mon ami!
- Eh… sí bueno... me gusta estar al dìa.
- Oye Terry ¡pero, este libro es de tercero! Nosotros ya estamos en quinto. Además. Los exámenes no son sino hasta el próximo trimestre.
- Es que… el hermano McAllister dijo que tenía algunos “huecos” en mi aprendizaje y por eso…
- ¿El hermano McAllister? Terry, a McAllister le falta poco para lamer el suelo por donde caminas. Parece enamorado de tu papá…
- ¡Anthony no digas esas cosas! – reclamó Terry recogiendo su libro, justo cuando sonaba fuertemente la campana del colegio.
- ¡Noooooo la campanaaaaaa! – gimió Anthony- ¿Si ves Terry? Ya cambió la hora, las de tercero ya no estarán en el campo de volley…
- ¿Ya terminaron? – preguntó él mirando su reloj - ¡Me tengo que ir!
- ¡Pero, a dónde! – exclamó Anthony poniéndose de pie junto a su amigo.
- Eh… tengo cosas que hacer Anthony.
- Andas muy misterioso tú; a ver Terry, cuéntale a tu viejo amigo Tony qué es lo que te pasa…
- ¡Nada! ¡Tengo hora en la biblioteca! ¿Acaso tú nunca estudias?
- No lo necesito ¡tengo memoria fotográfica! - respondió el rubio, elevando una ceja.
- ¿Qué hacen vagos? – escucharon de pronto; Neil Leagan se acercaba a ellos caminando despreocupado con las manos en los bolsillos.
- ¡Primo! – exclamó Anthony con una sonrisa.
- ¿Vagos? ¡El burro hablando de orejas!… - farfulló Terry con fastidio.
- Neil, ven aquí y cuéntale a nuestro buen amigo Terry a dónde es que consigues los porros que te fumas de noche y…
- ¿¡Qué eres loco Anthony!? – exclamó el moreno, palideciendo - ¡Cállate! Yo yo yo… ¡Yo no hago esas cosas!
- Sí claro, y tu hermana es santa… - murmuró el otro.
- ¿Qué dijiste?
- ¡Nada! Que si sabes quién querrá vender su Android por 50 libras.
- ¿50 libras? ¡te dejo el mío!
- ¿La porquería esa que no le sirve ni el wifi? ¡No gracias!
- Pues no lo he cambiado porque no he reunido para comprar otro. Mi papá no me da ni unq uito, y ya sabes que la tía Elroy no nos da ni un centavo hasta Navidad...- respondió el trigueño - Pero ya, está bien, yo te averiguo primo; sí sé de muchos a quienes les servirían esas 30 libras.
- Eh Leagan – exclamó Terry - ¿En serio puedes conseguirlo por menos de 50?
- ¡Pero claro! Eso está chupado – respondió el moreno cruzándose de brazos.
- Ah pues, gracias primo; sí nos convendría mucho si lo conseguimos más barato…
- No no; Anthony, no me estás entendiendo – respondió Neil – Yo consigo el celular en 30, pero los otros 20 son mi comisión.
- ¿¡Qué comisión ni qué nada…!? – reclamó Terry.
- No Terry, está bien ¿Quieres un celular o no? Tranquilo, así es esto.
- Hola chicos… - Eliza Leagan y sus amigas venían caminando desde el campo de juego, ya cambiadas de ropa.
- Señoritas… - dijo Anthony con una sonrisita.
- Hola Terry.- saludó Eliza, ignorando al otro.
- Eliza…- respondió Terry.
- ¿No quieres venir con nosotras? – preguntó ella - Vamos a pasar el segundo receso en el jardín del ala oeste ¡está lleno de narcisos! ¿Vienes?
- Mi amigo tiene cosas qué hacer ¡Anda ocupadísimo! – respondió Anthony - Pero, si quieres las acompaño yo.
- ¡No me hables, Anthony! Tú estás muerto para mí. – respondió la pelirroja.
- ¿Y tú qué le has hecho a mi hermana? – preguntó Neil.
- ¿Yooooo? Primo, si yo soy un caballero…
- ¡Ahí viene Candy! – exclamó Neil, nervioso.
-
- ¡Hola! – la rubia saludó de la mano a todo el grupo – Terry ¿te parece bien si nos reunimos a las 5?
- A las 5 está perfecto, de hecho ya me iba para allá… - respondió Terry sonriendo
- ¿Qué? ¿qué hay a las 5? – preguntó Anthony – Si tú estás estudiando, porque tienes “huecos” y no sé qué...
- Es que, la hermana Henrriette dijo que si me vuelvo a sacar un 3 en francés voy a perder la materia. Necesito tutoría y Terry, que es muy bueno en francés, se ofreció a ayudarme. Desde hoy vamos a estudiar en la biblioteca todos los días, hasta los exámenes.
- Pero los exámenes son hasta el próximo trimestre – dijo Eliza con fastidio - ¿No te estás apurando un poquito, Candy? ¡Hay tiempo de sobra!
- No, Eliza ¡Terry dice que mientras más tiempo estudiemos, mejor! Y yo quiero ser tan buena como él.
- ¿Ah sí, eso dijo Terry? – preguntó Anthony, irónico - ¡pero qué aplicado te has vuelto, amigo!
- ¡Ah, como quieras! – respondió ella – si te decides Terry, ya sabes dónde buscarme... Neil ¡Vámonos!
- Pero Eliza…
- ¡¡Ahora!! – exigió la joven, al ver cómo su hermano se quedaba como embobado mirando a la chica pecosa.
- Ah Terry sacré bleu, mon ami. C'était donc le mystère... Traître! – exclamó Anthony lanzándole a su amigo una mirada asesina.
- ¿Qué dijiste Anthony? – preguntó Candy.
- Él me entendió… - respondió el chico, dándole a su amigo una palmada en la espalda que casi lo hace toser.
- Eeeeh… Bueno ¡Nos vemos a las cinco entonces, Candy!
- ¡Sí! Nos vemos, Terry. Adiós.
- ¡Anthony, casi me revientas un pulmón! – exclamó Terry cuando ella se hubo ido.
- La cara debería reventarte… – respondió Anthony haciéndose a un lado con el ceño fruncido – por mentiroso y por “cruceta”. Somos amigos, Granchester....
- Anthony… no es lo que piensas.
- Bah, no importa… - dijo el chico – Pero, si la vas a “ayudar” sería bueno que tengas ese celular. Así te comunicarás mejor con ella, y hasta podrían charlar por las noches, haciendo videollamadas.
- ¿Tú crees?
- Tu cuarto y el suyo son privados – respondió Anthony – Nadie los molestaría.
- Anthony…
- ¿Qué? No me refiero a ninguna cosa extraña ¿Cómo sabes tú si, luego del toque de queda, ella necesite que la asesores en alguna otra cosa? Hazme caso amigo; compra el celular. Nadie tiene que saberlo; cuando te vayas a tu casa los domingos, si quieres lo dejas guardado aquí en tu habitación. Para que tu padre no se vaya a enojar…
- Gracias por el consejo…
- Te gusta mucho Candy ¿verdad?
- ¿Tanto se me nota?
- Conociéndola, creo que la única que no lo ha notado es ella; pero tú harás que eso cambie pronto.
- Yo… no sé cómo.
- Tranquilo, eso sale solito – dijo el chico guiñándole un ojo - me avisas, cuando cuentes con el dinero. Yo mientras iré indagando.
- Anthony… - Terry sacó su billetera y le extendió el billete rosa con la efigie de la reina - ¿De verdad no te importa?
- Nah – dijo el chico tomando el billete y encogiéndose de hombros – igual, como bien dijiste, es mi prima; y me cae demasiado bien como para tenerla solo de “vacile”. Mejor que se fije en alguien serio que la quiera bien… Mañana mismo te tengo el teléfono.
- ¡Gracias!
- De nada hermano – dio Anthony alejándose - ¡Y apúrate a la biblioteca que se te hace tarde!
Anthony se despidió haciendo un gesto con la mano; Terry recogió sus libros y se encaminó hacia la biblioteca. Ya pronto darían las 5 pm.
Al ir de camino, alcanzó a ver una parejita que corría agazapándose entre los arbustos, hacia la colina. Eran Archibald Conrwell y Annie Britter… ¡Seguro que Anthony todavía no sabía de eso!
En una de las mesas que rodeaba la glorieta, el bueno de Stear Corwell leía del mismo libro con Patricia O’Brien. Intentaban, sin mucho éxito, ocultar sus manos entrelazadas bajo la mesa.
Llegando a la biblioteca, alcanzó a ver a Candy White en la puerta con unas compañeras; cuando lo vio, lo saludó haciéndole de la mano.
¡Qué bonita era! Sus grandes ojos verdes brillaban como si fueran joyas, y aunque en primer año siempre la molestaba por sus pecas, la verdad es que ahora no podría imaginarla sin ellas ¡Era preciosa!
Es verdad que ahora él podría casarse con quien quisiera; como lo habían hecho sus primos William y Harry, pero ahora mismo a los 17 años ¿qué iba a pensar en esas cosas?
Su padre siempre decía que los días de colegio, eran los mejores en la vida de un muchacho. Terry no lo entendía muy bien antes; pero comenzó a tener sentido para él, cuando conoció a Candy.
Y no sabía si pasaría algo entre Candy y él ¡Ojalá y sí; de verdad lo deseaba pues esa niña lo tenía completamente enamorado! Pero ciertamente, los días de escuela, serían su mejor recuerdo de juventud.
Gracias por leer...
He tratado de emular la forma como se expresan los adolescentes de hoy en día; habiendo sido maestra por 20 años, creo que algo tengo claro al respecto.
Espero que les guste, que no les aburra y sobretodo, que a nadie ofenda...
- ¡Qué más, ve!
Anthony Brown se arrojó a la hierba, donde su compañero y amigo Terry Granchester se encontraba leyendo muy atento un grueso libro de francés.
- Qué pasó, Brown… ¿no ves que estoy estudiando? – respondió el joven aristócrata, que ya conocía cómo era su amigo.
- Yaaaa ¿y cómo tengo que llamarte ahora? ¿“el aplicado Granchester”? – dijo el rubio, entre risas - Ya, deja ese libraco y vamos al campo norte… ¡están las de tercero jugando volley!
- No amigo. Estoy ocupado.
- Eres un aburrido… a ver, si te estoy diciendo que están las de tercero jugando volley ¿eh? Ya sabes, el shortcito, la camisetita… préstame atención un ratito y dime, mirándome a los ojos, que no quieres ir a ver a Annie Britter en shorts; hermano ¡Annie Britter, las mejores piernas de todo el colegio!… ¡Dale, dímelo en mi cara!
- No me interesa ver a Annie Britter en shorts… - respondió el chico, mirándolo a los ojos.
- Mmmm… tú como que te me estás volteando, – Terry lanzó un resoplido ante el comentario de su amigo – mañana te voy a ver de la manito con mi primo Archie, y ya no me va a sorprender…
- ¿¡Qué!?... Ay ¡lárgate Anthony y déjame estudiar!
- En un día tan lindo como este – dijo Anthony con un hondo suspiro – El sol brilla suave, las aves trinan, la brisa sopla… ¡Y están las de tercero jugando volleyball en shorts! Granchester, ¡vamoooooos!
- Oye ¿Qué, no tienes alguna planta que ir a abonar?
- Tú sabes que el profe de botánica me ama… - farfulló el chico, sacando su celular - ¡todas mis plantas están muy bien abonadas! Pero, hay una florecita a la que me encantaría polinizar.
- ¿De qué estás hablando?
- ¡Mira esta belleza! – dijo, mostrándole una foto de su teléfono.
Era una fotografía tomada de lejos con zoom; en ella se veía una preciosa niña de largo cabello rubio muy rizado, riendo divinamente.
- Esa… ¡Esa es Candy White! – exclamó Terry abriendo mucho los ojos.
- ¡Candy White…! - repitió Anthony, suspirando. – ¿No es una belleza? Lo que daría yo porque me diera un chance…
- ¡Oye Anthony, pero Candy es tu prima…! – exclamó Terry, un poco escandalizado.
- Adoptiva – respondió Anthony – no olvidemos ese pequeño detalle… Anda, dame tu teléfono ¡te voy a pasar todas las fotos que tengo de ella!
- ¿¡Todas!? Pero ¿¡Cuántas tienes!?
- ¡Uuuuh! ¡Se te colapsa la memoria amigo mío! Ya, pasa el teléfono. ¿No quieres las de Annie Britter también?
- ¿Qué parte de que no me interesa Annie Britter no has entendido todavía?
- Pero ¿por qué no Terry? ¡Si es preciosa! Es elegante y culta ¡Sería tu duquesa perfecta! Deberías aprovechar, ahora que ya los dejan casarse con “plebeyas”…
- ¡Ay, a mí qué me importan esas cosas!
- A ver, ¿entonces cuál? Dime – decía Anthony pasando el dedo por la pantalla del celular mientras le mostraba todas las fotos que tenía de sus compañeras de colegio- ¿Luisa? ¿Miriam? ¿Jocelyn? ¡Patty no, porque se me resiente el primo! ¿Eliza…? ¡Ups! Estas de Eliza no, jeje. Son privadas…
- De ninguna, Anthony; de ninguna… además, ya te dije, no me permiten tener esos teléfonos con internet…
- Parece mentira, eres el hijo de un Duque ¡Vives en un palacio grandote! Tienes no sé cuántos caballos, ¿y no puedes tener un celular de alta gama?
- ¡No me dejan! – respondió el chico encogiéndose de hombros – dice mi papá que es por seguridad…
- Sí claro, seguridad… a ver, pasa 50 libras.
- ¡Ya, corriendo te las voy a dar…! Ni que fueras mi novia para mantenerte.
- ¡Mira, no seas grosero! Ademàs, si yo fuera tu novia, con 50 libras no te alcanzaría para nada – respondió el riendo riendo – Anda, dame el dinero. Te voy a conseguir un celular que valga la pena ¡Es que así, ni siquiera puedes “wasapear” con las chicas!
- ¿Y esos celulares cuestan 50 libras?
- Bueno, el mío obvio que no ¡Es un IPhone! Pero aquí dentro, cualquiera de estos giles me va a dar su celular por 50 libras o menos ¡lo que sea que les asegure un porro!
- Anthony, ¿aquí dentro cómo va a conseguir nadie un porro?
- ¿Quieres apostar? ¡Esto es un colegio, mijo, viene de todo! – exclamó el rubio, pasándole un brazo por los hombros a su amigo- Me extrañas, tan inocente Granchester.
- En fin; igual, no tengo 50 libras ahorita. Y déjame ya que tengo que estudiar…
- A ver ¿qué tanto estudias?... ¿¡Francés!? – exclamó el rubio, arrebatándole el libro - ¿En serio? Vous parlez très bien le français, mon ami!
- Eh… sí bueno... me gusta estar al dìa.
- Oye Terry ¡pero, este libro es de tercero! Nosotros ya estamos en quinto. Además. Los exámenes no son sino hasta el próximo trimestre.
- Es que… el hermano McAllister dijo que tenía algunos “huecos” en mi aprendizaje y por eso…
- ¿El hermano McAllister? Terry, a McAllister le falta poco para lamer el suelo por donde caminas. Parece enamorado de tu papá…
- ¡Anthony no digas esas cosas! – reclamó Terry recogiendo su libro, justo cuando sonaba fuertemente la campana del colegio.
- ¡Noooooo la campanaaaaaa! – gimió Anthony- ¿Si ves Terry? Ya cambió la hora, las de tercero ya no estarán en el campo de volley…
- ¿Ya terminaron? – preguntó él mirando su reloj - ¡Me tengo que ir!
- ¡Pero, a dónde! – exclamó Anthony poniéndose de pie junto a su amigo.
- Eh… tengo cosas que hacer Anthony.
- Andas muy misterioso tú; a ver Terry, cuéntale a tu viejo amigo Tony qué es lo que te pasa…
- ¡Nada! ¡Tengo hora en la biblioteca! ¿Acaso tú nunca estudias?
- No lo necesito ¡tengo memoria fotográfica! - respondió el rubio, elevando una ceja.
- ¿Qué hacen vagos? – escucharon de pronto; Neil Leagan se acercaba a ellos caminando despreocupado con las manos en los bolsillos.
- ¡Primo! – exclamó Anthony con una sonrisa.
- ¿Vagos? ¡El burro hablando de orejas!… - farfulló Terry con fastidio.
- Neil, ven aquí y cuéntale a nuestro buen amigo Terry a dónde es que consigues los porros que te fumas de noche y…
- ¿¡Qué eres loco Anthony!? – exclamó el moreno, palideciendo - ¡Cállate! Yo yo yo… ¡Yo no hago esas cosas!
- Sí claro, y tu hermana es santa… - murmuró el otro.
- ¿Qué dijiste?
- ¡Nada! Que si sabes quién querrá vender su Android por 50 libras.
- ¿50 libras? ¡te dejo el mío!
- ¿La porquería esa que no le sirve ni el wifi? ¡No gracias!
- Pues no lo he cambiado porque no he reunido para comprar otro. Mi papá no me da ni unq uito, y ya sabes que la tía Elroy no nos da ni un centavo hasta Navidad...- respondió el trigueño - Pero ya, está bien, yo te averiguo primo; sí sé de muchos a quienes les servirían esas 30 libras.
- Eh Leagan – exclamó Terry - ¿En serio puedes conseguirlo por menos de 50?
- ¡Pero claro! Eso está chupado – respondió el moreno cruzándose de brazos.
- Ah pues, gracias primo; sí nos convendría mucho si lo conseguimos más barato…
- No no; Anthony, no me estás entendiendo – respondió Neil – Yo consigo el celular en 30, pero los otros 20 son mi comisión.
- ¿¡Qué comisión ni qué nada…!? – reclamó Terry.
- No Terry, está bien ¿Quieres un celular o no? Tranquilo, así es esto.
- Hola chicos… - Eliza Leagan y sus amigas venían caminando desde el campo de juego, ya cambiadas de ropa.
- Señoritas… - dijo Anthony con una sonrisita.
- Hola Terry.- saludó Eliza, ignorando al otro.
- Eliza…- respondió Terry.
- ¿No quieres venir con nosotras? – preguntó ella - Vamos a pasar el segundo receso en el jardín del ala oeste ¡está lleno de narcisos! ¿Vienes?
- Mi amigo tiene cosas qué hacer ¡Anda ocupadísimo! – respondió Anthony - Pero, si quieres las acompaño yo.
- ¡No me hables, Anthony! Tú estás muerto para mí. – respondió la pelirroja.
- ¿Y tú qué le has hecho a mi hermana? – preguntó Neil.
- ¿Yooooo? Primo, si yo soy un caballero…
- ¡Ahí viene Candy! – exclamó Neil, nervioso.
-
- ¡Hola! – la rubia saludó de la mano a todo el grupo – Terry ¿te parece bien si nos reunimos a las 5?
- A las 5 está perfecto, de hecho ya me iba para allá… - respondió Terry sonriendo
- ¿Qué? ¿qué hay a las 5? – preguntó Anthony – Si tú estás estudiando, porque tienes “huecos” y no sé qué...
- Es que, la hermana Henrriette dijo que si me vuelvo a sacar un 3 en francés voy a perder la materia. Necesito tutoría y Terry, que es muy bueno en francés, se ofreció a ayudarme. Desde hoy vamos a estudiar en la biblioteca todos los días, hasta los exámenes.
- Pero los exámenes son hasta el próximo trimestre – dijo Eliza con fastidio - ¿No te estás apurando un poquito, Candy? ¡Hay tiempo de sobra!
- No, Eliza ¡Terry dice que mientras más tiempo estudiemos, mejor! Y yo quiero ser tan buena como él.
- ¿Ah sí, eso dijo Terry? – preguntó Anthony, irónico - ¡pero qué aplicado te has vuelto, amigo!
- ¡Ah, como quieras! – respondió ella – si te decides Terry, ya sabes dónde buscarme... Neil ¡Vámonos!
- Pero Eliza…
- ¡¡Ahora!! – exigió la joven, al ver cómo su hermano se quedaba como embobado mirando a la chica pecosa.
- Ah Terry sacré bleu, mon ami. C'était donc le mystère... Traître! – exclamó Anthony lanzándole a su amigo una mirada asesina.
- ¿Qué dijiste Anthony? – preguntó Candy.
- Él me entendió… - respondió el chico, dándole a su amigo una palmada en la espalda que casi lo hace toser.
- Eeeeh… Bueno ¡Nos vemos a las cinco entonces, Candy!
- ¡Sí! Nos vemos, Terry. Adiós.
- ¡Anthony, casi me revientas un pulmón! – exclamó Terry cuando ella se hubo ido.
- La cara debería reventarte… – respondió Anthony haciéndose a un lado con el ceño fruncido – por mentiroso y por “cruceta”. Somos amigos, Granchester....
- Anthony… no es lo que piensas.
- Bah, no importa… - dijo el chico – Pero, si la vas a “ayudar” sería bueno que tengas ese celular. Así te comunicarás mejor con ella, y hasta podrían charlar por las noches, haciendo videollamadas.
- ¿Tú crees?
- Tu cuarto y el suyo son privados – respondió Anthony – Nadie los molestaría.
- Anthony…
- ¿Qué? No me refiero a ninguna cosa extraña ¿Cómo sabes tú si, luego del toque de queda, ella necesite que la asesores en alguna otra cosa? Hazme caso amigo; compra el celular. Nadie tiene que saberlo; cuando te vayas a tu casa los domingos, si quieres lo dejas guardado aquí en tu habitación. Para que tu padre no se vaya a enojar…
- Gracias por el consejo…
- Te gusta mucho Candy ¿verdad?
- ¿Tanto se me nota?
- Conociéndola, creo que la única que no lo ha notado es ella; pero tú harás que eso cambie pronto.
- Yo… no sé cómo.
- Tranquilo, eso sale solito – dijo el chico guiñándole un ojo - me avisas, cuando cuentes con el dinero. Yo mientras iré indagando.
- Anthony… - Terry sacó su billetera y le extendió el billete rosa con la efigie de la reina - ¿De verdad no te importa?
- Nah – dijo el chico tomando el billete y encogiéndose de hombros – igual, como bien dijiste, es mi prima; y me cae demasiado bien como para tenerla solo de “vacile”. Mejor que se fije en alguien serio que la quiera bien… Mañana mismo te tengo el teléfono.
- ¡Gracias!
- De nada hermano – dio Anthony alejándose - ¡Y apúrate a la biblioteca que se te hace tarde!
Anthony se despidió haciendo un gesto con la mano; Terry recogió sus libros y se encaminó hacia la biblioteca. Ya pronto darían las 5 pm.
Al ir de camino, alcanzó a ver una parejita que corría agazapándose entre los arbustos, hacia la colina. Eran Archibald Conrwell y Annie Britter… ¡Seguro que Anthony todavía no sabía de eso!
En una de las mesas que rodeaba la glorieta, el bueno de Stear Corwell leía del mismo libro con Patricia O’Brien. Intentaban, sin mucho éxito, ocultar sus manos entrelazadas bajo la mesa.
Llegando a la biblioteca, alcanzó a ver a Candy White en la puerta con unas compañeras; cuando lo vio, lo saludó haciéndole de la mano.
¡Qué bonita era! Sus grandes ojos verdes brillaban como si fueran joyas, y aunque en primer año siempre la molestaba por sus pecas, la verdad es que ahora no podría imaginarla sin ellas ¡Era preciosa!
Es verdad que ahora él podría casarse con quien quisiera; como lo habían hecho sus primos William y Harry, pero ahora mismo a los 17 años ¿qué iba a pensar en esas cosas?
Su padre siempre decía que los días de colegio, eran los mejores en la vida de un muchacho. Terry no lo entendía muy bien antes; pero comenzó a tener sentido para él, cuando conoció a Candy.
Y no sabía si pasaría algo entre Candy y él ¡Ojalá y sí; de verdad lo deseaba pues esa niña lo tenía completamente enamorado! Pero ciertamente, los días de escuela, serían su mejor recuerdo de juventud.
Gracias por leer...